La importancia de los medios como agentes educadores y de socialización. Su influencia en el desarrollo de la personalidad del menor y en su comportamiento

AutorNúñez Zorrilla, Ma. Carmen
Páginas25-36

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En general, todos los medios de comunicación son un importante agente socializador, pero en este trabajo, me voy a centrar solo en aquellos más utilizados por el menor de edad: la televisión, los videojuegos e internet, que son los que más infiuencia pueden ejercer sobre él.

II 1. La televisión

La transmisión de información infiuye y moldea a la sociedad según los intereses ideológicos y económicos de los poderes mediáticos, y es de gran importancia en la construcción de la imagen del mundo. Sobre todo, para aquellos que están formando su personalidad y por tanto, no poseen la madurez suficiente para discernir lo real de lo ficticio. Este sector de la población son los niños y adolescentes, que son los más vulnerables a esta infiuencia, y, por tanto, más manipulables. La televisión estereotipa los mensajes y personajes, empleando tópicos y fortaleciendo los clichés y esquemas sociales. Por lo que las pantallas, además de mostrar, conforman un modelo de realidad. Este hecho se ha visto favorecido por una organización de la familia que se ha ido transformando. Ya que se ha pasado a una familia nuclear en la que, normalmente, ambos padres trabajan y suelen carecer de tiempo para el cuidado y educación de sus hijos. Lo que ha provocado, con el surgimiento de los medios de comunicación de masas de gran poder mediático, que buena parte de la educación que reciben los niños ya no sea a través de la familia, amigos o escuela, sino, principalmente, a través de los citados medios12.

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Desde hace varias décadas el televisor se ha convertido en un aparato imprescindible en las casas. Lo utilizamos con muchos objetivos: como elemento de entretenimiento, de evasión, como acompañamiento a nuestras actividades diarias, como fuente de información... .Pero además, de todos estos usos, la televisión cumple una función aun más trascendente como elemento socializador. La conjunción de imagen y sonido que recibimos de la televisión nos transmite valores, contribuye a conformar nuestra realidad, se inserta en nuestras vivencias y en la cotidianidad de nuestras relaciones y en nuestra concepción del mundo. En el crecimiento de niños y niñas, la televisión acompaña su proceso de aprendizaje. Desde el primer año de vida, éstos imitan actitudes y comportamientos, buscan pautas orientativas de conducta que pueden provenir del ámbito familiar, pero también de los modelos proyectados por los medios de comunicación. La televisión puede llegar a formar en valores más que los centros educativos y también llegar a sustituir al tiempo de juego. La actividad lúdica se encuentra mediatizada y desplazada por este aparato que absorbe la atención infantil, desplazando las actividades de contacto social, de desarrollo físico, de interacción con otras personas; actividades que ayudan a desarrollar lo afectivo y lo intelectual13.

Años atrás, los niños y los jóvenes tenían unos claros modelos de identificación. Eran sus padres y maestros quienes ejercían de forma amorosa y responsable la labor de educar y transmitir valores y modelos de comportamiento. Pero hoy, las emisoras juveniles y los programas de televisión se están apropiando de este espacio, y en ocasiones, lamentablemente cada vez más frecuentes, lo que aportan dista mucho de ser una infiuencia positiva y de calidad. Si las experiencias que reciben los niños a través de la convivencia con los adultos son débiles, debido a que pasan muy poco tiempo con ellos, o cuando están en casa no interactúan, los modelos plásticos que muestran los medios de comunicación serán más llamativos y fáciles de seguir, pues nunca encontrarán en estos, enfrentamientos o correcciones. Creándose entonces problemas de identificación con las figuras de autoridad. Estos modelos de identificación que presentan los medios, presentan una problemática a tener en cuenta: el niño los compara consigo mismo, o con los modelos reales de convivencia. En principio, puede percibir diferencias y contradicciones, pero a fuerza de escuchar mensajes repetitivos y constantes en sentido contrario a lo que sus padres o maestros buscan formar en él, tiende a normalizar las conductas que se le presentan en los medios, por considerarlas "actuales" y en consonancia con las conductas propias y el modo de actuar de la juventud. Lo que resulta para

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él muy atractivo, pues se siente identificado de manera instantánea con estos cánones, y además, este comportamiento alienta su natural rebeldía contra las figuras de autoridad.

Para los niños, lo que muestran los medios es totalmente cierto. Su desarrollo no les permite en la mayoría de los casos diferenciar lo que pasa en su vida cotidiana, de la realidad que pretenden mostrar los medios de comunicación. Los cuales transmiten y normalizan comportamientos y conductas negativas y antinaturales como si fueran positivas y naturales. El efecto se convierte en una bola de nieve de modelación negativa que representa un reto importante y difícil para padres, educadores y para la sociedad. Con el mensaje irresponsable de los medios, se violenta a la autoridad y el derecho natural de los padres a educar según su recto criterio. Se violenta el desarrollo armónico y equilibrado del niño, y se violenta la institución familiar como primera formadora en valores, lesionando por tanto a la sociedad, que se construye a partir de una infancia que no ha podido crecer sanamente. En definitiva, el niño es violentado con contenidos explícitos donde él no puede hacer un proceso de análisis que le ayude a clasificar la información. No sabe distinguir el chiste o la ironía, la mentira o el engaño, en contenidos que lo desbordan y lo dejan expuesto al criterio desviado de un adulto irresponsable (la televisión), que lesiona la inocencia del niño, pudiendo deformar fácilmente su conciencia y su percepción de la realidad14.

La infiuencia de la comunicación publicitaria va más allá de los meros efectos económico-comerciales, recreando un sistema de representación simbólica en el que se halla implícita una determinada concepción del mundo y se despliega todo un sistema de valores. Los estereotipos de género impulsan a las personas a adquirir determinados comportamientos o roles de género. En este sentido, la publicidad se configura como una de las formas de comunicación más infiuyente de las sociedades contemporáneas, y se convierte en un marco de referencia fundamental para el análisis de las representaciones sociales de género. Porque se trata de un exponente básico de las concepciones e ideas que sobre la identidad femenina y masculina se consideran socialmente válidas, y que se proponen como modelos a imitar. Y por tanto, se convierte en un indicador de las condiciones de igualdad o de desequilibrio social entre hombres y mujeres en la sociedad15. Cuando esta capacidad de infiuencia es utilizada con

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fines que superan la mera información o entretenimiento, los medios pueden ser utilizados como potentes armas de modelización y manipulación social16.

Los niños no solo aprenden contenidos y acceden a información. A partir de un programa televisivo incorporan también prácticas sociales que asumen como comportamientos cotidianos en su vida. La televisión enseña a los niños acerca de saberes y prácticas habituales esenciales. Los medios, en este sentido, son siempre educativos, en la medida en que infiuyen sobre lo que los niños aprenden y sobre la manera en que aprenden. Desde muy pequeños recurren a conocimientos en buena parte atribuibles a la televisión. De entre todos los medios de comunicación, la televisión es la que tiene una mayor presencia en la vida diaria de las familias. Apenas se compra el periódico o se escucha la radio. La televisión es la principal compañera de los chicos: nacen con ella, comen con ella y duermen con ella. La pantalla adquiere rápidamente un estatus de amiga que acompaña, de hermana que es cómplice, y hasta de madre que cuida.

Para la mayoría de las familias, el consumo televisivo no está asociado a apenas ningún sistema de prohibiciones o limitaciones. Ver la televisión forma parte de las necesidades reconocidas y aceptadas por las familias, y carece de una significación negativa. No aparece condicionada por las normas culturales de los adultos, convirtiéndose en el puente con ese mundo cerrado al cual no acceden sino a través de la pantalla. Por ello, los chicos aseguran que aprenden "muchas cosas" de la televisión. Valoran su "función educativa", y esperan de ella una contribución a la "tarea de enseñar". Convirtiéndose rápidamente en una fuente de satisfacciones inmediatas17. Los estudios desarrollados desde hace décadas vienen comprobando repetidamente, que los comportamientos y actitudes que niñas y niños observan en la televisión, tanto positivos como negativos, infiuyen en los comportamientos que manifiestan inmediatamente después, detectándose una tendencia significativa a imitar lo que acaban de ver en la televisión. La imágenes de la pantalla, que muchas veces son ficticias, llegan a...

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