Ciencia y socialismo: Hacia la institucionalización de la educación

AutorJosé Martínez de Pisón

Ciencia y educación

La Ilustración fue un período de gestación y fermento de ideas sobre la sociedad y, entre ellas, sobre la educación y su utilidad para el progreso moral de la humanidad. Rousseau aporta la primera teoría global sobre el puesto de la educación en la consecución de una utopía social y política en la que desgrana su utilidad para la renovación de una naturaleza humana “no natural”, pervertida por el influjo nocivo de lo artificial. La Revolución francesa y los revolucionarios jacobinos, conscientes de la importancia de la educación para el futuro de la nueva sociedad, dan los primeros pasos en su reconocimiento jurídico. Puede decirse que se recoge ya como un derecho fundamental adelantándose así a los tiempos en que se consolidará como un derecho social. El siglo XIX recoge este legado y la amplifica. Desde entonces, se suceden teorías, algunas herederas de la teoría de Rousseau, otras inspiradas en nuevas doctrinas; se materializan proyectos, con más o menos éxito. Desde luego, se es consciente de la importancia de la educación para el desarrollo y progreso de las sociedades.

Por razones obvias, no es éste el lugar para describir una historia de la teoría de la educación desde entonces. Por otra parte, un relato de propuestas y novedades de sobras ha sido hecho por autores de prestigio. Aquí, sólo interesa algunas referencias que engarcen el desarrollo teórico de la educación y de la pedagogía con su reivindicación como derecho y, por lo tanto, con el proceso de su positivación. Basta con señalar las líneas maestras de este desarrollo:

  1. Los estudios sobre la educación, a partir de primeros del siglo XIX, no se sustrajeron, como sucedió en otras ramas del saber, a la propagación de la filosofía positiva y al éxito de la ciencia moderna en el conocimiento del mundo. También la educación se quiere convertir en ciencia. Y para ello la mejor estrategia es la incorporación a los estudios sobre educación de los mismo métodos de conocimiento. Así, se observa una tendencia a superar la fase de una teoría basada en la observación personal del investigador para buscar una teoría más empírica, cuyas reflexiones y conclusiones sean objetivas e imparciales. “Los últimos años del siglo XIX se caracterizan por el afán experimental, y llevar todo el contenido de las ciencias a los laboratorios con el fin de conseguir una rigurosidad y exactitud en todos los principios generales. Ya no es suficiente la observación mediante la que se puede encuadrar el comportamiento de la persona. Se requiere un nuevo paso metodológico: en esto consiste precisamente el método experimental” (Sarramona 1989, 353)5.

  2. Como consecuencia de esta tendencia a la construcción científica de la educación y a la aplicación del método experimental, se produce también un proceso de especialización o parcelación del nuevo saber. Se construyen las teorías sobre la educación desde diferentes ópticas, trasladando esquemas de otros ámbitos del conocimiento, con lo que la perspectiva y las propuestas varían sustancialmente. De esta manera, la pedagogía científica elabora nuevos modelos educativos desde una visión sociológica (E. Durkheim), biológica o psicológica. Entonces, la función de la educación varía de una propuesta a otra. Para Durkheim, “el hombre que la educación debe realizar en nosotros no es el hombre como lo ha hecho la naturaleza sino como la sociedad quiere que sea”. Postura radicalmente contraria a la apuesta de Rousseau de utilizar a la educación para orientar a la naturaleza del ser humano de acuerdo con la voz de la razón. Por el contrario, Durkheim resalta el papel de la educación en los procesos de socialización, en la normalización de individuo para la sociedad, y en esta alternativa, más colectivista, más social, el sujeto pierde su individualidad que se ve condicionada con una educación para la sociedad. Lo mismo puede decirse de otras perspectivas: si la visión sociológica se fija en la educación como proceso de socialización, la lectura biológica insiste en los procesos de adaptación que se producen en la educación y enfoque psicológico, siguiendo a Rousseau y sus discípulos, estudia la educación en relación con las fases de desarrollo del niño y los cambios que se producen en cada una de ellas.

  3. Desde primeros del siglo XIX, no sólo surgen movimientos educativos de uno otro signo, sino que también emerge una tendencia a institucionalizar la educación. Se dan así los pasos en el camino de institucionalización de la educación, en la vertebración de un sistema nacional. Se considera la educación como de interés público. Y este proceso afecta a todos los niveles de enseñanza, desde la primaria hasta la Universidad. Lo hacen los revolucionarios franceses, como hemos visto, pero la misma tendencia tiene lugar en Estados Unidos y en Prusia-Alemania. Primeramente, la intervención de los gobiernos se reducirá al ámbito legislativo a través del establecimiento del marco legal en el que debe realizarse la actividad educativa, pero, con el tiempo, su participación crecerá hasta el establecimiento de sistemas nacionales y públicos de enseñanza para todos en condiciones de gratuidad e igualdad. Puede citarse como ejemplo de este avance la promulgación en 1852 de un ley en el estado de Massachussets por la que obligaba a todos los niños con edad comprendida entre los ocho y catorce años asistir a la escuela pública al menos doce semanas al año.

    No obstante, a pesar de que cundió el ejemplo legislativo de este estado, aún paso un tiempo hasta que se pusiese realmente en práctica la educación obligatoria.

  4. También, desde el inicio del siglo XIX, se producen numerosas propuestas educativas que tienen una orientación práctica. Con más o menos éxito, e inspirados en ideales filantrópicos, se suceden intentos particulares de materialización de proyectos de centros educativos. Su éxito o fracaso dependerá muchas veces de un cierto voluntarismo, del apoyo o ayuda del gobernante de turno, de la continuidad de medios financieros o del altruismo de los ideales filantrópicos, pero lo cierto es que muchos de ellos se verán abocados al cierre. Entre estas iniciativas se pueden contar desde los proyectos prácticos de Pestalozzi en Yverdon y de Herbart, o de F. Froebel en Willisau, Burgdorf, Blakunburg, etc., las escuelas de instrucción mutua de J. Lancaster, hasta las empresas impulsadas por el socialismo utópico, de Humboldt, etc. Y más recientemente la experiencia y la obra de Maria Montessori como reformadora pedagógica.

  5. Por supuesto, la teoría de la educación pasa una época en la que proliferan nuevas y divergentes visiones y propuestas de modelos educativos, e incluso contrapropuestas. En la medida en que la pedagogía busca constituirse en ciencia autónoma, un bloque de estas propuestas se centran en analizar la educación por o desde la educación; otro lo hace desde una perspectiva más global en el que sigue engarzando el modelo educativo con un concepción de la sociedad, de la política del Estado. En este sentido, no se puede perder de vista el surgimiento de una teoría sobre la educación desde las filas del pensamiento socialista. El socialismo, las diferentes opciones dentro de esta corriente de pensamiento político, aunque, en principio, centrada en el análisis de la sociedad, de la economía y en el papel del Estado, también se preocuparán por situar a la educación en el conjunto de su teoría. Algunas de estas opciones, y no precisamente las ligadas a Marx y Engels, como veremos más adelante, son claves para entender la evolución de la educación como derecho y para justificar y materializar el proyecto de un sistema nacional de educación.

    Durante el siglo XIX, hubo pues varias propuestas que proclamaban la exigencia y la reforma educativa desde una óptica más global insertando su concepción sobre la educación en un proyecto de transformación social. Dada la orientación de este trabajo, son estas propuestas las que realmente interesan, como un capítulo en la marcha hacia el reconocimiento de la educación como derecho. Entre el elenco de alternativas me interesa tratar aunque sea brevemente el proyecto utilitarista, las ideas pedagógicas del socialismo utópico y de los fabianos y las tensiones dentro de las corrientes socialistas.

    El utilitarismo pedagógico

    La teoría utilitarista fue desarrollada por J. Bentham (1748-1832) y llevada a la práctica por él mismo con la ayuda de su amigo J. Mill a través de la Sociedad Benthamita de Londres. El utilitarismo es ante todo una teoría moral elaborada por J. Bentham, en Introducción a los principios de la moral y la legislación (1789), que comprende un amplio proyecto de reforma política y social. El objetivo de la reforma abarca desde el sistema carcelario, el tratamiento a los niños y a los pobres hasta la estructura política inglesa. De hecho, tras la formulación de los principios utilitaristas básicos, Bentham desplegó una energía y buenas dosis de actividad con el objetivo de materializar estos proyectos reformistas. La educación tuvo una posición central en sus proyectos y en su actividad. Merece la pena prestar un poco de atención no sólo por el interés de sus aportaciones teóricas y prácticas a la reflexión sobre la educación, sino también porque puede afirmarse que el utilitarismo ha servido de justificación de importantes medidas políticas y en la transformación del Estado y sus instituciones hacia una función más social.

    En realidad, el objetivo principal del utilitarismo de Bentham es todavía un objetivo ilustrado que entronca con la tradición filosófica empirista, entre otros, siguiendo a D. Hume: la de elaborar una ciencia del hombre acorde con los principios de la ciencia de I. Newton. La observación de la naturaleza humana le llevó a la conclusión de que Hume tenía razón cuando señalaba que el principio del placer y del dolor es la guía de las acciones de la gente y el principio rector de la naturaleza humana. Nuestros juicios y nuestras acciones están...

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