Políticas públicas, calidad de vida e interculturalidad

AutorOctavio Vázquez Aguado/Manuela Fernández/Mirian Fernández/Patricia Vaz/José Carlos León
CargoUniversidad de Huelva
Páginas201-210

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El presente artículo refleja parte de los resultados obtenidos en la investigación desarrollada por el grupo Ágora de la Universidad de Huelva (UHU) para el proyecto Interculture Map1. Dicho proyecto se ha centrado en el estudio de las buenas prácticas interculturales en Europa con el propósito de definir cuáles son las características que debe poseer una buena práctica intercultural que ilustre tanto a futuras actuaciones interculturales como que sirva de referencia a posibles marcos legislativos en desarrollo. El proyecto se ha llevado a cabo en colaboración con varios agentes europeos entre los que se encuentran el Centro Multicultural de Praga, La Cooperativa Lai Momo de Bolonia y El Centro de Acción Intercultural de Bruselas, además del grupo de Investigación Ágora de la Universidad de Huelva.

Dada la variedad de aspectos sociales desde los que pueden enfocarse las acciones interculturales, el proyecto se estructuró en cuatro grandes áreas temáticas de estudio: las prácticas interculturales en los medios de comunicación; arte e interculturalidad; educación y acción intercultural; políticas públicas (trabajo, salud y alojamiento), calidad de vida e interculturalidad. Si bien en un principio nos pareció que la tarea de analizar conjuntamente estas políticas sería harto complicada tanto en lo referente a la compilación de datos como en la elaboración de una síntesis de resultados, a lo largo del desarrollo de la investigación estas áreas de intervención social se fueron perfilando cada vez más en su afinidad e interconexión, de manera que ahora estamos en posición de referirnos a ellas como un entramado de elementos básicos que conforman una infraestructura social garante de un estándar mínimo que permite hablar de calidad de vida.

En este trabajo, comenzaremos por ofrecer una breve definición de lo que entendemos por acción intercultural y calidad de vida, base para definir lo que constituye una buena práctica intercultural dentro del ámbito de las políticas públicas que contribuyen a la calidad de vida. Terminaremos presentando la relación que es posible establecer entrePage 202 acción intercultural y calidad de vida mostrando ejemplos y resultados obtenidos en nuestro estudio.

La acción intercultural

El concepto de Interculturalidad alumbra un paradigma teórico cuya característica distintiva la marca el objetivo de la convivencia entre individuos portadores de referencias culturales diversas en un mismo territorio y más allá de la simple coexistencia. Supera así a otros movimientos de índole pluralistas y multiculturalistas puesto que implica relación y en ella encuentra su campo de estudio y de intervención (Abadllah-Pretceille, 2001:36).

El interculturalismo, como modelo de ordenamiento de la diversidad surgido desde el paradigma intercultural y al que se pretende llegar con el desarrollo de la acción intercultural, supera a valores como la tolerancia y la solidaridad (Soriano, 2004:85), puesto que va más allá de la constatación de la diversidad y el respeto a las diferencias (en el caso de la tolerancia) y supera a la ayuda y colaboración que puede ejercerse de los que pueden a los necesitados (en el caso de la solidaridad).

Entendemos la acción intercultural como aquella acción que, constatada la diversidad que existe sobre el territorio, fomenta la comunicación entre las diferentes manifestaciones culturales. Es pues una forma de intervención que se caracteriza por abordar la realidad de la presencia de ciudadanos diversos en un mismo espacio atendiendo tanto a factores culturales, socioestructurales, personales y situacionales. Se basa en el abordaje de las diferencias y en la localización y fomento de los puntos comunes. Como forma de intervención, la acción intercultural la definimos, de acuerdo a Vázquez (2005: 115-116), como un proceso que comienza con la constatación positiva de la diversidad que existe sobre un territorio. Afecta a toda la población y no se dirige, por tanto, exclusivamente a los miembros de los grupos minoritarios o a los de origen extranjero. Tiene una dimensión preventiva en la medida que puede facilitar a los individuos concernidos elementos que les ayuden a manejar su convivencia en la diversidad. Posee, asimismo, una función reparadora de la estructura social puesto que sus estrategias se desarrollan también en situaciones de conflicto, bien para mitigar su impacto bien para intentar reconducir la situación una vez ocasionado éste, facilitando de este modo el que la diversidad no sea obstáculo para la convivencia.

El punto de partida de la actuación intercultural es entender que las relaciones que se producen entre sujetos de origen diverso en un mismo contexto no se pueden analizar sin tener en cuenta las condiciones que afectan a dichas relaciones, las cuales, se ven afectadas por cuatro aspectos diferenciados:

  1. Las relaciones de igualdad/desigualdad que pueden existir entre los afectados.

  2. La posición que cada uno de ellos ocupa en la estructura social.

  3. Las nociones, prenociones, ideas y construcciones previas que los actores tengan sobre sí y el otro y que condicionan la relación

  4. La situación y características personales de cada cual.

El punto final de toda acción intercultural es conseguir que su plano fáctico se aproxime al máximo a la conceptualización teórica de la interculturalidad, a lo deseable en el desarrollo de relaciones de individuos de diversas culturas en un mismo espacio y en los diferentes ámbitos de la estructura social. La interculturalidad debe entenderse pues como el objetivo o fin último, mientras que la acción intercultural es el medio con en el que se puede alcanzar dicho objetivo.

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Todo esto nos lleva a plantearnos que las acciones interculturales deben tratar que la diversidad no se erija en obstáculo y barrera del individuo que pretende desarrollar su proyecto vital en la sociedad actual marcada por la pluralidad. Conseguir que se produzca un acercamiento y reconocimiento, no desde la pretensión de homogeneización cultural, sino centrado en el enriquecimiento mutuo que se deriva de compartir y celebrar las diferencias culturales que se dan entre los diversos sujetos que conviven en un mismo marco geográfico y conseguir caminar juntos a partir del consenso (Giménez, 2003).

El interculturalismo no determina un sistema de valores según el cual se establecen comparativas entre practicas culturales por las que unas salen mejor valoradas que otras y deben, por lo tanto, considerarse superiores (aunque no todas las prácticas merecen la misma consideración y valoración), sino que se presenta como una nueva forma de gestión de la diversidad que potencia las relaciones entre los sujetos no sólo a pesar de sus diferencias, sino considerando las diferencias como elementos positivos que las enriquecen mutuamente, sin negar por ello la potencial conflictividad que en ocasiones pueda surgir (Vázquez, 2001:39).

Sucede, sin embargo, que esta visión de la interculturalidad, que considera a las culturas como «entes» dinámicos construidos en la acción y comunicación (Abdallah-Pretceille, 2001: 37-38), es contraria a los movimientos políticos e históricos recientes e incluso vigentes que alimentan el imaginario intercultural de los pueblos. La diferencia es a menudo entendida como causa de divergencia y asumida por quienes así la entienden como amenaza del propio sistema social, ideológico, económico, político, religioso, o incluso identitario. Desde esta óptica, la relación que se establece con el extraño/forastero genera, en palabras de Gudykunst (en Rodrigo, 1999), incertidumbre y ansiedad. La vivencia de la diversidad consecuentemente será negativa y posiblemente conduzca al rechazo, la negación o el intento de dominación del otro. Este concepto de diferencia nace del entendimiento estático de la realidad histórica y cultural de los pueblos y de la propia identidad que considera el presente como el producto acabado de un proceso de perfeccionamiento que sólo puede ser mejorado en el futuro destilando su esencia frente a posibles intoxicaciones culturales, ideológicas o étnicas. Esta concepción colonial o imperialista de las relaciones entre las diversas culturas es esencialmente violenta por su carácter excluyente de la diversidad.

A qué nos referimos con el concepto de «calidad de vida»

El concepto de Calidad de vida, visto desde una perspectiva macrosocial, deja de estar centrado principalmente en condiciones materiales y económicas para pasar a considerarse un constructo social de carácter multidimensional y abordaje interdisciplinar que alude a condiciones tanto objetivas como subjetivas de integración social y desarrollo del individuo (Schalock, Brown y cols., 2002: 7-8). La dimensión subjetiva hace referencia a la evaluación que el propio individuo realiza de las condiciones objetivas presentes en su situación, de los medios y logros de satisfacción de las necesidades básicas. En cuanto al aspecto objetivo, queda definido, según Blanco (1998:65), por los recursos de que dispone el individuo para controlar y dirigir su propia vida. Sólo a partir de la disponibilidad de recursos que cubran las necesidades básicas, como vivienda, salud, educación y trabajo, se podrá comenzar a hablar de este concepto, permitiendo asegurar un mínimo de garantías que permitan el desarrollo óptimo del individuo en su entorno.

Con «Calidad de Vida», en este trabajo, nos referimos a las áreas de actuación intercultural que se centran principalmente en políticas públicas de salud, alojamiento y trabajoPage 204 en relación con el colectivo inmigrante. Las acciones interculturales en cada una de estas áreas ponen especial énfasis en factores socios estructurales, personales y situacionales que influyen de manera decisiva y notoria en las relaciones interculturales que se establecen entre individuos en su cotidianeidad, relaciones que no siempre son exitosas y positivas, de ahí la necesidad de intervenciones desde una perspectiva intercultural. Dichas áreas refieren derechos humanos fundamentales y han de darse por fuerza cuando individuos de diverso trasfondo cultural inte-ractúan, puesto que la salud es una propiedad inherente al ser humano como ser vivo, y el trabajo y el alojamiento son factores sociales que garantizan la existencia.

A pesar de ciertas dificultades planteadas por la elección del término Calidad de Vida, como pueden serlo su asociación con estrategias de marketing y estándares de vida relacionados con el lujo y el consumismo (producto de definiciones conceptuales economicistas superadas hace décadas desde los ámbitos de la intervención psicosocial), el término de Calidad de Vida ha sido elegido por su capacidad para poder agrupar estas tres áreas a partir de los los siguientes argumentos:

  1. Las condiciones de trabajo, alojamiento y salud establecen los umbrales mínimos de bienestar social que determinan la calidad de la experiencia vital. Constituyen la base de la infraestructura social sin la que no puede desarrollarse el resto de garantías sociales, pues establecen unos mínimos de capacidad adquisitiva, integridad física e identidad personal que determinan su funcionalidad e integración en la estructura social.

  2. La Calidad de Vida se distingue así del resto de las áreas investigadas por Interculture Map en que se refiere a condiciones requeridas para la supervivencia de los individuos, siendo por lo tanto más primarias y de necesidad más inmediata en lo referente a ser objeto de intervención social.

  3. El trabajo de investigación realizado por nuestra parte confirma que la mayoría de los proyectos analizados generalmente abarcan al menos dos de estas áreas, demostrando la visión integral y holística con que se aborda el concepto.

Relación entre calidad de vida e interculturalidad

La interrelación de calidad de vida e interculturalidad no implica necesariamente la producción de efectos positivos. De hecho, la ausencia de acciones interculturales dentro del ámbito de la Calidad de Vida puede derivar en la aparición de conflictos sociales que desemboquen en violencia, aislamiento, actitudes discriminatorias, desigualdad social o aumento de la criminalidad. El camino de la Interculturalidad no resulta sencillo pero es, de acuerdo Rodrigo (2001), es el que puede encarar el posible conflicto de forma más creativa y dialogante.

Existen antecedentes históricos en los que las experiencias interculturales funcionaron como elementos intensificadores de los conflictos sociales cuando aparecen detonadores tales como crisis económica, tensiones políticas sobre asuntos morales, desastres naturales o aparición de agentes nocivos para la salud. Las diferencias culturales se han entendido a menudo como diferentes niveles dentro de una escala de desarrollo social cuya cúspide está ocupada por las sociedades occidentalizadas, económicamente más desarrolladas, mientras que su base viene marcada por aquellas que están menos desarrolladas económicamente. El fallo absoluto de la época colonial que tuvo su fin en la Segunda Guerra Mundial y cuyos efectos aún sufrimos en los albores del siglo veintiuno revela que dicha gradación por la que unas culturas se perciben como inferiores a otras porque son dife-Page 205rentes al patrón cultural dominante, debe hacernos entender que debemos aproximarnos a las diferencias culturales sin hacer juicios de valor respecto a ellas, el mejor ejemplo que hasta ahora ilustra esta aproximación desde la equidad lo constituye la Declaración de la Carta Universal de los Derechos Humanos ( Soriano, 2004). Sin embargo, para un desarrollo completo de la interculturalidad es necesaria la presunción de que un mejor conocimiento y reconocimiento de las culturas con las que convivimos mejorará nuestras relaciones interculturales y nos enriquecerá como individuos y como comunidad, solo entrando en relación con la diferencia venceremos la incertidumbre y la ansiedad que mina la comunicación y la convivencia.

Las áreas englobadas en la noción de Calidad de Vida están afectadas de manera muy directa por dos de las tres anteriormente mencionadas condiciones que se producen entre sujetos de origen diverso en un mismo contexto: las relaciones de desigualdad que existen entre los afectados y la posición que cada uno de ellos ocupa en la estructura social. En el caso de la población inmigrante ambas condiciones vienen marcadas por situaciones de precariedad, desigualdad social e inseguridad que a menudo desembocan en su exclusión social.

El trabajo, la vivienda y la salud son elementos tan cotidianos y esenciales para todos que la posición de desigualdad en alguno de ellos deriva en reacciones discriminatorias cuando, a la posición periférica en la estructura social se añaden elementos de diversidad cultural.

La falta de trabajo en la población extranjera es frecuentemente efecto y causa de indocumentación en el área geográfica en que se instalan. Los indocumentados no tienen acceso a un puesto de trabajo legal y, llevados a un extremo, ni siquiera tienen lugar en la sociedad de acogida, por lo que se encuentran en una situación de desprotección ante los posibles abusos de quienes los emplean al margen de la legalidad. De igual modo, carecer de trabajo impide a los inmigrantes documentarse en el territorio de acogida, haciéndole civilmente invisible ante las autoridades y, por lo tanto, especialmente inmune al control social que ejerce la legalidad. Carecer de trabajo sitúa a los indocumentados al margen de la ley que les identifique, controle o proteja dentro de la sociedad receptora y dicha situación les aísla del entramado social que regulan las leyes, adjudicándoles roles, no exentos de estereotipos, de víctimas o delincuentes de los que resulta muy complejo huir. Cuando a estas condiciones sociales se añaden distintivos culturales, que pueden dificultar la integración laboral de los inmigrantes en la sociedad, las situaciones de segregación y discriminación se intensifican. Ejemplos de distintivos culturales que pueden tener estos efectos podrían ser la no convalidación de certificaciones académicas que permitan a los extranjeros acceder a puestos de trabajo cualificados o el encasillamiento en nichos laborales que no permitan la promoción; preceptos morales o religiosos que impidan realizar ciertas tareas o cumplir con los calendarios laborales tal y como se plantean en la sociedad de acogida, frustración de transacciones comerciales o empresariales debido a muestras de respeto mal entendidas, concepto diferente de la puntualidad, o desconocimiento total o parcial del idioma, entre otros muchos.

Realizar actuaciones sociales en materia de empleo desde un enfoque intercultural, en el que las peculiaridades de identidad cultural tienen cabida y son tratadas desde el respeto, facilita una mejor adaptación del individuo al puesto de trabajo mejorando su productividad y contribución a la sociedad receptora. Estos factores inciden directamente en la percepción positiva que se pueda tener de las diferencias culturales que identifican a los individuos, incrementando sus posibilidades de integración y superando las barreas mencionadas. Esta integración influye positivamente en la calidad de vida tanto en losPage 206 extranjeros como del resto de comunidad. Del extranjero en cuanto que el trabajo resulta motivador, creativo y por ende menos generador de estrés, repercutiendo en unas mejores relaciones familiares y sociales, así como en la salud. Del resto de la comunidad, en cuanto se rompen estereotipos incompatibles con la convivencia en un clima de armonía y seguridad.

La falta de trabajo también dificulta el acceso a una vivienda, puesto que desprovee al sujeto de la posibilidad de obtener ingresos derivados de su actividad laboral. Carecer de alojamiento excluye al individuo de su espacio privado, exponiéndolo a un espacio público que no lo reconoce precisamente porque no puede localizarlo y por ello impide su aceptación. El extranjero sin alojamiento está doblemente desterritorializado, puesto que lo está de su lugar de origen y del de acogida. Pero existen desencuentros culturales que dificultan aún más el acceso a la vivienda del colectivo inmigrante o bien la convivencia armoniosa de individuos de diversas culturas en un mismo contexto geográfico. El núcleo familiar (el concepto de familia), por ejemplo, es mucho más extenso en ciertas culturas que en otras, lo cual puede dar lugar a concentraciones de individuos bajo un mismo techo que en otros ámbitos se consideran inaceptables. Un último ejemplo de desencuentro cultural puede ser la segregación de sexos en público, por la que algunos individuos podrán considerar inmoral ciertas muestras de afecto en espacios comunes a todo el vecindario mientras que otros tendrán una visión normalizada de las mismas.

Las actuaciones sociales en materia de alojamiento que contemplan la interculturalidad como factor esencial disminuyen el rechazo a la diferencia en los hábitos y costumbres de los vecindarios y, en la medida en que contribuyen a proporcionar alojamiento a las minorías que ostentan esa diferencia, disminuyen los prejuicios derivados de la criminalización de dichas minorías.

No tener acceso a las condiciones de higiene, descanso y protección hace al colectivo inmigrante altamente vulnerable a la enfermedad, mermando con ello su capacidad de trabajar. La noción de salubridad, como ya hemos mencionado, no es la misma en todas las culturas, puesto que lo que unos consideran repugnante es aceptable o incluso deseable para otros. Esto puede aplicarse a los hábitos alimenticios, el concepto de enfermedad e incluso a los hábitos sexuales; aspectos de la vida cotidiana que están altamente influenciados por condicionantes culturales. Un acto tan simple como descalzarse o no en lugares públicos o privados puede causar interpretaciones tan diversas como falta de respeto o de higiene.

La consideración de las peculiaridades de identidad cultural en el ámbito sanitario y la aplicación de estrategias de comunicación intercultural facilitan una mejor atención al paciente, ayuda a entender mejor su situación y padecimiento y a ajustar mejor el tratamiento. Esto se puede percibir mejor en el plano de la salud mental, en la que existen ramas de la psiquiatría especializadas en la dimensión cultural de las patologías mentales, pero no es por ello menos importante en el plano de la salud física.

Los sujetos sin trabajo, vivienda o con malas condiciones de salud, son percibidos por la comunidad de acogida como un elemento desestabilizador de la armonía social y posibles potenciadotes de su ruptura. Esto provoca un círculo vicioso por el que dichas condiciones se acentúan aún más, revirtiendo en un incremento proporcional de sus efectos, donde las diferencias contribuyen a su exclusión dificultando aún más la posibilidad de la integración social de los extranjeros. Por ello es que las intervenciones sociales desde la perspectiva intercultural en el área de calidad de vida potencian la integración social de aquellos que son excluidos por su diferencia y conducen a un espacio de convivencia en el que a través del diálogo intercultural, es posible trascender las situaciones asimétricas eli-Page 207minando elementos de esta exclusión por discriminación de la diferencia (Arpini, 2005: 70).

Buenas prácticas interculturales en el ámbito de calidad de vida

Teniendo como base la investigación realizada en relación a los proyectos de los que se han elaborado estudios de caso correspondientes al área Calidad de vida2, es posible esbozar algunos indicadores de lo que puede ser considerado como «Buena Práctica intercultural» en esta área; señalar algunos aspectos a tener en cuenta para realizar una primera tentativa de definición de este término que nos permita avanzar en la construcción de una conceptualización más específica de buena práctica intercultural y en el área de la Calidad de vida en relación al colectivo inmigrante.

Para ello partimos de las conclusiones en torno este concepto a la que los socios de este proyecto llegaron tras un encuentro preliminar, tomando en consideración además las definiciones de otros expertos (FEAPS, 2003). Una buena práctica vendría definida por las siguientes características: ser innovadoras, desarrollando soluciones nuevas y creativas para problemas comunes. Tener un impacto tangible y positivo sobre las condiciones de vida de aquellos a los que se dirige tanto como en las políticas sociales. Que pueda ser exportable y/o repetible: debe servir como marco de referencia a políticas o iniciativas nuevas o similares en contextos novedosos. Para ello debe contar con objetivos y planes de acciones claros y bien definidos. Tener un efecto «sostenible» temporal y económicamente; una buena práctica debe contribuir a la erradicación estable de situaciones conflictivas, de necesidad o problemas concretos. Desarrollar la acción desde la profesionalidad y la interdisciplinariedad, contemplando la contribución de expertos y las necesidades formativas del propio personal. Permitir una participación activa de los usuarios en los procesos de actuación y cambio, en nuestro caso esto se traduce en una implicación de la comunidad inmigrante. Flexibles, toda buena práctica debe ser capaz de adaptarse a nuevas situaciones imprevistas. Evaluables, la evaluación debe diseñarse y planificarse desde que el proyecto o intervención comienza a gestarse, como parte inherente e indispensable del mismo.

Estas características comunes a cualquier proyecto o intervención, también son de aplicación a aquellos que además dicen ser interculturales, por ello a lo largo de nuestra investigación las hemos tenido en cuenta a la hora de seleccionar los estudios de casos realizados. Sin embargo no podemos quedarnos ahí. Teníamos claro que los proyectos analizados deben constituir ejemplo de buenas prácticas. ¿Pero cumplían también los requisitos o condiciones necesarias para poderlos calificar además como interculturales? Ese interrogante debe construir nuestro punto de partida. Desde los diversos ámbitos de la intervención social se afanan por definir lo que consideran una buena práctica en aras de alcanzar una mayor calidad en el trabajo que realizan. Sin embargo no siempre se ha atendido a la diversidad desde una óptica intercultural, de hecho es relativamente reciente la aparición de tal término para definir intervenciones en contextos caracterizados por su diversidad.

Quizás, y a pesar de lo reciente del término, se ha abusado del mismo como adjetivo calificativo de proyectos e iniciativas que al analizarlos con mayor profundidad se revelaban más propios de otros modelos de integración social. Esta proliferación de prácticas «interculturales» que carecen de una referencia teórica clara que defina lo intercultural, han contribuido a favorecer una serie de ambigüedades en torno a este término que noPage 208 han favorecido la difusión de este nuevo paradigma y modelo de integración social (Abdallach-Pretceille, 2001: 34-38).

Una de estas ambigüedades es la indisoluble relación que para muchos existe entre interculturalidad e inmigración, olvidando otras fuentes de diversidad que nos rodean y que también necesitan abordarse. Bien es cierto, como apuntan Vázquez (2005: 107) o García Castaño (2000: 211) que con la inmigración la diversidad se ha hecho más patente que nunca y su gestión ha comenzado a copar en mayor medida el discurso en las diferentes áreas de la intervención social y a diferentes niveles, pero eso no implica que la diversidad no existiera antes; los profesionales directos de la acción social bien lo saben.

Desde nuestra óptica, cada uno de los proyectos elegidos para ser analizados debía cumplir no solo los requisitos de una buena práctica enumerados hasta ahora sino que, para ser calificados de intercultural, debían cumplir a su vez todo aquello que define una acción intercultural, a lo que hemos dedicado todo un apartado anterior, constituyendo verdaderos ejemplos de buenas prácticas interculturales.

A partir de la conceptualización de Buena Práctica Intercultural señalada más arriba, exponemos a continuación una aplicación de estos conceptos en las áreas de investigación analizadas que conforman la Calidad de vida.

En relación al empleo algunas de las características que nos permitirán catalogar una iniciativa o proyecto como buena práctica intercultural, además de las reseñadas anteriormente, pueden ser: La orientación y búsqueda directa de empleo al colectivo inmigrante en la sociedad de acogida, el fomento del autoempleo y la iniciativa empresarial, la formación en aspectos profesionales, habilidades sociales, idioma y conocimiento legal del mercado de trabajo de la sociedad de acogida o la ayuda legal para la regularización de la situación administrativa.

Si bien es cierto que dentro de éste área la gestión de la diversidad se ve reducida por el esfuerzo del inmigrante/ extranjero a adaptarse a las condiciones de trabajo de un mercado laboral que presenta unas características legales y culturales claramente definidas, también lo es que pueden tomarse en consideración por parte de los agentes empleadores algunos aspectos que harían posible una gestión de la diversidad más equitativa, igualitaria y beneficiosa para todos. Algunos de estos aspectos pueden ser la negociación del calendario festivo atendiendo a las diferencias culturales de los trabajadores, la conciliación de tiempos de trabajo y formas de organización del mismo propias de la cultura e identidad organizacional con la propia de los trabajadores-Nadie dice que sea fácil hacerlo, lo que sí debe quedar bien asentado es la idea de que estos esfuerzos no redundan en un peor rendimiento o una baja productividad por parte de los trabajadores y por ende de las empresas.

En el ámbito de la salud, hablar de interculturalidad supone un extenso debate dada la milenaria e histórica relación entre cultura y salud, mucho más controvertida cuando la relación se convierte en triada y aparece en el campo de juego la ciencia. Los conceptos, creencias y nociones entorno a la salud, la enfermedad y los cuidados paliativos están tremendamente influenciados por aspectos culturales, por ello es necesario el abordaje intercultural que garantice una atención sanitaria de calidad por parte de los profesionales de la salud, especialmente de aquellos que desarrollen su profesión en contextos plurales y diversos (Lerín, 2004: 113-114).

Aún así algunas pautas que pueden conducirnos a considerar en este ámbito una acción como buena práctica intercultural son aquellas que siguen el camino de la consideración de los aspectos culturales y la diversidad en esta área desde el momento en que comienzan a planificarse las intervenciones. Visto desde esta óptica, pueden catalogarse como interculturales aquellos proyectos en los quePage 209 se lleven a cabo las siguientes acciones: Adecuar la atención socio sanitaria a la realidad de la inmigración, una realidad que es susceptible de ser experienciada como elemento desestabilizador de la salud (tanto física como psicológica) de los individuos, adecuar igualmente el tratamiento teniendo presente el bagaje cultural y el origen de los individuos (factores de riesgo, etc.), elaborar programas de prevención adecuados a las necesidades reales y que resulten facilitadores de la adaptación al nuevo entorno.

Otros aspectos que podrían llevarse a la práctica y que se encontrarían en la línea de conseguir una buena práctica intercultural en materia de salud sería el contar con indicaciones en varios idiomas en todos los centros sanitarios así como con mediadores y traductores que permitan un trato óptimo del personal sanitario para con el paciente salvando barreras lingüísticas y culturales que garanticen el entendimiento y comprensión, o como propone Alarcón (2003: 1064) negociar y validar interculturalmente un modelo de salud-enfermedad para un contexto plural y diverso determinado que considere aspectos de las diferentes visiones que se manejan por profesionales y usuarios.

Definir y clarificar la relación interculturalidad y alojamiento en la realidad cotidiana o en los contextos actuales y poder sugerir indicadores de buenas prácticas interculturales resulta complicado. Esta relación lleva inherente la particularidad de que el alojamiento es una de las necesidades básicas que deben ser cubiertas para facilitar, con posterioridad, una integración plena en la sociedad de acogida. Esto nos lleva al terreno de definir esta relación en términos de practicidad (de lo que cotidianamente se vive en comunidades de vecinos, en barrios-) y entender que aunque la adaptación debe ser mutua hay que tener siempre presente el respeto por las normas básicas de convivencia y civismo.

La gran disyuntiva en esta área es dilucidar dónde comienza aquí la acción que pueda llamarse «intercultural», cuál debe ser su objeto y su población diana. Cabe preguntarnos qué acción es más intercultural: aquélla que se limita a buscar o facilitar el alojamiento (entendido como el espacio físico que habitar), o la que trabaja en una comunidad para enseñarle a vivir la diversidad que debe afrontar dada su reciente naturaleza multicultural y multiétnica. Desde nuestro punto de vista, ambas intervenciones pueden llevarse a la práctica en clave intercultural si están gestados desde la constatación de la diversidad, la consideración del lugar que los actores y beneficiarios ocupan en la estructura social y las condiciones y relaciones de desigualdad que se generan a partir de lo anterior.

De ahí que un programa de intervención cuyo objetivo sea la creación de un centro de acogida temporal de inmigrantes pueda considerarse como ejemplo de buena práctica intercultural si más allá de proporcionar alojamiento, tiene entre sus objetivos el facilitar la integración de sus usuarios en la comunidad en la que se inserta. Si trabaja para ello desde un doble frente; los usuarios del centro y el resto de la comunidad. Para este ejemplo sirvan como indicadores el que el centro cuente con espacios de participación abiertos al resto de la comunidad, la implicación de los inmigrantes en la conservación de los espacios comunes de la comunidad-

Una agencia de intermediación inmobiliaria puede parecer a simple vista que no aporte nada a la difusión de la interculturalidad si se limita a lo meramente administrativo y burocrático que tiene dicha actividad. Sin embargo, también creemos que es posible trabajar desde aquí en clave intercultural, si se establecen por ejemplo un estándar mínimo de calidad que deben cumplir las viviendas, si tiene en cuenta una distribución geográfica en los patrones de asentamiento que no favorezca la guetización de los inmigrantes y extranjeros, si facilita y acerca el uso y disfrute de los recursos en materia de vivienda pública a estos colectivos en condiciones dePage 210 igualdad con el resto de la sociedad de acogida-

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[1] Financiado, en el marco del programa INTI, por la Dirección General de Justicia, Libertad y Seguridad de la Comisión Europea. Referencia: JLS/2004/INTI/153.

[2] Toda la información relativa a estos casos de estudio está disponible en la página web del proyecto

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