Conversaciones entre la psicología y la mediación

AutorFrancisco Corsón Pereira/Eva Gutiérrez Hernanz
Páginas85-143

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1. Apuntes previos desde la psicología

Si desde la Psicología, queremos bucear los puntos de encuentro y conexiones con la mediación, se pueden buscar respuestas en distintos ámbitos de intervención, como la terapia familiar o el trabajo en las organizaciones y el mundo laboral. Por otra parte, el interés de la Psicología por el conflicto se remonta al psicólogo social Kurt Lewin que, en 1930, ya comenzó a estudiar sobre este tema.

El psicólogo ante un proceso de mediación tiene que tener muy claro que no actúa como terapeuta (individual, grupal, familiar…), sino en su rol de mediador. Así, se impone “ampliar los sentidos”, actuando como psicólogo, pero yendo más allá, trascendiendo ese rol. Así, por ejemplo, en un proceso de divorcio se pasa por una etapa de la organización postdivorcio; y sería labor del psicólogo-mediador armar una reorganización junto a otros co-mediadores. En este caso, sin ser terapeutas familiares, es necesario entender ciertos fenómenos de orden familiar para poder detectar los problemas actuales y planificar una intervención efectiva.

Es importante explicar y diferenciar entre tres metodologías de intervención y acotar cada una de ellas, nos estamos refiriendo a la orientación familiar, la mediación y la terapia familiar. Para facilitar la tarea, se planteará un ejemplo para cada estos tipos de intervención:

Una cuestión que marca la diferencia entre la orientación, la mediación y la terapia, es lo que podríamos denominar como una cues-

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tión de grado o niveles, si bien cada una con objetivos diferentes. En un primer grado o nivel estaría la orientación, en uno segundo, la mediación (que muchas veces se sirve de la orientación familiar como herramienta de apoyo) y, en un tercer grado, la terapia que tiene sus propios objetivos al margen, pero puede también servir de apoyo a los procesos de mediación, en casos muy concretos, en los que hay presencia de trastorno mental o psicopatología en alguna de las personas intervinientes en el proceso.

Concretamente la orientación tiene connotaciones relacionadas con los procesos educativos e informativos. Son numerosos los servicios de orientación familiar, laboral, formativa… especializados, que tienen el objetivo principal de guiar o señalar las posibilidades, alternativas distintas con las que cuenta una persona a la hora de tomar alguna decisión de relevancia en su vida (por ejemplo, orientación escolar para decidir qué carrera universitaria estudiar, u orientación laboral para propiciar un cambio de sector profesional). La orientación familiar ayuda a “encontrar el camino” más adecuado en procesos o situaciones determinadas que afectan a la familia o para afrontar situaciones que acompañan determinadas etapas del ciclo evolutivo de la vida familiar que puedan constituir causa de conflicto o dificultad.

La orientación familiar es de índole básicamente preventiva e informativa; muchas veces es el primer paso que da una familia que se enfrenta a un conflicto y puede ser el paso previo a una terapia familiar, cuando la orientación es insuficiente o cuando la familia no es consciente de la gravedad del problema, cosa que suele ponerse en evidencia en las sesiones de orientación. La orientación familiar pretende capacitar a los distintos integrantes de la familia de las competencias necesarias para afrontar una situación deter-minada y contar con habilidades suficientes de cara al futuro; a la vez que se restaura el buen funcionamiento actual y las relaciones intrafamiliares.

La mediación familiar comparte con la orientación el no pretender la “curación”, si no que las partes implicadas se pongan de acuerdo en torno al tema del conflicto, de modo que el resultado sea una situación donde todos/as ganan, y no donde hay vencedores/

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as y vencidos/as. Una diferencia con la terapia y la orientación es que la persona mediadora no interviene, únicamente facilita el proceso y que se llegue a acuerdos por las partes, preparando el camino para ello, a través de la identificación de las necesidades de las mismas, conciliando ambas, de modo que todas sean tenidas en cuenta. Otra diferencia con la terapia es que la mediación no se recomienda en caso de trastorno mental, mientras que la terapia es recomendable precisamente en estos casos.

La terapia familiar explica el origen y desarrollo del trastorno mental de uno de los miembros de la familia en base al contexto familiar y las relaciones que se establecen en su seno, la interacción del sistema familiar y los subsistemas que lo conforman. La terapia familiar se utiliza cuando existe un problema familiar grave, habitualmente identificado en una de las personas que pertenecen a la familia, denominado paciente, aunque en su resolución deben implicarse todas las partes, ya que todos y todas forman parte de la solución. En este caso si se busca la “curación”, la resolución del conflicto familiar, a pesar de que el causante sea la persona identificada como paciente.

Desde la orientación se proporcionan pautas, patrones, normas o modelos que sirvan para mejorar el funcionamiento y relaciones familiares. Desde la mediación se busca la participación conjunta, en igualdad de condiciones, de las partes para la resolución del conflicto que se lleva a la mediación. Y desde la terapia se pretende claramente la resolución de un problema grave, que afecta a todo el núcleo familiar, y provoca relaciones intrafamiliares claramente disfuncionales.

A veces la terapia resulta en la toma de decisión de la separación de la familia, entonces puede entrar en escena la mediación familiar, para que se realice de la manera menos traumática posible para todos/as y donde se maximicen los beneficios para todos/as. A la vez que la terapia puede continuar paralelamente y se realiza alguna orientación en lo relativo a las reacciones que pueden darse en cada uno de sus miembros (especialmente hijos e hijas), situaciones que puedan vivirse, etc.

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Pero, además, una forma de empezar a pensar en las aportaciones de la Psicología a la Mediación es la de preguntarnos acerca de algunas diferencias entre la mediación y la terapia (especialmente, la terapia familiar):

- La mediación es una actividad con un objetivo definido, con tareas claras y precisas a cumplir, con tiempos más o menos cerrados para trabajar. Al igual que la terapia familiar precisa de capacidad de escucha, reconocimiento de que existen conflictos, manejar las emociones que puedan aparecer durante el proceso de mediación; pero la diferencia principal es que el acento lo ponemos en la resolución y administración del conflicto.

- La terapia familiar busca una mayor diferenciación entre los miembros, reducir la angustia, aumentar la comunicación. Trata de solventar conflictos interpersonales para que, a su vez, disminuyan los conflictos intrapsíquicos de las personas implicadas. Aborda crisis de mayor duración, con una resistencia mayor por parte de la familia.

Pero, al igual que existen diferencias entre terapia familiar y mediación, también comparten ciertos aspectos y visiones. Así, en terapia familiar es fundamental prestar atención e identificar el momento del ciclo evolutivo vital en el que se encuentra la familia o el conflicto que les lleva a iniciar un proceso terapéutico; y para la persona mediadora una actitud destacable es su sensibilidad hacia el momento evolutivo del conflicto. Hay un reconocimiento del lugar actual en que se encuentran, ofreciendo posibilidades de avance acordes al momento en cuestión. El hecho de contextualizar temporalmente el desacuerdo conlleva intervenciones orientadas a inducir la percepción de que el conflicto no siempre fue así, y tampoco lo será en el futuro; así como que las decisiones que se tomen en el momento actual, es posible que no tengan sentido más adelante.

Otra similitud la encontramos entre el reencuadre que se realiza en mediación y la redefinición del síntoma y del paciente identificado que se realiza en terapia familiar. En este segundo caso, cuando una familia acude a terapia llega con una idea, más o menos

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clara, de lo que les ocurre, y generalmente su origen o causa se sitúa en un miembro de la familia, que se denomina paciente identificado; siendo labor del terapeuta conseguir que la familia redefina su problema de forma que implique a todo el sistema familiar y no se sitúe únicamente en la figura del paciente identificado. Igualmente, el reencuadre es una técnica que se utiliza en mediación, en los momentos iniciales, para transformar las pautas de confrontamiento en otras más cooperativas. Es decir, se trata de cambiar el marco conceptual o emocional de partida, en el que se experimenta una situación, y situarla dentro de otro que aborde esa misma situación bien o mejor, con la finalidad de cambiar totalmente el sentido. Conectar y connotar positivamente es una forma de reencuadrar y cambiar los significados. Por ejemplo, cuando las personas viven y vienen dispuestas para la competición y la descalificación, pueden sorprenderse (gratamente) y reconducirse hacia ese nuevo contexto si el mediador puede reconocer algunos aspectos positivos que, seguramente, poseen. En definitiva, tanto en terapia familiar como mediación, no se trata tanto de resaltar los valores individuales, como de los valores del grupo o de la familia, identificar los elementos comunes que puedan rescatarse y...

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