Resumen del ciclo de conferencias 'Viure bé sense fer malbé'. Ética y ecología en el Ateneu Barcelonés (septiembre 2008)

AutorRamon Alcoberro i Pericay
CargoProfesor Asociado de Ética en la Universitat de Girona.
Páginas19-23

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La conciencia ecológica, según decía el clásico Hans Jonas, no pude avanzar si no es por medio de la pedagogía del desastre. Esa es la tragedia y también la esperanza del ecologismo político. En la medida que el progreso se ha convertido en religión civil, la conciencia ecológica ha quedado reducida a profecía del desastre. Resulta triste que los ciudadanos sólo estén dispuestos a cambiar de hábitos cuando ya no queda nada que hacer siguiendo los paradigmas anticuados. Paradigmas que, por lo demás y en privado, todos sabemos que ya no son útiles. En este sentido, para el desarrollo de una conciencia ecológica, la sequía que asoló Catalunya -y muy especialmente Barcelona, durante los últimos meses del 2007 y los primeros (hasta mayo) del 2008- hubiera podido ser una tragedia, muy fácil de explotar políticamente y con consecuencias imprevisibles para el mapa político español. Por primera vez en toda su historia, Barcelona se vio obligada a recibir agua en barcos y la humillación política que eso significa pesa y pesará en el ánimo colectivo. Pero lo bueno de lo malo es que la sequía y la actitud cicatera del gobierno central ante este tema han permitido situar el debate político y ecológico a un nivel que no había adquirido jamás, por muy buena voluntad que los activistas verdes pusieran en el debate1.

El ciclo ‘Viure bé sense fer malbè’ [Vivir bien sin malgastar’], coordinado por Marta Tafalla y Pep Puig (ambos profesores en la Universidad Autónoma de Barcelona) que se ha desarrollado, con gran éxito, en el Ateneu Barcelonés a lo largo de la semana del 15 al 19 de septiembre del 2008, es un síntoma de ese cambio de mentalidad forzado por la pedagogía del desastre. Tal vez, como comentaban los asiduos del lugar, hubiese sido muy difícil llenar la sala del Ateneu en un mes inhábil desde el punto de vista académico sin el eco de la crisis del agua. Pero el caso es que, con contradicciones, con altibajos y con pequeñas miserias, va creciendo la conciencia de la necesidad de cambios estructurales.

El ciclo no deja de ser un síntoma más en un proceso tal vez muy largo. Como decía el bloc de la sección de filosofía del Ateneu: ‘Saber on som i conèixer els criteris ètics que vinculen la ciència i la tecnologia amb la ciutadania responsable és imprescindible si necessitem canviar les actituds tòpiques del nostre entorn. En aquest àmbit, el paper de la (molta) gent que arrosseguen els actes de l’Ateneu pot ser un petit gra de sorra del canvi global.’ Es decir: ‘Saber dónde estamos y conocer los criterios éticos que vinculan la ciencia y la tecnología con la ciudadanía responsable es imprescindible si necesitamos cambiar las actitudes tópicas de nuestro entorno. En este ámbito, el papel de la (mucha) gente que arrastran los actos del Ateneu puede ser un pequeño grano de arena del cambio global’2.

Participaron, en la semana dedicada a los problemas de ética y ecología, los profesores universitarios: Ramon Alcoberro (UOC, UdG), Jordi Pigem (UB), Pep Puig (UAB), Marta Tafalla (UAB), Montse Escartín (UdG); el coordinador de temas de ecología en La Vanguardia, Antonio Cerillo, el periodista ecologista y fundador de la pionera revista Userda3, Santi Vilanova; y Quim Corominas, consultor ambiental y, fundador de Ecotecnia y Ecofys.

El lunes 15 de setiembre, Ramon Alcoberro y Jordi Pigem participaron en la primera mesa redonda del ciclo4. Alcoberro resumió las aportaciones de tres clásicos del pensamiento ecológico: Aldo Leopold, Hans Jonas y Jacques Ellul. En su opinión, la dificultad del ecologismo estriba en que obliga a cambiar algunas rutinas de pensamiento muy establecidas. "¿Pensar en red" o, por

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decirlo con Leopold, "pensar como una montaña" exige un ejercicio de humildad para el que los humanos, por efecto de una cultura antropocentrista, no parecen especialmente predispuestos. Sin embargo, consideró que el pensamiento en red viene exigido, paradójicamente, por la misma fuerza de la tecnociencia. Internet casi nos obliga a introducir la idea de ‘red’ en la vida cotidiana y nos obliga por fuerza a un ejercicio de humildad conceptual. La idea que, en la montaña, tan necesaria es la nube como la piedra, el cazador como el lobo y que esa totalidad se autorregula, obliga, además, a conceder un lugar especialmente significativo a la piedad cósmica, a los sentimientos, etc.

Resumió también la idea de ‘responsabilidad’ de Jonas y remarcó la significación de un dato importante en la ética ambiental. El hecho de conceder un derecho moral a quienes todavía no han nacido (e incluso a quienes ni siquiera sabemos si llegarán a nacer)...

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