Educación, laicidad, interculturalidad

AutorLuis María Cifuentes Pérez
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía. Miembro de la Liga española por la educación y la cultura popular y de la Fundación CIVES. Presidente de la Sociedad Española de Profesores de Filosofía (SEPFI)
Páginas241-276

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I Introducción

El propósito fundamental de esta conferencia es intentar clarificar la constelación de conceptos que giran en torno a la estrecha relación que se da entre educación, laicidad e interculturalidad en los tiempos actuales. Me interesa resaltar ante todo cómo la noción de laicidad y de laicismo son las que mejor pueden ayudar a comprender teóricamente y a resolver en la práctica los problemas que se plantean en la sociedad multicultural y democrática en la que vivimos.

La primera aproximación será al concepto de educación y sus conexiones con la laicidad y el laicismo, sobre todo en el espacio público; es decir, en las instituciones y servicios públicos y, particularmente, en el sistema público de educación. La educación es el ámbito más sensible a la libertad de conciencia porque, como decía Giner de los Ríos, en ella hay que respetar la conciencia de todos los actores de la interacción educativa; en primer lugar de los niños y niñas, que son los más fácilmente manipulables, pero también de los padres y de los profesores. De hecho, la libertad de cátedra del profesorado universitario y de todos los demás niveles fue una de las grandes conquistas de la democracia escolar en nuestro país hacia finales del siglo XIX.

La segunda aproximación al tema trata de disipar las confusiones terminológicas y malentendidos conceptuales que sePage 242 producen en distintos ámbitos, religiosos o no, acerca de la laicidad y el laicismo. El lenguaje no es inocente nunca y mucho menos en el caso del laicismo, ya que se trata de un movimiento cultural ilustrado que en este país ha estado y sigue sometido a “una larga noche de descrédito y deslegitimación” por obra y gracia de la Iglesia católica. La actualidad de la laicidad y del laicismo en los últimos tiempo deriva de las conexiones que se han establecido entre las corrientes fundamentalistas de varias religiones monoteístas, no sólo del Islam, y la exclusión, la violencia y el fanatismo que pueden generar en la sociedad.

Abordaré brevemente desde la perspectiva histórica el tema de la laicidad y del laicismo, pero no para proponer una reconstrucción histórica de los orígenes y fundamentos histórico-filosóficos del laicismo, sino sobre todo para poner en evidencia su extraordinaria actualidad como proyecto capaz de ofrecer soluciones a los problemas derivados de la multiculturalidad en las sociedades democráticas modernas. En ciertos sectores católicos de nuestro país hay un denodado empeño en situar el laicismo en el pasado para asociarlo indefectiblemente al resentimiento de los sectores más anticlericales de nuestro país y que de ese modo quede desacreditado por intolerante y dogmático, como una especie de fanatismo intolerante propio de racionalistas ateos de los siglos XVIII, XIX y XX.

Por último explicaré brevemente en qué sentido se da una estrecha vinculación entre las nociones de educación, laicidad con la de interculturalidad, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. Se trata de clarificar la noción de multiculturalismo, pluralismo cultural e interculturalidad en relación con el laicismo y las exigencias de un sistema educativo basado en el respeto a las diferencias, pero también en el conocimiento y respeto de los derechos humanos universales o universalizables.

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II Educación y pluralismo moral y religioso

Comenzaré por decir que uno de los problemas más graves de nuestro país es la doble red o, según se mire, triple red del sistema educativo español en dos o tres grandes sectores que además representan también a sectores sociales y económicos con perfiles bien definidos. Me refiero a la división de toda la educación en España entre la escuela pública, la escuela concertada y la privada. Esta división que la Ley educativa del Partido Popular, la LOCE (2003), ha intentado ahondar mucho más con el abandono progresivo del sector público, tiene raíces históricas que derivan sobre todo de los enfrentamientos políticos y sociales vividos por nuestro país a lo largo del siglo XIX y que desembocaron finalmente en la Guerra Civil de 1936. Baste un ejemplo para entender lo que ha sucedido con nuestro sistema educativo desde el siglo XIX. Si los ideales políticos, filosóficos y pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza (1876), hubiesen tenido el apoyo decidido del Estado durante un largo período y hubiesen impregnado realmente la política educativa de nuestro país a lo largo del siglo XX, España tendría hoy un sistema educativo ejemplar y modélico en muchos sentidos; pero desgraciadamente esto no fue así y la escuela pública española sigue adoleciendo hoy de muchos de los defectos que ya a finales del XIX criticaba F.Giner de los Ríos (falta de medios económicos y humanos, improvisación de los gobernantes, falta de compromiso político y ético, deficiente formación del profesorado etc..

No es el cometido de este articulo profundizar en el análisis histórico y político de la educación española en las últimas décadas, pero lo que sí se puede afirmar con objetividad es que se necesita un pacto de Estado global y duradero entre todos los partidos políticos sobre unas bases mínimas a fin de no seguir utilizando la educación como arma arrojadiza y electoralista en las contiendas partidistas, porque a la postre son las futuras generaciones de ciudadanos españoles y, en definitiva, todo el país, el que va a sufrir las consecuencias de estos continuos cambios. Desgraciadamente la última Ley educativa, la LOCE (2003), es un claro ejemplo de que a los actuales gobernantes les interesa muy poco la calidad de laPage 244 enseñanza pública ya que, aún reconociendo ciertos graves desajustes en la LOGSE, no se puede desmontar de este modo todo el sistema educativo anterior sin esperar los resultados de una evaluación seria de su aplicación. La dialéctica de reformas y contrarreformas del sistema educativo que estamos viviendo en las últimas décadas no favorece un clima adecuado en el ámbito escolar ya que éste precisa estabilidad y armonía para educar adecuadamente a niños y adolescentes.

La educación es uno de los pilares básicos del conocimiento humano, de la mejora social y moral de una nación y por eso debe ser cuidado y atendido con la mayor dedicación por todos los gobiernos, con independencia de la ideología partidista. Uno de los errores que se pueden observar en la historia educativa de España es que nunca se ha logrado un verdadero pacto político sobre el sistema educativo; sino que, por el contrario, la “guerra escolar” ha dominado largos períodos de la historia española. Como señala acertadamente el profesor Manuel de Puelles la educación está en íntima conexión con la política y con la ideología, con los valores y con la formación de los ciudadanos. La ética y la política son parte esencial de la educación que nunca se puede reducir a una mera instrucción o transmisión de conocimientos223. De ahí que la polémica que se ha producido en las últimas décadas entre el profesorado de Bachillerato sobre el rol de profesor como mero instructor o bien como educador ignora un hecho incuestionable y es que todo maestro o profesor tiene ideas y valores que indudablemente trasmite de uno u otro modo a su alumnado.

Uno de los temas básicos en la formación de la personalidad es sin duda la educación moral y la creación de actitudes éticas en los niños y adolescentes. La familia es el primer ámbito de dicha educación moral, pero la familia es portadora de normas y valores morales particulares que no son muchas veces aceptados por otros niños de otras familias; es decir, no son los mismos para todas las familias. Por eso no se comprende esa prioridad absoluta que los católicos otorgan a su tipo de formación moral en el seno de la familiaPage 245 porque la sociedad y el Estado no están obligados a trasmitir una determinada moral religiosa a sus alumnos, pero el Estado de derecho tiene obligación de formar a los ciudadanos de su país en las normas y valores del sistema democrático.

El carácter público de un sector importante del sistema educativo español se basa en una serie de rasgos que puede resumirse en los siguientes. En primer lugar, la escuela pública es un servicio público, una enseñanza de titularidad pública, financiada por fondos públicos y administrada por las administraciones públicas (Estado, Comunidad Autónoma, Ayuntamientos. No es equivalente a escuela estatal y muchos menos estatalizadora, como sus enemigos intentan etiquetarla; sino que su rasgo esencial desde el punto de vista de servicio público es que es gratuita, no es de pago y no establece diferencias entre las personas en razón de su poder adquisitivo o de su rango social. Es una escuela para todos y de todos y no es propiedad de nadie, sino de la comunidad política, de todos los ciudadanos sin distinciones. La escuela pública está al servicio del pueblo. Los gestores de la escuela pública no son en ningún caso sus propietarios, sino sus servidores, sus administradores, ya que es un bien público. Por eso la excesiva politización o el partidismo sectario no son compatibles con la escuela pública, ya que desvirtúa el significado genuino de lo público. En ese sentido, la escuela pública es la mejor garantía de respeto a la pluralidad social y cultural de un país, ya que no puede tener un ideario excluyente por motivos ideológicos o culturales o de cualquier otra índole..

La escuela pública, mucho más que la privada está abierta a todos sin ningún tipo de discriminación intelectual, económica, ideológica, lingüística o sexual, ya que se basa directamente en el Artículo 26.2. de la Declaración Universal de Derechos Humanos que dice textualmente: La...

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