Coeducación, empoderamiento y gestión de la diversidad para la conciliación de la vida privada y laboral.

AutorMaite Sarrió Catalá
Cargo del AutorDoctora en Psicología. Directora de Infinita. Consultora de Género y Diversidad
Páginas39-61

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"La perspectiva de la mujer, con su valoración del tiempo reproductivo, es una perspectiva tan universalizable como la del varón, con su valoración exclusiva del mundo productivo. Pretender que aquélla llegue a ser tan universal como ésta no es si no pedir que las dos perspectivas las haga suyas el mismo individuo, que no sean prueba de una división de género, sino exhibición de un modo más rico en posibilidades".

Victoria Camps (1998, pp. 36).

Soy ella.

Soy él.

Soy feliz.

Victor M. Doval (Cabanyal, 2008).

1. Introducción

Es evidente que algo falla en esta sociedad supuestamente "desarrollada" e igualitaria donde los derechos humanos son un elemento respaldado a nivel formal, pero en la que el respeto y el cuidado del bienestar de la ciudadanía no es una realidad. En un sistema laboral donde priman los valores asociados a la masculinidad y donde se plantea, por ejemplo, el aumento de la jornada laboral1, es difícil tratar de aplicar medidas de conciliación para mejorar la calidad de vida de las personas. La igualdad de oportunidades es uno de los principios fundamentales de las democracias actuales, y las distintas legislaciones contemplan la no discriminación por razones de sexo. Sin embargo, la violencia estructural de género y sus manifestaciones directas o indirectas siguen existiendo tanto el ámbito laboral como en el privado. La paulatina incorporación de las mujeres a la población activa, registrada en los países

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desarrollados desde la segunda mitad del siglo XX, ha mantenido la estructura jerárquica y segregada tanto a nivel vertical como horizontal característica de las relaciones de género de la sociedad patriarcal. Las instituciones y organizaciones laborales reflejan la ética hegemónica de manera implícita. Son claramente ámbitos de dominio masculino, en los que las mujeres y la feminidad carecen de poder y representatividad.

Cualquier aproximación que intente explicar el desigual lugar ocupado por las mujeres en el mundo laboral debe analizar, desde la perspectiva de género, la interrelación entre las dos esferas a las que diferencialmente se ha relegado a hombres y mujeres: la esfera de la producción (pública) y la esfera de la reproducción (privada/doméstica). La división del trabajo no se basa ni en las potencialidades individuales ni tampoco en la libre voluntad de las personas, sino en los estereotipos y roles de género en base a los cuales se construye la identidad de hombres y mujeres. Por ello, Es necesario entender los modos en que el sistema capitalista, el mercado laboral y la organización familiar se interrelacionan, así como el papel de los valores sociales en el mantenimiento de esas relaciones. La mayoría de estudios concluyen que la interacción entre la actual cultura organizacional -cultura del ‘macho’ hombre blanco- y la asunción por parte de las mujeres de las responsabilidades familiares son los principales factores de la discriminación y segregación laboral. Los análisis de género han evidenciado las dificultades de las mujeres en una cultura de trabajo masculina, así como la necesidad de reflexionar sobre una cultura de trabajo donde la feminidad sea introducida para lograr un cambio de paradigma socioeconómico que potencie el bienestar y la calidad de vida de mujeres y hombres, así como el progreso económico y social (Sarrió, 2004).

En esta sociedad globalizada donde el entorno socioeconómico demanda nuevas competencias y estilos de gestión, cada vez es mayor el reconocimiento de la aportación que la feminidad y las mujeres pueden ofrecer a la sociedad en general y a las organizaciones en particular, sobre todo en relación a la ética del cuidado y las cualidades ‘transformacionales’ (horizontalidad, flexibilidad, empatía, adaptación al cambio, atención a las personas, etc). Por otro lado, los perfiles de la mayoría de profesiones presentan una gran diversidad de género. La separación que se hace de actividades y profesiones en función del sexo no tiene razón de ser, ni siquiera siguiendo los preceptos de los estereotipos de género. Todas las profesiones presentan un perfil de competencias en el que los rasgos masculinos y femeninos se mezclan. A pesar de ello, todavía existen grandes resistencias sociales y organizacionales para romper la segregación basada en roles complementarios y lograr la diversidad tanto en el espacio público como en el privado.

En último término, los motivos de la desigualdad y la infelicidad característica de la sociedad contemporánea hemos de buscarlos en el interior de

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mujeres y hombres. El mundo es producto de nuestra manera de pensar y, desgraciadamente, nuestras creencias continúan creando una realidad marcada por el género. Los prejuicios sociales, entre ellos el sexismo, siguen formando parte de la subjetividad individual e imaginario colectivo, creando una realidad discriminadora y segregada, unas relaciones entre mujeres y hombres no igualitarias y un entorno laboral que no facilita el equilibrio y la diversidad de género. A pesar de que las mujeres han impulsado una revolución respecto a roles y estereotipos o tipos de familia y relaciones, continúan utilizándose modelos generizados tradicionales para la construcción de la identidad, existiendo en este momento la convivencia de modelos que se extienden desde el más típicamente patriarcal con los más democráticos y realmente equitativos. Por ello, sexismo y el androcentrismo sigue perpetuándose mediante los mecanismos de socialización, en virtud de los cuales las personas asumimos la cultura hegemónica y la reproducimos tanto en la vida privada como en la pública.

Numerosas estrategias como las acciones positivas o el mainstreaming de género se están aplicando desde hace décadas para eliminar las barreras (internas y externas) que impiden a las mujeres convertirse en ciudadanas en igualdad de condiciones. La Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva entre Mujeres y Hombres, la Ley de Dependencia y muchas otras medidas legislativas se están aplicando en nuestro país desde el enfoque integrado de género. Aunque no cabe duda de su necesidad y efectividad a efectos de lograr la igualdad formal, la evaluación del impacto de género de las políticas públicas podría ser más satisfactoria. Las políticas y las leyes son un factor de presión importante, pero difícilmente podrán tener el éxito deseado si no se acompañan de un cambio en la subjetividad de mujeres y hombres. La ética del cuidado femenina se contrapone a la ética de la separación y el individualismo masculino en base a la complementariedad de género. Es necesario que ambas posturas se reencuentren en cada persona para crear un Yo completo capaz de armonizar ambos espacios en su propia vida y lograr la creación de unas organizaciones que contemplen la igualdad y el bienestar de sus integrantes.

Por otro lado, es necesario lograr que las organizaciones consideren los beneficios de la adopción de políticas de igualdad, más allá del cumplimiento legal. La gestión de la diversidad, que comparte principios similares al mainstreaming de género, es una estrategia organizacional con argumentos empresariales muy convincentes que puede ayudar a que el rechazo de las políticas de igualdad desaparezca. Gestionar la diversidad y atender las necesidades de trabajadores y trabajadoras es hoy un imperativo de eficiencia y calidad y no sólo una obligación ética.

En este capítulo se ofrece una reflexión sobre los factores que todavía entorpecen el logro de la igualdad de oportunidades y trato de mujeres y hombres,

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y el éxito fáctico de las políticas de igualdad, en concreto de las medidas de conciliación, para después proponer la coeducación y el empoderamiento, así como la gestión de la diversidad como estrategias que, a largo plazo la primera y a corto y medio plazo las otras, lograrían promover una sociedad libre del sexismo y otros prejuicios, diversa e igualitaria.

2. Conciliación de la vida privada y laboral

La separación entre público/privado vs. Producción/reproducción es un esquema que continúa vigente en el imaginario cultural y el sistema socioeconómico provocando la desfragmentación de la vida de las personas2

y grandes conflictos personales e intrafamiliares que ya se están dejando sentir a nivel social (baja natalidad, desestructuración familiar, problemas de atención a personas dependientes, altos niveles de estrés y otras enfermedades físicas y psicológicas, insatisfacción, desmotivación, absentismo laboral, etc). El esquema productivo/reproductivo, asociado respectivamente a hombres y mujeres, en la actualidad resulta obsoleto y caduco dada la masiva incorporación de las mujeres al mercado laboral. A pesar de ello, esta división de roles de género sigue repitiéndose, aunque en algunos casos no sea de forma tan rígida. Ahora, el orden social incluso se ha complicado puesto que muchas mujeres dividen su dedicación laboral repartiendo tiempo y esfuerzo entre ambos espacios y roles sin que todavía se haya conseguido un reparto igualitario de las tareas domésticas.

Antes de la revolución industrial el espacio de trabajo estaba unido a la diná-mica doméstica y reproductiva. Familias extensas trabajaban en el campo, pequeños talleres o comercios facilitándose así el cuidado de personas dependientes y la realización de las tareas domésticas. Con el advenimiento de la industrialización, las tareas reproductivas se alejaron de los espacios de trabajo hasta tal punto que, actualmente, asistir al trabajo con un hijo/a e incluso a muchos...

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