El siglo XIX

AutorVicente Palacio Atard
Páginas2535-2546

Quiero agradecer al Colegio Nacional de Registradores la invitación que me ha formulado para tomar parte en este curso de conferencias sobre España ante el Derecho europeo. Quiero agradecer también al señor decano sus anteriores palabras.

Muchos de ustedes habrán leído la novela de Tolstoi Guerra y paz, y, tal vez, recuerden en ese caso las páginas en que se relatan las conversaciones en los salones de San Petersburgo a comienzos del siglo XIX. En ellas se evoca alguna vez la resistencia que los españoles oponen a Napoleón Bonaparte. El príncipe Bolskonski, los amigos de Mijail Speranski piden al gobierno ruso del Zar que modifique sus relaciones con el Emperador de los franceses y ponen como modelo el valor ejemplar de la lucha de los españoles.

De esta manera la guerra de la Independencia trasciende de lo puramente español. El siglo XIX empieza para nosotros con la guerra de la Independencia, que constituye una página de la historia universal. Por otra parte, desde el punto de vista interior se ha solido considerar fundamentalmente como un acontecimiento heroico y militar. Las grandes batallas, Bailén, las guerrillas, las ciudades guerrilleras que resisten el asalto de los enemigos o sucumben al mismo se han presentado como la primera y la más larga de las guerras de liberación de los pueblos para defenderse con éxito de la agresión napoleónica.

Napoleón reconoció más tarde, en las confesiones de Santa Elena, su error. Había despreciado a los españoles, considerándoles un pueblo envilecido. Cuando antes de comenzar la aventura de España alguien que estaba bien informado le advierte al Emperador lo que puede ocurrir, Napoleón replica: Los españoles son una chusma de aldeanos dirigidos por una chusma de curas. El error había de pagarlo bien caro.

Pero además de un acontecimiento militar, la guerra de la Independencia produjo una formidable sacudida interior, y podríamos decir que como consecuencia de aquella convulsión fue un gran fundente nacional. Es verdad que la insurrección española se inicia aisladamente por las Juntas pro- Page 2535 vinciales y locales, pero aquello pronto se organiza en unidad de acción y la guerra resulta ser el gran catalizador del patriotismo español y del sentimiento nacional. Los somatenes del Bruch o los soldados y voluntanos que luchan en Bailén están defendiendo la misma causa, están dando al mismo tiempo testimonio del patriotismo nacional de todos los españoles.

Fue además la guerra un fundente social. Los largos años de la ocupación extranjera, la manera de producirse aquella especie de guerra total en que no había retaguardia porque la retaguardia era también un frente constante de lucha, la militancia en los ejércitos regulares o en guerrilla, todo esto contribuyó a que la sociedad española se refundiera en una misma voluntad histórica. La descripción que hace Galdós del Ejército español que combate en Bailen constituye, creo yo, una pincelada impresionista de aquella realidad: Componíase de lo más selecto de la infantería de línea, con algunos caballos y muy buena artillería... Agregáronse algunos regimientos provinciales y los paisanos que espontáneamente o por disposición de las Juntas se engancharon en las principales ciudades de Andalucía... La Junta de Sevilla había indultado el 15 de mayo a todos los contrabandistas y a los penados... y esto trajo una partida que si no era la mejor tropa del mundo por sus costumbres... dio al Ejército excelentes soldados (y)... se les reputó como auxiliares muy eficaces del Ejército. Cuerpos reglamentados españoles, con algunos suizos y valones; regimientos de línea que eran la flor de la tropa española; regimientos provinciales que ignoraban la guerra, pero que se disponían a aprenderla; honrados paisanos, la mayor parte muy duchos en el arte de la caza y que, por lo general, tiraban estupendamente; y por último, contrabandistas, granujas, vagabundos de la sierra..., holgazanes convertidos en guerreros al calor de aquel fuego patriótico que inflamaba el país.

Es verdad que la guerra produjo también una ruptura social, la de los afrancesados, que en pequeño número y por motivos distintos en cada caso tomaron parte al lado del rey intruso. Pero por una especie de resultado paradójico, ese hecho de los afrancesados sirvió también como fundente por el universal rechazo que produjo la actitud de los colaboracionistas.

La sacudida interior de la guerra de la Independencia trasciende a las mentalidades, al estilo de vida, a los comportamientos en general. Como ejemplo, quiero citarles lo que se dice en un documento administrativo que, dentro de la aridez de tales documentos, resulta muy ilustrativo. Es el informe del capitán general de Cataluña sobre la Junta de Comercio de Barcelona. Se trataba de estimular la incorporación de los comerciantes catalanes a la Junta ofreciendo en contrapartida a las incomodidades que ello ocasionaba ventajas y distinciones. El expediente abierto en 1808 no se había cerrado a causa de la guerra en 1816, y es en esa fecha cuando el capitán general de Cataluña, que lo era precisamente el general Castaños, el vencedor de Bailen, nos describe el cambio producido en la mentalidad Page 2536 y en los usos sociales con estas palabras: El uso de la espada, que en el año de 1763 (cuando se fundó la Junta) era peculiar de los nobles y de los graduados en Facultad mayor, y se concedió a los matriculados; el tratamiento de "don" que se les daba en lo relativo a los cargos y demás anejos a la matrícula, y aun cierta consideración que adquirían en el pueblo, era un sistema lo bastante poderoso para que todo comerciante acreditado aspirase a la matrícula. Pero con el espacio de medio siglo ha variado enteramente la opinión y la idea: ya no se hace uso de la espada, se prodiga el tratamiento de don de que algunas clases de nobleza no gozaba y parece que se hace alarde de despreciar lo que entonces era apreciado.

Es la imagen de España la que había cambiado con los años de la guerra. No sólo había cambiado por dentro la imagen de España, sino también la que de España tenían desde fuera cambió radicalmente a raíz de la guerra. La fecha de 1808 produjo la. expectación de Europa ante un pueblo que la cultura de la Ilustración europea había menospreciado, como lo menospreció Napoleón, criatura de esa cultura. Luego, la Constitución de Cádiz, que se iba a convertir en un modelo para el liberalismo italiano en 1820 o para los decabristas que conspiraban en Rusia en 1825 o en estímulo del incipiente...

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