El atrás como fantasmagoría moderna

AutorDaniel H. Cabrera
Páginas41-51

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Tengo miedo del encuentro

con el pasado que vuelve

a enfrentarse con mi vida;

tengo miedo de las noches

que, pobladas de recuerdos, encadene mi soñar...

¡Pero viajero que huye

Tarde o temprano detiene su andar!

Volver, LE PERA - GARDEL

Sólo pensé en correr y eso hice, sin mirar atrás y sin ver a nadie. Escuché tiros, muchos tiros.

OSMAURO MURI1

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Modernidad y atrás

La «modernidad europea occidental»2se inicia y se caracteriza como apertura de las posibilidades del futuro y ruptura con el pasado. Una expansión indefinida de horizontes de avance que se materializa en la creencia incuestionable en el Progreso. Desde finales del siglo XVIII se concibe la historia como un proceso de perfeccionamiento continuo y creciente de la humanidad. Con esta transformación el «espacio de la experiencia», el presente de la acción, se relacionaba con un nuevo «horizonte de expectativas»3 creando una nueva situación por la que se justificaba el sacrificio de unas generaciones por la felicidad de las que vendrán. La acumulación de la abundancia permitiría, con el tiempo, su redistribución. La técnica daría los mejores argumentos de esta nueva situación de la sociedad moderna para lanzarse hacia adelante.

La hybris moderna busca el adelante con particular obsesión. La antigüedad había limitado el avance del imperium. Lo expresan el ubis leones de los mapas romanos o el Non terrae plus ultra de las columnas de Hércules. Por el contrario, el primer imperio moderno, el de Carlos de Austria, I de España, resumió la vocación moderna con su lema: Plus Ultra. Consigna con la que se forjó la primera globalización política, el imperio donde nunca se ponía el sol. Para la modernidad europea el mundo aparecía como territorio a explorar sin límites motivados por el kantiano «atrévete a saber».

En el mismo acto en que la sociedad europea se autodefinió «moderna» tuvo que afirmar que venía de un pasado oscuro, de opresión y de ignorancia con el que debía romper y del que debía escapar. La luz de la razón descubría la oscuridad de su pasado inmediato y la imaginación alimentó el deseo de una sociedad nueva hacia la que había que huir. El Progreso, en tanto creencia incuestionable de la sociedad, convencía de la necesidad de mirar siempre hacia adelante, lo cual significaba también, no mirar atrás. La modernidad es, en este sentido, un viajero que corre motivado por las promesas de su creencia y sin tener en cuenta su atrás. Un atrás que es el pasado que opera como la narración de «lo sucedido» en una relación causal con lo que en el presente se considera «bueno» y «deseable». Un atrás formado retrospectivamente desde los valores, individuos y sociedad privilegiados por su condición de «triunfadores» o «exitosos». En esa versión causal, que desde el pasado «demuestra» la necesidad de que «las cosas fueran así», los oprimidos y las víctimas son «daños colaterales» (por seguir con el vocabulario de moda en las guerras del siglo XXI). Aunque se ha hecho bastante para contar sus historias y así hacer que su historia cuente, no se narra la historia de los oprimidos y las víctimas porque «no conduce a nada», si -como se ha dicho- muchos de ellos «ni siquiera tienen documentos escritos».

La modernidad europea occidental privilegia el «adelante» y el «arriba»; el «avance» y la «velocidad». Por el contrario, niega el «atrás» y el «abajo»; el «retroceso», y la «lentitud».4El análisis de la circulación y del consumo de significaciones, metáforas y símbolos muestran el conjunto de creencias y esperanzas colectivas de la sociedad. Sociedad que Walter Benjamin mira a trasluz de la modernidad cuyas significaciones ve materializadas en la arquitectura, la ciudad, la fotografía, etc. Benjamin considera estos materiales significantes como una fantasmagoría que alimenta el sueño del que la socie-

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dad no quiere despertar. En este sentido la modernidad implica un re-encantamiento de la sociedad a través de sus productos culturales.

La modernidad capitalista es un sueño colectivo del que es necesario despertar. En sus palabras: «el capitalismo fue una manifestación de la naturaleza con la que sobrevino un nuevo sueño onírico a Europa y, con él, una reactivación de las energías míticas».5 Por ello, estudiando la modernidad «se propone abrir una perspectiva histórica en el análisis de las correspondencias que existen entre el moderno mundo de la técnica y el arcaico mundo simbólico de la mitología».6La riqueza del análisis benjaminiano proviene de su particular concepción de la modernidad como sueño y fantasmagoría7y su original filosofía de la historia.8Sobre el trasfondo de estas perspectivas reflexionaremos acerca del atrás como fantasmagoría de la modernidad.

La prohibición de volver la mirada

Lo pasado, pisado

dice el refranero. El «atrás» es «lo caminado» y está resguardado por la prohibición ancestral de «mirar hacia atrás», de «volver la mirada». Tanto en la tradición semítica como en la griega el castigo divino pesa sobre la mirada retrospectiva.

En el libro del Génesis Lot recibe el permiso de salir para salvarse de la destrucción de Sodoma y Gomorra con la condición de no mirar atrás ni pararse. «Su mujer miró hacia atrás y se convirtió en estatua de sal» (Gn 19, 26). Ya antes, el mismo Génesis relata que tras la expulsión de Adán y Eva del paraíso, Dios se había asegurado que no regresaran al Jardín del Edén y al árbol de la vida resguardándolos con querubines y una «llama de espada fulgurante» (cfr. Gn 3, 24). La gran tentación de los seguidores de Moisés en el desierto era la nostalgia por la comida de Egipto (cfr. Nm 11, 5-6). Yahvé lo reprocha a través del profeta «se volvieron de espaldas, por no darme la cara» (Jr 7, 24). En el caso del Jardín del Edén «no mirar atrás» significaba no regresar a la bienaventuranza del Paraíso. Algo similar sucedía en el desierto, Egipto era sinónimo de comida. En el caso de Sodoma y Gomorra ¿habría algo «bueno» que recordar y extrañar? Independientemente de lo que fuera, lo que atraía no debía ser mirado.

La tradición cristiana consagra el mirar hacia delante. El evangelista lo expresa claramente «le dijo Jesús: nadie que ponga la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios» (Lc 9, 62). Y Pablo lo tiene como consigna de vida cristiana: «una cosa hago: olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia la meta» (Fil 3, 13-14).

Virgilio y Ovidio, desde otra tradición, narran el viaje de Orfeo al Hades en búsqueda de Eurídice, su amada (cfr. Virgilio, Georg. IV 453-527; Ovidio, Met. X 1-90; XI 1-66; ver también Séneca, Herc. furens 569-591; Herc. Oetaeus 1.031-1.101). Orfeo salva todos los obstáculos y consigue el permiso para retornar con Eurídice pero con la condición de que ella lo siga y que él no vuelva la mirada hacia atrás hasta que hayan abandonado totalmente el inframundo. Según lo convenido, Eurídice seguía a Orfeo en el camino hacia la luz y

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en el momento en que estaban a punto de abandonar las oscuras profundidades, Orfeo no pudo soportar la tentación y se volvió para mirarla. Cuando esto ocurrió, Eurídice fue arrastrada hacia el Hades por una fuerza irresistible. Ella desaparece definitivamente y él queda -en la versión de Ovidio- como «petrificado anímicamente».9De todas maneras, frente a la prohibición occidental de volver la mirada existen otras formas de actuar.

El pasado está delante, el futuro detrás

El que mira, lo hace «hacia el frente». «Adelante» está lo que viene cuando uno camina y se mueve. Por ello se dice que se «avanza», porque se camina hacia delante. De esta percepción deriva la consideración de que el «futuro» está adelante, está en frente, hacia lo que nos dirigimos cuando caminamos. Casi todas las lenguas se hacen eco de esta concepción espacial del tiempo derivada de la corporalidad humana. De allí que casi todas las culturas e idiomas no sólo caracterizan el tiempo con propiedades del espacio sino que atribuyen al futuro una posición espacial delante del hablante mientras ubican el pasado detrás.

El caso del pueblo aymara10es el primero documentado que se aparta de este mode-lo típico. Ellos tienen una particular concepción del tiempo expresada en el idioma y en la gestualidad.11La palabra aymara que indica el pasado nayra significa literalmente ojo, a la vista o al frente. La palabra que traduce futuro qhipa quiere decir detrás o a la espalda. La palabra aymara Qhipüru que se traduce como mañana, combina qhipa (atrás) y uru (día), siendo literalmente «día que está a la espalda. La expresión nayra mara que significa «año pasado», literalmente dice «año adelante».

En cuanto a los gestos que acompañan sus palabras los aymaras, especialmente los más ancianos (menos conocedores del español gramaticalmente correcto), cuando hablan de futuro indican un espacio detrás de ellos ya sea apuntando directamente con el dedo o por encima del hombro. Por el contrario, al hablar de pasado indican un espacio delante de sí mismos con sus manos y brazos más próximos al cuerpo para el presente o el pasado cercano, y con todo el brazo extendido para indicar épocas antiguas. Es decir, usan los mismos gestos a los que estamos acostumbrados pero exactamente «al revés».

El idioma aymara concede gran importancia al hecho de que el hablante haya presenciado o no un acontecimiento o acción. Cuando hablaban de períodos de varias generaciones el eje es «adelante-atrás» con ellos -los hablantes- en el punto central. Pero si hablan de períodos de tiempo dilatados sus gestos señalan de izquierda a derecha excluyéndose ellos mismos.

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Entre los visitantes de los pueblos precolombinos es recurrente hablar de la experiencia en la diferencia de...

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