Pórtico

AutorRafael de Mendizábal Allende
Páginas27-32

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Aprovecho el alto al fuego veraniego impuesto por las vacaciones judiciales para dar fin por ahora a este libro, tan vivo que se resiste a ser colocado en las estanterías. Ésta es la tercera vez que lo doy por terminado. Lo estaba aparentemente cuando lo entregué al editor, sin percatarme de que en esos mismos días el Tribunal Supremo había pronunciado tres Sentencias que, una vez conocidas, hubieron de ser analizadas a “última hora” y cuando las campanadas de ésta amenazaban con sonar, en “el último minuto”, el Tribunal Constitucional nos dio la sorpresa –bueno, sorpresa exactamente no es su nombre– con sus decisiones en tres casos neurálgicos, el Estatuto de Cataluña, muchos de cuyos preceptos chocan con una consolidada jurisprudencia del Supremo y del Tribunal Superior de dicha Comunidad, el “caso Troitiño” y el “caso Bildu”. El autor se frota las manos satisfecho, a pesar del trabajo añadido, porque estos encontronazos no hacen sino ratificar la tesis central del libro, que el sistema bipolar de justicia con dos jurisdicciones y dos tribunales supremos mal engarzados, el esquema kelseniano, está agotado por haber cumplido su misión histórica y ahora es obviamente disfuncional. Pues bien, en este paréntesis, mientras los supervivientes entierran a los caídos y lamen sus propias heridas, maltratados despiadadamente en prensa, radio y televisión con descalificaciones desproporcionadas, entrego casi clandestinamente al editor las páginas que actualizan el manuscrito original.

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Este libro nunca hubiera sido escrito sin mi experiencia de nueve años en el Tribunal Constitucional, para el que me sentía llamado mucho antes de que existiera cuando el año 1955 escuché fascinado la conferencia que en la Torre de los Lujanes impartió don Nicolás Pérez Serrano en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con ocasión del “centenario de un gran juez, Juan (sic) Marshall”. En consecuencia, es el producto de vivencias y reflexiones, de preocupaciones y hallazgos, de alguna decepción y también de mi fe en el Derecho. Ha crecido orgánicamente de dentro afuera, por capas concéntricas como cualquier árbol, buscando la luz. Pues bien, el primer capítulo se hizo gradualmente, explorando temas o cuestiones y en busca de explicaciones, para comprender el primer encontronazo con el Tribunal Supremo que se produjo en enero de 1994 y que titulaba ya entonces como “la rebelión de los jueces”. De mis frecuentes viajes por entonces a Estados Unidos traje una copiosa bibliografía acerca de su Corte Suprema y, entre ellos, uno...

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