Inmigración, participación y estrategias de intervención en el ámbito de la salud: mediación intercultural, intervención psico-social y promoción de derechos

AutorAlbert Mora Castro
Cargo del AutorDepartamento de Sociología y Antropología Social Universitat de València
Páginas209-235

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Introducción

La multiculturalidad característica de nuestra sociedad ha generado toda una serie de preocupaciones ciudadanas, debates públicos y retos sociales que estamos tratando de afrontar en los últimos años desde diferentes ámbitos. La configuración de nuestro entorno como espacio de acogida de poblaciones inmigradas ha sido rápida e intensa y ha producido cambios sociales importantes en la misma estructura social. En este contexto, una de las cuestiones a las que más nos hemos acercado desde la investigación y la acción social ha sido aquella que se encuentra relacionada con las vías de integración social de la población inmigrada y las estrategias para conseguir una buena cohesión social de esta sociedad diversa. Recientemente, ha tomado especial relevancia el debate en torno a la integración ciudadana que surge del ejercicio de la ciudadanía activa y se han desarrollado líneas de investigación y acción que persiguen avanzar hacia una igualdad de derechos plena y una ciudadanía inclusiva y cosmopolita compartida por todos convivientes. En los últimos años se están desarrollando diversas investigaciones relacionadas con esta temática, así como congresos, simposios, seminarios y jornadas de reflexión orientadas a trazar caminos válidos para una integración efectiva de los nuevos vecinos.

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El texto que se presenta a continuación incide en la relación entre salud psico-social, integración social y mediación intercultural, tratando de incorporar una reflexión más profunda en relación a la desigualdad sobre la que se está construyendo ese proyecto mal entendido de integración. Con algunos años ya de experiencia como sociedad de acogida podremos analizar mejor la dirección de nuestras acciones y políticas, descubriendo nuevos retos, oportunidades y líneas de acción.

En la primera parte del trabajo incidiremos en algunos de los factores que generan la desigualdad social y en cómo ésta acaba afectando a la propia salud de las personas inmigrantes y dificultando su bienestar. Analizaremos después la situación actual en lo que refiere a la relación entre los conceptos de salud e inmigración y al acceso y uso de los servicios sanitarios por parte de la población inmigrante, desmontando algunos tópicos que generan aversión o xenofobia hacia las personas inmigrantes. De entre las múltiples estrategias para la inter- vención en el campo de la salud, desde una perspectiva integral, reflejaremos algunas de las posibilidades que brinda el ejercicio de la mediación y la intervención psico-social para la promoción de la salud de las personas inmigrantes, situando la salud como una dimensión central de la plena integración. Concluiremos el trabajo con una reflexión en torno al ejercicio de la participación activa como eje central para la construcción de un proyecto de integración social real y efectiva.

1. Integracion, salud y derechos: Elementos para la convivencia
1.1. El «falso» discurso de la integración como argumento para la violación de derechos

Es común que se entienda la integración como un proceso de asimilación gradual a la cultura de acogida mediante el cual el inmigrante «se va haciendo más como nosotros» en aquellas cuestiones en las que deseamos que «se nos parezca». SuprimirPage 211la diferencia aparente, desterrar la cultura al ámbito de lo privado y «adaptarse» a las normas y valores que supuestamente se comparten en la sociedad de acogida son mandatos legitimados entre la mayor parte de la población. Así podemos entenderlo si atendemos al alto grado de acuerdo que suscitó entre un sector de población la propuesta del polémico «contrato de integración» que el Partido Popular presentó en su programa electoral para las elecciones del año 2008 y que recientemente ha retomado el gobierno valenciano1. Este contrato planteaba la integración como un proceso que incluye el cumplimiento de las leyes, el respeto de los principios, valores y costumbres de los españoles, el aprendizaje de la lengua, el pago de los impuestos y cotizaciones, el trabajo activo para integrarse y el retorno al país cuando se carezca de empleo y medios2. No es este el espacio para argumentar lo absurdo, injusto y xenófobo de esta propuesta, pero sí para alertar sobre las consecuencias que este concepto de integración puede comportar para nuestro modelo de convivencia. El hecho de situar la integración como un proceso que sólo depende de la persona inmigrante supone falsear la realidad, puesto que la integración es un fenómeno de mayor complejidad que implica a toda la sociedad.

Nosotros entenderemos la integración más bien en el sentido en el que la define Pajares (2005), como «el proceso de equiparación de derechos, de forma legal y efectiva, de las personas inmigradas con el resto de la población, así como el acceso en igualdad de oportunidades y de trato, a todos los bienes, servicios y cauces de participación que ofrece la sociedad». Aunque la integración se articula también sobre otros ejes, cabe destacar la condición irrenunciable de la igualdad de derechos como punto de partida para la inserción real. No podemos hablar dePage 212integración desde la desigualdad, el no reconocimiento de derechos fundamentales y la inferiorización de las personas inmigrantes. Tampoco cohesionaremos esta sociedad diversa si no es desde la participación de las personas implicadas en todas las esferas de la vida pública. Así pues, frente a concepciones que estigmatizan a las personas inmigradas como portadoras de culturas atávicas y pertenecientes a una categoría social y jurídica inferior a la de las personas autóctonas, proponemos un concepto de integración que reconozca el valor de la diver- sidad cultural desde la plena igualdad de derechos.

Las políticas y acciones que se basan en una concepción xenófoba de la integración, provocan consecuencias importantes en el bienestar de las personas inmigrantes que pueden afectar a su salud y, en definitiva, a la propia salud del sistema democrático. Una integración bien entendida debe pasar por el alcance de buenos niveles de bienestar para todos los ciudadanos. La participación de todos en el establecimiento de los caminos a transitar para organizar la sociedad y la producción y distribución de sus recursos, se convierte en requisito esencial para la vida en común. Sin embargo, actualmente podríamos afirmar que la idea de dominación es el elemento central de nuestra política de inmigración pues, como explica de Lucas (2003).

…no queremos controlar (ni regular), sino dominar los flujos migratorios, como se domeña, es decir, como se domestica un animal de tiro o de monta o un esclavo que nos son útiles, o un juguete que nos entretiene. Queremos dominar la inmigración para evitar riesgos (el de perder nuestro privilegiado status, que a su vez no puede mantenerse sin inmigración), pero sobre todo para auto- afirmarnos como dueños, como sujetos, y eso significa establecer como regla en nuestras relaciones con los flujos migratorios una única, la de nuestro propio y exclusivo beneficio.

Desde la «presunción de delincuencia» atribuida al inmigrado y el etnocentrismo que menosprecia su identidad cultural se justifica la violación «normalizada» de derechos básicos y se avanza hacia la desigual condición de los ciudadanos en función de su origen o situación administrativa. Esta realidad,Page 213como veremos a continuación, motiva algunos de los grandes retos a afrontar para alcanzar un buen modelo de convivencia.

1.2. La relación entre las desigualdades sociales y las desigualdades en salud

La configuración del inmigrante como «ser inferior» posibilita la consolidación de las desigualdades sociales y ubica a las personas inmigradas como potencialmente excluidas del sistema social y político de la sociedad de acogida. Podríamos analizar más detenidamente el proceso de inferiorización y domesticación al que se ven sometidos buena parte de los inmigrantes que se encuentran entre nosotros (Mora, 2007), pero vamos a detenernos aquí en algunos de los efectos que este proceso tiene en la generación de desigualdades sociales y problemas de salud entre la población inmigrada. Lógicamente, estas desigualdades afectan sobremanera al colectivo de inmigrantes expuestos a una mayor violación de sus derechos básicos y conformado mayoritariamente por personas que se encuentran en situación administrativa irregular, es decir, sin los «papeles» en regla.

La ubicación en estratos sociales bajos, con escasas posibilidades de movilidad social ascendente y sin oportunidad de participar de la vida política es una constante entre el grueso de las personas inmigrantes que viven entre nosotros. El bienestar social se ve dificultado cuando, además, los mecanismos de protección se han ido desmantelando paulatinamente para satisfacer a las exigencias de un mercado voraz. Así pues, vemos como las peores condiciones económicas, laborales y sociales confluyen cada vez más en el colectivo de personas inmigradas, gracias a esa configuración del inmigrante como «mano de obra de segunda categoría» al servicio de los privilegios de las socieda -des...

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