Manual de Introducción a la Ciencia del Derecho

AutorJuan Ignacio Fernández de la Torre
CargoProfesor A. de la Universidad Central
Páginas855-856

Marín Pérez, Pascual: Manual de Introducción a la Ciencia del Derecho. Casa Editorial Bosch. Barcelona, 1959. Un volumen de 647 páginas.

La estrecha relación entre el profesor y el alumno constituye una de las notas más características y distintivas de la tradición universitaria española. Desde los primeros tiempos, quizá hayan sido nuestros Centros Docentes Superiores el más rico ejemplo de proximidad y compenetración entre los que consagran su vida a la enseñanza, y los que acuden a formarse.

Esta identificación, a todas luces trascendental, viene sufriendo en los últimos años, a causa principalmente del acceso de una matrícula multitudinaria, un quebranto a todas luces lleno dePage 855 perjuicios. No es novedad el hecho de que el profesor ha disminuido-en muchos casos, no en todos, por suerte-una serie de contactos que contribuyen de manera decisiva al cumplimiento de los fines esenciales de su misión: enseñar. Enseñar es el cometido básico, la propia razón de vida del profesor, y que junto con la investigación deben suponer la exclusión de otras metas. La realidad es, no obstante, que muchos maestros limitan la función propia a la exigencia de un determinado programa, con sometimiento riguroso a una prueba final, pasando, con ello, por la vida del universitario como un hito de exigencias, lleno de rigor e intransigente criterio de selección. Esto, a más de constituir un camino equivocado, en orden a la valoración de lo aprendido, significa una desvirtuación de los principios que informan la función del profesor. No a una valoración fría y desapasionada que se dilucida en la estrecha geografía de un examen de dos horas. El Catedrático debe transmitir al alumno parte de su saber, inculcándole el amor a la asignatura y dejando en su espíritu la huella de lo que la experiencia y el estudio le aconsejan valiosos para el que se dirige en demanda de saber.

La situación actual de la Universidad, con sus aulas abarrotadas, sólo deja al profesor ocasión de entablar acercamiento mediante la obra escrita. La obra escrita es, como todos sabemos en la mayor parte de los casos, el fruto de una buena parte de la vida dedicada al estudio y a la investigación. En ella el autor vuelca todo su bagaje de conocimientos especializados con miras a una valoración-justa pretensión, desde luego-por parte de aquellos que juegan a su mismo nivel. Rara vez renuncia un profesor al brillo de ia admiración de los que están situados en su mismo plano.

¿Pero... y el...

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