Mujeres y mercado de trabajo en la CAPV

AutorMertxe Larrañaga
CargoDepartamento de Economía Aplicada I Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea
Páginas01

1. Introducción

Vivimos en un mundo claramente desigual, un mundo donde la raza, la etnia o el lugar de nacimiento son variables que inciden en la desigual inserción social y económica de las personas. Raza, etnia, país y también sexo porque las desigualdades de género no sólo existen sino que son de las más profundas y omnipresentes. Es cierto que la igualdad legal entre mujeres y hombres se logró en la mayoría de los países hace muchos años pero evidentemente alcanzar la igualdad ante la ley, aun siendo un hito histórico y fundamental, no implica la consecución de la igualdad real. Las desigualdades deben de preocuparnos por razones de justicia social pero también por razones instrumentales: las profundas disparidades fundadas en la riqueza, la región, el género y el origen étnico son perniciosas tanto para el crecimiento como para la democracia y la cohesión social. Así se afirma al menos en el último Informe sobre Desarrollo Humano (2005).

Las desigualdades entre mujeres y hombres a nivel mundial son enormes y bastante visibles, desigualdades de renta, en el acceso a la salud y a la educación, en el acceso a la alimentación, en derechos sociales y políticos, etc Sin embargo, es posible que los incuestionables avances en el progreso de las mujeres occidentales a partir de la segunda mitad del siglo XX y su mayor presencia en la esfera pública hayan extendido la idea de que las desigualdades entre unas y otros han prácticamente desparecido. Por ello, creemos que no está de más mirar de vez en cuando la realidad a través de los indicadores para ver el estado actual de la cuestión en una de las áreas que consideramos cruciales para avanzar en la autonomía de las mujeres: el mercado laboral. Analizaremos, en concreto, la evolución del mercado laboral de la CAPV en los últimos veinte años y para ello utilizaremos, sobre todo, los datos de la encuesta de Población en Relación con la Actividad (PRA) de Eustat1. Evidentemente hoy en día resulta prácticamente obligatorio referirse a la Unión Europea aunque no es menos cierto que comparar y analizar datos de 25 países no resulta siempre fácil. Los datos de la UE-25 proceden de la Encuesta de Fuerzas de Trabajo (EFT) que suministra el Instituto Europeo de Estadística (Eurostat).

El análisis laboral y, por lo tanto, también el estudio de las desigualdades laborales exige abordar multitud de temas muy ligados entre sí. El objetivo de este artículo no es hacer un análisis exhaustivo sino comentar algunas cuestiones que consideramos básicas en relación con la actividad, la ocupación, el paro, los salarios y la precariedad (sobre todo el empleo a tiempo parcial). Tal como se hace en la mayoría de los estudios, compararemos la situación de las mujeres con la de los hombres. Al hacerlo podemos estar dando la impresión de que la medida del avance de las mujeres la da su mayor participación en campos tradicionalmente monopolizados por los hombres y aunque sea un análisis más o menos aceptado, se puede también estar transmitiendo la idea de que el punto de referencia y de llegada son siempre los hombres y que las que tienen que llegar a la meta, las que tienen que cambiar son las mujeres. Pensamos que los cambios protagonizados por las mujeres en las últimas décadas han sido importantísimos mientras que los hombres, en general, han modificado muy poco sus pautas de conducta y tal vez los protagonistas del cambio en el camino hacia la igualdad en las próximas décadas tengan que ser ellos. Es posible que el modelo que deba generalizarse para mujeres y hombres sea el de la doble presencia, el de una participación activa de unas y otros en la esfera pública y en la esfera privada. Evidentemente esto exigiría una serie de cambios como, por ejemplo, acabar con la centralidad del empleo y poner como objetivo principal la sostenibilidad de la vida.

2. La feminización del mercado laboral

Nuestro objetivo, analizar el mercado laboral, ha sido y sigue siendo objeto de múltiples análisis por parte de economistas. Es más, podemos decir que el interés de la economía se ha centrado exclusivamente en el mundo público mercantil identificando trabajo con empleo y ha ignorado todo el trabajo que se desarrolla en el ámbito privado y familiar. La utilización restrictiva del término trabajo ha hecho que todas las actividades desarrolladas en ámbitos distintos al mercado se consideren no-económicas. Unos trabajos, como los de cuidado de personas dependientes que, aunque no pasan por el mercado, son cruciales para el funcionamiento de nuestras sociedades.

La responsabilidad que han tenido y siguen teniendo las mujeres en la subsistencia y el cuidado de la vida, ha permitido desarrollar un mundo público en general y un mercado laboral en particular aparentemente autónomo, un mundo sin necesidades que satisfacer, constituido por personas inagotables, siempre sanas, ni demasiado jóvenes ni demasiado mayores, autoliberadas de las tareas de cuidados y por supuesto siempre racionales (Valiente, 1997). Sin embargo, tanto estas personas como el sistema económico oficial sólo pueden existir porque sus necesidades básicas (individuales y sociales, físicas y emocionales) quedan cubiertas con la actividad no remunerada de las mujeres. Además, como dice Antonella Picchio (1999), al invisibilizar la producción no mercantil se han invisibilizado también los nexos profundos y necesarios que existen entre ambas producciones, la relación que las actividades consideradas «no económicas» tienen con la producción mercantil, y se ha ocultado la vinculación entre los diferentes tipos de trabajo y los distintos procesos.

La mayor dedicación de las mujeres al trabajo familiar y doméstico ha hecho que tradicionalmente su modo de participación en el mercado sea también diferente. El gráfico 1 nos da una primera visión de la desigual participación de mujeres y hombres en el mercado de trabajo de la CAPV y visualiza también cómo ha ido evolucionado esta distribución en las dos últimas décadas. En el caso de los hombres, la «inactividad laboral» ha ganado peso debido fundamentalmente a que se ha producido un adelanto en la edad de jubilación y un retraso en la entrada al mercado. Sin embargo y a pesar de estos dos factores, en el caso de las mujeres la «inactividad laboral» ha perdido importancia. Debido a esta desigual evolución, el reparto de mujeres y hombres entre ocupación laboral, paro e inactividad laboral es mucho más parecido hoy que hace veinte años, aunque las desigualdades siguen siendo patentes.

Gráfico 1. Distribución de la población de la CAPV en relación con la actividad. 1985, 1995, 2005.

[NO INCLUYE GRAFICO]

En la segunda mitad del siglo XX la actividad fuera del hogar se ha ido convirtiendo en la norma en todos los países occidentales y hoy es mayoritaria la voluntad de las mujeres de obtener un empleo mercantil. Muchos y muy diversos han sido los cambios culturales, sociales y económicos que han impulsado la participación de las mujeres en el mercado. A modo de ejemplo podemos señalar que el compromiso laboral de las mujeres se vio fortalecido por los cambios en la estructura del empleo, con la creación de muchos puestos de trabajo «femeninos» en los servicios. Especialmente positivo fue también el papel que desempeñó la construcción y el desarrollo del Estado de Bienestar.

Este cambio en el comportamiento laboral de las mujeres es un fenómeno generalizado en los países de nuestro entorno con la diferencia de que en algunos se dio antes y en otros ha sido un fenómeno más reciente aunque también más intenso. Así mientras en Francia el comienzo de la entrada masiva se fija en los años 60, en España esta entrada no empieza a darse hasta los años 80. De acuerdo con los datos disponibles, en el caso de la CAPV la denominada «revolución silenciosa de las mujeres» podría situarse a mediados de los años 80 puesto que, por ejemplo en el año 1986 fueron 27.500 las mujeres que optaron por entrar en el mercado laboral.

Este gradual ascenso de la tasa de actividad laboral femenina durante los últimos 20 años ha producido una clara feminización del mercado laboral de la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV) (ver cuadro 1). En la actualidad, la presencia de las mujeres en el mercado asciende a 416 mil, lo que supone un aumento porcentual del 127 por 100 respecto a 1985. El ritmo de entrada fue más intenso en los primeros 10 años en los que la tasa aumentó en 9 puntos y mucho más lento en los últimos 10 años (aumento de 3 puntos). Eso sí, si nos fijamos en el número de mujeres que entran en el mercado, fueron 68 mil entre 1985 y 1995 y muchas más, 165 mil, entre 1995 y 20052. Durante el mismo período de tiempo la tasa de actividad de los hombres descendió en 6 puntos porcentuales.

Esta entrada masiva y constante de mujeres al mercado en los últimos veinte años hace pensar que la figura del ama de casa terminará prácticamente por desaparecer. A pesar de ello conviene recordar que en 2005 sigue habiendo 242.800 mujeres que declaran dedicarse en exclusiva a las labores del hogar. La progresiva disminución del peso de las «inactivas» de menos de 45 años sobre el conjunto de las «inactivas» (43 por 100 en 1985, 37 por 100 en 1990, 32 por 100 en 1995, 29 por 100 en 2000 y 27 por 100 en el año 2005) es un claro síntoma de que la mayoría de las amas de casa son mujeres de una cierta edad.

Con este salto cuantitativo en la actividad laboral de las mujeres se ha producido, como era de esperar, un reequilibrio por sexo en el mercado de trabajo. En el año 1985 el número de hombres presentes en el mercado de trabajo era 2.6 veces superior al de las mujeres mientras que hoy es sólo 1.4 veces superior. De 1985 a 2005 el número de hombres activos aumentó en 104.000 mientras que el de las mujeres lo hizo en 233.000. Queda, pues, claro que la renovación de la fuerza de trabajo se ha hecho, esencialmente, por el aumento de la actividad femenina. A pesar de ello las mujeres sólo constituyen el 42 por 100 de la población...

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