La filosofía de la mente en Wittgenstein

AutorAntonio Sólon Rudá
Cargo del AutorJurista brasileño de Riachão, Maranhão
Páginas179-210
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FUNDAMENTOS DE LA TEOR ÍA SIGNIFICATIVA DE LA IMPUTACIÓN UN NUE VO CONCEPTO PARA EL DOLO Y LA IMPRUDENCIA BA JO LA FILOSOFÍA DEL LENGUA JE
1. LA IDEA DE CERTEZA EN WITTGENSTEIN
FRENTE A LA FILOSOFÍA DE LA MENTE
EN LA CONCEPCIÓN CARTESIANA
Cuando se habla de certeza, estamos hablando de otros dos fenóme-
nos: la duda y la ignorancia. Esta es diametralmente opuesta a la certeza y
ambas forman los extremos de la duda que es el punto medio donde no se
está seguro del conocimiento sobre determinado hecho de la naturaleza. Se
trata en definitiva de un conocimiento precario y, por esta razón, no permi-
te la confianza necesaria que autorizaría una acción segura.
Partiendo de sus concepciones anteriores, como las formas de vida,
juegos de lenguaje y seguimiento de reglas, Wittgenstein va a elegir un in-
terlocutor que esté en condiciones de tener sus tesis refutadas. Así, a ejem-
plo de lo que hizo con San Agustín, va a procurar confrontar sus ideas con
las de Descartes, más o menos en los mismos moldes que procederá con el
tema de la filosofía de la mente y a su tiempo se verá la promoción de una
verdadera desconstrucción filosófica. Lo que hace de hecho y en definitiva
Wittgenstein es desconstruir la idea cartesiana de cuerpo/mente; la famosa
dualidad cartesiana.
§ 3º
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En efecto, la esencia de la actual filosofía está plasmada en la con-
cepción cartesiana de la mente y esto sucede hace siglos. No por menos,
Wittgenstein ha elegido a Descartes para ser su interlocutor como medio
para presentar sus tesis sobre la certeza. Es cierto que no hay una afir-
mación textual sobre el asunto hecho por el propio Wittgenstein, toda-
vía, no hay dificultad en inferir que Descartes es el filósofo cuyas ideas
sobre la certeza del profesor de Cambridge se va a contraponer sistemá-
ticamente.
Descartes va a elegir la duda como un «genio maligno», «burlador»
y «asustador», cuyo objetivo es engañar, haciendo dudar de las cosas que
acreditan ser verdades absolutas. Lo que dice Descartes fue que es «desean-
do yo… ocuparme tan sólo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo
contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera
imaginar la menor duda»221. El objetivo del filósofo es llegar a una verdad
indudable, absoluta y esto queda muy claro.
Ahora bien, lo que hace Descartes es buscar y demostrar su propia
existencia como ejemplo de verdad, es decir, una certeza libre de cualquier
duda basado en lo que va concluir: «yo pienso, luego soy». Según el filósofo,
para no dejar márgenes a los escépticos, necesitaba partir de la considera-
ción de que todo era falso, todavía era forzoso concluir que él, pensaba que
no lo era, esto es, tendría que ser alguna cosa. Así, el filósofo francés llega-
ba a una garantía que le permitiría establecer una verdad: la de su propia
existencia.
Sin embargo, no se puede pasar de largo que Descartes plantea su eli-
minación de la duda por medio de lo que se puede llamar de una simbiosis
Dios y ciencia, es decir, fe y razón, y esto queda muy claro en toda su obra,
lo que indubitablemente compromete su racionalidad filosófica. Tenemos
así, la doctrina oficial.
221 Véase en la cuarta parte de Descartes, El Discurso del Método.
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2. CRÍTICA A LA DOCTRINA OFICIAL –
POR WITTGENSTEIN Y RYLE
En términos actuales, esa ausencia de racionalidad en la filosofía de
Descartes puede ser expresada por lo que hoy se llama de dualidad cartesia-
na, que significa el establecimiento por nuestro filósofo de dos entidades, el
cuerpo y la mente (alma), conforme se puede mirar en su discurso del mé-
todo sobre su idea del hombre frente a Dios. Según Descartes, en la cuarta
parte de su Discurso del Método, el hombre es
«una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que
no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa algu-
na material, de suerte que este yo, es decir, el alma, por la cual
yo soy lo que soy, es internamente distinta del cuerpo y hasta
más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el
alma no dejaría de ser cuanto es».
Este fragmento representa la esencia de lo que se puede llamar de
dualidad cartesiana, al que Wittgenstein se va a ocupar de desconstruir.
Para Descartes, nosotros somos una cosa que piensa, y en esta con-
dición, también dudamos, entendemos, concebimos, afirmamos, queremos,
no queremos, imaginamos y sentimos ,y todas esas posibilidades son esta-
dos del espíritu, pues un solo espíritu es quien piensa, tiene duda, entiende,
etc. En ese contexto, se establece la relación mente/cuerpo, pero la mente
no se limita a dirigir al cuerpo, sino que forma con él un todo222.
Tengamos bien en cuenta el resumen que nos trae Vives Antón, para
quien «la doctrina de Descartes acerca de la mente puede enunciarse» en
cuatro puntos, son ellos: 1) «La mente es una sustancia espiritual; 2) Los
estados mentales son estados de esa sustancia espiritual y, por consiguiente,
acaecen en un ámbito privado; 3) Cada uno puede conocer directamente su
222 Véase en Meditaciones Metafísicas, confesiones y respuestas, Trad. De V. Peña, Madrid,
1977, pp. 26, 68 y 71. Véase también en Vives Antón, Fundamentos…, p. 146 y ss.

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