Maras y pandillas en la República de El Salvador

AutorJosé Martín Ostos
CargoCatedrático de Derecho Procesal. Universidad de Sevilla
Páginas35-68

Ver nota 1

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1. Introducción2

Resulta sobradamente conocido el elevado índice de delincuencia -a veces, muy violenta- en toda Centroamérica, especialmente en la Re-

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pública de El Salvador. Además, en este país hay que destacar la especial incidencia de la criminalidad juvenil organizada (basta con la remisión a las estadísticas oficiales al uso3), a través de las conocidas maras y pandillas4que, aunque no son exclusivas del mismo, ni están conformadas exclusivamente por jóvenes, presentan aquí una notable actividad.

Los grupos criminales juveniles han recibido bastante atención desde distintas perspectivas; a los mismos se han dedicado numerosas

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publicaciones y trabajos científicos de variado signo5, además de la correspondiente legislación específica. No obstante, el tema no está agotado, ni mucho menos, debido a sus implicaciones con otras disciplinas y, sobre todo, a la preocupación social y política motivada por su creciente presencia y por su actuación organizada.

En efecto, el fenómeno de la criminalidad juvenil constituye hoy, a nuestro juicio, uno de los problemas más graves de El Salvador. Su continuo aumento y la violencia de sus actuaciones preocupan a los sectores más responsables de la sociedad salvadoreña. De cara al futuro, sus consecuencias pueden ser gravísimas, a la par que, por el momento, no se vislumbran soluciones eficaces.

Desde la década de los setenta del anterior siglo se viene conociendo la existencia de pandillas en la República de El Salvador (constituidas por jóvenes de zonas marginales urbanas, entonces con acciones delictivas no graves), que no llegaron a tener mayor desarrollo debido al nivel de violencia de aquel momento político. Entre 1980 y 1992 se produce la

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guerra civil. Con este motivo, miles de salvadoreños emigraron, en gran parte a EE.UU. de Norteamérica, concretamente a la ciudad de Los Ángeles. Allí encontraron una fuerte presencia de mexicanos y diversas pandillas juveniles, entre ellas la Dieciocho a la que muchos se incorporaron, movidos por la necesidad económica y en busca de apoyo mutuo (posiblemente, en parte debido a la autodefensa frente a la discriminación). Con el paso del tiempo, los salvadoreños adquirieron un protagonismo en la dirección de esas pandillas. Otros jóvenes crearon su propia organización, la Mara Salvatrucha Trece (MS-13). Pronto surgió entre ambas la disputa por el control de los barrios de la misma ciudad.

Debido a su conflictividad y al elevado grado de violencia alcanzado, y en coincidencia con que la guerra civil iba tocando a su fin, las autoridades norteamericanas fueron deportando a muchos jóvenes a su país de origen. Al regresar a El Salvador, la situación era de miseria (agravada por la guerra, que asoló al país durante doce años) y con elevadas tasas de niños abandonados. Las pandillas, establecidas en territorio propio, se convirtieron en puras organizaciones delictivas. A finales de los ochenta adquirieron más virulencia. Ahora, su crecimiento es continuo y lo que comenzó como una necesidad juvenil de apoyo mutuo, de consumo de alcohol y de droga, así como de defensa del grupo, ha llegado a convertirse en un «fenómeno extremadamente violento y sin control»6. Del hurto, robo y extorsión se pasó a delitos más graves, como la distribución de drogas y de armas, llegando al secuestro y asesinato (en ocasiones, incluso, por encargo; como sicarios). Puede afirmarse que se han desbordado por completo aquellos límites de los primeros años, dándose por supuesto su conexión con organizaciones internacionales de traficantes de drogas y de armas (México, es el ejemplo más evidente)7.

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2. Organización de las maras y pandillas
2.1. Los grupos

Las principales organizaciones son la pandilla 18 (también, denominada Barrio-18) y la mara Salvatrucha (conocida como MS, Mara y MS-13).

Existen -y, sobre todo, han existido- otras de menor implantación, como: Mara Máquina, Mao Mao, La Raza, Gallo, Mirada, Peseta, La Fosa, Los Retirados..., generalmente supeditadas o con acuerdos de colaboración con las dos más importantes. De ellas, la Mara Máquina y la Mara Mao Mao subsisten con cierta implantación y autonomía (hay quien afirma que estas dos surgieron antes de que vinieran a El Salvador los prime-ros miembros de la MS y de la 18).

De la pandilla Barrio-18 se han desgajado recientemente dos facciones, con lo que existen tres grupos: los puros, los revolucionarios y los sureños.

Parece ser que la MS es la que goza de mayor organización, a la vez que la que tiene mayor implantación. Más de un especialista consultado ha manifestado que los miembros de esta mara son más confiables que los de la 18, que son considerados con un perfil más impredecible.

En realidad entre mara y pandilla no existe diferencia de importancia. Sencillamente, la palabra mara se la adjudican los de la Salvatrucha, la MS, mientras que el término pandilla se reserva para Barrio 18.

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2.2. La clica8

La mara y la pandilla se organizan por territorios en clicas, a modo de unidades o destacamentos propios (es decir, grupos, subdivisiones, o células). La clica es una parte de la mara o pandilla, operando en un determinado territorio (colonia, municipio e, incluso, Departamento). Su tamaño depende de la capacidad para controlar una zona y en función también de la pandilla rival con la que se disputa el mismo territorio. Con alcance geográfico limitado, tiene en cuenta el tamaño de la zona a controlar y la población de ésta, por lo que nada impide que en un mismo territorio haya más de una clica.

Todas las clicas son conocidas y autorizadas, siendo del previo conocimiento de la estructura superior de la mara o pandilla.

Cada clica tiene un jefe o responsable. La reunión de jefes de clicas se denomina mirin. Ahí se toman acuerdos relativos a la propia organización y a la distribución de territorios, contactos con ciertos sectores o personas, adopción de decisiones sobre secuestros, extorsiones, asesinatos, etcétera.

Los miembros de una clica deben respetar los límites de su territorio. En general, no pueden desarrollar su actividad criminal dentro del territorio de otra clica. Si se produce un conflicto por intromisión, éste será resuelto en el mirin, a modo de asamblea. La decisión suele ser contundente y, por supuesto, inapelable.

El jefe de clica puede ser asesinado por los miembros de la misma, y sustituido por otro, cuando aquéllos consideren que no es el líder apropiado o que no cumple debidamente con los códigos de la pandilla9.

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En realidad es una lucha de poder en el seno de la clica, por lo que cabe que el jefe se anticipe a los acontecimientos, adoptando las medidas pertinentes para continuar mandando (y viviendo). Esto explica, a veces, las ejecuciones que se producen entre los mismos miembros de una pandilla.

Por su parte, palabrero (el que tiene la palabra) es el vocero de la clica, a modo de representante o delegado del jefe de la misma; nombrado por el jefe o líder de la clica, transmite sus decisiones, pues se trata de una organización vertical. Si los jefes gozan de libertad, se dice que «están en la libre»; pero, si se encuentran en la cárcel, desde allí imparten instrucciones a los de fuera. Puede existir un primero y un segundo palabrero dentro de una clica.

2.3. Presencia social

Se desconoce con exactitud la penetración de los citados grupos en los diferentes sectores sociales, incluidos los diversos niveles de la Administración y, por supuesto, sin descartar su presencia en el seno de las fuerzas de seguridad10. El transcurso de los años, con el crecimiento del

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número de miembros y la ampliación de la edad de ingreso, permite albergar gran preocupación.

Algunos responsables públicos llaman la atención sobre el peso social de las maras y pandillas, pues a las decenas de miles de miembros hay que añadir sus respectivos entornos familiares11. En un país de las medidas de El Salvador (aunque el comentario puede extenderse a cualquier otro país de Centroamérica), la actitud que las principales organizaciones de delincuentes juveniles adopten en relación con las elecciones políticas puede repercutir en los resultados finales. Es un poder creciente que, si no se ataja a tiempo, puede generar un insoluble problema en el futuro para toda esta parte del continente americano.

Por otro lado, no hay que olvidar el posible fortalecimiento de las relaciones entre las diversas organizaciones pertenecientes a diferentes países, lo que incrementará su fuerza, con las consiguientes consecuencias sociales y políticas. Tampoco hay que infravalorar su posible arraigo en otros países del mismo continente o de África y de Asia12.

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Según estimaciones dignas de crédito, actualmente el número de miembros de las pandillas alcanza las decenas de miles, sin que las diver-sas fuentes de información -oficiales o no- logren mayor precisión. Un dato orientador puede constituirlo el número de pandilleros que hay recluidos en los centros de internamiento (que veremos más adelante), a los que hay que añadir los que están en centros de adultos y los que a diario campean por las calles y campos de El Salvador13. Con la mera lectura de la prensa diaria se comprueba la gravedad de la situación14.

3. El miembro de la mara y pandilla
3.1. Su extracción social

Los miembros de la mara o de la pandilla suelen pertenecer a humildes estratos...

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