Lacasta-Zabalza, José Ignacio, España uniforme. El pluralismo enteco y desmemoriado de la sociedad española y su conciencia nacional e intelectual, Pamiela, Pamplona, 1998,365 págs.

AutorMa José González Ordovás
Páginas426-427

Page 426

Si Max Aub estaba en lo cierto y «lo que importa de las cosas no son las cosas en sí, sino el porqué se hacen», habrá que preguntarse ¿por qué se escribe España uniforme? Tal vez porque resultara necesario que desde una relación moral con la política se hiciese frente al olvido. Al olvido de la política, o lo que es igual, «de la historia del poder y su espíritu». Quizá lo más correcto sería invertir la cuestión: cómo no hacerlo si la política de hoy es fruto de la de ayer y semilla de la de mañana. No reflexionar sobre la España uniforme hubiese significado preterir lo que en realidad perdura.

España uniforme viene del desvelo por la fundamentación del sistema jurídico español y por la nula legitimidad de quienes reprochan al pluralismo su existencia. Así, la cadena de validez normativa no sería un exquisito más trasnochado artificio teórico sino que continuaría siendo una lúcida y válida disquisición sobre el origen del derecho y el estado.

España se hace uniforme porque sin lo mejor de la tradición y la cultura republicana ha concedido un nacionalismo que parece haber reducido la lucha por el derecho a una breve fase histórica. A lo que parece, la superación definitiva de tal fase contradice y niega la posibilidad y autenticidad de cualquier pretensión discordante con lo igualador e igualado. Desde esa atalaya, quienes dicen atisbar otra cosa no verían sino la imagen de su deseo.

Parece que, en la uniformizada sociedad y con Ihering en el pensamiento, el autor echa en falta una suerte de «egoísmo maduro» que colme de significado la lucha por los derechos de los otros como deber de la comunidad. Auténtico indicio y criterio de self-respect para los ciudadanos, diría Resta.

La apuesta, encendida apuesta sobre todo en la Introducción, por la razón jurídica, para la que no existe alternativa, justifica que tampoco falte (ni sobre) una ilustrada visita a las dependencias y conductos menos frecuentados del edificio estatal. Suba o baje el diapasón, el rechazo de la ambivalente idea de la violencia, entendida a un tiempo como enfermedad y como cura permanece como único fondo y fundamentación del Estado de Derecho. Donde la paz sólo lo es si viene por medio del Derecho. De otra forma, transgredido a sí mismo pierde su particularidad y esencia.

La trabada estructura del libro casa bien con la compleja urdimbre social donde lo que puede ser casi iguala en importancia a lo que resulta ser. El autor, acaso por ello, no ningunea a político...

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