Reivindicación de la política

AutorJoan Prats i Catalá
Cargo del AutorCoordinador. Director del Institut Internacional de Governabilitat de Catalunya
Páginas1-102

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1. El republicanismo cívico

A los príncipes republicanos

Foan Prats (Publicado en la revista Gobernanza, edición O, 11 de marzo de 2004)

Gobernanza nace formalmente el 11 de marzo, día de su primera edición. Pero su gestación viene de lejos: del compromiso compartido por la comunidad del IIG de trabajar para que la globalización se ponga al servicio de la gente. Esto no será posible sin la construcción de una nueva gobernanza que abarque desde el nivel local al nivel global.

No podemos enfrentar los desafíos de las sociedades globales y del conocimiento con las instituciones y capacidades políticas de las sociedades industriales. Necesitamos innovación institucional y renovados liderazgos políticos. La gobernabilidad de nuestro tiempo no vendrá de las ideas, las instituciones, las capacidades y las personas del pasado. Para que todos estos cambios se produzcan necesivamos política, pero iqué política y qué políticos

Es paradójico que la política se halle más desprestigiada cuando resulta más necesaria que nunca. En parte se debe a que es una gran incomprendida. En parte a que no está a la altura de los tiempos, aunque no lo esté menos que otras actividades sociales. La política es la actividad colectiva necesaria para mantener y desarrollar la polis, para no retrotraernos al siempre amenazante estado de naturaleza en el que la vida humana, como ya reconociera Hobbes en 165 1, es "solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta". El 11 de septiembre de 2001 ha demostrado que hoy nadie está exento de la furia que levanta el fracaso del Leviatán. Cada tiempo plantea sus propios afanes políticos.

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Pero si hemos pasado a hablar de gobernanza y no de gobierno o gobernación es porque ya sabemos que los desafíos de hoy no pueden responderse sólo desde los gobiernos. La clave de la gobernabilidad de nuestro tiempo consiste en construir las capacidades de interacción entre los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, y ello a lo largo del eje local-global. A eso llamamos gobernanza.

En el mundo de Estados alumbrado por la Paz de Westfalia, la política era fundamentalmente nacional y la distinción entre política interior y exterior tenía sentido. La tasa de cambio social y tecnológico era mucho menor, la planificación y la burocracia resultaban herramientas e instituciones apropiadas para generar gobernabilidad. La lucha por el poder existía siempre, pero el mapa de ruta de los gobiernos estaba claro: por eso los héroes eran los planificadores, los gestores, los tecnócratas. Pero en las condiciones de complejidad, diversidad, dinamismo e interdependencia características de las sociedades globales no hay mapa de ruta claro. La política ya no puede ser sólo ni principalmente lucha por el poder, ya no es sólo para operadores políticos. Vivimos un cambio civilizatorio y la incertidumbre se ha instalado en el corazón del proceso social: es el tiempo de Maquiavelo, el tiempo de la política, el tiempo de los príncipes republicanos.

Por eso, la política que demanda la globalización es ante todo liderazgo. No de uno, sino de muchos. De todas las personas que en algún momento de su vida, en algún ámbito de la vida colectiva, deciden ponerse al &ente de los procesos de aprendizaje de las nuevas reglas y capacidades, es decir, de la nueva gobernanza. Ellados son los políticos que requiere nuestro tiempo, estén en los partidos, la administración, las organizaciones sociales, las empresas, los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales, los medios de comunicación. Política es toda acción que contribuye a la cohesión y el progreso de la polis y la polis hoy es la ciudad, la región o nación, el Estado, la supranacionalidad y el mundo. Nuestras polis están perdiendo la esperanza en una globalización conducida por unas fuerzas que han confiado en exceso en los mercados y se han preocupado muy poco por la suerte de la gente.

Actualmente, no existe política local válida sin conciencia global, ni cambio global sostenible sin apoyo en la acción política local. No hay desafección social a la política, sino a lo que se nos ofrece como tal. Los políticos tienen un oficio muy difícil y poco comprendido. Pero la política se ha hecho demasiado importante para dejársela sólo a los políticos. Quizás por eso hoy consumimos más política que nunca pues nunca hubo más información ni deliberación política que la que hoy se registra, especialmente a través de los medios. Tenemos que empoderar políticamente a la gente para devolverle el control sobre los procesos desatados por la globalización. Tenemos que hacer que ésta sea gobernable por la gente y para la gente. Esa es la tarea de los verdaderos demócratas de nuestro tiempo. Gobernanza se ofrece como un espacio abierto al servicio de esa misión.

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Un año de republicanismo cívico

Joan Prats (Publicado en la revirta Gobernanza, edición 20, 15 de mano de 2005)

Celebramos hoy un año de Gobemanza, un año de compromiso con los valores, ideas y posicionamientos del republicanismo cívico en tiempos de globalización. Vamos a seguir luchando, a nuestro modo, por el ideal de libertad humana, entendida como no dominación por la voluntad arbitraria de otro; así como por el ideal de igualdad, entendida como disposición de las capacidades y oportunidades necesarias para la realización efectiva de la libertad. Por eso podemos decir con Sen que "desarrollo es libertad".

Desde el republicanismo o civilismo que propugnamos no sólo nos diferenciamos del liberalismo y su ideal de libertad como mera no interferencia arbitraria, sino que también tomamos distancia del socialismo y la socialdemocracia tradicionales. En efecto, adoptando un concepto de progreso o bienestar de inspiración seniana, tratamos de ir rompiendo con el utilitarismo y su correlato de considerar el bienestar sólo en término de acceso a bienes y servicios. Esta concepción ha convertido algunos programas socialdemócratas exitosos en placebos de la ciudadanía activa, en inhbidores de la responsabilidad cívica por la política y a los partidos políticos en búnqueres renuentes a la socialización política de la gente.

El republicanismo es un intento de universalizar la libertad de los antiguos, un ideal que, considerándose sólo apropiado para una minoría, el liberalismo redujo, para poder universalizarlo, a la libertad-autonomía bajo el imperio de la ley. Esta reducción condujo a la exaltación de los derechos privados y a ver la acción de los poderes públicos, principalmente, como una amenaza potencial. El ideal que el liberalismo propone consiste en ampliar al máximo la esfera privada, mantener el poder público sujeto a la ley, desconfiar de la política, confiar en las fuerzas liberadas del mercado y, como máximo y en su fase tardía, asegurar algunos mínimos universalizados de educación, salud y previsión. La igualdad liberal sigue siendo un ideal limitado a la igualdad formal ante la ley.

El republicanismo cívico moderno mantiene una idea más exigente de la libertad, de la igualdad y de la conexión entre ambas. Para ser libre es necesario no estar bajo el dominio arbitrario de otro, aunque la arbitrariedad se ejerza benévolamente. Cuando los partidos políticos, por ejemplo, practican el asistencialismo transformándolo en clientelismo, es decir, en un intercambio de favores por votos, esta práctica política no está generando libertad, pues el favor puede ser retirado arbitrariamente, no está generando derechos, no está generando ciudadanía. El Estado asistenciaVclientelar no tiene nada de Estado social ni progresista: es profundamente reaccionario por más que la mano del necesitado bese la de quien lo asiste: no libera, alivia envileciendo.

El republicanismo no postula una idea redistribucionista de la igualdad. Reivindica que todo el mundo esté en condiciones de mirar a los ojos a cualquiera y

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esté exento del temor o de la ansiedad de ser desfavorecido o favorecido a capricho. Este ideal gallardo requiere, desde luego, de una sociedad fundada en el Derecho y donde los derechos republicanos estén confiadamente definidos y garantizados. Pero también precisa que todos tengamos la posibilidad y capacidad para intervenir e incidir en política de modo igual. El republicanismo reivindica la política como actividad humana superior a la manera del gran Aristóteles, el primer republicano-, aunque hoy la reivindica para todos sin exclusión.

El republicanismo será global o no será. En nuestro tiempo de diversidad, dinamismo e interdependencia, el republicanismo en un solo país es un ideal loable, pero limitado e insostenible. Por eso nuestro tiempo exige del republicanismo cívico un involucramiento cada vez mayor en la construcción de un orden internacional basado en la legalidad y la justicia. Se trata de reconocer el derecho al desarrollo de todos los pueblos, de luchar por la universalización de los derechos humanos, por la regeneración democrática y el fortalecimiento del sistema de Naciones Unidas, por la legalidad internacional, por los derechos de los pueblos a su identidad cultural, por la sostenibilidad del desarrollo y la justicia intergeneracional . . .

Hemos dicho ya muchas veces que el progreso ya no es lo que era y que los progresistas de ayer pueden haber dejado de serlo hoy, pero el ideal republicano es más actual que nunca. Nos permite ver con nitidez la razón de los griegos cuando llamaban "idiota" al ausente de la ciudad. Nos hace recuperar el valor y el respeto a la política. Tanto, que nos obliga a pedir en palabras y hechos su urgente reconversión. Otros mundos son posibles, pero no lo serán sin otras políticas.

Republicanismo y globalización: vigencia de la causa republicana

Joan Prats (Publicado en la revista Gobernanza, edición 44, 3 de mayo de 2006)

El republicanismo no es sólo historia. Tiene ciertamente una...

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