La participación de las mujeres: apuntes para un análisis

AutorJone Martínez-Palacios
Páginas95-108

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La relación entre poder y mujeres ha sido ampliamente estudiada desde distintas disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades prestando en cada caso más o menos atención a un concepto que para la ciencia política es fundamental: la democracia. No obstante, considerando que la democracia no es otra cosa que una forma concreta de organizar las relaciones de poder, es posible decir que muchos de estos análisis sobre las mujeres y el poder tratan, aunque implícitamente, sobre ésta. Además, algunos de esos trabajos se han hecho con una mirada explícitamente feminista, con los firmes objetivos de desenmascarar las formas en las que el poder es empleado para someter a las mujeres, y las estrategias a través de las cuales éstas pueden desarrollar libremente sus proyectos de vida. De ahí que sea posible decir que todos los estudios feministas tratan de una u otra manera sobre la democracia.

En el estudio de la relación mujeres-participación, desde una perspectiva politológica, es posible distinguir dos “entradas” que han sido utilizadas para analizar los principales obstáculos a los que se enfrentan las mujeres en sus proyectos de participación. Por una parte, estarían los estudios sobre la presencia de las mujeres en estructuras de representación de la democracia liberal. Por otra parte, encontraríamos los trabajos de quienes estudian la participación de las mujeres en los movimientos sociales. Ambas entradas han ofrecido aportaciones muy importantes en los estudios feministas y muchos de los elementos trabajados en estos análisis volverán a aparecer en nuestra investigación. Por eso, en este capítulo recogemos los principales avances que ambas entradas han ofrecido a la problemática que abordamos y nos hacemos eco de la propuesta de los contra-públicos subalternos feministas de Nancy Fraser que constituye un elemento central de nuestro marco analítico.

1. La participación de las mujeres en democracia representativa ¿qué obstáculos?

A la hora de analizar la participación política, la perspectiva politológica ha privilegiado responder a ¿por qué participa el ser humano? (Lazarsfeld 1944, Downs 1957, Campbell et al. 2010). Desde esta misma perspectiva y con una mirada feminista, los estudios sobre la participación de las mujeres en estructuras de representación se han centrado en responder a ¿qué obstáculos tienen las mujeres para participar en los dispositivos de la democracia representativa? Dicho de otra forma, se han ocupado del diagnóstico de las estructuras que limitan la participación libre de las mujeres. Se ha escrito mucho sobre los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres a la hora de llevar sus

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proyectos de participación en la democracia representativa y menos sobre las estrategias que usan éstas para hacerles frente1.

Bucear en la literatura escrita sobre los obstáculos tiene como primer resultado encontrarse con que los modos de organizar la explicación de éstos puede tener muy diversas formas, desde la identificación de los grupos de factores que obstaculizan la participación de las mujeres, hasta la división de estos obstáculos en dos categorías fundamentales: los obstáculos relativos al techo de cristal (“externos”) y los vinculados a la existencia de un suelo pegajoso (“incorporados”). En este capítulo rescatamos ambas formas de organizar los obstáculos para ofrecer el marco más amplio y completo posible. Hacer un repaso de éstos es interesante, no sólo por el valor que de por si tiene rescatar la memoria y trabajo de las teóricas e investigadoras feministas, sino por el hecho de que los procesos de innovación democrática a los que nos referiremos más abajo tienen lugar en contextos de democracia representativa, y por lo tanto, influyen también en la participación de las mujeres en estas nuevas formas de ejercer el poder.

1.1. Obstáculos vinculados a los factores político-institucionales, factores culturales y factores económicos

A partir de 1980 una gran cantidad de investigaciones empíricas han buscado explicar por qué hay, generalmente, menos mujeres que hombres en los consejos financieros, la presidencia de partidos políticos o a la cabeza de los sindicatos. Estos trabajos centrados en las democracias occidentales han detectado al menos tres conjuntos de factores que explicarían esta ausencia o menor presencia. En primer lugar, los factores político-institucionales, como el sistema de partidos, el tipo de sistema electoral o la ideología mayoritaria del país (Caul 1999). Autoras como Sonia Palmieri (2011, p. 10) inciden en que “el sistema político de un Estado es uno de los factores que determinan el número de mujeres que estarán presentes en los parlamentos, (…) en los sistemas proporcionales tienen una mayor presencia que en los mayoritarios”. En segundo lugar, destacan los factores de tipo cultural como la presencia o ausencia de una fuerte tradición religiosa (Paxton y Kunovich 2003), o la cultura política mayoritaria de un territorio (Inglehart y Norris 2001). Inglehart et al. (2003, p. 3) subrayan, en esta línea que:

Las diferencias culturales ayudan a explicar por qué los Estados con un background islámico estricto tienden a estar en lo más bajo de los ranking-es de la representación política de las mujeres (…). Asimismo, estudios en las sociedades

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postindustriales han identificado que la proporción de las mujeres en los parlamentos está negativamente asociada con el catolicismo.

Según estas autoras, son las sociedades con una tradición religiosa protestante las que cuentan con un mayor número de mujeres en los parlamentos.

Por último, encontraríamos los factores de tipo socioeconómico como el nivel de desarrollo económico de un territorio (Viterna et al. 2008). En relación a este último tipo de factores, conviene subrayar que, si bien el desarrollo económico de un territorio no es por sí un factor explicativo de la participación de las mujeres –ya que como apuntan Viterna et al. (2008, p. 472) “hay muchos estados con altos índices de desarrollo económico que cuentan con unas cifras pobres en la presencia de las mujeres en estructuras de representación”–, no puede obviarse el hecho de que existe una correlación entre ambas variables. Existe un consenso sobre el hecho de que todos estos factores interactúan en un contexto y que cualquier análisis político debería de tener en cuenta todos y cada uno de ellos.

1.2. Obstáculos vinculados a la existencia de un techo de cristal y de un suelo pegajoso

La organización de los obstáculos a partir de los factores es pertinente para analizar las macro tendencias que se dan en los Estados. Sin embargo, este análisis de factores puede ser complementado a través de dos figuras, menos usadas en ciencia política y más en la psicología social, que recogen de forma visual, los problemas concretos a los que se pueden enfrentar las mujeres, y atienden a la dimensión in-corporada2de muchos de los factores antes identificados así como a las estrategias que emplean las mujeres para hacerles frente: se trata del techo de cristal y del suelo pegajoso. El primero se refiere a la estructura aparentemente invisible que no permite a las mujeres acceder a la dirección del poder, por lo que encontraríamos siempre más mujeres que hombres en las tareas de ejecución. El suelo pegajoso hace referencia a la subjetividad que impediría a las mujeres alcanzar puestos de dirección tanto en empresas, como en partido o en órganos de representación parlamentaria (Burin y Dio Bleichmar 1996, Hernando 2003).

En la ya antes mencionada compilación realizada por Almudena Hernando (2003) con el fin de responder a si ¿Desean las mujeres el poder? se recogen una serie de obstáculos y estrategias que complementan a los factores anteriormente descritos. En este trabajo colectivo, la psicoanalista Mabel Burin pone el punto de partida en el hecho de que el “techo de cristal como límite se gesta en la temprana infancia y adquiere una dimensión más relevante a partir de la

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pubertad en las niñas” (Burin 2003, p. 39). Podemos añadir que, posteriormente ese techo es alimentado por algunas instituciones sociales como la familia, que se estructuran de una forma en la que las mujeres se responsabilizan en un nivel alto de los cuidados domésticos y la crianza de las niñas y niños. Mabel Burin trata de informar sobre la forma que adopta ese techo de cristal y llega a la conclusión de que los estereotipos sociales acerca de las mujeres y el ejercicio del poder y los ideales juveniles tienen un peso importante en esa explicación. En lo que respecta a los estereotipos, encontramos nuevamente esa imagen según la cual las mujeres serían menos capaces de gestionar estructuras de poder público. Interpretando aquí el poder como un poder “sobre”3. Evidentemente esta idea tiene que ver con el hecho de que exista una cultura política con sesgo de género que afecta individual y colectivamente. Por otra parte, según Mabel Burin los ideales juveniles “con los cuales construyeron muchas mujeres su subjetividad femenina” (Burin 2003, p. 50), integrados a través de los procesos de socialización, actúan de límite en la participación de las mujeres.

El suelo pegajoso esta estrechamente relacionado con la in-corporación de esos obstáculos y operaría en la percepción que tienen de sí mismas las mujeres, trabajarían como “límites autoimpuestos como resultante de la combinación de factores externos” (Levinton 2003, p. 201). Un...

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