El desarrollo de la violencia juvenil: Del nacimiento a la primera edad adulta

AutorRichard E. Tremblay
Cargo del AutorCatedrático de Criminología Universidad de Montreal, Universidad de Central Lancashire y Universidad de Utrecht
Páginas475-486

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Pero lo cierto es que la repetición de los mismos actos es imprescindible para alcanzar la virtud, pues es nuestra actuación habitual en los negocios lo que nos hace justos o injustos, y nuestra actitud ante el peligro lo que nos hace valientes o cobardes. Lo mismo ocurre con las pasiones, sean del género concupiscible o irascible... Por consiguiente, adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia, ni siquiera mucha: tiene una importancia absoluta

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Aristóteles, Ética Nicomaquea, cap. 1.

La educación exige especial cuidado, y sus frutos se recogen en el porvenir; porque es cosa fácil amoldar los espíritus tiernos aún, y difícil extirpar los vicios que han crecido con nosotros

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Séneca, De la ira.

Las esperanzas más brillantes y menos razonadas habían precedido al Salvaje de Aveyron hacia París... mucha gente, por otro lado encomiable por su progresismo, olvidando que nuestros órganos son mucho menos flexibles y que la imitación es mucho más difícil cuando uno está lejos de la sociedad y desde la más tierna infancia, pensaba que la educación de ese individuo llevaría sólo unos pocos meses...

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Jean Itard (1801), pp. 130-131.

1. Introducción

La violencia juvenil es uno de los grandes problemas a los que se enfrentan las sociedades modernas. Para prevenir esta violencia hemos de comprender cómo los niños inocentes terminan convirtiéndose en adolescentes violentos. Algunos estudios longitudinales llevados a cabo con amplias muestras de niños desde la infancia hasta la edad adulta indican que el pico de edad para la agresión física Page 476 se sitúa entre el final del segundo y el final del cuarto año desde el nacimiento. Afortunadamente, por su tamaño, la agresión física de los niños de dos años no constituye una gran amenaza para el público en general. Es también providencial que la mayoría de los niños aprendan a controlar estos comportamientos físicamente peligrosos y socialmente disruptivos antes de alcanzar su envergadura máxima. Este curso natural de desarrollo sugiere que los años preescolares son la mejor oportunidad para impedir el desarrollo de casos de agresión física crónica. Para que nuestras calles sean un lugar seguro tenemos que empezar por dar una educación temprana y de calidad desde los primeros años de vida.

Es un hecho criminológico bien conocido que el riesgo de cometer un delito físicamente violento es más elevado desde la mitad de la adolescencia hasta la adultez temprana. Dado que la violencia adulta está vinculada por lo general a un historial de violencia juvenil1, y ya que todos los adultos han sido jóvenes, cabría esperar que reducir la violencia juvenil disminuiría también la violencia adulta. Por tanto, la disminución de la violencia juvenil debería tener a largo plazo una repercusión muy grande en la violencia total dentro de una sociedad determinada.

Recientemente, la Organización Mundial de la Salud publicó un informe sobre la Violencia y la Salud que concluía: «La mayoría de las personas jóvenes que se tornan violentas son delincuentes limitados a la adolescencia que, en realidad, muestran pocos o ningún indicio de altos niveles de agresión u otras conductas problemáticas durante su infancia»2 (p. 31). Esta conclusión seguía los pasos de un informe de 2001 del Director General de Salud de los Estados Unidos, que se basaba casi exclusivamente en el análisis de la violencia física durante la adolescencia. De hecho, la mayor parte de los estudios criminológicos sobre la violencia juvenil se han centrado en los jóvenes de 12 a 18 años. Durante ese periodo se hacen más fuertes físicamente, su capacidad cognitiva aumenta (por ej., ocultan mejor sus intenciones), alcanzan la madurez sexual, piden y consiguen mayor libertad para emplear su tiempo sin la supervisión adulta, y tienen acceso a más recursos como dinero y transporte, lo que incrementa su capacidad de satisfacer sus necesidades.

Este rápido desarrollo biológico y psicosocial podría bastar para explicar por qué la adolescencia es un periodo de la vida en el que hay más oportunidades y motivos para exhibir un comportamiento antisocial. Los adolescentes carecen de experiencia y se sienten presionados para elegir una profesión o para rendir en el colegio, dentro de sus grupos de iguales o con las posibles parejas sexuales. Estos factores, y muchos otros, explican por qué, en comparación con los adultos, proporcionalmente más adolescentes y adultos jóvenes recurren a un comportamiento violento.

Aunque un gran número de adolescentes cometerá algunos actos delictivos, la mayoría de ellos serán infracciones menores. Las encuestas de población han mostrado repetidamente que una pequeña proporción de adolescentes (aproximadamente el seis por ciento) es responsable de la mayoría de los actos violentos y detenciones1. El reto consiste en explicar por qué algunos adolescentes y algunos adultos con frecuencia recurren al comportamiento físicamente agresivo mientras que otros no. Pese a ser relativamente pocos en número, atemorizan a Page 477 gran parte de la población y representan una pesada carga de sufrimiento para sus víctimas, sus familias y para ellos mismos. Los adolescentes con problemas de conducta tienen también muchas más posibilidades de estar en paro y de tener mala salud física o problemas de salud mental.

2. Agresión física durante la infancia

Varios casos notorios lamentablemente han puesto de manifiesto que el comportamiento violento en extremo no aparece repentinamente con la adolescencia. Por ejemplo, en febrero de 1993, dos chicos de 10 años aporrearon hasta la muerte a un niño de dos años a quien habían logrado separar de su madre en un centro comercial de Liverpool3. En 1994, el mundo se conmocionó de nuevo al escuchar que en la tranquila Noruega un niño de cinco años y dos de seis años habían matado a patadas y pedradas a una niña de cinco años4. En marzo de 2000, un párvulo de Michigan usó una pistola semiautomática para matar a una compañera en la clase5.

Estos casos infrecuentes sirven para recordarnos que los niños pueden ser sumamente violentos. Pero ¿se trata de casos excepcionales? ¿Los adolescentes más violentos pasan a ser físicamente agresivos durante la adolescencia, como sugieren la OMS y el Director General de Salud de los Estados Unidos?

Uno de los pocos estudios longitudinales de agresiones físicas que comenzaron antes de la adolescencia es el Carolina Longitudinal Study. Se hizo el seguimiento de un total de 220 niños y niñas de Carolina del Norte desde el 4.º hasta el 12.º curso. Cairns and Cairns (1994)6 obtuvieron valoraciones de agresiones físicas de los estudiantes y sus profesores. Los análisis de estos datos dibujaron un paisaje inesperado. La información tanto de los profesores como de los estudiantes mostraba una clara disminución media en la frecuencia de la agresión física desde los 10 hasta los 18 años de edad; esto era así tanto en el caso de los chicos como de las chicas7.

Dicho resultado se reprodujo con amplias muestras de Canadá8,9 Nueva Zelanda8 y Estados Unidos8 10. Pero, como muestran los informes del Director General de Salud de los Estados Unidos y de la OMS, la mayoría de las personas sigue creyendo que los escolares aprenden a agredir de su entorno, y especialmente de los medios de comunicación y los malos amigos. La idea de «comienzo tardío» referida a la agresión física está omnipresente. Nagin y Tremblay (1999)9abordaron este tema cuando identificaron las trayectorias de desarrollo de la agresión física evaluada por profesores, en una muestra de niños de zonas socioeconómicas pobres de Montreal. Aquellos niños fueron evaluados regularmente desde el parvulario hasta el instituto (Figura 1): el 17 por ciento de los niños resultaron no haber sido nunca físicamente agresivos; el cuatro por ciento mostraron una frecuencia alta de agresión física desde los seis hasta los quince años de edad; el 28 por ciento empezaron con un nivel elevado de agresión física a los seis años y se volvieron cada vez menos agresivos físicamente con el tiempo; mientras que la mayoría (52 %) tenían un bajo nivel de agresión física a los seis años de edad y también se volvieron cada vez menos agresivos con el tiempo.

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Figura 1. Trayectorias de desarrollo de la agresión física en niños de 6 a 15 años de edad Nagin y Tremblay, 1999.

(Figura en Documento Pdf)

En contraste con la hipótesis referente al comienzo tardío de la conducta antisocial, Nagin y Tremblay (1999) no encontraron ningún grupo de chicos en el que pareciera haber un «comienzo» y un mantenimiento de niveles elevados de agresión física durante un número significativo de años después de los seis años de edad. Los datos obtenidos de la información referida por los propios sujetos durante la adolescencia, muestran que algunos individuos incrementan su frecuencia de agresión física durante la adolescencia. Esto se ve especialmente con aquellos que se encontraban ya en una alta trayectoria de agresión física durante la infancia. Estos niños están creando el pico en la curva edad-delincuencia11 12 13 14, sobre todo porque tienen más probabilidad de ser detenidos por agresiones físicas a medida que se hacen más altos y más fuertes. La misma agresión física cometida por el mismo niño a los...

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