Walter Benjamin y América Latina: experiencias, descubrimientos y redescubrimientos

AutorOliver Kozlarek
Páginas123-135

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[E]n el siglo XVIII cuando Europa tenía un futuro, la filosofía y su crítica inherente eran actuales, y todavía en el siglo XIX era la utopía que se expresaba en lo negativo más que ilusión. A mitad del siglo XX parece que el espíritu del mundo se ha ido con otros pueblos.

HORKHEIMER 1990: 103

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Introducción

En este trabajo quiero presentar algunos ejemplos de cómo la obra de Walter Benjamin ha sido leída en América Latina. No pretendo discutir sistemáticamente todos los trabajos que se han publicado en las últimas dos décadas en esta parte del mundo y que contienen reflexiones sobre, con o a partir de Benjamin. Esto requiere de un espacio mucho más amplio ya que el total de estos trabajos alcanza dimensiones verdaderamente sorprendentes.

Me limito aquí a indicar sobre todo dos características. La primera tiene que ver con la forma en la que Benjamin ha sido estudiado y «utilizado» en esta parte del mundo. Beatriz Sarlo ha escrito hace unos años, que la «lectura de Benjamin [...] ha producido una especie de erosión teórica que carcome la originalidad benjaminiana hasta los límites de la completa banalización» (Sarlo 2000: 79). Si bien Sarlo no limita esta observación a América Latina, creo que ella es particularmente correcta para esta parte del mundo.

En vez de trabajos que se distinguen por su rigor filológico, encontramos en América Latina más bien lecturas guiadas por un gran entusiasmo. Sin embargo, creo que una clave del éxito de Benjamin en América Latina tiene que ver justamente con una lectura menos sistematizada que detecta con más facilidad algunas de las elevaciones topográficas de las intuiciones elementales, en una obra cuya complejidad de otra manera conduciría con facilidad a perdernos en la densidad del material que ella contiene. Dicho de otra manera: creo que son precisamente las intuiciones que Benjamin articula a lo largo de su obra que coinciden con intuiciones que se manifiestan también en el pensamiento latinoamericano desde hace ya algún tiempo.

¿Cómo podemos explicar esto? Podemos sospechar que las coincidencias entre las intuiciones de Benjamin y las intuiciones latinoamericanas se deben a experiencias compartidas. Pero eso no sería del todo correcto porque las experiencias de y en la modernidad que animaban a Benjamin a pensar lo que pensó tenían que ser diferentes, porque la modernidad de Benjamin era, a pesar de todas las coincidencias y afinidades, una modernidad diferente a la latinoamericana. El filósofo berlinés se mantiene en el interior de la matrix europea de la modernidad.

Ahora bien, creo que a pesar de todas estas diferencias hay sobre todo una intuición que cayó en una tierra muy fértil como la de América Latina. Esta es la intuición de que uno de los problemas más severos de la cultura moderna consista en la pérdida, incluso en la aniquilación sistemática de la experiencia. Se trata de una intuición que en América Latina se puede entender muy bien, ya que la sospecha de que la modernidad en esta parte del mundo se nutre de y se enfrenta a experiencias diferentes a las que las sociedades europeas han hecho, tiene una larga tradición.

En lo que sigue voy a reconstruir algunos momentos en la evolución del concepto benjaminiano de la experiencia. En una primera parte quiero demostrar la vinculación intrínseca entre experiencia y narración. En el siguiente apartado mostraré que el redescubrimiento de la experiencia proporciona uno de los motivos centrales para la crítica de la modernidad de Benjamin que se hipostatiza en una crítica del «tiempo vacío». En el siguiente apartado argumentaré que para América Latina la rehabilitación de la experiencia permite un nuevo descubrimiento de las condiciones sociales y culturales de esta parte del mundo. Finalmente, me gustaría presentar un uso muy creativo de estas ideas e intuiciones que sorprende por lo que podemos entender como una suerte de redescubrimiento de la cultura europea a partir de las experiencias hechas en y con la modernidad latinoamericana.

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Experiencia y narración

Ya en su juventud el tema de la experiencia le preocupó a Benjamin. En 1913 escribió para la revista Anfang un pequeño ensayo titulado Erfahrung (experiencia) (véase 1999a). Años después (en 1929), Benjamin se refiere nuevamente a este texto de su mocedad, reconociendo no solamente el tono crítico que éste tenía, sino también la importancia que el concepto de la experiencia adquirió para su pensamiento en momentos posteriores: «En un ensayo anterior he movilizado todas las fuerzas rebeldes de la juventud en contra de la palabra "experiencia". Y ahora esta palabra es uno de los elementos sobre los que muchos de mis asuntos se sostienen. Sin embargo, he sido fiel a mí mismo. Mi ataque perforó la palabra sin destruirla. Avanzó al centro del objeto» (cf. en Tiedemann/ Schweppenhäuser 1999: 902).

En realidad el texto de 1913 opone dos conceptos de experiencia diferentes. Por una parte se refiere a aquella noción de «experiencia» que usan los adultos frente a los jóvenes. Benjamin ve aquí sobre todo una «máscara» detrás de la cual los adultos esconden sus verdaderas razones para desalentar el entusiasmo de los jóvenes. «Experiencia» en este sentido es el argumento de los «filisteos» en contra de los que están dispuestos a romper con el statu quo. El problema no es pues la experiencia en sí, sino la manera en la que esta palabra es funcionalizada a favor de intereses conservadores. Benjamin ve una alternativa en el trato de la experiencia solamente cuando ésta sea enriquecida por el «espíritu» (véase: 55). Lo que «espíritu» significa no está muy claro en este escrito temprano. Pero Benjamin parece sugerir que se trata de algo que pertenece sobre todo a la juventud, y que tiene que ver con una disposición de criticar y consecuentemente de cambiar las cosas. Para Benjamin experiencia y cambio son perfectamente compatibles.

Veinte años después Benjamin escribió un ensayo diferente con el título «Experiencia y pobreza» (Erfahrung und Armut) (Benjamin 1999b). En él se nota claramente la centralidad que el concepto de la experiencia tiene ahora para el filósofo berlinés. También en este texto Benjamin recuerda que experiencia era aquello a través de lo que los adultos justificaron su resistencia al cambio. Pero al mismo tiempo explica que la verdadera autoridad de la experiencia se arraiga en la narración. La narración es el medio a través del cual la experiencia es comunicada. Pero al mismo tiempo es algo más: es la experiencia misma que no puede existir sin ser narrada. Hay pues una vinculación intrínseca entre experiencia y narración.

Benjamin diagnostica su época como el tiempo en el que la experiencia se pierde. El mundo de las mercancías da prioridad a las vivencias (Erlebnisse) momentáneas y fugaces. Lo trágico de esta evolución se plasma para Benjamin con relación a la guerra de 1914-1918: «¿No se podía observar que la gente regresó callada de los campos de batalla? No más ricos de experiencia comunicable» (ibíd., 214). Esto no significa que en los años posteriores a esta Gran Guerra no haya existido una verdadera ola de escritos que trataban de articular que había ocurrido en aquellos años terribles. Pero para Benjamin en todo esto no se comunicaba ninguna experiencia. Al contrario, se trataba más bien de testimonios de perplejidad ante un evento que destruye todo, incluso la experiencia acumulada por muchas generaciones. De esta manera se explica también el título del ensayo: «La pobreza es pobreza de experiencias»: «Esta pobreza de experiencias no es solamente pobreza de experiencias privadas, sino de experiencias humanas en términos generales. Se trata de una nueva forma de barbaridad» (ibíd., 215).

Barbaridad

significa aquí sobre todo austeridad; la humanidad se ve pues ante la situación de tener que empezar de nuevo, con nada. La destrucción de la guerra es, para Benjamin solamente el síntoma más claro de la destrucción de los fundamentos de la civilización que, sin embargo, ésta se encuentra claramente inscrita en la civilización

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occidental. Benjamin hace, en este contexto, no solamente referencia explícita a Descartes, sino también a los artistas que mimetizan con su arte la ingeniería y a los arquitectos que diseñan casas de acero y de vidrio, esto es, materiales que ya no tienen «aura» (véase: 215). La nueva época -esta fase más actual de la modernidad- se caracteriza por la pérdida de todos los contenidos que en algún momento han sido importantes y que se pasaron de generación en generación. Y esta pérdida de contenidos vacía también a aquel imaginario que en algún momento de la historia de la propia época moderna haya sido probablemente el más importante de todos: el del ser humano: «[...] lo humano (die Menschlichkeit) -este principio del humanismo- lo rechazan» (ibíd., 216). Una frase hacia el final de su ensayo resume todo el argumento que Benjamin desdobla sobre estas escasas páginas: «Todo han "tragado": la "cultura" y el "ser humano" y se han llenado de ambos y se han cansado» (218).

La crítica que Benjamin articula frente a la pérdida de la experiencia se convierte en el núcleo de su crítica de la modernidad actual. Esta modernidad se ha convertido en una suerte de agujero negro que devora todo lo que se acerca a él, hasta sus propios sueños. «Nos hemos hecho pobres», exclama Benjamin, porque hemos dejado «un pedazo de las herencias humanas tras otro» (219). La pérdida de la experiencia es el síntoma más elocuente de todo esto. ¿Dónde se puede entender este «desperdicio de experiencias» (Boaventura de Sousa Santos) mejor que en América Latina, en aquella parte del mundo, donde toda una civilización fue sistemáticamente aniquilada en...

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