Ética aplicada

AutorEnric Prats
Cargo del AutorDoctor en Pedagogia

1. ¿Qué es la ética aplicada?

La ética aplicada constituye una de las áreas más prolíficas y actuales de la filosofía contemporánea. Los que hacen ética aplicada desarrollan su trabajo en varias áreas de la sociedad contemporánea donde la ética posee un papel relevante. Trabajan en ámbitos como la bioética, la ética empresarial, la ética ambiental, la ética legal, la ingeniería ética, la ética de la comunicación, la ética del ciberespacio, etc. Éstos y muchos otros ámbitos, donde se lleva a cabo un intento de tratar con problemas éticos que surgen en la vida cotidiana, constituyen el objeto de estudio de la ética aplicada.

Si consultamos las páginas web que existen sobre ética aplicada, nos percataremos de que la ética se encuentra en cualquier carrera o especialidad que queramos tratar. Hay un interés creciente para el desarrollo de una ética aplicada en cualquier ámbito de conocimiento. La urgencia de construir una ética aplicada en el ámbito de la información como disciplina teoricopráctica se acentúa en la medida en que se desarrollan las nuevas tecnologías que multiplican la capacidad de difundir todo tipo de mensajes e informaciones relevantes.

Haremos un repaso de los numerosos y controvertidos tópicos de la ética aplicada contemporánea para poder ofrecer una visión explicativa e interpretativa de estos tópicos, las teorías éticas que sustentan los argumentos y la naturaleza de la ética aplicada como disciplina.

1.1. Ética aplicada a las profesiones

A menudo, cuando se habla de ética aplicada, se hace referencia a la ética que se utiliza en las profesiones, en los diferentes sectores profesionales. Definimos profesión como aquella actividad permanente que requiere un título, que sirve como medio de vida y que, asimismo, determina el ingreso en un grupo profesional determinado. Por consiguiente, en las profesiones hay unas atribuciones y unos deberes que derivan de su ejercicio y que están definidos desde el punto de vista legal. El cumplimiento o no de estas obligaciones y deberes es objeto de la ética profesional.

Por tanto, la ética profesional se centra en el tema del bien, es decir, qué es bueno hacer, al servicio de qué bienes se encuentra una profesión, cuál es el tipo de bien que persigue como finalidad.

A menudo, se habla de ética y deontología para referirse a las profesiones. La deontología profesional se ocupa de los deberes y obligaciones (deon en griego significa 'deber'), busca formular un conjunto de normas exigibles a todos los que ejercen una misma profesión. Sin la perspectiva ética, la deontología se queda sin su horizonte de referencia.

Sin embargo, el bien es pluriforme, tiene muchas facetas. De aquí que no sea exigible en todos sus aspectos. Por este motivo, se precisan normas que traten de salvaguardar unos mínimos obligatorios para todo el mundo, compartidos, que pueden ser interpretados en los mismos términos y que pueden aplicarse con criterios idénticos.

De este modo, la deontología habla de lo que es vinculante para todos y la ética se ocupa de los espacios abiertos y plurales que queden en el bien. Por tanto, ésta tiene como última instancia la conciencia individual y la deontología se mueve en el terreno de aquello que es colectivo (códigos deontológicos).

La ética es, como señala Hazel Barnes, "un control interior que el individuo ejerce sobre sí mismo" y su finalidad es el deber en relación con sí mismo y con los demás. Se trata de una ciencia normativa de la conducta que permite a todos los profesionales elegir entre diferentes opciones, saber cuál es el camino correcto en el ejercicio de la profesión. La ética es consustancial al ser humano, puesto que sólo actúa a partir de las conductas voluntarias del individuo.

Así pues, la ética va más allá de las hipótesis normativas previstas como obligatorias en el aparato jurídico vigente. De esta manera, pueden existir conductas lícitas pero no éticas y, por contra, puede haber, excepcionalmente, conductas éticas que pueden ser ilícitas en determinados ordenamientos jurídicos.

El periodista, por ejemplo, no se limita a escribir simplemente para el consumo de otros, sino para autoexpresarse, y pone su persona y todo su ser en su actividad periodística. Aquello que comunica es, de una manera muy real, lo que él es. Se gusta o se desagrada a sí mismo, no sólo a su público. Lo que hace para vivir de acuerdo con alguna norma interior no sólo afecta a sus actividades y creencias en otros, sino también, de una manera muy real, a la misma esencia de su vida.

Sin embargo, ¿cómo podemos saber qué es ético o no en el ejercicio de la profesión? A esta pregunta pueden darse dos respuestas: la primera de carácter general y de orden personal, y la segunda estrictamente profesional.

- La primera reside en el hecho de que aquello que es ético se identifica con la virtud, que explica Platón en La República, como las cuatro virtudes cardinales:

- La sabiduría, que es parte innata y parte adquirida, puesto que combina conocimientos con habilidades personales y se enriquece a partir de lecturas, observación y experiencias de la vida.

- El coraje, que hace que la persona busque las realizaciones de sus proyectos vitales -identificados por medio de la sabiduría-, de manera constante y con disciplina.

- La templanza, que conjuga prudencia, paciencia y resistencia para materializar los proyectos de vida.

- La justicia, que comprende dar a cada uno y a cada hecho el lugar que le corresponde en relación con la razón y la emoción que dignifica al ser humano.

- La segunda identifica aquello que es ético con los valores supremos de la profesión que se reproducen en los códigos deontológicos de cada una de éstas.

Hoy día, existe un interés creciente por la formulación de normas éticas para colectivos profesionales que, muchas veces, responden a necesidades de imagen corporativa: una manera de captar la confianza del público.1 Todas las profesiones necesitan imagen, estima, reconocimiento social de las capacidades técnicas de los profesionales, así como de su comportamiento ético. Por otro lado, las profesiones tienden a definir sus actos profesionales en términos de prestación de asistencia y no de resultados garantizados. El profesional tiende a decir que ha cumplido cuando ha hecho las cosas como se hacen entre los colegas de su profesión, y se desentiende de los resultados. Sin embargo, son estos resultados deseables los que hacen posible esta profesión. Para que una profesión sirva para lo que debe servir, no sólo se precisan regulaciones deontológicas y que los referentes éticos sean correctos y plausibles; conviene garantizar en la práctica que se apliquen en beneficio de un buen servicio profesional.

1.2. Las dimensiones de la ética profesional

Hortal2 nos habla de dos dimensiones de toda ética profesional: la teleológica y la pragmática. Una ética profesional no debe restringirse a una colección de "recetas", sino que debe plantearse como la capacidad de reflexionar y analizar críticamente la situación a la que se enfrenta el profesional. "La enseñanza de la ética profesional tiene que ayudar a reflexionar sistemáticamente sobre el servicio específico, las principales obligaciones y los posibles conflictos éticos con que van a tener que enfrentarse quienes aspiran a asumir responsable y lúcidamente el ejercicio de su profesión en beneficio de la sociedad".3

- La dimensión teleológica se dirige a una finalidad, el objetivo de la práctica profesional. Por ejemplo: ¿para qué sirve esta profesión?, ¿qué queremos conseguir? Esta tarea se puede hacer bien sólo a partir de su reflexión. "Toda profesión es ejercida con vistas a la consecución de fines que son parte integrante de una vida buena. Estos fines se buscan y alcanzan conforme a las posibilidades y usos accesibles en un momento histórico, y a ellos responden los baremos de excelencia en el ejercicio de cada profesión".4

- La dimensión pragmática queda subordinada a la primera, que se relaciona con el código deontológico. Se refiere a cómo hacer en la práctica lo que se ha propuesto como finalidad siguiendo unas pautas determinadas. Se propone un tipo de guía estructurada de aquellos aspectos que se refieren a las relaciones del profesional con sí mismo, con la institución que desarrolla la actividad y con la sociedad global.

Conviene recordar las dos dimensiones de toda ética profesional: la teleológica y la pragmática. La teleológica se refiere a la necesidad de establecer una finalidad; la pragmática, a la de traducir esta última en un código práctico y aplicable.

1.3. La identidad de las personas y las organizaciones

La persona es un sistema inteligente que hace lo siguiente:

- Percibe el medio como una realidad a la que debe responder.

- Como está sometida a un exceso de formalización, no responde de forma mecánica y, por tanto, ejerce su libertad y sentido.

- Responde de una manera que no es automática, sino que diseña creativamente diferentes posibilidades de respuesta, distintos cursos de acción por medio de los cuales adapta el medio a sus deseos y necesidades.

- Como está obligado a elegir entre diferentes cursos de acción, es necesario que tome decisiones y, asimismo, es preciso que elija la que considera mejor, lo que comporta que debe justificar su elección y dar razón de ello. Aquí interviene la conciencia, que hace presente los valores y objetivos que le permiten elegir.

- Genera un carácter (un éthos) que no le viene dado por su nacimiento, sino que se lo hace suyo a lo largo de su vida. Este carácter configura la identidad de la persona.

- Está obligado a asumir la responsabilidad de sus elecciones.

La organización es un conjunto de personas que toman decisiones colectivas que pueden afectar a los individuos. Por tanto, también debe tomar conciencia de qué valores e hitos han de orientar sus decisiones, puesto que también le ayudarán a configurar su identidad, un carácter propio de la organización. Asimismo, ésta se hará responsable de sus decisiones y de...

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