¿La autonomía, fundamento de la dignidad humana?

AutorLourdes Gordillo Álvarez-Valdés
CargoDepartamento de Filosofía Facultad de Filosofía Campus de Espinardo. 30100 Murcia gordillo@um.es
Páginas238-253

Page 238

1. Introducción

Uno de los grandes logros del hombre moderno en la cultura occidental es la adquisición de los Derechos Humanos como valores indiscutibles, configuradores de cualquier forma de organización humana. Entre ellos hay que destacar el derecho de autonomía como fundamento de dignidad y de libertad humana1.

La autonomía, desde un punto de vista jurídico, se comprende también desde el iuspositivismo,2 que se apoya, prioritariamente, en la voluntad del sujeto, en la suprema y «sagrada» voluntad de un sujeto de derecho3. No obstante, el derecho positivo empieza pronto a encontrar trabas para un principio de autonomía que entra en contradicción con otros derechos como son: el derecho a la vida, a la intimidad, a la salud, etc.

El problema es que el principio de autonomía necesita estar fundamentado para no tropezar con los problemas de un formalismo conceptual, tal como ocurre en el derecho positivo que es producto únicamente de la voluntad del legislador. Pero este no es el caso de un principio práctico que garantiza una solución universal, porque para ello tendría que tener una fundamentación que fuera más allá de lo puramente formal. Por ejemplo, se esgrime con fuerza el derecho de la madre sobre el propio cuerpo para decidir sobre la vida de un ser, al que está vinculado estrechamente, como si éste no tuviera Page 239 también una autonomía. Parece que tiene que ser el derecho positivo o una ética circunstancial, la que le reconozca, al no nacido, la condición de sujeto para poder vivir a pesar de su progenitora.

Este es uno de los grandes errores de la modernidad que al querer desvincular la moral y el derecho de toda fundamentación natural no encuentra principios morales capaces de aportar un soporte real a la condición humana que el Derecho debe reconocer. Los derechos humanos no son por concesión de las normas positivas, sino con anterioridad e independencia de ellas, es decir, que por el mero hecho de ser hombre, de participar de la misma condición, soy sujeto de un mismo derecho. Lo mismo debe ocurrir con los principios que configuran la estructura humana tales como la libertad y la autonomía.

Cuando la autonomía se convierte en el poder de la voluntad, un poder que otorga al sujeto todo la soberanía sobre sí mismo, como si no tuviera inclinaciones o tendencias naturales que le orientaran en el camino que conducen a la tarea de ser hombre y de convivir con otros hombres, entonces se convierte en un ser sin orientación o vinculación bajo el poder de una voluntad sin inclinación natural. Aunque es verdad que la autonomía es la misma libertad y que como ésta no está exenta de condicionamientos y vínculos que ayudan al hombre a configurarse como un sujeto libre que vive en comunidad.

Pero la autonomía, cuando se entiende desde la perspectiva del sujeto visto como un «átomo», en una sociedad entendida como la suma de las individualidades, sin lazos, sin bagaje cultural que compartir, sin vínculos afectivos, sin referencias culturales, etc., la autonomía se comprende como emancipación o liberación de vínculos y ataduras. El hombre siente, entonces, la ilusión utópica del olvido de su condición finita frente a una voluntad poderosa, siempre temerosa ante la amenaza inesperada de sus propios límites.

Pues bien, en este artículo quisiera presentar el problema de la autonomía como fundamento de la dignidad del hombre, comenzando por definir qué debe entenderse por autonomía y su relación con la libertad. Además, la autonomía se confronta también con la heteronomía de la voluntad, de una voluntad ajena y, por tanto, coactiva, que nos impone normas y razones. De este modo, nos introducimos en una interesante apuesta por entender que la voluntad, libre de todo supuesto, es una voluntad poderosa capaz de afirmar o negar por sí misma, sin una intervención extraña a sí. A la modernidad, al entender la voluntad vacía de racionalidad, y libre de inclinación natural, no le queda más opción que resaltar, hasta límites insospechados, el poder de la voluntad. Esto es importante para comprender la crisis moderna que implica el olvido de la naturaleza para fundamentar la moral y el intento de apoyarla en una autonomía de carácter puramente formal, sin fundamento natural.

Por último, para fundar la dignidad del hombre en el concepto de autonomía hay que hacerlo con ciertos límites, siempre y cuando, el concepto de autonomía cumpla las condiciones requeridas para Page 240 poder ser fundamento de la dignidad humana.

2. El concepto de Autonomía

El concepto de elección autónoma es central en el pensamiento moderno para entender la libertad y la conducta del hombre. La autonomía no solo se convierte en condición de libertad, sino también, para muchos autores modernos, es el acceso necesario a la felicidad, porque la acción autónoma es criterio para el placer. La autonomía de la libertad de elección es un ingrediente necesario de cualquier placer elevado y también de cualquier tipo de vida y actividad que exprese individualidad.

Ahora bien, ¿qué se entiende por autonomía? En principio la autonomía significa ciertas condiciones internas y externas que no se distorsionan por la fuerza o coacción, es decir, un hombre autónomo debe tomar distancia de las convenciones sociales del entorno y de la influencia de las personas que le rodean. Su acción debe expresar principios que él mismo ratifica por un proceso de reflexión crítica.

Entendemos que autonomía es saber pensar y actuar por uno mismo con la capacidad crítica y la corrección suficiente para no dejarse arrastrar por el ambiente externo o por las propias pasiones o prejuicios.

En este caso la autonomía es la misma libertad, ya que un acto libre es autónomo cuando el individuo actúa desde sí mismo y con conocimiento de causa. Pero el concepto de autonomía se complica cuando decimos que somos autónomos cuando nos regulamos por nuestras propias reglas y no por las de otros. Esto significa que yo me doy a mí mismo mis propias reglas para actuar, aunque para hacer esto, y crear mis propias normas, tendré primero que conocer bien las reglas que me voy a imponer.

Lógicamente todos sabemos, por experiencia, que las reglas que tomamos para dirigir nuestra conducta están ya dadas por las instituciones y por el bagaje cultural y que, incluso en el ámbito privado, las reglas que aplico a mi conducta son aprendidas por la educación y la cultura, para favorecer mi vida en sociedad. Asumir las reglas comunes y saber hacerlas propias es una forma de orientar nuestra vida, acorde con los conocimientos que hemos recibido por generaciones anteriores, porque sería de locos intentar olvidar todo lo aprendido, lo que ha configurado en nosotros nuevos conocimientos, ya que es una ficción estar libre de todo supuesto.

Algunos autores, estudiosos del utilitarismo como John Gray4, entienden por autonomía la ausencia total de coacción y, al mismo tiempo, la capacidad para distanciarse de las convenciones sociales y del medio. Sin embargo, esta total ausencia de coacción de la que habla Gray es casi una utopía, a no ser que se pretenda evitar estar libre de todo supuesto.

Así, por ejemplo, la capacidad de distanciamiento que sólo puede otorgar la razón, la cual nos permite, hasta cierto Page 241 punto, una elección libre de condicionamientos, ya que no está exenta de los condicionamientos socioculturales y temperamentales que cualquier individuo debe afrontar para decidir desde la propia realidad, es para estos autores un supuesto que rompe la ausencia total de coacción. Aunque también sabemos por experiencia que cuanto más se conozca el sujeto a sí mismo y conozca los condicionamientos sociales, personales, circunstanciales que le rodean, mejor y más acertada será su elección.

Por eso, la autonomía tiene que ser entendida por los utilitaristas5, como la independencia de cualquier vinculo en la esfera individual y requiere, en el orden social, ser salvaguardada, como requisito necesario para mantener la seguridad en el ámbito social. Pero el sujeto autónomo, independiente de los otros, tropieza en el orden social con la autonomía de los demás. La autonomía se convierte en una esfera privada y subjetiva independiente de todo vínculo con la realidad externa que no sea el mismo sujeto.

Este intento de entender la autonomía como independencia de todo vínculo que coaccione, es un obstáculo para fundar la autonomía en la autoconciencia del sujeto que se adueña de sus actos, porque la razón se convierte en un peligro que depende de algo externo al sujeto, mientras que la voluntad, el deseo, es más cercano y revela mejor la «intimidad» del sujeto, en su mundo «privado», como dueño y poderoso de sí, sobre todo de aquello que haga referencia a sí mismo.

Este error lo encontramos en autores modernos y utilitaristas, como Stuart Mill, que piensan que la autonomía reside en la carencia de vínculos y que consiste en considerar que cuantos menos vínculos, más libres y autónomos somos para decidir. Sin embargo, la experiencia lo contradice, porque, como veremos, la autonomía está, sobre todo, en la capacidad de asumir los vínculos y los condicionamientos para saber actuar desde ellos.

Hoy día algunos creen en una autonomía que no deja de ser una ficción, sentirse libre de ataduras para disponer más de sí mismos, pero está liberación es ficticia ya que la autonomía no consiste en no asociarse con nada (no contaminarse), aunque uno tenga que asociarse consigo mismo, sino que la autonomía consiste más bien en vivenciar como propios los vínculos para decidir desde allí, con conocimiento de causa y con responsabilidad. La experiencia pone en evidencia que cuanto más desarraigado vive un hombre de su tierra, familia, etc. más difícil es configurar su propia identidad sin referentes culturales y, por tanto, cuanto menos se conozca...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR