Legislación y administración del agua en España, de Emilio Pérez Pérez.

AutorFrancisco Corral Dueñas
Páginas550-556

    PÉREZ PÉREZ, EMILIO: Legislación y administración del agua en España. Editora Regional de Murcia, 1981. Un tomo de 133 págs.

La obra de nuestros legisladores del siglo XIX, aunque inevitablemente tintada del individualismo de la época, es una de las más acabadas que puedan darse. Aquellos hombres, además de fenomenales juristas, eran, sobre todo, pragmáticos: dejando aparte intereses políticos de partidos, que es lo que hoy nos pierde, se dedicaron a buscar normas que de verdad solucionaran problemas, encajándolas con la realidad.

De cómo lo consiguieron, aquí están, un siglo después, las muestras vivas. Además de la Ley de Aguas, que nos ocupa, los Códigos Civil y de Page 551 Comercio y las Leyes Hipotecaria, de Enjuiciamiemo, de Minas y otras muchas más que conservan su esencial vigencia. Pese a las chapuzas posteriores que se les han introducido, tales leyes siguen siendo modelos de normas electivas, justas, equilibradas y hasta de buena literatura. Ese idioma español tan puro, claro e inteligible de nuestras leyes decimonónicas está muy por encima, hay que reconocerlo, de las a veces farragosas y hasta retorcidas redacciones actuales, quizá resultado de extrañas enmiendas y de forzados y claudicantes consensos.

Por eso, cuando nos hablan de reformas de esas leyes, ya clásicas, es como para echarse a temblar por lo que pueda resultar de esos retoques. Podrán existir razones de utilidad y hasta de necesidad para las reformas, porque la vida evoluciona y «las ciencias adelantan que es una barbaridad», como se dice en la castiza zarzuela de ambiente madrileño, pero hay veces que resultan poco digeribles los cambios introducidos. Ejemplo reciente tenemos en las últimas reformas del Código Civil en materia familiar y sucesoria, poco maduradas, a nuestro juicio, cuyos engranajes chirrían desaforadamente y producen un montón de nuevos problemas..., sin que, por desgracia, se hayan solucionado demasiado bien los antiguos.

Son estas razones, y no un conservadurismo a ultranza, las que verdaderamente nos hacen hablar así, en vísperas de la anunciada reforma de la veterana Ley de Aguas española. Es cierto que somos muchos más consumidores para el mismo caudal acuoso que hace un siglo. Y también es cierto que las nuevas técnicas aumentan las necesidades y producen contaminaciones entonces desconocidas, y que los trasvases de unas regiones a otras originan agudos problemas. Como es evidente el sentido social en el reparto de bienes esenciales, como el agua, y que la planificación se impone en un ámbito cada vez más amplio.

Estas consideraciones sobre el gran número de importantes cuestiones que deben plantearse y madurarse antes de acometer la reforma de la...

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