Residual, densidad y montaje: un encuentro entre Benjamin y Gutiérrez Girardot

AutorFernando Zalamea
Páginas159-163

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Gutiérrez Girardot fue un lector permanente de Walter Benjamin, emulando su penetración crítica y su perspicacia para detectar hondos matices de la sensibilidad. Atentos a lo aparentemente residual, ambos pensadores insistieron en la importancia del espesor de la cultura y de la pertinencia de un aparato representacional denso, que debía ser luego montado adecuadamente, para intentar reconstruir, con algo de fidelidad, un paisaje -o pasaje- cultural. Aunque las problemáticas de la residualidad, la densidad y el montaje aparecen con mayor énfasis en los trabajos más técnicos de Benjamin -por ejemplo, en La obra de arte en la era de su reproducibilidad técnica (1936) y, sobre todo, en los Pasajes de París (1927-1940)- nos concentraremos aquí en la aparición de esos temas en su último escrito, las fascinantes tesis Sobre el concepto de historia (1940).1Por su lado, Gutiérrez Girardot se encontró siempre atento a hacer surgir la densa complejidad de la cultura, ya sea desde el residuo filológico -Nietzsche y la filología clásica (1966)- ya sea desde la tradición no siempre bien apreciada de los Maestros de América -«Los olvidados: América sin realismos mágicos» (1985). El crítico colombiano, radicado en la patria de Walter Benjamin, insistió perseverantemente en captar América Latina como red de huellas, alejada de altisonantes «tropicalismos» y de «atrofias provincianas», y en montarla a lo largo de múltiples estratos del saber.

Gutiérrez Girardot menciona directamente a Benjamin en varios artículos, algunos de ellos explícitamente dedicados al crítico alemán. En «Walter Benjamin. Posibilidad y realidad de una filosofía poética» (1965)2Gutiérrez explora la hermenéutica de Benjamin, observando como «ciencia, filosofía y arte son pentagramas de las cosas mismas».3 Para Benjamin, dentro de una musicalidad general de la cultura, ciertas rupturas de la armonía corresponden a rupturas de los límites, que Gutiérrez enlaza con la destrucción de los valores en las novelas de Broch y de Musil. Las metáforas y las parábolas de Benjamin (en particular, su Ángel de la Historia, citado por Gutiérrez) conforman una red de modulaciones poéticas -suerte de «interpolaciones»-4dentro de una compleja dialéctica de ideas y residuos que permite expresar el lugar del hombre singular en el flujo genérico de la historia. En «Walter Benjamin y sus afinidades electivas» (1981)5 Gutiérrez conecta las ricas ambigüedades y contradicciones de Benjamin (tensado entre el misticismo de Scholem y el materialismo de Asja Lacis) con el prototipo de una «inteligencia socialmente oscilante»6prefigurada por Mannheim (1919). De hecho, la inteli-

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gencia pendular de Benjamin -o, podríamos decir también, su sensibilidad dialéctica, siempre acercando razón e imaginación- entronca su afán de coleccionista (acumulación y clasificación de residuos) con su atención al fondo filosófico/bíblico de la empresa humana (densidad hermenéutica) y con su esfuerzo por definir autorreflexivamente la cultura como representación de representaciones (montaje).

La residualidad, la densidad del jetztzeit -neologismo («ahora-tiempo») para expresar una evasiva intrusión del tiempo total en uno de sus intersticios instantáneos- y la teoría del montaje son temas predilectos en Benjamin. El residuo, la marca, el resto, entendidos como indicadores finos y fieles del gran tejido de la cultura, constituyen los pilares de su sistema crítico. Para Benjamin, la alegoría es al pensamiento como la ruina es a la cosa. Las alegorías sirven como residuos privilegiados de la inteligencia, y con ellas se preserva lo más auténtico de la experiencia. El pensamiento benjaminiano oscila entre la tradición mí(s)tica y la existencia moderna, luchando contra un «yo» que debe desaparecer -el crítico elude en sus escritos, horrorizado, cualquier uso de la primera persona- y que debe ser substituido por una rejilla densa de rastros de las cosas: de allí su interés, casi obsesivo, por la filología, la paleografía, el coleccionismo, los sistemas de citas. Entre el corte residual y la unidad de la cultura, entre lo discreto y lo continuo, Benjamin debe luego proveer una dialéctica no trivial de recomposición (volveremos sobre la fineza lógica de la doble negación allí contemplada). Se trata de un montaje que le acerca a medios de expresión naturalmente acordes con una problemática de pegamientos parciales: los aforismos, la fotografía, el cine. El todo se ve a su vez reflejado en el 1-2-3 de la escritura según el propio Benjamin: composición, construcción y tejido.

La riqueza contradictoria del jetztzeit ocurre en la famosa Tesis IX de Sobre el concepto de historia -citada dos veces in extenso por Gutiérrez Girardot-, cuando el Ángel de la Historia observa el devenir del tiempo «como una catástrofe única que acumula casi sin cesar ruinas sobre ruinas».7Los fragmentos, los escombros, son luego empujados irresistiblemente hacia el futuro por el huracán del progreso. Benjamin se...

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