La condición transmoderna y la ecología humana

AutorJüri Talvet
CargoTartü University
Páginas133-149
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La condición transmoderna y la ecología humana
JÜRI TALVET
TARTÜ UNIVERSITY
Introducción
La corriente principal de la filosofía occidental, tal como la conocemos a princi-
pios del sigl o XXI, ha sido fiel a la estela dejada por Aristóteles y luego, después de
largos siglos, por el filósofo post-renacentista francés, René Descartes, quien pos-
tulaba la superioridad del mundo de las ideas y de la razón sobre la naturaleza y
los sentidos e insistía en que el hombre existía primordialmente a partir de su
capacidad de pensar. Con diferentes matices, ésa es la misma conclusión de algu-
nos pensadores influyentes franceses de finales del siglo XX, como Jacques Derri-
da y Michael Foucault, quienes inspiraron a toda una generación de entusiasma-
dos seguidores, los llamados postmodernistas.
No obstante, mientras avanza la segunda década de los años del siglo XXI,
surgen serias dudas sobre si sus ambiciones de establecer una era sempiterna de
ideas totalmente liberalizadas, sin núcleo moral alguno, puede satisfacer las nece-
sidades espirituales de las generaciones más jóvenes, de los nacidos en los 1980 y
más tarde. La misma introducción del prefijo «post-», en el aparente intento de
determinar una especie de superioridad con respecto a las épocas precedentes,
así como a la cultura y la creación de éstas, empieza a parecer sospechosa. Incluso
si pudiera satisfacer a los «centros» occidentales —lo que está lejos de ser cierto—,
¿respondería a los retos de las «periferias» y los «bordes» no-occidentales del
mundo donde habita la mayor parte de la población del globo?
El tiempo continúa su flujo, aniquilando todos los «post» y revelando al mun-
do vivo nuevos comienzos, jóvenes amores y esperanzas renovadas. Lo innom-
brable y lo indefinido abolen todos los nombres y definiciones, aun los forjados
por las más astutas mentes humanas. Algunos de los pensadores postmodernis-
tas en parte disidentes se han distanciado de los presupuestos inciales, es el caso
de la filósofa española Rosa María R odríguez Magd a,1 quien ha estado abogando
desde finales de los 1980 por los términos de «transmodernidad» y «transmoder-
no», en un esfuerzo de superar los gérmenes y las tendencias nihilistas en la filo-
sofía postmoderna.
1. Véanse los libros de Rosa María Rodríguez Magda, La sonrisa de Saturno. Hacia una teoría transmoderna,
Barcelona: Anthropos Editorial, 1989; Trans mo de rn id ad, Barcelona: Anthropos Editorial, 2004.
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La aplicación de cualquier término sólo puede ser tentativa y provisional. Es
muy posible que la noción de la misma «modernidad» se halle exhausta. El mun-
do en su inmensa diversidad puede necesitar otro emblema diferente que se adapte
mejor que el «modernismo» a su necesidad de supervivencia.
En lo que sigue intentaré desarrollar algunas de mis ideas manifestadas en
mi libro A Call for Cultural Symbiosis (trad. H. L. Hix, Toronto: Guernica, 2005)2
y en mi (todavía inédito) ensayo Ten Letters to Montaig ne. «Self» and «Other ». Ten -
drá en su enfoque la necesidad de una coexistencia simbiótica, de la que la con-
dición principal es la busca de una nueva ecología cultural y humana para el
mundo. Según mi convicción, la mujer histórica va a desempeñar en esto un
papel fundamental.
Un breve trasfondo
Sobre todo durante la segunda mitad del siglo XIX, la ciencia en los países occi-
dentales realizó un «salto» potente. Las estructuras político-económicas en-
contraron en ella una aliada mucho más poderosa que había sido la iglesia en
los siglos precedentes. La ciencia, basada en la razón / el intelecto, empezaba a
ahuyentar a la religión y la iglesia. Fue algo nuevo, y trajo consigo numerosas
innovaciones técnicas. Emergieron fenómenos totalmente nuevos en la vida
social y la cultura. La iglesia había recordado a la gente el fin del mundo, pero la
ciencia, al contrario, creó la magnífica ilusión del progreso, una visión del futu-
ro como una nueva eternidad terrenal, en lugar de la vida celestial de ultratum-
ba para los virtuosos y los buenos, la única perspectiva positiva que podía ofre-
cer la iglesia.
No entraré en los detalles de estas innovaciones. Aun si quisiera explicarlas,
no podría, porque mis conocimientos y mi educación aparecerían insuficientes.
La misma electricidad, sin la cual apenas imaginamos nuestra vida a partir de
principios de l siglo XX, sigue siendo para mí un misterio, y mucho más el funcio-
namiento de los ordenadores. Después del último cambio del siglo éstos han
ofrecido a la humanidad la ilusión de poder nutrirse espiritualmente de las com-
binaciones aparentemente ilimitadas de unas ilusiones virtuales más pequeñas.
La gran frase de José Ortega y Gasset, «se vive con la técnica, pero no de la
técnica» (en La rebelión de las masas, 1930), pareció perder su validez. Los que
inventan, manejan y venden ordenadores, aseguran seriamente y de buena fe
que una moralidad completamente autosuficiente ha sido creada por el mundo
virtual cibernético.
2. El mismo libro se ha traducido al español y al catalán, véanse respectivamente: Un enfo que simb iótico de
la cultura postmoderna. Trad. Sonia Bravo Utrera. Granada: Comares, 2009; y Una cr ida d e la simbi osi
cultural. Trad. Josep Carles Laínez. Valencia: Institució Alfons el Magnànim, 2009.
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