Una libertad para la diversidad. 8ª ponencia

AutorMaria Dolors Oller Sala
Páginas143-162
I. INTRODUCCIÓN
El objetivo de este trabajo es, a partir de la constatación que el proceso de
globalización en curso afecta de lleno no sólo al ámbito de la economía y al
de la cultura, sino también al de la política y, por tanto al del Derecho, valorar
las grandes transformaciones que ello está produciendo en el pluralismo. Vi-
vimos en la era del estallido de la diversidad; el pluralismo cultural ha venido
a añadirse al tradicional pluralismo político-ideológico y social. Esta nueva
situación nos plantea el reto de la gestión y gobernación de la diversidad y nos
obliga a repensar los grandes conceptos de la Ciencia Política y, en concreto a
poner otros acentos a la libertad para que sea operativa en estos nuevos con-
textos. La Constitución española de 1978 abre posibilidades para hacer este
recorrido en busca de nuevos paradigmas para la democracia.
II. GLOBALIZACIÓN E IDENTIDAD NO SE EXCLUYEN
La sociedad española, como la mayoría de las sociedades contempo-
ráneas, está afectada por profundos y complejos cambios, resultado de una
serie de transformaciones e interrelaciones originadas en diversos ámbitos.
Gracias a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, es-
tamos viviendo una época de transformaciones sin precedentes. El conjunto
de transformaciones propiciadas por la globalización afectan de manera
especial la estructuración y el ejercicio del poder y han hecho entrar en crisis
tanto al Estado-nación tradicional como a la democracia representativa libe-
ral – modelo pensado para territorios limitados por fronteras que hoy quedan
desdibujadas– que se encuentran con dificultades para hacer frente a los retos
que hoy tenemos planteados como humanidad. Hoy se están repensando los
grandes conceptos sobre los cuales la realidad estatal se fundamentaba. Y se
está hablando de nuevos paradigmas y modelos.
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MARIA DOLORS OLLER SALA
1. LA GLOBALIZACIÓN Y EL ESTALLIDO DE LAS IDENTIDADES
Es erróneo pensar que el proceso de globalización significa la desapari-
ción o la irrelevancia de la cuestión de la identidad; lo que pasa es que ésta
experimenta transformaciones notables, pues los procesos de construcción
del sentido se han hecho muy complejos. De hecho, aunque no falten razones
para contraponer globalización e identidad, tal contraposición resulta enga-
ñosa y simplista.
Por otra parte, aunque es cierto que el proceso de globalización tal co-
mo está siendo liderado, tiende a uniformizar y destruir la diversidad y, por
tanto, se puede decir que la lógica de este proceso es poco compatible con el
reconocimiento de las identidades, especialmente de aquellas que son más
débiles, también resulta simplista la identificación unilateral de globalización
y homogeneización cultural. Más bien la globalización se identifica con un
proceso heterogéneo y multidireccional en el que hay nexos entre lo global y
lo local. Es interesante prestar atención a un nuevo concepto, la glocalización,
término acuñado por Roland Robertson para referirse a la peculiar relación y
correspondencia entre lo universal y lo cercano. Pero hay que tener presente
que el término glocal es mucho más que la unión directa entre global y local,
es más que considerarlo solo como las dos caras de una misma moneda: glo-
balización e identidad no son fuerzas opuestas ni enemigas, sino hermanadas,
relacionadas y necesitadas la una de la otra.
Si el proceso de globalización amplia la conciencia de pertenencia a
un mismo mundo y crea un planeta interconectado e interdependiente, es
indudable también que el mismo proceso está provocando a la vez un refor-
zamiento del deseo de identidad, de manera que la demanda de identidad en
vez de debilitarse, crece, ya que la persona no puede ser concebida fuera de
una familia, de un pueblo, de una sociedad y de una cultura propia. Este es el
doble rostro de la globalización; un rostro que manifiesta a la vez procesos de
integración y de fragmentación, cosa que puede parecer paradógica.
Podemos, así, constatar cómo la globalización en realidad no suprime
las identidades, per la sencilla razón de que no se puede prescindir de ellas.
Lo que pasa es que dicho proceso reubica la identidad, que queda reducida al
ámbito de la privatización, a las preferencias secundarias, a lo que no es rele-
vante en el mundo del ámbito público. Ello se ve en la omnipresencia de las
identidades en el mercado (las marcas). Se apela, así, a las identidades como
característica de la autonomía personal, de la capacidad de elección.

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