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De griegos y liberales
—¿Y usted qué hará?
—¿Yo? Leer a los griegos.
La mejor respuesta que he escuchado en toda mi vida. Un alumno en una
jornada sobre derecho, losofía y política hace la pregunta: ¿Qué hará usted
respecto de este enorme mierdero en el que está metida la política, la sociedad
y la vida de todos los colombianos? Juan Pabón la responde. Sin parpadear, sin
sonreír, sin nada salvo dejar que sus labios liberen cuatro palabras que equivalen
al encogerse de hombros de alguien que, habiendo visto ya tanto, no le queda
otra sino decir lo único que tiene sentido en este mundo de locos en el que nos
tocó en suerte o desgracia vivir.
Yo, que ociaba de moderador del debate, no pude evitar echarme a
reír. Ante la contundencia de la respuesta, un directo a la mandíbula, si es que
tal cosa existe en el universo de la oratoria, y, particularmente, ante la estupe-
facción que se adueñó tanto del alumno como de los restantes profesores que
tomaban parte en la jornada universitaria. Por supuesto, la respuesta de Juan
no fue entendida. El inquisidor esperaba algo del tipo de saldré a la calle a
protestar, defenderé la democracia en las barricadas, me declararé en huelga
de hambre, qué sé yo, alentaré a las masas a que vayan a la batalla en nombre
de lo que sea que se me ocurra decirles. Los pares allí presentes asumo que
conaban en escuchar la enésima apelación a la importancia de la educación,
la relevancia de los valores morales, la familia, las buenas costumbres y tantas
tonterías que se arman cuando uno no sabe qué decir. Pero el tipo al que
estas líneas van dedicadas sí que sabía qué decir: la verdad. Un intelectual
digno de ese nombre lo único que puede hacer es leer. Aprender. Conocer
más y siempre más por mucho que los demás crean que ya se conoce sucien-
te o, incluso, demasiado. Siempre es poco. Siempre es frustrantemente poco.
Siempre debe ser más.