Indicadores económicos y la nueva economía

AutorAsterios Hatziparadissis
CargoSecretariado General de Investigación y Tecnología, Ministerio de Desarrollo, Grecia

Introducción

Aunque las nuevas tecnologías se han desarrollado y difundido de modo radical y revolucionario, este hecho no se ha reflejado en los indicadores económicos, dando lugar a la llamada 'paradoja de la productividad'

Durante las últimas dos décadas ha aumentado la toma de conciencia sobre las paradojas que afectan a determinados indicadores económicos y los economistas han tenido a veces dificultades para ofrecer respuestas convincentes. Existe una impresión muy acentuada de que, aunque el desarrollo de las nuevas tecnologías es radical y revolucionario, esto no se ha reflejado en los indicadores económicos. Estos indicadores muestran que el Producto Interior Bruto (PIB) está creciendo sólo lentamente y que la tasa de crecimiento de la productividad se está desacelerando. Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) han penetrado en todos los niveles de la economía y cabe esperar que hayan causado una serie de cambios que no parece que los indicadores sean capaces de reflejar.

Esta paradoja ha creado una necesidad urgente de desarrollar una teoría válida para explicar las consecuencias del desarrollo y la difusión de las TIC en todo el espectro económico

Hay, pues, una necesidad urgente de desarrollar una teoría válida capaz de explicar las consecuencias del desarrollo y la difusión de las TIC en todo el espectro económico. La Comisión Europea, en cooperación con la OCDE, ha editado una publicación que es el resultado de un seminario, bajo el título 'La Economía de la Sociedad de la Información' (Dumont y Dryden, 1997). Michel Volle (Volle, 1999) llevó a cabo otro estudio importante en el que intentó establecer modelos de varias materias tales como los proyectos de comercio electrónico, sistemas de información, industria audiovisual, etc. y describir la economía de la nueva tecnología con el uso de modelos matemáticos. Aunque los estudios mencionados, junto con otros documentos sobre la nueva economía, ofrecen algunas respuestas, están lejos de formar una teoría coherente que pueda responder satisfactoriamente a las cuestiones fundamentales. Parece que estamos todavía muy lejos del punto en el que estos problemas puedan resolverse adecuadamente.

Índices de productividad

Este artículo se propone examinar los índices de productividad en busca de una respuesta a la llamada 'paradoja de la productividad', formulada por el premio Nobel Robert Solow, que dijo en 1987: 'Veo ordenadores por todas partes, excepto en las estadísticas de productividad'.

Al principio de los años 90 muchos economistas no estaban convencidos de que las TIC aumentaran la productividad. Algunos incluso encontraron una correlación negativa entre el uso de las TIC y la productividad

Como punto de partida, merece la pena revisar algunas de las contradicciones observadas en las publicaciones de investigadores que se ocupaban de la medida de la productividad y de la contribución de las TIC al crecimiento de la productividad. Al principio de los años 90 muchos economistas no estaban convencidos de que las TIC aumentaran la productividad. Por ejemplo, Erik Brynjolfsson y Shinkyu Yang (Brynjolfsson y Yang, 1966) en su revisión de los documentos publicados antes de 1995 sobre este tema, concluyeron que el descenso de la tasa de productividad coincide en general con la aparición y difusión de las TIC. Jorgenston y Stiroh (Jorgenston y Stiroh, 1995) confirman esta correlación negativa, estimando que la productividad multifactorial media anual descendió desde el 1,7% en el periodo 1947-1973 hasta el 0,5% durante 1973-1992. Al mismo tiempo observaron que las inversiones en OCAM (Office, Computing and Accounting Machinery, maquinaria de oficina, cálculo y contabilidad), que son en la actualidad esencialmente inversiones en ordenadores, aumentaron espectacularmente como porcentaje de la inversión total en equipos desde el 0,5% en los años 60 hasta el 12% en 1993, aunque los autores no intentaron interpretar esta tendencia. R. McGuckin y K. Stiroh (McGuckin y Stiroh, 1998) afirman que la acumulación de maquinaria informática contribuyó al aumento de la productividad laboral en la industria manufacturera y esto se confirma por el aumento de productividad observado en determinados sectores económicos que invierten fuertemente en ordenadores, en comparación con los que invierten menos. Sin embargo, no existen signos de un aumento de productividad en la mayoría de las industrias de servicios que hacen un uso intensivo de las TIC, tema que suscita dudas sobre la credibilidad de las medidas. Stephen Roach (Roach, 1997), un alto ejecutivo de Morgan Stanley, centrándose en la productividad de la población activa, estimó que durante el periodo 1970-1986, la producción por trabajador creció el 16,9%, mientras que la producción por trabajador de las TIC descendió el 6,6%. Sostiene también que la mayor desaceleración en la productividad se encuentra en el sector servicios. P. A. Strassmann (Strassmann, 1990) después de examinar varias empresas del sector servicios, concluyó que no existe relación entre las inversiones en ordenadores, los beneficios y la productividad. También ha mantenido este punto de vista en uno de sus últimos libros (Strassmann, 1997).

Algunos economistas han defendido que es necesario utilizar un marco temporal más prolongado para observar los aumentos de productividad de las TIC. Otros se han centrado en el impacto de la metodología de medida empleada

Muchos economistas que han expresado sus puntos de vista sobre la 'paradoja de la productividad' han defendido que el aumento de productividad no resulta aparente actualmente debido a que las TIC todavía no han penetrado suficientemente en la economía (Rotchild, 1993). Sin embargo, también se ha expresado el punto de vista opuesto en la bibliografía sobre este tema. Zvi Griliches fue uno de los primeros en discutir la contribución de las TIC al crecimiento de la productividad, así como la dificultad de medirla con la metodología existente. En su estudio con Donald Siegel (Siegel y otros, 1992) se analizaron datos en la industria y se encontró una correlación positiva entre la inversión en ordenadores y el incremento de la productividad. En otra publicación (Griliches, 1992), Griliches afirma que las empresas invierten en ordenadores para obtener productos no medibles. En su libro (Griliches, 1992), Griliches aborda el tema de la medida de la productividad en el sector servicios y muestra el impacto considerable de la metodología de medida sobre el resultado. Dos organismos oficiales de Estados Unidos, el BEA (Bureau of Economic Analysis, Oficina de Análisis Económico) y el BLS (Bureau of Labour Statistics, Oficina de Estadística Laboral) dan cifras muy diferentes - algunas veces más del doble - de la productividad laboral durante el periodo 1967-1987; por ejemplo, las mejoras de productividad laboral en las líneas aéreas fueron del 1,6% según el BEA y del 5,2% según el BLS. Análogamente, la cifra del BEA para los bancos fue del 1,9% frente al 3,6% del BLS, y para la productividad de las empresas de agua, gas y electricidad sus cifras fueron el 3% y el 0,7%, y así sucesivamente.

Diewert y Smith (Diewert y Smith, 1994), al estudiar el caso particular de una gran empresa canadiense de distribución, encontraron una tasa de crecimiento asombrosamente alta de la productividad total de los factores de la empresa, del 9,4% en cada uno de seis trimestres consecutivos. En su opinión, este crecimiento se debía a la informatización, que mejoró la gestión de las compras y las ventas, manteniendo los directorios más baratos y más eficientes.

A medida que han aparecido nuevas encuestas mostrando el rápido crecimiento de la productividad después de 1995, parece prevalecer cada vez más la opinión de que las TIC contribuyen de modo significativo a la productividad

Con el tiempo, a medida que aparecen nuevas encuestas mostrando el rápido crecimiento de la productividad después de 1995, parece prevalecer cada vez más la opinión de que las TIC contribuyen de modo significativo a la productividad. Sin embargo, Robert Gordon (Gordon, 1999) insiste en que no hay tal fenómeno, sino solamente un gran incremento de la industria de fabricación de ordenadores, que creció el 42% durante el periodo 1995-1999, haciendo subir la productividad de toda la industria manufacturera.

Brynjolfson y Hitt publicaron otro artículo en 1998 (Brynjolfson y Hitt, 1998) en el que sugerían una nueva metodología para medir la productividad inducida por los ordenadores. De acuerdo con este nuevo enfoque, la productividad no debería medirse a lo largo de un periodo de un año. Más bien, deberían analizarse periodos más largos, entre uno y siete años, de modo que haya tiempo suficiente para que se manifiesten los efectos. En un artículo más reciente (Brynjolfson y Hitt, 2000) afirmaron que la contribución no solamente es a largo plazo sino que también va acompañada por inversiones relacionadas y por cambios de organización importantes. Estiman que, en una muestra de empresas que habían estudiado, por cada dólar invertido en TIC, la empresa acumuló 4-19 dólares en activos intangibles. Además, señalan la insuficiencia del sistema oficial de índices, a la hora de expresar el progreso logrado por las industrias que hacen un uso intensivo de las TIC, tales como la banca, la sanidad, etc. Aquí persiste la paradoja, puesto que las estadísticas oficiales indican que desde 1977 la productividad en la banca ha crecido un 80%, la productividad en la asistencia sanitaria un 70% y la productividad en los servicios jurídicos un 65%. Los autores califican estos resultados de poco realistas, pero no ofrecen ninguna explicación más. Jorgenssen y Wessner (Jorgenssen y Wessner, 2002) utilizan un planteamiento más sofisticado, que también tiene en cuenta consideraciones de calidad, según el cual el rápido crecimiento de la productividad en los años noventa puede atribuirse al aumento de eficiencia en las propias industrias de alta tecnología, pero encuentran que hay poco impulso de la productividad en el sector servicios.

Impacto de las TIC sobre otros indicadores

Aunque la mejora de la metodología propuesta por Brynjolfson y Hitt es muy útil, no ha tenido éxito para esclarecer el crecimiento real de la productividad, que podría ser mucho mayor. Con objeto de obtener una imagen más fiable del crecimiento de la productividad podrían ser también necesarios ajustes en otros índices utilizados para la estimación de la productividad, tales como los crecimientos del Producto Interior Bruto (PIB) y del Índice de Precios al Consumo.

El Producto Interior Bruto (PIB) es un valor añadido total anual de la economía y se utiliza como índice básico para diversas medidas económicas y para estimar otros índices derivados. Por ejemplo, la productividad, a nivel nacional, se calcula dividiendo el PIB por la población activa total del país. Por ello los cambios en el PIB afectan al índice de productividad resultante. Además, algunas inexactitudes en el modo de calcular el PIB pueden también afectar claramente a las cifras de productividad.

El Producto Interior Bruto (PIB) es una medida del valor añadido total de la economía durante un periodo dado y se utiliza como base para calcular otros índices, incluida laproductividad

Es conocido que el modelo del PIB se desarrolló para expresar el estado de la economía en los años treinta cuando los productos se fabricaban en masa y estaban altamente estandarizados. La economía intangible de este periodo (es decir, los servicios) suponía solamente una pequeña parte de la actividad económica total, y en aquel tiempo muchos economistas sugirieron que los servicios no debían incluirse en la medida del PIB, puesto que consideraban que no producían riqueza. En la actualidad, los 'intangibles' representan más de dos terceras partes del PIB en las economías desarrolladas, sugiriendo que el modelo utilizado para medir el PIB debería orientarse hacia las características de una economía basada en los servicios más que hacia una economía basada en la industria, dado que esta última es actualmente una actividad más pequeña.

El modelo del PIB se desarrolló para expresar el estado de la economía en los años treinta cuando los productos se fabricaban en masa y estaban altamente estandarizados. Probablemente esto resulta menos adecuado para la economía actual basada en los servicios

La adopción masiva de las TIC también ha dado lugar a cambios en la estructura de la economía, particularmente en lo que respecta al sector terciario (servicios). Sin embargo, aunque estos cambios son quizá tan profundos como los ocasionados por la llegada de la electricidad, apenas se reflejan en variables tales como la producción, el valor añadido, etc. Lo que produce la nueva economía son principalmente productos y servicios intangibles, en los que las características principales son la calidad, la diversidad, la modernidad, la velocidad, la adecuación, etc. Las TIC pueden facilitar mejoras impresionantes en la calidad y en las características de los productos y de los servicios, lo que es algo que el PIB es incapaz de captar. Leonard Nakamura (Nakamura, 1995) estima que el crecimiento de la economía estadounidense, a partir de 1984, es el dos o el tres por ciento más alto de lo que muestran los índices, debido a las mejoras cualitativas de los productos y de los servicios. Podría interpretarse que esto significa que el crecimiento de la productividad es igualmente más alto que lo que indican las cifras oficiales.

La incapacidad del PIB para expresar las mejoras en las características cualitativas ha dado lugar a la propuesta de utilizar 'precios hedonistas', que tendrían en cuenta las características cualitativas y las posibilidades de los productos

La incapacidad del PIB para expresar las mejoras en las características cualitativas ha dado lugar a la propuesta de utilizar 'índices hedonistas', que tendrían en cuenta las características cualitativas y las posibilidades de los productos. Por ejemplo, la conocida ley de Moore predijo que la potencia de los ordenadores se duplicaría cada 18 meses, mientras que su precio se mantendría estable o caería. Así, si ahora se necesita la misma cantidad de trabajo que hace 18 meses para fabricar un ordenador, la productividad permanece invariable, incluso aunque el producto tenga en potencia el doble de utilidad. Esto se aplica en particular a productos de alta tecnología que están en fase de rápida innovación, pero también afecta a cualquier producto que incorpore mejoras tecnológicas (automóviles, electrodomésticos, etc.), y tales productos suponen una proporción cada vez mayor de los productos finales adquiridos por los consumidores (que son precisamente aquellos en los que se basan los índices). Si el índice del PIB se corrige utilizando 'precios hedonistas', es muy probable que su crecimiento sea mayor de lo que Nakamura estima para los países en los que las TIC están extremadamente difundidas. Obviamente se podría observar un aumento similar en el crecimiento de la productividad.

Podría ser también necesario corregir el PIB para que tenga en cuenta la introducción de nuevos productos en el Índice de Precios al Consumo

Un segundo modo en el que podría ser necesario corregir al alza el PIB, con el consiguiente impacto sobre la productividad general, podría surgir de la introducción de nuevos productos en el Índice de Precios al Consumo (IPC), teniendo en cuenta su precio en la antigua economía. El mejor ejemplo de ello es el correo electrónico. El correo electrónico ofrece el mismo servicio que el correo tradicional, con un coste casi mínimo en comparación con su equivalente tradicional, siendo al mismo tiempo indiscutiblemente más rápido. Este gran progreso no está representado en el IPC que, por otra parte, no tiene en cuenta el posible aumento de los precios del correo tradicional. Un ejemplo análogo es el de los periódicos en línea, que se pueden leer en Internet con un coste mínimo (frecuentemente gratis), sin llevar a la baja al IPC. En contraste, el aumento de precio de los periódicos hace subir el IPC. En la actualidad, cualquier información proporcionada electrónicamente se ofrece a un precio mucho más bajo que el de su equivalente en la antigua economía, y este hecho no se refleja en el Índice de Precios al Consumo. La introducción de nuevos productos en los cálculos del Índice de Precios al Consumo, en combinación con los precios de los productos antiguos, no es nada fácil. Sin embargo, si ha de hacerse, es muy probable que encontráramos cifras que mostrarían deflación en la mayoría de los países occidentales, dando como resultado más incrementos del PIB y de la productividad reales.

Las TIC mejoran el potencial de la economía sin producir un cambio correspondiente en el valor añadido, ya que con frecuencia permiten que se ofrezcan productos y servicios a precios muy bajos

Aunque los ajustes descritos anteriormente mejorarían la exactitud de las características de la productividad, serían todavía insuficientes para mostrar el impacto real de las TIC sobre la productividad. Esto es debido al modo en el que se mide la productividad, y más concretamente al uso de la producción o del valor añadido como numerador. Calcular la productividad de esta forma subestima el efecto de las TIC porque éstas mejoran drásticamente el potencial de la economía, sin producir un cambio correspondiente del valor añadido, ya que sus productos y servicios se ofrecen a precios muy bajos. Los ejemplos del correo electrónico, de los periódicos en línea y de la información en línea en general, ilustran este punto.

El intento de asignar un valor de la 'antigua economía' a Internet da una idea de la magnitud de la discrepancia entre los modelos antiguos y la realidad actual

Para hacerse una idea del progreso logrado desde que las TIC comenzaron a desempeñar un papel en la economía, tendríamos que intentar una conversión de la nueva economía en términos de la antigua economía. Litan y Rivlin (Litan y Rivlin, 2001) estimaron que el valor monetario de Internet era de 100.000 millones de dólares, incluyendo la infraestructura industrial de software y las posibilidades de información ofrecidas a empresas y personas. Esto es muy poco, ya que no representa más del 1% del PIB de EE.UU. Además, a pesar de la rápida difusión de Internet, no se prevé un crecimiento drástico de su valor monetario en el futuro inmediato. Si de esta cantidad aislamos solamente la parte que muchos autores llaman la biblioteca internacional de Internet, que es la parte que se refiere a formación-capacitación -y es además la parte que se ofrece gratuitamente- e intentamos evaluar el coste de una biblioteca física, con edificios, libros, estanterías, recursos humanos etc. que incluya todos estos artículos, libros, imágenes, datos, etc., obtendríamos un precio muy superior a lo que se ha indicado anteriormente para Internet en su totalidad. Sin embargo, incluso esta estimación podría ser incompleta debido a que, efectivamente, la biblioteca de Internet no es una sola biblioteca, sino muchos millones de bibliotecas, de hecho tantas como usuarios de Internet, ya que cada usuario puede acceder a ellas independientemente de dónde estén o de quién las esté usando. El panorama se hace aún más impresionante si tenemos en cuenta los siguientes elementos: la velocidad con que los usuarios pueden entrar en la biblioteca, buscar la información que necesitan y recuperarla tanto en forma impresa como en formato electrónico, las capacidades de procesamiento y de generación de información, etc. Por último, si añadimos a todo esto la velocidad con la que puede actualizarse la biblioteca, que tiene lugar automáticamente para todos los usuarios de Internet, podemos hacernos una idea de cuánto ofrece la biblioteca internacional de Internet en lo que se refiere a su contribución al PIB tal como se calcula en la actualidad.

Este ejercicio ilustra el tipo de productos obtenidos por la nueva economía y qué poco se reflejan estos productos en los índices existentes. Si -y éste es un si crucial- su producción se realizara con medios materiales -lo que es imposible- entonces el PIB y la productividad crecerían en porcentajes de dos dígitos y desaparecería la paradoja.

Especialmente en los servicios, las TIC han mejorado espectacularmente la eficacia sin tener un impacto sobre los cálculos convencionales

Jean Gadrey en su libro sobre la economía de los servicios (Gadrey, 1996) emprendió un estudio a fondo de una industria que hace uso intensivo de las TIC (la banca en este caso) y llegó a la misma conclusión. Durante el periodo 1978-1984, la productividad de un empleado de un banco francés, si el cálculo se basa en todas las cuentas, cheques y transacciones, en general, con las que trata esta persona, creció un 10% al año. Sin embargo, si este cálculo se basa en el valor añadido o en las ganancias del banco, entonces descendió un 3% al año. Este ejemplo ilustra los cambios introducidos por las TIC en los servicios: las TIC han mejorado espectacularmente la eficacia, sin tener un impacto sobre los cálculos convencionales, tales como los que se utilizan para el PIB. Los estudios mencionados muestran fenómenos similares en el caso de la industria de los seguros, donde la productividad laboral horaria formal bajó el 3,2% en el periodo 1980-1988, mientras que el uso de índices alternativos 'naturales' mostró un crecimiento de más del 3%.

Nuevos indicadores para la nueva economía

Es poco probable que un concepto de la productividad basado en la producción o en el valor añadido sea aplicable a la nueva economía, en donde predominan las características cualitativas de los productos y de los servicios ofrecidos

Los ejemplos discutidos anteriormente muestran claramente que los conceptos y los índices destinados a medir una economía al viejo estilo basada en la fabricación, resultan inexactos cuando se aplican a la economía actual. Por ello es necesario crear nuevos conceptos y nuevos índices que señalen los atributos clave de la nueva economía.

La productividad y el crecimiento de la nueva economía continuarán interesando a las empresas, a los gobiernos y a los investigadores. De acuerdo con Krugmann (Krugmann, 2000): 'es muy importante que la productividad y el avance tecnológico continúen creciendo'. Sin embargo, no es probable que el concepto de productividad, que está basado en la producción o el valor añadido, sea aplicable a la nueva economía, en donde predominan las características cualitativas de los productos y de los servicios ofrecidos. Por esta razón, continuarán apareciendo las paradojas a menos que se amplíe el concepto de productividad. En su último libro, Michael Dertouzos (Dertouzos, 2001) da una definición más amplia de 'producción', a la que da el significado de hacer posible que se haga más en menos tiempo. El autor, poniendo énfasis en la aceleración de los procesos de producción, facilitada por las TIC, estima (op. cit., pág. 109) que una tarea que antes le llevaba 300 segundos, ahora le lleva solamente 3 segundos, obteniendo así un aumento de productividad del 10.000 %.

El tiempo de ejecución es un parámetro crucial para entender el efecto de las TIC en el sector servicios

El factor 'tiempo de ejecución', especialmente para los servicios, es un parámetro crucial para dar una imagen clara de los cambios. Hace 40 años, Jean Fourastier (Fourastier, 1963), ensalzando el progreso técnico logrado durante los dos últimos siglos, escribió que, mientras que en 1800 costaba una hora cosechar a mano 100 metros cuadrados de trigo, en 1900 costaba dos minutos utilizando una máquina automática de atado de gavillas y en 1945 costaba sólo 35 segundos utilizando una cosechadora-trilladora. Siguiendo la misma línea, el intercambio de un mensaje escrito entre dos personas en continentes diferentes requería varios meses en 1800, unas semanas en 1900, mientras que en 2000 sólo requiere unos pocos segundos. El uso de las TIC ha dado lugar a mejoras equivalentes en otros muchos productos y servicios, por ejemplo, la redacción de un documento, la creación de un diseño arquitectónico, la retirada de efectivo de un banco, etc. El hecho de que sólo una mínima parte de este progreso se traduce en valor añadido para introducirlo en los índices de productividad tradicionales, no disminuye el valor del progreso conseguido.

Conclusiones

Dado que las TIC aumentan la productividad, aunque esto no aparezca siempre en los indicadores existentes por las razones analizadas antes, las políticas destinadas a aumentar la productividad deberían tender a maximizar la adopción de las TIC en todo el espectro de la economía y de la sociedad.

La aplicación de las TIC, incluso en las actividades más tradicionales de los sectores primario y secundario, da un impulso considerable a la productividad que, con frecuencia, aparece en los indicadores existentes ya que estos sectores pertenecen a la economía tangible. Además, contribuye a la mejora de la calidad de los productos, lo que refuerza su competitividad. En el sector servicios, el uso de las TIC es la condición sine qua non para su calidad y su competitividad. La adopción generalizada de las TIC en la sociedad impulsa el potencial humano, que es uno de los recursos más importantes que soportan la competitividad económica, y facilita que las personas se mantengan al tanto de los nuevos desarrollos y aplicaciones tecnológicas. Así, la política educativa debería procurar la capacitación del capital humano en las tecnologías más eficaces y la explotación de los resultados de la I+DT.

Si aceptamos la idea de que la economía moderna es de hecho una combinación de antigua y nueva economía, es difícil estimar índices que puedan expresar exactamente la productividad total. Por el momento, nos debemos contentar con índices parciales y concretamente con los llamados índices 'naturales' para campos determinados. Por ejemplo, la cantidad de productos-servicios producidos, cuando es detectable y medible, es un índice igualmente importante para su valor monetario. En los comienzos del siglo XIX, en un intento de analizar el rendimiento de la nueva economía industrial de aquel tiempo, los economistas recurrieron a estudios, revisiones, estudios de casos concretos, etc. debido a la falta de índices agregados. Algo similar sería también de gran ayuda en esta coyuntura.

Uno de los objetivos principales de todas estas tareas debería ser la medida del nivel de penetración de las TIC en la economía. El grado de 'informatización' de una economía, como se le ha llamado alternativamente, nos da actualmente una información valiosa sobre cómo debemos entender e interpretar diversos índices, tales como el Producto Interior Bruto, el Índice de Precios al Consumo, la productividad, etc. Sin embargo, la discusión sobre la clase de índices que señalen lo mejor posible el nivel de penetración de las TIC en una economía no se ha adaptado a los desarrollos subyacentes.

Palabras clave

paradoja de la productividad, índices hedonistas, producto interior bruto, índice de precios al consumo, TIC

Referencias

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