¿Quién vigilará a nuestros vigilantes? (Reinventando a Juvenal ante el Foro de Roma, en Perú y Sudamérica)

AutorAndrés Gómez de la Torre Rotta
CargoEscuela Nacional de Inteligencia (ENI) del Perú
Páginas35-52

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1. Introducción

La actividad de inteligencia es sin duda una actividad estigmatizada, cuestionada y, por cierto, tradicionalmente poco controlada. La liberalidad extrema con la que se actuó en la Guerra Fría (1945-1990) contribuyó decisivamente a reservarle un lugar de honor y preferente dentro de las acciones más controvertidas, oscuras y poco transparentes en el ámbito de la gestión pública. Otros dicen que es el gran «agujero negro» del Estado. Hoy todavía subsisten marcados paradigmas que obstaculizan su desarrollo institucional en un «Estado de iure»; para algunos operadores, la inteligencia no es una disciplina científica, es más bien un arte práctico. Para otros —no pocos—, un servicio de inteligencia democrático no es un servicio de inteligencia. Lo clandestino, encubierto, «intrusivo» o invasor son temas repetidos, particularmente en Estados dotados de débiles estructuras institucionales y escaso control y supervisión pública. Es lo descarnadamente recurrente en Latinoamérica. Hay todavía arriesgadas añoranzas y recuerdos del Estado no democrático y de facto, el cual, según antojadiza interpretación de algunos, es el espacio natural para el desarrollo de actividades de inteligencia.

Tal interpretación, además, se complementa con otra: supuestamente los controles y fiscalización inhiben, menguan y obstaculizan el desarrollo de las actividades de obtención, recolección o búsqueda de información. Por ello, el periodista argentino Alberto Benegas Lynch es concluyente a la hora de expresar su justificada preocupación en el sentido de que «cuando no hay claros límites al poder y se permite recurrir a la clandestinidad, los abusos no deben sorprender» (Benegas Lynch, 2006). Son las pesadas herencias y patrimonio histórico de tristemente célebres entidades latinoamericanas como la CIDE (Coordinadora de Informaciones del Estado) de Argentina y el SFCI (Servicio Federal de Informaciones y Contrainformaciones) de Brasil, creados en 1946 (ambos Estados coincidentemente gobernados por generales populistas autoritarios), del DFS mexicano (1947) o del Servicio de Inteligencia de Colombia DAS-SIC, puesto en marcha en 1953, y el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) del Perú, creado en 1960, o de la institucionalización de la inteligencia en Venezuela (DISIP-1969).

La historia de la inteligencia en Sudamérica está estrechamente asociada a regímenes políticos totalmente distantes del Estado de Derecho: dictaduras dinásticas y de corte personal, familiar, militar y de populismos autoritarios,Page 37 mientras que hoy se alude a la existencia de un nuevo régimen o neopopulismo, denominado así desde el establecimiento de seguridad de los Estados Unidos como el populismo radical, también con la vieja doctrina clásica de seguridad nacional exportada por la potencia hemisférica dominante. Algo no menos importante es la corrupción como fenómeno inherente al ethos profundo de nuestras sociedades; ello es clave para comprender que las recurrentes crisis de la inteligencia en Latinoamérica exhiben asombrosos denominadores comunes y hasta similares personajes en diversos períodos recientes de nuestra historia política.

Siendo la nuestra un área particularmente controvertida en el empleo de sus servicios de inteligencia, resulta pertinente lo expresado por el abogado argentino Horacio French, nada menos que con los pergaminos de ser un ex funcionario de amplia trayectoria en la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) en su país, cuando se pregunta:

¿Están decididos y preparados los servicios secretos de Latinoamérica para frustrar atentados, desarticular el crimen organizado, limpiar la Triple Frontera e impedir las nuevas modalidades de espionaje internacional?... ¿O seguirán por el actual camino del derroche presupuestario, la burocracia, el espionaje político y la inutilidad de gran parte de sus actividades? (French, 2006).

Con su pregunta, French nos lleva a los persistentes cuestionamientos y desconfianzas existentes acerca del profesionalismo en inteligencia y su real efectividad en nuestra parte del continente. Es la contención del comunismo, la Guerra Gría, el bipolarismo, la contrainsurgencia, las autocracias y dictaduras políticas, la represión política, el militarismo y el Estado de seguridad nacional clásico y su fundamento: la doctrina de seguridad nacional (DSN), los conceptos referentes y moneda corriente de la inteligencia latinoamericana en los últimos sesenta años. Asumimos en esta región un modelo de servicio denominado «policía política», como anota meridiana y certeramente el historiador chileno Carlos Maldonado Prieto cuando concluye con realismo que «en el caso particular de América Latina, y de la región andina en especial, hay una evidente tensión entre la función de inteligencia y la vida democrática de los países» y, como también anota, «los servicios de inteligencia latinoamericanos no realizan inteligencia estratégica, sino que se confunden con las policías y las Fuerzas Armadas, asumiendoPage 38 parte de sus funciones, o simplemente son degradados a policías políticas, con fines espurios» (Maldonado, 2007: 291).

Aunque desde extremos opuestos, América Latina ha recibido fuertes influencias externas en la formación de sus entidades y preparación de sus cuadros de inteligencia, tanto del Este como del Oeste, particularmente en el ideologizado período 1945-1990, cuando hemos tenido en esta parte del mundo organismos tan disímiles políticamente pero, a su vez, tan parecidos en cuanto al empleo de ciertos métodos y técnicas como la ANSESAL en El Salvador y la DGSE en la Nicaragua sandinista, o como la DINA y el CNI en tiempos del dictador Pinochet y la DGI en la Cuba revolucionaria. Por lo tanto, son algunas —pero no todas— las razones por las cuales hay un sentimiento de natural desconfianza y escasa aceptación en la prensa y opinión pública acerca de los servicios de inteligencia y sus actividades particularmente operativas. La gran mayoría de ellos no han podido asegurar su aceptación ni ganarse un lugar en la sociedad democrática. Éste es un punto importante en el que se puede notar, a pesar de las adversidades que rodean el asunto, un importante esfuerzo de la burocracia de inteligencia para generar confianza y mayor transparencia de gestión institucional; allí se encuadran y entienden aspectos novísimos y nunca antes vistos como las recientes páginas web institucionales, revistas oficiales de las escuelas de inteligencia de los servicios, libros especializados, memorias anuales de gestión, concursos públicos de méritos, y hasta avisos publicitarios para captación de personal.

2. Inteligencia y militarismo

Acerca de la relación de dependencia entre inteligencia y militarismo, el prestigiado académico y profesor universitario peruano Ciro Alegría resume certeramente los términos de la discusión:

La función de garantizar la defensa en el ámbito interno que la Constitución confiere a la Fuerza Armada en el Perú contiene un cúmulo de contradicciones conceptuales y reales que reflejan el singular papel político que han jugado los militares en este país… su análisis puede servir para iluminar una problemática que se presenta de muchas formas en otros países de América Latina… es notorio que el empleo frecuente o intensivo de la Fuerza Armada en la contrasubver-Page 39sión y el control de las protestas sociales es la causa principal de la transformación de éstas en actores políticos (Ciro Alegría, 2008).

Abona y suma en ese sentido lamentables casos recientes, como el del espionaje ilegal efectuado por parte de la inteligencia naval de la Armada Argentina en la base Almirante Zar en Trelew, lo que motivó la elaboración de un interesante documento publicado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) de Argentina o los efectistas y preocupantes titulares como el publicado en el número 1251 de la revista Semana.com de Colombia, de fecha 22 de abril de 2006, en el que se señala que: «El DAS atraviesa la mayor crisis de su historia y las cadenas de escándalos que han estallado recientemente sobre corrupción e infiltración mafiosa entre sus anteriores directivas da la sensación de que la institución está al borde del colapso» (Centro de estudios legales, 2007). Esta preocupante situación nos hace reflexionar acerca de los reales avances (o retrocesos crónicos) de la inteligencia en Latinoamérica.

3. Comunidad de inteligencia

Es desde el punto de vista del desarrollo doctrinario de la inteligencia desde el que Latinoamérica sin duda viene construyendo una silenciosa pero solvente comunidad académica de expertos que está coadyuvando a afianzar una cultura particular que se traduce en interesantes estudios sobre la materia: desde México (Sergio Aguayo Q., Manuel Balcázar, Leonardo Curzio G., Fredo Arias King y Raúl Benítez Manaut), Costa Rica (Paul Chaves), Guatemala (Manolo Vela, Bernardo Arévalo, Edgar Gutiérrez y Miguel Ángel Reyes Illescas), Chile (Carlos Maldonado, Carolina Sancho Hirane, Guillermo Holzmann), Argentina (José Manuel Ugarte, Alejandro Corbacho y Cristina Lemozy), Brasil (Marco Cepik, Priscila Antunes, Alcides Costa Vaz)...

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