«El último curriculum». Una reflexión sobre A.M. Hespanha
| Autor | Marta Lorente Sariñena |
| Cargo | Catedrática de Historia del Derecho y de las Instituciones. Universidad Autónoma de Madrid |
| Páginas | 885-887 |
Varia 885
AHDE, tomo LXXXVIII-LXXXIX, 2018-2019
persona acogedora y entrañable, querida por unos y otros. Alguien al que, como he
dicho aquí, yo traté en la etapa inicial de alumno y profesor en San Sebastián, en la
intermedia de catedrático en Albacete, y en la postrera y final de catedrático y autoridad
universitaria en Elche. En esta última etapa, metidos ya en el siglo , hacíamos honor
al recíproco compromiso de la amistad (Amicus amico, decía Plauto) en unas curiosas
cenas que solo su enfermedad llegó a interrumpir. Cuando yo esporádicamente acudía
a mi pequeño refugio de Gandía, huyendo del tráfago de Madrid, solíamos reunirnos,
más o menos a medio camino con Alicante, en un acogedor restaurante de los alrede-
dores de Altea, entre rocas y árboles encima del mar. En las cenas en ese restaurante,
l’Olleta, recordábamos a las familias respectivas y a los amigos comunes (empezando
desde luego por los de San Sebastián), para pasar luego a las peripecias universitarias,
a la inevitable Historia del Derecho y a otro tema que sin duda resultará más extraño:
el atletismo, una afición que compartíamos –como espectadores, claro– y que nos llevó
incluso a hacer algún viaje juntos para asistir a eventos importantes.
Y tras lo lúdico, el trágico final: la enfermedad, en la que Ricardo estaba y no
estaba, y todo quedó reducido a algunas escapadas desde Madrid, coincidiendo a veces
con alguno de sus fieles amigos, como el profesor Juan Carlos Domínguez Nafría.
«Cuanto sé de mí», decía el poeta. Esto es sólo algo de cuanto sé y puedo decir aquí
de nuestro amigo Ricardo. Casi cincuenta años desde que le conocí en el otoño donos-
tiarra, sentado en los bancos de un aula, hasta que le despedí en un ataúd el 24 de marzo
al iniciarse la primavera levantina. Se fue y nos dejó con la tristeza de su ausencia, pero
también con la reconfortante presencia de su recuerdo y de su ejemplo. Y sobre todo
con el regalo de haber podido asistir, en este mundo tan acomodaticio y pragmático, a
una inolvidable lección de capacidad de sacrificio y de dignidad moral: la que ha dado
su esposa Tere, que en el larguísimo drama que durante años hemos vivido, no le dejó
nunca desde el principio hasta el fin.
J A E
Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Catedrático Emérito de Historia del Derecho y de las Instituciones UNED
«El último curriculum». Una reflexión sobre A. M. Hespanha
El pasado primero de julio, murió en Lisboa António Manuel Botelho Hespanha.
Dejó atrás una esposa, Graça, su compañera de vida; dos muy queridos hijos, Paula y
Joao Pedro; decenas de fieles discípulos y amigos; cientos de admiradores y lectores
adictos, y miles de alumnos y exalumnos agradecidos. Desde Lisboa a Macao, pasando
por las más importantes ciudades europeas, y de allí de vuelta a la capital lusitana,
haciendo escala en todas las Américas, las huellas que ha dejado A.M. Hespanha son
tan numerosas como profundas. O, dicho de otra forma, no me cabe la menor duda de
que si hubiese un Olimpo de intelectuales en el cual se reservara una plaza para los
historiadores de derecho, constituirían multitud los que desde todas las partes del globo
estarían dispuestos a avalar con su firma la candidatura de António Manuel Hespanha.
La presente reflexión contiene algún que otro dato y muchas valoraciones; tanto
unos como otras provienen de la lectura de ese «último curriculum» al que se refiere el
título. Se lo había demandado pocas semanas antes de su defunción, a los efectos de
formalizar la propuesta de su nombramiento como doctor honoris causa por la
Universidad Autónoma que el área de Historia del Derecho había votado por unanimi-
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