Empleo y pobreza

AutorCarlos García-Serrano/Luis Toharia
CargoDepartamento de Fundamentos de Economía e Historia Económica, Universidad de Alcalá
Páginas163-183

    Este artículo es una actualización de una parte del libro Empleo e inclusión social, escrito por los autores en colaboración con Cecilia Albert, María Ángeles Davia, Miguel Ángel Malo y José María Arranz (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2007). El lector interesado podrá encontrar en dicho libro un análisis conceptual más detallado de los aspectos abordados en este artículo, que se tratan aquí de forma necesariamente más sintética.


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Introducción

El objetivo de este artículo es analizar la relación existente entre la situación de pobreza y ciertas características relacionadas con la situación laboral de los individuos. Para ello, se utilizan los datos españoles de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) para el año 2006. El desarrollo del artículo es el siguiente. En primer lugar, se presentan las variables relativas a la situación con respecto a la actividad económica que pueden construirse a partir de la información contenida en dicha encuesta. En segundo lugar, se examina la relación entre la incidencia de la pobreza y la situación laboral, distinguiendo entre las tasas de riesgo de «pobreza relativa» y de «pobreza grave». El riesgo de pobreza relativa se define como una situación en la que el ingreso de la persona está por debajo del 60 por ciento del ingreso mediano equivalente y el riesgo de pobreza grave como aquélla en la que el ingreso es inferior al 40 por ciento del ingreso mediano equivalente1. Esta distinción nos permitirá analizar el colectivo de individuos que se encuentran en pobreza moderada, es decir, aquellos cuya renta equivalente se sitúa entre el 40 y 60 por ciento del ingreso mediano. En tercer lugar, se estudiará la composición de la población pobre por comparación con la población total, con el objetivo de comprobar hasta qué punto determinadas situaciones con respecto a la actividad económica y otras características laborales son importantes en términos cuantitativos y si están más o menos presentes en una u otra población. Por último, se llevarán a cabo estimaciones multivariantes de las probabilidades de que unPage 164 individuo se encuentre en situación de pobreza relativa y en situación de pobreza grave, lo que permite aislar el efecto de diferentes variables en dichas probabilidades manteniendo constante la influencia del resto de las variables.

Las variables relacionadas con la situación laboral en la ECV

En el cuestionario de la ECV, hay una serie de preguntas realizadas a las personas adultas que permiten aproximarse a su situación laboral y, en caso de que se encuentren ocupadas, a algunas características de los puestos de trabajo y de las características de las empresas en las que trabajan. Esta distinción se va a utilizar para ordenar el análisis. En primer lugar, se investigará la relación entre la situación del tipo de pobreza y situación con respecto a la actividad económica de los individuos. Y, en segundo lugar, se seleccionará a los individuos que trabajan por cuenta ajena (asalariados) para examinar la relación entre pobreza y una serie de características de los empleos de los trabajadores. Con respecto a la primera cuestión, se van a emplear dos variables que se refieren al momento en que se realiza la entrevista. Estas dos variables son, por un lado, la situación con respecto a la actividad económica, distinguiéndose entre ocupado, parado, jubilado y otro tipo de inactividad, y, por otro lado, la situación profesional del individuo (asalariado, empleador, autónomo o ayuda familiar) en caso de encontrarse ocupado. Un inconveniente de dichas variables es que se refieren al momento de la entrevista, el año 2006, mientras que la distinción entre pobres y no pobres se realiza utilizando la renta del hogar en el año anterior al de la entrevista, el año 2005. Esto puede dar lugar a un debilitamiento de las relaciones entre las variables de situación laboral y la pobreza si los individuos que eran pobres y se encontraban en paro en el año 2005, por ejemplo, estaban trabajando al realizarse la encuesta en 2006. No obstante, para superar esta limitación, también es posible utilizar otras variables de la encuesta que tienen que ver con el historial de actividad del individuo mes a mes durante el año anterior a la entrevista (2005). En particular, a las personas adultas se les pregunta por el número de meses que estuvieron trabajando a tiempo completo, trabajando a tiempo parcial, en desempleo, jubiladas, estudiando e inactivas durante el periodo de referencia de la renta. Esto permite construir indicadores de la situación laboral del individuo a lo largo del año 2005, lo que en principio permitirá relacionar de una manera más adecuada la situación laboral con la de pobreza. Todas estas variables han sido recodificadas en cinco categorías (0 meses, 1-4 meses, 5-8 meses, 9-11 meses, y 12 meses) para facilitar el análisis.

Como la adscripción del individuo a la pobreza se establece a partir de la comparación entre la renta equivalente del hogar (que es la suma de los ingresos obtenidos por todos sus miembros ajustada para tener en cuenta su tamaño y composición) y la renta de la media de la población, resulta lógico tratar de vincular la situación de pobreza del individuo con el grado de participación de todos los miembros del hogar en el mercado de trabajo. Para ello, se pueden utilizar los indicadores comentados antes sobre el número de meses que cada individuo adulto ha pasado en cada situación con respecto a la actividad económica para construir otro referido al hogar, con el que se mide la intensidad laboral del hogar. Este indicador se ha construido siguiendo las recomendaciones de Eurostat (véase Eurostat, 2005). Brevemente, lo que se hace es calcular para cada persona en edad activa el número de meses del año anterior para el que ha aportado información sobre su situación de actividad económica y el número de meses del año anterior en que ha estado trabajando. Entonces, para cada hogar se suman ambas variables referidas a todos los miembros y se divide la segunda entre la primera, lo quePage 165 resulta en una variable (intensidad laboral del hogar) que toma valores entre 0 y 1. El valor 0 significa que el hogar de que se trate no ha dedicado al trabajo nada del tiempo que potencialmente podía haber dedicado al mercado laboral, mientras que el valor 1 significa que dicho hogar ha dedicado al trabajo todo el tiempo que potencialmente podía haber dedicado al mercado laboral. Para realizar el análisis descriptivo posterior, la intensidad laboral del hogar se ha agrupado en cinco categorías: 0; más que 0 pero menos que 0,5; 0,5; más que 0,5 pero menos que 1; y 1.

Además de todas las variables comentadas que se encuentran vinculadas a la participación o no en el mercado de trabajo, en el cuestionario también hay otras que se centran exclusivamente en los individuos que tienen un empleo. Estas permiten capturar las características de las empresas en que trabajan (su tamaño según el número de trabajadores y el sector de actividad económica) y de los puestos de trabajo que ocupan (jornada de trabajo, tipo de contrato y ocupación). Esta información puede utilizarse para tratar de comprobar si determinadas características de los empleos se encuentran asociadas a la situación de pobreza. Pero, como antes, debe hacerse la matización de que estas variables se refieren al momento en el que se realiza la encuesta y, por tanto, la situación laboral del individuo puede haber cambiado con respecto al año anterior, que es el de referencia de la renta.

Incidencia de la pobreza y situación laboral

En este apartado se analizan los índices de pobreza según diversas variables relacionadas con el mercado de trabajo. En primer lugar, el cuadro 1 ofrece las tasas de riesgo de pobreza grave, moderada y relativa (siendo ésta última la suma de las dos anteriores), según las dos variables generales relacionadas con el mercado de trabajo mencionadas anteriormente: la situación laboral con respecto a la actividad económica y la situación profesional. Los datos se presentan desagregados por sexo.

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Dentro de la situación laboral, las tasas de riesgo de pobreza son mucho mayores cuando el individuo se encuentra desempleado que cuando está ocupado. El caso de los jubilados está a mitad de camino de los dos anteriores, siendo sus tasas de riesgo de pobreza algo inferiores a las del resto de los inactivos, las cuales tienen unas tasas de riesgo de pobreza grave inferiores a las de los parados, aunque las relativas son similares.

Por lo que respecta a la variable sexo, las tasas de riesgo de pobreza relativa y grave son siempre inferiores entre las mujeres que entre los varones dentro de cada categoría de actividad económica, con la única excepción de la pobreza relativa en el caso de los otros inactivos (no jubilados). Sin embargo, al ser este último grupo el de mayor importancia relativa para las mujeres, las tasas globales de riesgo de pobreza son mayores en el caso de las mujeres que en el de los hombres. Las mujeres experimentan en promedio menores tasas de riesgo de pobreza porque con mayor probabilidad su renta no es la única del hogar, mientras que en el caso de los varones es mayor la probabilidad de que su renta sea la única del hogar. Parece evidente que el número de perceptores de ingresos en el hogar es una variable significativa para la determinación de los niveles de las tasas de riesgo de pobreza.

En cuanto a la situación profesional (ésta sólo se refiere a los individuos que están ocupados), se observa que son los asalariados los que muestran las tasas de riesgo de pobreza sustancialmente más bajas, mientras que en el resto de categorías dichas tasas son elevadas (se sitúan por encima del 25 por ciento en el caso de las tasas de riesgo de pobreza relativa y por encima del 13 por ciento en el caso de las tasas de riesgo de pobreza grave). Destaca la situación de los que trabajan como ayudas familiares, lo cual es sorprendente pues el concepto de renta es el de renta del hogar y los ayudas familiares en principio ayudan a alguien de su mismo hogar, por lo que no debería ser una categoría más afectada que la de los autónomos o empleadores para quienes trabajan. Seguramente, la concepción social de lo que es un ayuda familiar con respecto a su hogar no se corresponde con el concepto estadístico específico.

Las tasas de riesgo de pobreza relativa de las mujeres ocupadas son más bajas que las de los hombres en todas las situaciones. Sin embargo, en el caso del riesgo de pobreza grave son más altas en el caso de las ayudas familiares y algo más alta en el caso de las asalariadas. En cualquier caso, ser asalariado es una situación que sólo lleva en una proporción muy baja a la pobreza relativa y menos aún a la pobreza grave.

Los datos del cuadro 1 comparan la situación laboral de los individuos en el año 2006 con su situación en cuanto a la pobreza en el año 2005. El cuadro 2 intenta salvar el desfase temporal entre los dos tipos de variables, mostrando las tasas de riesgo de pobreza grave, moderada y relativa según el número de meses en que los individuos estuvieron inactivos, estudiando, jubilados, desempleados o trabajando a tiempo completo o parcial durante el periodo de referencia de la renta (año 2005).

Como puede observarse, es posible detectar una cierta relación entre algunas de estas variables y la incidencia de la pobreza. Este es el caso de la variable de número de meses en la inactividad (distinta de la jubilación y de los estudios) y en el paro: cuanto mayor es el número de meses en dichas situaciones, mayor es también la tasa de riesgo de la pobreza. En particular, quienes han estado los doce meses del año 2005 en situación de paro (inactividad) registran una tasa de riesgo de pobreza relativa del 43 por ciento (33 por ciento) y una tasa de riesgo de pobreza grave del 21 por ciento (12 por ciento), mientras que quienes han estado menos de cinco meses en dichas situaciones registran una incidencia de la pobreza relativa inferior al 20 por ciento y de la pobreza grave inferior al 7 por ciento. Debe señalarse que la categoría

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de 0 meses suele presentar un nivel más alto, lo que se debe a que en esa categoría están todos los demás grupos incluidos, es decir, el que no ha estado ni un solo mes en situación de desempleo, ha estado en alguna de las otras situaciones. Por consiguiente, 0 meses de desempleo no es equivalente a 12 meses trabajando.

Sin embargo, en el caso del número de meses trabajando, la relación sí es completa desde los 0 meses a los 12 meses. De hecho, no se observa una gran diferencia entre los que han trabajado 12 meses (ya sea a tiempo completo o a tiempo parcial) y los que trabajaron más de 9. Algo similar pero en el sentido contrario sucede con la variable de número de meses trabajando a tiempo completo: cuanto mayor es el número de meses en dicha situación, menores son los índices de pobreza relativa y grave.

En la mayoría de las situaciones, la tasa de riesgo de pobreza de las mujeres es menor que la de los varones. Considerando la tasa de riesgo de pobreza grave, de las treinta situaciones del cuadro 2, sólo en 5 las mujeres presentan una tasa más alta que los hombres, con diferencias en torno a 1 punto o menos, y en cuatro ocasiones en situaciones de «0 meses». En el caso del riesgo de pobreza relativa, las mujeres presentan niveles mayores en los mismos cuatro casos anteriores de «0 meses» (desempleo, jubilación, estudios y trabajo a tiempo parcial), además de en otros dos casos dentro del apartado de estudios. Ello es así pese a que en once situaciones el peso de las mujeres en la pobreza moderada es mayor que el de los hombres, lo que indica que las mujeres tienen tendencia a estar cerca de la mediana en estos casos.

Si se adopta una visión que se centre más en el hogar que en el individuo, es necesario utilizar la información aportada por la variable de intensidad laboral del hogar para tratar de vincularla con la incidencia de la pobreza. Esto es lo que se hace en el cuadro 3. Los resultados obtenidos son bastante elocuentes: existe una relación negativa muy marcada entre la fracción del tiempo potencialmente activo que los hogares dedican al trabajo y las tasas de riesgo de pobreza, de modo que las tasas de riesgo de pobreza relativa/grave son muy elevadas (del 35 por ciento o más / cercana al 15 por ciento) entre los hogares que dedican poco tiempo al trabajo (porque sus miembros adultos se encuentran en el paro o en la inactividad todo el tiempo o una parte muy importante del mismo) y son muy bajas (menos de 9 y el 3 por ciento respectivamente) entre los hogares que dedican «mucho» tiempo al trabajo (valor de la variable de intensidad laboral del hogar superior al 0,5), porque sus miembros adultos se encuentran trabajando todo el tiempo o una porción grande del mismo.

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Centrándonos en la población asalariada, es posible relacionar las tasas de riesgo de pobreza con ciertas características tanto de los puestos de trabajo que ocupan los trabajadores como de las empresas en que realizan sus actividades. Con respecto a las primeras, el cuadro 4 muestra las tasas de riesgo de pobreza relativa, moderada y grave según la jornada laboral, el grupo de ocupación, el tipo de contrato y si el trabajador ha cambiado de empleo en los últimos doce meses.

Los resultados ofrecidos muestran que parece existir una relación inversa entre horas de trabajo y pobreza: a mayor número de horas de trabajo, menor tasa de riesgo de pobreza experimentada por los trabajadores. Sin embargo, se produce un interesante cambio de tendencia a partir de las 40 horas: los que trabajan las jornadas más largas tienen un mayor riesgo de pobreza que los que trabajan entre 30 y 30 horas. En todo caso, los que trabajan las jornadas más largas tienen unas tasas de riesgo de pobreza inferiores a las de los que trabajaron menos de 30 horas. Por otra parte, las mujeres tienden a tener menores tasas de riesgo de pobreza cuando trabajan jornadas largas, pero tienden a

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estar en niveles similares o peores en las jornadas menores de 30 horas. A este respecto, debe indicarse que hay muchas más mujeres que hombres que trabajan menos de 30 horas (20 por ciento frente a 3 por ciento).

En cuanto a las demás características, la incidencia de la pobreza aumenta a medida que nos movemos de puestos de trabajo cuyas tareas son no manuales a otros cuyas tareas son manuales y de empleos muy cualificados a otros poco o nada cualificados. Además, las tasas de riesgo de pobreza son más elevadas entre los trabajadores que tienen un contrato temporal frente a quienes tienen un contrato indefinido. Y, finalmente, los trabajadores que han experimentado algún tipo de movilidad en el último año son los que exhiben una incidencia de la pobreza más alta, si se comparan con quienes no han cambiado de trabajo en dicho periodo. En todos los casos, se mantiene la pauta de que las tasas de riesgo de pobreza de las mujeres tienden a ser menores.

En cuanto a las características de las empresas en que trabajan los individuos, el cuadro 5 proporciona las tasas de riesgo de pobreza relativa y de pobreza grave según dos de ellas: el tamaño de la empresa y el sec-Page 171

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tor de actividad económica. Por una parte, parece detectarse una cierta relación inversa entre tamaño y tasa de riesgo de pobreza: la incidencia es menor entre los trabajadores que trabajan en empresas grandes con respecto a quienes lo hacen en otras más pequeñas. Por otra parte, existe una gran diferencia entre las tasas de riesgo de pobreza de los trabajadores según el sector de actividad de la empresa en que trabajan. Así, dichas tasas son bajas en las ramas de servicios públicos (administración pública, educación, servicios sociales) y en intermediación financiera, mientras que son muy elevadas en construcción, hostelería, servicios personales y, sobre todo, agricultura. Ambos resultados se encuentran relacionados con las diferencias en cuanto a nivel salarial (pero también en otras dimensiones laborales, como la tasa de temporalidad) existentes entre los distintos tamaños de empresa y las distintas ramas de actividad económica. También en este caso se mantiene la menor incidencia de la pobreza en el caso de las mujeres.

Distribución de la pobreza y situación laboral

En el apartado anterior, se ha analizado la incidencia de la pobreza, en sus tres acepciones, en los distintos grupos de población total y ocupada considerados, definidos desde la perspectiva de la situación laboral de los individuos y de sus hogares. Para completar dicho análisis, en este apartado se analizan las distribuciones de la población pobre y se realiza una comparación entre el peso que tiene cada una de las características dentro de la población pobre con el que tiene con la población total, o la población ocupada, según el caso. Esta comparación es necesaria para matizar si la presencia de un elevado peso de una determinada característica se debe a la gran incidencia de la pobreza en ese grupo o al mayor peso de ese grupo dentro del universo al que pertenece. El análisis que se presenta a continuación se refiere sólo a las tasas de riesgo de pobreza relativa y de pobreza grave. Por otra parte, determinada la relación general de que las tasas de pobreza de las mujeres suelen ser menores que las de los varones, no se presentan ahora los datos desagregados por sexo, para facilitar la lectura de los gráficos que se usan.

En primer lugar, el gráfico 1 presenta las diferencias entre las distribuciones de la población pobre y de la población total según dos variables relacionadas con el mercado de trabajo. Ya hemos visto anteriormente que la situación con respecto a la actividad económica (el hecho de encontrarse ocupado, desempleado o inactivo) influye en la probabilidad de estar en la pobreza. A la vista de los resultados del gráfico, estas situaciones no se distribuyen homogéneamente en la población pobre y en la población total, ya que se observa que tanto los parados como, sobre todo, los inactivos que no son jubilados se encuentran claramente sobrerrepresentados en la población pobre, mientras que los ocupados son los que están infrarrepresentados.

En cuanto a la situación profesional, ser asalariado es la situación mayoritaria en ambas distribuciones pero su peso en la población ocupada es muy superior al que tiene en el caso de la población pobre (con unas diferencias de 28 y 24 puntos respectivamente en los casos de pobreza grave y relativa). Lógicamente, la presencia de los autónomos y los empleadores es mayor entre la población pobre.

Si se utilizan las variables de número de meses en diversas situaciones con respecto a la actividad económica en el mismo año de referencia de la renta, salvando así el posible problema de comparar la pobreza en 2005 con la situación con respecto a la actividad en el año 2006 (gráfico 2), el panorama que se obtiene es similar. Por una parte, quienes se han encontrado más meses del año 2004 en las situaciones de paro o de inactividad (distinta de la jubilación o los estudios) son los individuos que se hallan más sobrerrepresen-Page 172tados en la población pobre con respecto a la población total. Lo contrario sucede con el grupo de individuos que no ha pasado mes alguno en dichas situaciones. Por otra parte, las personas que han estado trabajando a tiempo completo durante todo el año 2004 se encuentran muy infrarrepresentadas en la población pobre, mientras que lo contrario sucede con quienes no han trabajado mes alguno.

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Lo contario ocurre en el caso de las situaciones de trabajo, sobre todo la de trabajo a tiempo completo. En efecto, los que han trabajado 12 meses a tiempo completo están muy infrarrepresentados en la población pobre, ya sea la relativa o la grave; en el otro extremo, los que no llegaron a trabajar ni un solo mes están muy sobrerrepresentados. En ambos casos extremos, la distancia con respecto a la distribución de la población es de más de 20 puntos en valor absoluto. Las otras situaciones de trabajo presentan menos diferencias y lo mismo sucede en el caso del trabajo a tiempo parcial.

Un resultado similar al anterior se obtiene con la variable de intensidad laboral del hogar. La información se proporciona en el gráfico 3. Como puede verse, la situación de sobre/infrarrepresentación cambia de forma muy clara al pasar de la categoría de nula intensidad laboral a la categoría de completa intensidad laboral. Por tanto, quienes viven en hogares donde todos los miembros adultos son parados o inactivos todo el tiempo están muy sobrerrepresentados en la población pobre, mientras que quienes viven en hogares donde todos los miembros adultos están ocupados todo el tiempo se encuentran infrarrepresentados en la población pobre.

Al centrar la atención en la población asalariada, podemos estudiar si diversas características de los puestos de trabajo y de lasPage 173

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empresas en que están ocupados los trabajadores se distribuyen o no homogéneamente en la población pobre y en la población total. La información sobre las diferencias entre ambas distribuciones referidas a ciertas características de los empleos se proporciona en el gráfico 4. Puede comprobarse que los asalariados que trabajan a tiempo completo (más de 30 horas), con un contrato indefinido y en ocupaciones no manuales muy cualificadas se encuentran muy infrarrepresentados en la población pobre. Algo similar sucede con los trabajadores que no han cambiado de empleo en los últimos doce meses.

En cuanto a las características de las empresas en que trabajan los asalariados, el gráfico 5 ofrece las diferencias entre las distribuciones de la población pobre y de la población total. En este caso, se observa una clara relación negativa entre el tamaño de la empresa y dicha diferencia: cuanto más grande es la empresa en que se trabaja, más probable es que los trabajadores se encuentren infrarrepresentados en la población pobre. Por otra parte, ciertas ramas de actividad parecen proteger de la situación de pobreza, mientras que los trabajadores de otras se encuentran más presentes en la población pobre en relación con su presencia en la población total: éste es el caso de la agricultura, la construcción, la hostelería y los servicios personales.

Análisis de la probabilidad de ser pobre

En la descripción de la pobreza realizada en los apartados anteriores, las distintas variables se encontraban correlacionadas, por lo que no era posible aislar el efecto de cada una de ellas sobre la incidencia de la pobreza por separado. Por ello, para determi-Page 176nar el efecto que producen las diferentes variables en la probabilidad de ser pobre manteniendo constante la influencia del resto de las variables, se va a proceder a caracterizar a los individuos que son o no pobres mediante técnicas de análisis multivariante. En concreto, se va a estimar un modelo logístico. Una de las ventajas de este tipo de modelos es que permite expresar los resultados de la estimación en forma de probabilidad relativa a partir de los coeficientes de cada variable. Así, la estimación proporciona la probabilidad relativa de un cambio en la categoría correspondiente a una variable con respecto a la categoría base o referencia (cuyos coeficientes son iguales a la unidad). De modo que cuando la probabilidad relativa de una determinada categoría es mayor que 1, la interpretación es que dicha categoría incrementa la probabilidad de ser pobre respecto de la categoría de referencia. Por ejemplo, si la probabilidad relativa es 1,5, eso implicaría que esa categoría tendría una probabilidad 1,5 veces mayor de ser pobre que la de referencia, o sea un 50% mayor. La interpretación cuando la probabilidad relativa es menor que 1 es similar, aunque evidentemente de sentido contrario. En esta presentación de los resultados de los modelos, no aparece la constante de la estimación, pues las probabilidades relativas se calculan con respecto a las categorías de referencia incluidas en ella2.

En el modelo logístico estimado de la probabilidad de ser pobre, la variable dependiente toma el valor uno si el individuo se encuentra en la pobreza relativa (grave) en 2005, es decir, si los ingresos equivalentes del hogar en que vive se encuentran por debajo del 60 por ciento (40 por ciento) de la mediana, y el valor cero en caso contrario.

En cuanto a las variables explicativas, son de tres tipos. El primero se refiere a variables sociodemográficas individuales, como el sexo, el nivel de estudios alcanzado más alto, el estado civil y la existencia de limitaciones para las actividades de la vida diaria. El segundo se refiere al tipo de hogar en el que vive el individuo y a la comunidad autónoma de residencia. El tercer tipo incluye variables relacionadas con la actividad económica; en este caso, se consideran de forma alternativa la variable que capta la intensidad laboral del hogar durante el año 2005, por un lado, y las variables (individuales) que miden el número de meses en diferentes estados, por otro lado, que podrían denominarse «intensidad laboral de individuo». Esta distinción da lugar a dos especificaciones diferentes del modelo logístico3.

Las categorías de referencia en las estimaciones son las siguientes: mujer, con estudios inferiores a los secundarios, casada, no tiene ninguna limitación para realizar actividades de la vida diaria, vive en un hogar formado por un solo individuo menor de 65 años, el hogar presenta una intensidad laboral equivalente a 1 (o, alternativamente, el individuo estuvo trabajando a tiempo completo durante todo el año 2005, en la segunda especificación) y vive en Madrid. El cuadro 7 proporciona los resultados de la estimación del modelo logístico de la probabilidad de estar en la pobreza relativa y de estar en la pobreza grave, según las dos especificaciones mencionadas.

En cuanto a las variables individuales, ser varón implica una probabilidad mayor (en torno a un 40-45 por ciento más elevada) de estar bajo el umbral de pobreza relativa o bajo del umbral de pobreza grave, pero esto sólo sucede en las especificaciones en que se incluye la variable individual del número de meses en diferentes estados. Cuando se utiliza la variable de intensidad laboral del hogar,Page 177

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los varones tienen una probabilidad algo menor de ser pobres que las mujeres. Este resultado es muy importante, ya que matiza lo que se ha venido observando a lo largo del artículo, en el sentido de que la incidencia bruta de la pobreza era en la mayoría de los casos menor en el caso de las mujeres. Ya se observó que lo que probablemente sucedía era que las mujeres ocupadas tenían una mayor probabilidad de convivir con varones también ocupados. Los modelos estimados indican que, a igualdad de intensidad laboral de los hogares, las mujeres tienen una probabilidad mayor de ser pobres pero que, cuando se consideran únicamente variables individuales, ese efecto no se recoge.

En cuanto al estado civil, estar soltero, separado, divorciado o viudo implica tener una probabilidad menor de ser pobre, en comparación con estar casado, efecto que se observa con algo más de intensidad en las especificaciones con el número de meses en diferentes estados.

Los estudios son una variable muy importante a la hora de explicar la probabilidad de ser pobre, en el sentido de que quienes tienenPage 179 estudios secundarios y, sobre todo, quienes tienen estudios superiores presentan una probabilidad mucho menor que quienes tienen estudios primarios o menos. Los que tienen estudios superiores tienen una probabilidad de ser pobres que es entre una cuarta parte (pobreza relativa) y un tercio (pobreza grave) que la que corresponde a las personas con estudios básicos.

Finalmente, el presentar una limitación moderada o grave para llevar a cabo las actividades de la vida diaria no produce ningún efecto significativo en la probabilidad de encontrarse en la pobreza, resultado que llama la atención y que sugiere que la situación de discapacidad individual, que se sabe produce menores ingresos a la persona que la padece, es compensada por los ingresos de los demás miembros del hogar.

Considerando el segundo tipo de variables, el tipo de hogar en el que se vive también parece ser importante. Los adultos que viven en hogares monoparentales («Adulto solo con dependientes») son los que mayor probabilidad tienen de ser pobres, tanto en pobreza relativa como en pobreza grave, y en cualquiera de las especificaciones. También tienen una mayor probabilidad de ser pobres los que viven en hogares de dos adultos con 3 o más dependientes, lo que puede indicar un efecto de tamaño, quizá insuficientemente corregido por el uso de la escala de equivalencia para el cálculo de los ingresos por unidad de consumo. También tienen mayor probabilidad los hogares de 2 adultos con 2 dependientes, aunque sólo en las especificaciones que consideran la variable de intensidad laboral del hogar. Los hogares con 2 adultos sin dependientes o con uno solamente son los que menor probabilidad tienen, en general.

En cuanto a la variable de la comunidad autónoma de residencia apunta a que hay algunas regiones donde, una vez que se descuenta la influencia del resto de las variables, la probabilidad de ser pobre es significativamente mayor que en Madrid, que es la comunidad autónoma de referencia. Estas regiones son, sobre todo, las situadas al sur de España (Ceuta y Melilla, Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha, Murcia y Canarias) y Castilla y León y, en menor medida, Galicia.

Las variables que se refieren a la actividad económica del individuo o del hogar en el que vive son, junto con el nivel de estudios, las más significativas. En los modelos (1) y (3), vivir en hogares en los que la intensidad laboral es baja (es decir, que sus miembros activos están la mayor parte del tiempo en situaciones de desempleo o inactividad) aumenta de forma significativa la probabilidad de ser pobre (unas once veces más en el caso más extremo) en comparación con los hogares cuya intensidad laboral es elevada (por estar ocupados). La gradación es muy significativa y claramente creciente: los que viven en hogares en los que la intensidad es superior al 50% sólo tienen una probabilidad que supera en el 40% a la de los hogares cuya intensidad laboral es igual a 1 e incluso en el caso de la pobreza grave, la probabilidad es la misma. En cambio, los que viven en hogares con alguna intensidad laboral tienen una probabilidad de pobreza, tanto relativa como grave, que es unas 6 veces mayor que la de los hogares con actividad más intensa, cifra que casi se duplica, llegando a 11, en los hogares con intensidad labora nula.

La información que aportan las variables del número de meses en distintos estados de actividad es similar (modelos (2) y (4)), ya que estar en situación de desempleo un mes o más implica tener una probabilidad mayor de estar en la pobreza, probabilidad que va creciendo con el número de meses en paro (quien estuvo todo el año 2005 en el desempleo exhibe una probabilidad unas 5-6 veces mayor de estar en la pobreza tanto relativa como grave en comparación con quien estuvo trabajando a tiempo completo todo el año). Algo similar sucede con la inactividad distinta de la jubilación o el estudio, aunque en este caso el aumento de la probabilidad de estar en laPage 180 pobreza aumenta menos con el número de meses (quien estuvo todo el año 2005 en la inactividad presenta una probabilidad unas 3 veces mayor de estar en la pobreza tanto relativa como grave).

En definitiva, la estimación del modelo logístico muestra que hay ciertas variables que influyen en que los individuos se encuentren en la situación de pobreza, especialmente tener un bajo nivel de estudios, vivir en un hogar con varios dependientes monoparentales o biparentales, vivir en un hogar cuyo grado de vinculación con el empleo sea bajo, no estar ocupado (especialmente estar en paro) y vivir en ciertas comunidades autónomas. En general, estos resultados coinciden con los obtenidos en el análisis descriptivo inicial, con la importante salvedad ya mencionada del efecto de la variable sexo.

Dado que en el análisis descriptivo anterior se obtuvo el resultado de que los trabajadores asalariados son los que presentan una tasa de riesgo de pobreza (tanto relativa como grave) muy inferior al resto de los grupos considerados, merece la pena realizar las estimaciones logísticas para esta categoría de individuos. En el cuadro 8 se presentan los resultados de dichas estimaciones. En este caso, al tratarse de individuos ocupados, en una especificación del modelo se ha incluido una serie de variables relacionadas con el puesto de trabajo y con la empresa en la que están ocupados. Esto permitirá examinar hasta qué punto dichas características influyen en la probabilidad de que los distintos trabajadores asalariados se encuentren bajo el umbral de pobreza. En la otra especificación, se ha mantenido la variable de intensidad laboral del hogar.

Con respecto a las características individuales y del hogar, algunos de los resultados obtenidos son similares a los encontrados con la muestra de todos los adultos, mientras que otros difieren. En particular, se sigue obteniendo que la probabilidad de encontrase en la pobreza disminuye a medida que los trabajadores tienen un nivel de estudios más elevado. También se obtiene que los individuos que viven en hogares formados por un adulto solo con dependientes presentan la mayor probabilidad de encontrarse por debajo del umbral de pobreza relativa y grave, junto con los hogares de dos adultos con tres o más dependientes.

El efecto de la variable sexo aparece ahora incluso con mayor nitidez que en el modelo anterior: en las especificaciones que incluyen la intensidad laboral del hogar, los varones tienen una probabilidad de ser pobres claramente inferior a la de las mujeres, mientras que ocurre lo contrario cuando esa variable no se incluye y se incluyen las características laborales.

En el caso del estado civil, también se refuerza el efecto negativo que sufren los casados con respecto a los solteros en el caso de la pobreza relativa y con respecto a todas las demás situaciones en el caso de la pobreza grave.

Las variables de discapacidad, que no eran significativas en el caso de la población total, tampoco lo son en los modelos que consideran solamente a la población asalariada, aunque los coeficientes tienden a indicar una mayor probabilidad de ser pobre de los que tienen alguna discapacidad. No obstante, el error que conlleva esa estimación es en general grande por lo que no puede afirmarse con certeza que ese efecto queda demostrado.

La variable de comunidad autónoma de residencia indica que hay algunas regiones en las que la probabilidad de estar en la pobreza es mucho mayor que en la comunidad de referencia (Madrid). Las comunidades del sur, como en el caso del análisis de la población total, son las que presentan mayor probabilidad de situarse por debajo de los umbrales de pobreza, y a ellas se une, un tanto sorprendentemente, La Rioja, si bien no en todas las especificaciones y sólo en el caso de la pobreza relativa.

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Pasemos ahora a examinar las variables relacionadas con el mercado de trabajo y las características de los puestos de trabajo y de las empresas en que están ocupados los trabajadores. Con respecto a las primeras (modelos (1) y (3)), los hogares cuya intensidad laboral es muy baja presentan una probabilidad mucho mayor de encontrarse en la pobreza. Incluso los hogares cuya intensidad laboral es relativamente elevada (valores entre 0,5 y 1) tienen una probabilidad que es el doble aproximadamente de la que tiene la categoría de referencia (hogares con una intensidad de 1, es decir, cuyos miembros activos han estado trabajando todo el año 2005). Por tanto, estos resultados confirman lo obtenido con la muestra completa, en el sentido de que las situaciones de desempleo e inactividad incrementan las posibilidades de que un individuo se encuentre bajo el umbral de pobreza.

En cuanto a las características de los puestos de trabajo y de las empresas (modelos (2) y (4)), las estimaciones sugieren que los trabajadores con contrato temporal y en puestos de trabajo que implican tareas de naturaleza manual (sobre todo si se trata de puestos poco cualificados) presentan unas probabilidadesPage 183 de estar en la pobreza más elevadas (en torno a 2-3 veces más que la categoría de referencia). El efecto de las horas de trabajo es también claro (como ya se detectó anteriormente): a medida que se reducen las horas de trabajo, aumenta la probabilidad de estar bajo el umbral de pobreza. Finalmente, trabajar en empresas pequeñas y en ciertos sectores (sobre todo, agricultura, hostelería, comercio y reparación, construcción y servicios personales) incrementa el riesgo de estar en la pobreza relativa, mientras que esta última variable no tiene ningún efecto sobre la probabilidad de estar en la pobreza grave.

Conclusiones

El objetivo de este artículo ha sido analizar la relación existente entre la pobreza de los individuos y su situación laboral en el mercado de trabajo utilizando datos de la ECV para el año 2005. Entre los principales resultados de la investigación se encuentran los siguientes: estar parado o inactivo está relacionado de manera positiva con la probabilidad de encontrarse en la situación de pobreza relativa o grave; además de ser importante la situación en un momento dado se observa que aquellos que están mayor tiempo fuera de la ocupación tienen mayor probabilidad de ser pobres; y dentro de la ocupación aquellos que trabajan a tiempo parcial presentan una probabilidad mayor de estar en la pobreza.

También se ha encontrado que entre los ocupados hay ciertas características del puesto de trabajo (como tener un contrato temporal, trabajar pocas horas, hacerlo en puestos manuales no cualificados, en empresas pequeñas o en sectores como la agricultura, la construcción, la hostelería o los servicios personales) que elevan la probabilidad de estar en la pobreza relativa o grave. Finalmente, aquellos asalariados que cambian de empleo tienen el doble de probabilidad de estar en la situación de pobreza relativa o grave que aquellos que permanecen en su empleo.

Bibliografía

GARCÍA SERRANO, C., MALO, M.A., y TOHARIA, L. (2001), La pobreza en España. Un análisis crítico basado en el Panel de Hogares de la Unión Europea (PHOGUE), Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales

TOHARIA, L., ALBERT, C., GARCÍA SERRANO, C., MALO, M.A., DAVIA, M.A. y ARRANZ, J.M. (2007), Empleo e inclusión social, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

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[1] El ingreso equivalente se refiere a los ingresos totales del hogar obtenidos en el año anterior a la encuesta (en este caso, en 2005) divididos por el tamaño del hogar expresado en unidades «equivalentes» o «unidades de consumo». La escala de equivalencia usada es la denominada «escala de la OCDE modificada», que atribuye un peso de 1 al primer adulto (mayor de 14 años), 0,7 a los siguientes y 0,5 a los menores de 14 años. Para una discusión conceptual de estas definiciones y sus limitaciones, véase GARCÍA SERRANO, TOHARIA y MALO (2001) y TOHARIA et al. (2007).

[2] Es decir, si se incluyera la probabilidad relativa de la constante sería, por definición, igual a la unidad.

[3] La edad no se ha incluido en las estimaciones debido a su fuerte correlación con la variable de tipo de hogar, lo que generaba la falta de significatividad de aquella en casi todas las pruebas realizadas.

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