El Estatuto de la mujer y las relaciones emergentes del matrimonio

AutorRicardo Victorica
Páginas493-501

El Estatuto de la mujer y las relaciones emergentes del matrimonio 1

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DR. Juan Carlos Rebora

Las mujeres nos gobiernan, tratemos de haderlas perfectas. Ricardo Sheridan.

Terminamos la amena, atrayente y medulosa lectura, no nos atrevemos a decir el estudio, del completo trabajo, que el conocido publicista doctor Juan Carlos Rébora, acaba de entregar a la luz, en grueso y bien presentado volumen, estudiando con imparcial eclecticismo y talento sereno, la defectuosísima, innecesaria e inoportuna ley, llamada de Jos derechos civiles de la mujer, sancionada recientemente, a tontas y a locas, carente de doctrina jurídica y pletórica de incongruencias, que ha sido registrada bajo el número 11.357, y con cuya sanción se perseguía propósito efectista, más que realizar obra sana y provechosa para la colectividad.Page 494

Esta reciente ley, que empieza ya a dar que hacer, y que a corto plazo fructificará amargamente, será de inmediato, a no dudar, una nueva caja de Pandora, que va a contribuir no poco al aumento inconveniente y perjudicial de las apasionadas y no edificantes controversias judiciales entre marido y mujer, y lo que es rriás grave aún, a precipitar con una mayor rapidez la lenta lupanarización de la decadente y viciosa humanidad actual, por la que el socialismo brega sin descanso y sistemáticamente, como si se tratara de una bella libertad a conquistar, detentada, coartada o limitada arbitrariamente, cuando son sólo los moralistas que los incomodan con sus reglas clásicas y que quieren a todo trance llevarse por delante, quiénes han erigido con pasmoso engreimiento la inmoralidad en religión y en dios único al dinero, bien o mal ganado, poco importa tal detalle.

La timorata cretina burguesía, mentidamente púdica, auspicia con calor, cuando no con verdadero e inexplicable entusiasmo a esta «degringolade» de las costumbres honestas o por lo menos recatadas, cuya moda pasó, que nos ha tocado en suerte contemplar y que probablemente acepta, o porque no entiende de la misa la mitad, y no quiere en la duda aparecer como retardataria o retrógrada, y sí como precursora, palabra bonita y altisonante, o porque tiene miedo de la ola avasalladora que avanza y arrasa, o tal vez y nada más, porque en el fondo le seduce el desbarajuste moral «in crescendo», a que marchamos a paso redoblado, al son de libidinosas músicas, faldas cortas y estrechas, levantadas por añadidura con cualquier fútil pretexto sin el menor empacho, como si demasiado no mostraran con el cruzar de piernas de rigor, y todo lo que se complementa como tristísimo exponente de una cultura moral que agoniza, con los exagerados pinturreteos, continuamente retocados en público con impúdico descoco y desvergonzada ostentación.

Tanto que nos parece haber hoy perdido en gran parte su espiritualidad, la anécdota aquella atribuida a Juan Pedro Camus, obispo de Belley que se le apodaba tanto «Pont-Carré», como también el «Luciano del Obispado», a causa este último de los muchos romances piadosos que escribiera como contraveneno de los profanos, pero en los que siempre como en toda su copiosísima producción entremezclaba su estilo de bufonería y de moralidad y lo quePage 495 mismo exterioriza la propia anécdota a que nos referíamos, qu« concretamos así: Un marido engañado contaba sus cuitas al obispo pidiéndole consejos en la emergencia que le creaba la conducta de su mujer, a lo que que aquél le dijo: «Creedme, amigo mío, vale más llamarse Cornelius Tácitus que Publius Cornelius».

A llamar estudio a la interesante, entretenida e instructiva lectura del libro del doctor Juan Carlos Rébora, no nos hemos atrevido, como decíamos al comenzar, porque eso, es decir un estudio realmente, no lo hubiéramos podido a fondo y en conciencia realizar, en el breve tiempo que ha corrido, desde la aparición del buen libro, hasta la hora en que esto nos hemos resuelto a escribir, o sea una mala e incompleta noticia, que debe ser considerada nada más, que como...

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