Introducción

AutorVega Sánchez, María Victoria
Cargo del AutorExperto UE en Prevención del Blanqueo de Capitales
Páginas1-4

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Resulta razonable aseverar que abordar un tema como el que nos ocupa es un ejercicio que exige rigor académico, una ardua labor de investigación y, por tanto, podría entenderse que necesariamente debe estar revestido de un lenguaje técnico y exento de referencias al ámbito personal y sentimental del autor. Por el contrario, so pena de abandonar la ortodoxia, considero que lo académico debe estar presidido por la pasión: la pasión por aquello sobre lo que se estudia y se investiga, la pasión por aprender desde la humildad de aceptar, como decía Sir Karl Popper1, que "no hay autoridades" y "nuestro conocimiento personal es finito". Pasión personal, lo reconozco, no solo por el tema planteado en este libro, sino por el concepto máximo de Derecho, que es lo que me ha llevado a defenderlo. Sucintamente intentaré justificarme.

Una de las primeras cosas que se aprenden, al comenzar la Carrera de Derecho, es la forma en que el Capítulo I de nuestro Código Civil enumera las "Fuentes del Derecho". La curiosidad por esas Fuentes supuso para mí un aliciente, que recupero de nuevo en estas líneas. Las Fuentes están sometidas a una permanente y continua enumeración pero son menos las veces que se definen, hecho este que no es óbice para interiorizar que es, precisamente de ellas, de donde emana el Derecho y, en tanto que Fuentes, estudiantes, investigadores, eruditos, profesionales del Derecho y, aun sin saberlo, los ciudadanos en general, todos, bebemos de ellas.

Una segunda pasión, en este caso por la Unión Europa, tampoco fue un hecho casual. Hace catorce años fui premiada con la participación en un "Curso sobre la Unión Europea" que impartían, en la Universidad Complutense de

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Madrid, D. Marcelino Oreja (Comisario de la UE en aquel momento) y D.ª Patricia Jiménez de Parga. En el transcurso de una de sus clases, D. Marcelino Oreja nos deleitó con una de esas historias que merece la pena rememorar: "Un joven, hijo de familia comerciante de Cognac, recibió el encargo paterno de comercializar los productos que la bodega familiar poseía y distribuirlos por diferentes ciudades de Europa. Este joven comenzó a soñar lo que sería algún día poder vivir en una Europa que careciera de fronteras, donde el comercio fuera libre. Acabó convirtiendo su sueño en realidad". Ese joven, como seguramente habrán podido reconocer, no era otro que Jean Monnet2,

uno de los padres de la Unión Europea, y sin quererlo marcó un antes y un después en mi vida e...

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