El sentido de la Educación

AutorRaquel Díez
Páginas167-192
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El sentido de la Educación
RAQUEL DÍEZ
Introducción
El presente artículo pretende un acercamiento hacia la reflexión sobre el sentido
de la Educación y de la función social de la escuela, desde una perspectiva socia-
lizadora, instructiva y educativa. Partiendo del análisis de la realidad vivida en las
aulas, es fácil percatarse de la necesidad social de un cambio de dirección en la
forma de concebir la enseñanza actual. Se torna emergente considerar los propó-
sitos de los sistemas educativos que lejos del progreso, quedan anclados en la
inercia de lo estéril.
El planteamiento sobre el papel que asume la escuela en nuestros días, es una
cuestión ineludible para abordar la problemática de la ineficacia de los sistemas
educativos que no funcionan, partiendo del análisis del entramado curricular,
que continua reproduciendo un modelo social anclado en el pasado, que no evo-
lucionará hasta no desbaratar la estructura tradicional. Mirar hacia el futuro y
progresar solo será posible en la medida en que la concienciación y el sentido
común abran paso a un nuevo prisma educativo que dé respuestas a las nuevas
necesidades y que tenga capacidad de adaptación a los diferentes contextos cam-
biantes y heterogéneos.
Considerando, desde un punto de vista jurídico, la formación integral de los
educandos, en base a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948),
ahondaremos en la incoherencia de los modelos que presuponen teorías funda-
mentadas en principios democráticos, y que por el contrario, velan por la conti-
nuidad de la segregación y de las desigualdades sociales. Para ello se toma como
referencia la evolución de la política educativa en España, aludiendo brevemente
a la fluctuación legislativa que ha acontecido desde la ley Moyano promulgada en
1857, hasta nuestros días.
Abriendo la puerta de un aula
Miércoles 17 de mayo, 2015 12:10 h. Aula: 6ª EPO
Selu tiene doce años. «No sé qué hacer con él, no tiene voluntad ni interés por nada,
le da todo igual todo», «no para de interrumpir y molestar», son afirmaciones a
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menudo repetidas por los maestros y maestras que lo tratan. Sus conductas y actitu-
des disruptivas son la caus a para justificar «las expectativas catastróficas que le han
asignado». Motivación, autoestima, aspiraciones, éxito, aprendizaje... son palabras
vetadas para él. Estos vocablos son asignados a otro tipo de alumnado. Él es conside-
rado «el gran problema de la escuela», y en su espalda ya lleva la etiqueta de «lastre
social».
Tras la pared del aula, hay otra pizarra, otras tantas mesas abarrotadas de li-
bros, bolí grafos, cuadernos desordenados, un maestro intentando explicar el com-
plemento directo de la oración: «Tengo cuatro lápices». Miguel dirige la mirada a la
tiza que utiliza su maestro para subrayar el sujeto y el predicado; es una mirada
perdida, inmóvil, apática, distraída en el universo de sus ganas por suicidarse. Mi-
guel lleva años sufriendo acoso escolar, ese tema que ahora parece ser que preocup a
a la sociedad, ese tema que está de moda pero que sigue apretando las vísceras a
Miguel, porque no hay soluciones, porque su vida no tiene sentido, porque lo único
que ansía es dejar de existir; aunque se conformaría con no tener que levantarse
todos los días para ir alcolegio, a su presidio.
Es absurdo pensar en motivar a Miguel para que estudie, para que apruebe los
exámenes, para que se interese por su futuro... ¿Cómo podemos plantear esto si Mi-
guel quiere morirse? De todas formas, tampoco es tan preocupante este asunto por-
que, a fin de cuentas, Miguel intenta pasar desapercibido escondiendo su cabeza
para que nadie pronuncie su nombre, con lo cual al maestro no le molesta, no inte-
rrumpe sus cla ses magistrales... Ya se le dirá que tiene que estudiar más en el próxi-
mo trimestre para mejorar su rendimiento.
La escuela crea «productos sociales»
No necesitamos recurrir a los datos del Informe PISA de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Es suficiente con analizar estas
situaciones descritas, que caracterizan la realidad educativa de las escuelas en
países como España, líder de la Unión Europea en fracaso escolar, según los datos
de Eurostat. Si aterrizamos en la experiencia directa de un aula y observamos, no
es de extrañar que los estudiantes españoles obtengan resultados mediocres en la
resolución de problemas matemáticos, en la aplicación práctica del conocimiento
científico o en capacidad lectora. La educación en España, subestima la prepara-
ción para la vida real, y tiene alergia a todo lo que se aleje de la transmisión de
contenidos teóricos, descontextualizados y memorísticos. Es la idea de enseñanza
que hemos «heredado» en nuestra escuela, que no evolucionará sin que la tradi-
ción nos deje libres.
Al sistema político le preocupa la crisis económica que nos acontece y la «Edu-
cación» le presta su servicio en la lucha por la supervivencia en el mercado de
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