In memoriam Francisco Jordano Fraga
Autor | Tomás Rubio Garrido |
Páginas | 1377-1379 |
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Francisco Jordano ha muerto
Ha muerto mi maestro
Se nos ha ido, ante todo, un civilista magnífico. Su obra es extensa. Podría citar su La responsabilidad contractual, la Falta absoluta de consentimiento, La sucesión en el ius delationis, La responsabilidad del deudor por los auxiliares que emplea en el cumplimiento, El ámbito objetivo de la legitimación subrogatoria y aún ni siquiera sería un tercio de su producción. Y es maciza, siempre sólida, honestamente cincelada (y notoria non egent probatione).
Siempre profesó fe por el rigor, la coherencia y el trabajo bien hecho. Podrá quizá alguno señalar que tal metodología es unilateral, insuficiente en el ámbito de lo jurídico, pero nadie, absoluta mente nadie, podrá negar que fue una fe vivida y aplicada en cada uno de sus trabajos y no sólo una nominal. Porque, en resumidas cuentas, era una fe en la responsabilidad y seriedad, un respeto casi reverencial a la hondura y sensibilidad de nuestra tarea, un deber, casi un sacrificio, que se autoimponía en cada uno de sus estudios. Lo que más le desagradaba -le dolía incluso- era la impostura intelectual, la frivolidad, el autobombo, la estafa a este arte nuestro.
Pero Francisco Jordano, en su dedicación verdaderamente exclusiva -y convencida- a la Universidad, no sólo ofreció una faceta brillante y honesta como investigador. Fue también un docente excepcional. Quien esto escribe tuvo la suerte de tenerlo como su Profesor de Derecho civil en tres cursos de licenciatura. Fue un profesor extraordinario bajo todos los puntos de vista que se adopten. Sus lecciones eran de una altura intelectual elevadísima -infinitamente superior a la desplegada por la treintena larga de docentes que llegué a tener a lo largo de la carrera-, apretadas, densas, sin ningún adorno innecesario ni truco del oficio acomodaticiamente empleado. Eran clases con verdad, absolutamente comprometidas, Page 1378 lo más puramente universitario que yo haya experimentado. Algunas en particular (aún recuerdo, por ejemplo, la relativa a la acción de petición de herencia o a la conceptuación y naturaleza de las legítimas) me resultaron verdaderos gozos intelectuales.
Aúnase a ello un cumplimiento puntualísimo de sus deberes docentes y una extremada preocupación por ser equitativo y no arbitrario, lo que le llevaba a una puntillosidad en la preparación y evaluación de los exámenes, que sorprendía -casi sobrecogía- a los alumnos de aquella universidad masificada.
Podrá, así...
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