SÁNCHEZ ZAPATERO, Javier. Escribir el horror. Literatura y campos de concentración Barcelona, Montesinos, 2010

AutorManuel González de Ávila
Páginas205-206

Page 205

Cuatro problemas entrelazados forman el complejo horizonte de este libro sobre la literatura de la experiencia concentracionaria, una experiencia central para la comprensión del atormentado siglo XX que Eric Hobsbawm calificara de «edad de los extremos». Primero, un problema ontológico: el del ser de la historia, en un tiempo, el nuestro, al que toda afirmación del pasado le resulta sospecha, hasta el punto de parecer que al presentismo contemporáneo le molesta la existencia misma de su concepto. Segundo, un problema epistemológico: el del discurso sobre la historia, aquel que se propone describir un pasado del que los seres humanos necesitan, pese a todo, dar cuenta mediante la razón. Tercero, un problema político: el del olvido del horror favorecido por la susodicha ontología «blanda» y por el mentado escepticismo epistemológico, nuestra incapacidad para enfrentarnos a lo más oscuro del pasado y para adherirnos al discurso que lo asume. Y cuarto, un problema cultural: el de la conversión en escritura de ese pasado horrible de discutido ser, una escritura que practican con tenacidad sus víctimas mientras muchos de los historiadores profesionales se ven silenciados por las a veces demasiado escolásticas aporías de su disciplina. De estos cuatro problemas, J. Sánchez Zapatero ha escogido tratar en profundidad, como corresponde a un teórico de la literatura, preferentemente los dos últimos: primero el combate político que el ejercicio de la escritura testimonial supone contra la tentación de la ignorancia propia de las sociedades tardocapitalistas, la lucha por transformar en memoria el más doloroso ejemplo de deshumanización de la especie humana hasta la fecha; y, segundo, la estrategia cultural, y más concretamente literaria, practicada por los testigos para servirse de la literatura sin contaminar de ficción la expresión de vivencias que deben protegerse contra el ficcionalismo tradicionalmente asignado al discurso literario por el pensamiento burgués. Pues éste es un asunto capital de los textos concentracionarios: la imposibilidad de asignar a los modelos narrativos canónicos, marcados a fuego por su empleo en las ficciones, la misión de comunicar lo más real de la historia, el núcleo de su espanto, y la insuperable necesidad antropológica de hacerlo porque, al cabo, no se dispone de otros recursos para ello. Semejante tensión entre las cultas estructuras de lo dicho, sospechosamente literarias -responsables de que cualquier...

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