La comunicación verbal en los medios actuales de comunicación social: principales rasgos lingüísticos

AutorJesús Sánchez Lobato
Cargo del AutorUniversidad Complutense
Páginas85-116

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Introducción

Aunque a lo largo de la historia de la humanidad, desde que la facultad del lenguaje seleccionó y caracterizó la especie animal que conocemos con el nombre de "ser humano" por su racionalidad1, la lengua2ha devenido prioritariamente, y, a

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veces, exclusivamente, expresión oral3antes de que adoptase el ropaje necesario para la expresión escrita.

Modalidad esta, la escrita, que, sin embargo, a partir de la invención de la imprenta -con el fin de no retrotraernos a los orígenes de su aparición-, y desde la estandarización de los sistemas lingüísticos en las sociedades modernas -sobre todo, a partir del siglo XVIII- ha tenido un sólido prestigio social y cultural hasta bien entrado el siglo XX. Como norma de lo bien dicho -reflejando siempre lo bien escrito-, se instaló en los medios sociales de comunicación tanto en los genuinamente de expresión oral, que, como ya he apuntado, seguían las directrices de la norma culta académica (estrictamente literaria), como, por supuesto, en los de expresión escrita cuyos modelos se presentaban muy alejados en el tiempo de la manifestación hablada por la sociedad, del uso real de la lengua.

En España (y en Hispanoamérica, aunque en este artículo no nos referiremos al español hablado allende el Atlántico), los medios escritos de comunicación social y cultural, durante los siglos XVIII, XIX y primera parte del pasado siglo XX, se presentan al lector adornados por una determinada voluntad de estilo4y por el respeto a ultranza a la norma culta de la

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lengua, norma de prestigio social y cultural (en una sociedad de analfabetos) en la que se desenvolvían -reverencialmenteperiodistas, ensayistas, filósofos, críticos, políticos, hombres de letras y de ciencias. La actividad parlamentaria, los debates públicos, las conferencias y la enseñanza, aunque utilizaban el canal oral de la comunicación, reproducían, en general, los modelos cultos que les proporcionaba la norma de cultura por lo que su expresión oral estaba muy próxima a la expresión escrita, sobre todo en la comunicación formal. La retórica tenía un lugar muy destacado en la comunicación oral.

La expresión oral de las personas cultivadas en el ámbito familiar adoptaba usos lingüísticos -tendentes a reproducir el ambiente familiar, social y cultural- muy diferenciados de los modelos lingüísticos habituales en su actividad pública5.

Y, por supuesto, la expresión oral de las personas cultas, pese a la utilización de diferentes registros, difería, a su vez, notablemente de la lengua hablada por la inmensa mayoría del pueblo español que, generalmente, no alcanzaba a utilizar la expresión escrita por no haber podido acceder a una instrucción elemental. La falta de escolarización proporcionaba un alto índice de personas carentes de la posibilidad de acceder a la expresión escrita.

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La lengua española, y su modelo de prestigio, respondían desde el siglo XVIII a los dictados académicos, a la norma (y subnormas) que la docta Institución recomendaba, aunque fuera por prescripción6. En la actualidad, la normativización del español es un hecho irrefutable en todo el mundo hispánico -la acción de la escuela ha tenido, tuvo y tiene una incuestionable importancia, aunque, en la actualidad otros instrumentos de comunicación juegan un papel importantísimo como la televisión, la radio, internet -. La Academia, desde sus primeros pasos con la elaboración del Diccionario, de la Ortografía y de la Gramática, ha sido la garante hasta el momento presente de la estandarización de la lengua española7.

"(...) Precisamente por la dimensión territorial del español, es imprescindible mantener una norma escrita consensuada y coherente.

(...) Las Academias de la lengua española definen la ortografía como "el conjunto de normas que regulan la escritura de una lengua". Esta definición implica que alguien regula

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mediante normas explícitas, adjetivo que no se usa en la definición; pero que es necesario. También incluye el concepto de norma culta, en el sentido de norma establecida: el consenso de las personas e instituciones que reconocen y aceptan lo que es común en la manera de hablar y escribir de los hablantes cultos. Se parte de un modelo. Esto implica una prescripción, la ortografía del español moderno es prescriptiva. También se requiere una institución coordinadora, en este caso las Academias, por ello es académica"8.

Una de las características definitorias de la llamada "norma culta" es la de estar sujeta a codificación con el fin de que pueda servir de modelo lingüístico (cada una de las normas del español, por supuesto de prestigio) a una comunidad tan extensa y poblada como la hispánica, además de poseer, como ya hemos apuntado, un sistema de escritura y unas normas ortográficas relativamente estables9, que se convierten en el eje vertebrador de los modelos cultural y educativo para la comunidad de hablantes.

"Frente a quienes, sin fundamento, expresan opiniones en las que se trata la ortografía como una norma anticuada y poco necesaria, debe explicarse que lo que ocurre es precisamente lo contrario. Se trata de una actividad normativa cuya importancia ha ido creciendo con el desarrollo de los nuevos sistemas de comunicaciones y la capacidad de publicación inmediata que ofrecen las nuevas técnicas o las redes como Internet. La creación de páginas propias o corporativas, los

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sistemas de lectura automática de textos con producción de sonido y una amplia gama de nuevas profesiones exigen la corrección ortográfica"10.

La lengua española y los medios sociales de comunicación

El teléfono (fijo o móvil)11, la radio (el transistor), el cine, la televisión, la videoconferencia, por su incisiva y directa presencia en la sociedad, a partir sobre todo de los años cincuenta del siglo pasado, al propagar por sus respectivos canales la manifestación oral del lenguaje, en menor medida la prensa diaria, las revistas, los textos literarios y no literarios, por ejemplo la publicidad, por servirse básicamente de la manifestación escrita (aunque en los últimos años los mensajes escritos desde la telefonía móvil y desde el ordenador, y sus múltiples aplicaciones, van ocupando importantes parcelas de atención en la sociedad, no olvidemos la importancia actual de los llamados chats, blogs, facebook por medio de Internet), han marcado -lingüísticamente hablando- a la sociedad hispana en los últimos años, ya que su omnipresencia, a cualquier hora del día y de la noche y en cualquier rincón del territorio hispano, ha posibilitado que se difuminen diferencias entre los hablantes de español al ir prescindiendo, en la lengua que se propaga desde los medios de comunicación antes aludidos, de variantes excesivamente localistas, y posibilita, a su vez, una comunicación lingüística que pueda ser aceptada por todos los hablantes de español sin exclusiones al seleccionar una norma (o normas) con suficiente entidad social y cultural en donde

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estén representados (y quepan) los distintos rasgos individuales y colectivos de los hispanohablantes.

En el Prólogo a la Nueva gramática de la lengua española12, encontramos el planteamiento doctrinal referido a la descripción y prescripción que ha presidido el quehacer de los académicos: "(...) Aunque sea con diferente peso, ambas vertientes -la descriptiva y la normativa- han convivido tradicionalmente en las gramáticas académicas. Nunca es tarea fácil compaginarlas en su justa medida, pero ambas se hacen también patentes en esta edición" (XLII).

En cuanto a cuestiones normativas, se asume el principio general de que la norma del español actual tiene un carácter policéntrico: "(...) La muy notable cohesión lingüística del español es compatible con el hecho de que la valoración social de algunas construcciones pueda no coincidir en áreas lingüísticas diferentes. No es posible presentar el español de un país o de una comunidad como modelo panhispánico de lengua" (XLII). La lengua, y sus posibles modelos de prestigio allá en donde se describan, tienen pues su cabida en la interpretación normativa de dichos usos en la lengua española, ya que se ha de interpretar "la norma como una variable de la descripción. Las construcciones gramaticales poseen forma, sentido e historia; unas son comunes a todos los hispanohablantes y otras están restringidas a una comunidad o a una época. Pero, además, las construcciones gramaticales poseen prestigio o carecen de él; se asocian con los discursos formales o con el habla coloquial; corresponden a la lengua oral, a la escrita o son comunes a ambas; forman parte de la lengua estándar o están limitadas a cierto tipo de discursos, sea el científico o el periodístico " (XLIII).

En general las lenguas de cultura, el español no es ninguna excepción, potencian en los medios -redes- sociales de comunicación, tanto orales como escritos, una determinada nivela-

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ción de la lengua a partir de posibles identidades culturales, históricas, geográficas y políticas; en el caso del español, pese a la voz de veinte naciones independientes, representadas en la Asociación de Academias de la Lengua Española (además de las Academias de Estados Unidos y Filipinas), la cohesión y la intercomunicación están aseguradas por las posibilidades que ofrece el sistema lingüístico del español. Poderosas razones, económicas, políticas, culturales, religiosas, científicas, identitarias , siempre están (o han estado) de una u otra manera en la base de dicha realidad13.

La codificación de la norma culta, sin embargo, debe tener en cuenta y potenciar la estratificación lingüística de la compleja sociedad hispana por lo que el ideal lingüístico no debe ser único sino que debe certificar las diferencias existentes en el uso de la lengua...

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