Mendizábal Villalba, Alfredo, Pretérito imperfecto. Memorias de un utopista (edición a cargo de Benjamín Rivaya García, Etelvino González López y Rafael Sempau Díaz del Río), Oviedo, Real Instituto de Estudios Asturianos, 2009, 335 pp.

AutorRicardo García Manrique
CargoUniversitat de Barcelona
Páginas606-611

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I

El retrato del autor de estas memorias está en la portada. La mirada de sus ojos claros es limpia y directa. Su sonrisa es discreta. Su aspecto atildado lo acredita el engominado impecable, el bigote bien recortado y la corbata ajustada. No sabemos cuándo fue tomada la foto, pero por contraste con la que aparece en las páginas interiores, datada en 1932, debió de ser unos cuantos años después, quizá a finales de los cuarenta, rondando pues la cincuentena, porque sabemos que nació en 1897. Por contraste, el gesto es ahora mucho más amable y menos altivo, y nos habla de un hombre pausado y quizá algo melancólico. En todo caso, bien puede ser, como sabemos que es, el retrato de un profesor universitario de la época. Su aspecto y su profesión no auguran unas memorias apasionantes; pero asegurarlo sería mucho arriesgar cuando se trata de un español que ha vivido en su edad adulta las décadas clave del siglo xx.

Si vamos directamente a la página 161 nos encontraremos en el París de junio de 1940. El estruendo de los cañones alemanes se oye ya en la capital y nuestro protagonista inicia la huida hacia el sur de Francia, en metro, a pie, en coche, en tren. Llegará a Burdeos y allí sabrá que las gestiones de su amigo jacques Maritain han dado resultado y dispone, como otros profesores europeos exiliados y perseguidos, de una invitación para dar clases en la new school for social research de nueva York. Pero nueva York queda muy lejos de Burdeos y a alfredo Mendizábal le costará nada menos que dos años llegar hasta allí. Recorrerá el sur de Francia asediado por la policía de Vichy. Pasará por Toulouse, Marsella y niza, se escapará de la custodia de un gendarme saltando de un tren a otro, fracasará en el negocio de la venta de cuchillas de afeitar en el mercado negro, habrá de fingir solvencia jugando a la ruleta en el casino de niza y, tras múltiples peripecias, conseguirá abordar un buque en el puerto de Marsella que le llevará hasta orán y, desde allí, por vía férrea, alcanzará la ciudad de casablanca, donde hacían escala los transatlánticos que unían Lisboa con la costa este de norteamérica. Allí la odisea de Mendizábal no hará sino continuar. Internado en un campo de refugiados, casi todos ellos judíos, habrá de escaparse reptando bajo las alambradas para visitar al cónsul de los estados Unidos en busca de su anhelada visa. Lo podemos imaginar caminando por las calles de casablanca entre una variopinta multitud, muy similar a la que se abigarra cada noche en el rick’s café americain... Compartirá después cuarto con el escritor español Max aub, volverá a sortear a la policía francesa, vencerá los mil y un trámites burocráticos y, por fin, podrá embarcar en el Nyassa, un carguero portugués que le llevará hasta la libertad americana. Por si faltaba algo, durante la travesía conocerá a una joven franco-alemana que habría de convertirse en su esposa. Después de leer estas cincuenta páginas trepidantes, que llegan a emocionar, el discreto retrato del que hasta hace poco había sido catedrático de filosofía del derecho de la Universidad de oviedo lo vemos con mirada muy distinta, determinada ahora por el respeto, el interés y la admiración. ¿Quién dijo que

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la Filosofía del derecho española carecía de glamour? Va a resultar que la lectura íntegra de sus memorias no será tan monótona como algunos podrían estar pensando.

II

Estamos reseñando, en efecto, las memorias de alfredo Mendizábal Villalba (1897-1981), que habían permanecido inéditas desde que fueron escritas hace más de treinta años y que ahora aparecen en esmerada edición del real instituto de estudios asturianos, al cuidado de Benjamín rivaya, etelvino González y rafael sempau. Una vez más, el profesor rivaya, en este caso con la compañía mencionada, vuelve a darnos muestras de su buen quehacer historiográfico, convertido ya sin duda en el más conspicuo historiador de la filosofía del derecho española contemporánea. Se trata de una labor poco reconocida (aunque, por cierto, ni mucho menos la única...

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