La capacidad de predicción

AutorAntonio Torrero Mañas
Páginas65-119
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En la crisis financiera de 2007-2008, la crítica más directa y con
aceptación generalizada es que los economistas somos incapaces de
predecir desastres de esa magnitud. Es conocido el asombro de la reina
de Inglaterra ante la ineptitud de los economistas, siendo tan numero-
sos, para preverla. Naturalmente, muchos economistas habían denun-
ciado desequilibrios importantes en variables significativas: volumen
de crédito, cotizaciones de Bolsa, valoraciones inmobiliarias, etcétera.
Lo que nadie advirtió fueron las consecuencias catastróficas de
unas finanzas en constante crecimiento, con instituciones financieras
globales, operando a nivel internacional. La interconexión y la com-
plejidad fueron determinantes para el contagio y la gravedad de la
crisis.
Sobre este particular hay opiniones completamente distintas de la
que sostengo. Por ejemplo, hudson (2016: 259) cree que «todo el
mundo, a excepción de los economistas, lo vio venir». El capítulo 12
del libro lo titula: «Los banqueros la vieron venir [la crisis], pero los
economistas apartaron la mirada». Las justificaciones de que nadie la
pronosticó eran, según este autor, justificaciones para la galería. «Los
banqueros y los gestores de fondos de cobertura sabían muy bien la
que se venía encima, y tuvieron la prevención de poner en marcha
una estrategia política para que el Gobierno ayudara económicamente
cuando golpeara el crack».
Lo que intentaré abordar es una cuestión muy delicada y en la que
el campo de opinión es extraordinariamente amplio. Aunque me re-
feriré a la capacidad de predicción en economía, deseo dejar claro que
mi interés se concentra en las grandes perturbaciones de carácter finan-
ciero, y de forma muy especial en la crisis que se inicia en 2007-2008.
Dejo a un lado, por tanto, la capacidad de pronosticar la evolución
de variables concretas, en particular en el corto plazo, tales como la va-
riación del PIB, de los tipos de interés, de cambio, del empleo o de las
tasas de inflación. Si hago referencia a alguna de ellas en la exposición
es con objeto de apoyar la argumentación sobre el tema principal.
LA CAPACIDAD DE PREDICCIÓN
66 Antonio Torrero Mañas
1. TENDENCIA Y PREDICCIÓN. EL PASADO COMO
REFERENCIA
Ante el desconocimiento del futuro, la pr imera reacción es suponer
que puede ser una continuidad del pasado, o que los datos pretéritos
dan pistas para fundamentar el porvenir. Knight, el gran economista de
Chicago, expone la cuestión de manera magistral:
«Vivimos en un mundo lleno de contradicción y paradoja, un he-
cho del cual el mejor ejemplo es este: que la existencia de un problema
de conocimiento depende de que el futuro difiera del pasado, mientras
que la posibilidad de solucionar el problema depende de que el futuro
se parezca al pasado» (kniGhT, 1921: 313).
Para que pueda apreciarse la complejidad que enlaza presente y
futuro de las decisiones que tomamos, no me resisto a citar de nuevo a
kniGhT (1921: 201-202):
«La forma universal de conducta consciente es, por tanto, la acción
concebida al cambio de una situación futura inferida de la presente.
Esto implica percepción y, además, una doble inferencia. Debemos in-
ferir cuál habría sido la situación futura sin nuestra interferencia, y que
cambio producirá nuestra acción. Afortunada o desafortunadamente,
ninguno de estos procesos es infalible o, sin duda, siempre seguro y
completo. No percibimos el presente tal y como es en su totalidad, y
tampoco inferimos el futuro desde el presente con cualquier alto grado
de dependencia, ni estamos seguros de las consecuencias de nuestras
acciones. Además, hay una cuarta fuente de error a tener en cuenta,
porque no ejecutamos la acción en la forma precisa que es imaginada
y deseada. La presencia de error en estos procesos es quizá una fase del
misterio fundamental que los envuelven en sí mismos».
Permítaseme que aluda como referencia a lo que sucede en el aná-
lisis financiero. Existen, en este campo, dos grandes métodos: el análisis
fundamental y el técnico. El primero se basa en el estudio de los datos
microeconómicos: situación y perspectivas de la empresa, capacidad de
los gestores, análisis de los estados contables, situación comparada con
otras firmas del sector, etc.; también considera las variables macroeco-
nómicas susceptibles de afectar a los resultados de la empresa y a su
cotización en el mercado: tipos de interés y de cambio, expectativa de
crecimiento económico, etcétera.
La segunda aproximación es el análisis técnico: la infor mación re-
levante es la cotización y el volumen de contratación. Se cree que en
4. La capacidad de predicción 67
los datos del pasado existen pautas que el experto puede detectar y que
ayudan a predecir el futuro de las valoraciones.
Cuando se plantea la necesidad de imaginar cual puede ser el com-
portamiento futuro de la economía en conjunto o de alguna varia-
ble significativa, un pr imer paso es suponer que el porvenir puede ser
una prolongación del pasado. De nuevo aparece el tiempo. Pronosticar
que mañana sea parecido a hoy tiene una alta probabilidad de acierto;
aplicar el plazo de atención a un mes, a un año o más allá reducen la
probabilidad de acierto en el pronóstico.
Recurriré de nuevo a shackle (1966: 290):
«¿Por qué los hombres de negocios colocan su horizonte a solo dos
o tres años hacia adelante e ignoran deliberadamente que su equipo
propuesto puede aún, en los años más allá del horizonte, probar que
tiene capacidad de producir mercancías que se venderán por una canti-
dad mayor que los costes de operación de las máquinas? Es porque ellos
no pueden estar seguros de que estas ganancias serán efectivamente
realizadas; ellos no pueden obviar la amenaza de que invenciones nuevas
capacitarán a sus rivales para segarles debajo de los pies, o a superar su
producto con otro mejor. El presente arroja luz sobre el futuro inme-
diato, pero esa luz disminuye rápidamente al paso que tratamos de ver
un poco más hacía adelante. Los hombres de negocios no son “acientí-
ficos” sino precavidos».
Por estos motivos, incluso los directivos de empresas tienen difi-
cultades para predecir los resultados de sus estrategias más allá de un
año, de modo que para periodos superiores a tres años sus previsiones
son una mera proyección aritmética de las tendencias registradas a más
corto plazo (ellsWorThG, 1986: 75).
En lo que se refiere específicamente a los mercados de valores, un
analista con más de treinta años de experiencia en Wall Street señala:
«Pronosticar el futuro es muy difícil, la mayoría de las personas no
lo hace, pronostican el pasado. Como alguien que ha estado formulando
pronósticos casi treinta años, puedo decirle que el consenso de expec-
tativas para los próximos seis meses tiene un gran parecido con lo que
realmente ha sucedido en los últimos tres o cuatro. El ayer configura
nuestra opinión sobre el mañana» (BarBera, 2009a: 49).
En otro trabajo del mismo año (BarBera, 2009b: 46) precisa que
las opiniones de la gente sobre un cambio en el futuro se producen, en
la mayoría de los casos, solamente cuando se ven obligados a afrontar
un cambio en las circunstancias económicas.

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