El agua y la civilización humana como recurso económico

AutorJorge González González
Cargo del AutorDoctor en Derecho
Páginas43-52

Page 43

6.1. El agua para la agricultura

La agricultura mundial ha sabido responder bien a los desafíos surgidos durante la segunda mitad del siglo XX. La producción per cápita de alimentos aumentó un 25 %, mientras la población mundial se duplicaba, lo que supuso una mejora paulatina de la nutrición global y una reducción gradual de la proporción de personas malnutridas.

En los países en vías de desarrollo, esta situación fue el resultado de un esfuerzo intencionado basado en la premisa conceptual de la «revolución verde»75. Fue iniciada por el agrónomo estadounidense Norman Borlaug con ayuda de organizaciones agrícolas internacionales, quien durante años se dedicó a realizar cruces selectivos de plantas de maíz, arroz y trigo en países en vías de desarrollo, hasta obtener las más productivas. La motivación de Borlaug fue la baja producción agrícola con los métodos tradicionales en contraste con las perspectivas optimistas de la revolución verde con respecto a la erradicación del hambre y la desnutrición en los países subdesarrollados76. La revolución afectó, en distintos momentos, a todos los países y puede decirse que ha cambiado casi totalmente el proceso de producción y venta de los productos agrícolas para cultivar variedades vegetales de alto rendimiento a las que se suministraban buenos nutrientes, agua y protección contra las pestes. El rendimiento agrícola se duplicó, al igual que la productividad del agua destinada a la agricultura. Como resultado de ello, los precios de los alimentos disminuyeron gradualmente, lo que dio lugar a una progresiva reducción de la proporción que representa la agricultura en la economía mundial.

A medida que la población aumenta, los recursos per cápita disponibles son más restringidos, por lo que se hace necesaria una mayor productividad para poder compensar dicho crecimiento77. Al mismo tiempo, la mejora continua

Page 44

de la productividad debería hacer posible que el incremento previsto en el uso de agua con ines agrícolas se mantenga.

Se necesitan en promedio tres mil litros de agua por persona para generar los productos necesarios para nuestra alimentación diaria. El agua absorbida por las plantas sirve para el desarrollo de los nutrientes del suelo, siendo luego liberada al aire a través de la transpiración. La mayor parte del agua de la que se alimentan las plantas procede de la lluvia, que humedece los suelos. La irrigación, en cambio, solo representa alrededor del 10 % del agua usada para ines agrícolas, si bien desempeña un papel estratégico, suple el agua de lluvia en aquellos casos en que la humedad del suelo no resulta suiciente para satis-facer con seguridad las necesidades de los cultivos. El 94 % de los métodos de aplicación del agua de riego a nivel de parcela o de campo se sitúa dentro de la categoría riego supericial o riego por gravedad78, que se reiere a la distribución del agua sobre la supericie del campo por gravedad. Del 6 % restante, la mayoría está regada por métodos requiriendo energía y técnicas costosas de sistemas de tubería como en el riego por aspersión y el riego por goteo.

La irrigación es especialmente importante en zonas vulnerables a la variabilidad climática excesiva o donde la multiplicidad de cultivos requiere de una provisión de agua más allá del periodo de lluvias. Al asegurar el abastecimiento de agua, el regadío garantiza los cultivos y anima a los agricultores a invertir en un tipo de agricultura más productiva. Si bien la irrigación representa una parte marginal del agua destinada a la agricultura, es la mayor consumidora de agua dulce del planeta.

Los planes de irrigación79a gran escala y subvencionados por los Estados, que en su día contribuyeron substancialmente al incremento de la producción agrícola, están intentando adaptarse al contexto actual. Por ejemplo, una experiencia positiva se encontró con la introducción del riego por goteo con baldes en Kenia80. Los agricultores en Kenia adquirieron más de diez mil equipos, si bien pocos de esos agricultores podían ser considerados como muy pobres81. Los mencionados planes de irrigación han sido presentados

Page 45

como el marco para la planiicación, organización y control de los sistemas hídricos. Antes de que puedan ser establecidos exitosamente es necesario, por lo menos, evaluar los recursos hídricos, asignar derechos de agua a los legítimos usuarios y deinir instituciones para la administración de los derechos del agua. El manejo del riego transiere riesgos que agravan la pobreza rural, excepto cuando se diseñan e implementan modalidades favorables a los grupos de menores recursos.

Dichos planes han mejorado los medios de subsistencia de los agricul-tores, produciendo al mismo tiempo alimentos a un coste menor que benei-ciaron tanto a la población urbana como a la rural. Sin embargo, los súbitos cambios acaecidos en los últimos años en el ámbito económico han causado resultados, en cierta medida, insatisfactorios.

Esos mismos planes son ahora objeto de un prolongado debate técnico, económico y, en último término, social. Muchos sistemas se encuentran infra-equipados institucional y técnicamente para responder a los desafíos que implican una mayor escasez de agua, la necesidad de diversiicar la agricul-tura y la presión de una globalización vertiginosa. Por todo ello, es esencial modernizar la agricultura de regadío para asegurar una mejora, por lo demás apremiante, de la productividad del agua. Para ello, no solo será necesario un cambio de actitud, sino también inversiones apropiadas destinadas a la modernización de las infraestructuras, una reestructuración institucional y una mejora de las capacidades técnicas de los agricultores y de los gestores del agua. La agricultura está, cada vez más, bajo la mira de todos, debido a la merma de los recursos hídricos y a una mayor competencia intersectorial. Perseguir objetivos modestos para el desarrollo de una mayor productividad agrícola ha dado lugar a la decadencia de sectores antaño invulnerables82.

La cantidad de agua disponible para la agricultura es cada vez más reducida a causa de la degradación de las tierras y de los sistemas hídricos, de la competencia con otros sectores económicos y de la necesidad de conservar la integridad de los ecosistemas acuáticos. La agricultura se ha visto presionada a reducir el nivel de impactos negativos que causa, sobre todo, los asociados al uso de fertilizantes y pesticidas, así como el despilfarro de agua. A medida que la competencia aumenta, la irrigación debe ser analizada más atentamente, para así determinar las situaciones en que la sociedad se puede bene-iciar de ella de manera más efectiva. El acceso a los recursos naturales debe

Page 46

ser negociado con otros usuarios de manera transparente, para así lograr una utilización óptima en condiciones de creciente escasez.

Hoy día, está ampliamente reconocido que la gestión del agua para ines agrícolas puede tener un impacto positivo, más allá de los resultados económicos de la producción agraria. Este objetivo solo se logrará si se adoptan las políticas oportunas. La determinación de las funciones más apropiadas al respecto para los organismos gubernamentales, los donantes, las organizaciones civiles y las actividades comerciales exige mucha imaginación y un enfoque innovador, y hacer mayor hincapié en el apoyo a las políticas y en el intercambio de las prácticas más idóneas (como se hace, por ejemplo, a través del Programa de Cooperación Sur-Sur de la FAO)83.

Históricamente, los gobiernos han tendido a dejar de lado el desarrollo agrícola en favor de actividades industriales y urbanas. Las políticas nacionales y los factores económicos internacionales han tenido, en muchas ocasiones, consecuencias...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR