Prefacio

AutorBenjamín González Alonso
Páginas9-11

Page 9

Hace ya un cuarto de siglo, el tomo 54 de este anuario veía la luz con la firma del profesor García-Gallo al comienzo y al final de sus páginas. una de esas inquietantes coincidencias que de vez en cuando se producen en la vida obligaba al mismo tiempo a don alfonso a abrir aquel volumen con la emocionada necrológica del fundador de la revista -don Claudio Sánchez-Albornoz, «el maestro y el amigo», había fallecido en agosto de 1984-, y a cerrarlo con una lacónica nota en la que comunicaba a los lectores que en septiembre de dicho año se le había designado director unipersonal del anuario y simultáneamente se había constituido un consejo de redacción. Aunque no mediara relación alguna de causalidad entre ambos sucesos, lo cierto es que el ilustre historiador del derecho, que de hecho venía desempeñando desde muchos años atrás con absoluta entrega y tenacidad a toda prueba la ardua tarea de mantener a flote el anuario, alumbró y modeló en aquella ocasión un proceder que sus sucesores han observado después invariable y escrupulosamente, y que se ha mantenido hasta el presente transformado en uso indeclinable, hasta convertirse en característica proverbial de nuestra publicación. García-Gallo recordaba y rendía homenaje al maestro, agradecía la labor y reconocía las aportaciones de sus anteriores colaboradores en la gestión de la revista y daba, en fin, a conocer la composición del nuevo equipo responsable del anuario.

Quedaba así implícitamente roturado el camino por el que ulteriormente han transitado los sucesivos directores: Francisco Tomás y Valiente, Enrique Gacto, José antonio escudero. todos ellos han concebido al anuario como punto de referencia, plataforma de identificación, lugar de encuentro y -lo que todavía es más importante- patrimonio común de los historiadores españoles del derecho. en tesitura de singular solemnidad pudo por eso recordar y recordarnos con acierto enrique Gacto en 1997 «lo que el anuario tiene de signo de identidad emblemático y de punto de encuentro de todos los historiadores del derecho españoles». Y también por eso, por lo que de facto el anuario ha tenido y tiene de órgano corporativo -en la mejor acepción del vocablo- en el que la inmensa mayoría de los miembros del oficio iushistórico convergen y se reconocen, aparece colmado de sentido el imperativo de dar cuenta sin falta, pública y puntualmente, de su decurso, de los cambios que en su estructura sobrevengan o en su organización interna se...

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