Ucrania: ¿El último conflicto congelado?

AutorJosé Ángel López Jiménez
Páginas241-274

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Introducción

En este capítulo no se pretende realizar un profuso análisis de las causas y de las consecuencias que, la intervención directa de Rusia -solapada inicialmente mediante la actuación de destacamentos de milicianos, los famosos “hombres verdes”- ha realizado y continúa haciéndolo en Ucrania. Varias son las razones para esta aproximación. En primer lugar, porque la proximidad cronológica a los acontecimientos no nos permite adoptar la suficiente perspectiva histórica crítica para abordar los mismos con una metodología que no sea pura narrativa periodística: “Frente a la tiranía del presente y el corto plazo hay que recuperar la visión panorámica de la historia”.605 En un segundo término no podemos abstraernos del ingente material bibliográfico publicado desde el inicio de los acontecimientos, cuyo curso ha ido modulando la temática: desde las conexiones históricas de Ucrania y Rusia, pasando por la perspectiva económica y política de la integración de Ucrania a uno u otro modelo de integración regional, entreverado por la cuestión de la legalidad de la autodeterminación de Crimea; el pulso geopolítico entre Rusia y Occidente, la caída de una nueva ficha del dominó ruso en su “anexión” de su extranjero próximo o el debate sobre la seguridad regional son solo algunos de los aspectos abordados por la multitud de análisis publicados. El problema fundamental reside en distinguir “el polvo de la paja” entre tanto Ucraniólogo de nuevo cuño.606 Una tercera cuestión nos remite a la cuestión ideológica como elemento definitorio de la aproximación a la cuestión de Ucrania. El debate al respecto presenta numerosas aristas en función de los intereses -que no de los principios- que se defienden en una buena parte de los trabajos: de los Estados en cuestión, de las diversas organizaciones internacionales implicadas -directa o indirectamente-, de los think tank de referencia y, de manera muy difusa -las contiendas ideológicas de grupos políticos de muy variada tipología y origen.

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El cuarto elemento característico del caso ucraniano nos remite a un doble elemento diferenciador, aunque presente muchas similitudes con los otros conflictos congelados. En Ucrania coexisten, desde 2014, dos secesionismos. El primero, protagonizado por Crimea, parece ser una controversia zanjada definitivamente con la pérdida de la soberanía por parte de Ucrania y la reintegración del territorio a Rusia. Sin aparentes posibilidades de reabrirse el conflicto, excepto en una eventual intervención militar ucraniana en el enclave -supuesto bastante improbable-. El segundo, el que permanece abierto y en fase progresiva de congelación, es el que protagonizan las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk en el Donbass. Por primera vez coexisten dos conflictos de aparente naturaleza y diferente resolución en el territorio de la misma República, si advertimos las diferencias existentes entre Gagauzia y Transnistria en Moldova.

Pero, por si la dificultad fuese escasa, hay que recordar que el Euromaidán, que se inició como una revuelta popular, acabó por concretarse en un golpe de Estado -algo poco resaltado en los primeros meses de 2014- y en un conflicto civil, presentado como una suerte de guerra civil, cuando en realidad tiene unas evidentes connotaciones internacionales difícilmente enmascarables desde el inicio.607 La complejidad de la evolución histórica de la actual Ucrania nos remite a la misma situación que acompañó a todo el conjunto regional en el que se encuentra inserto. El producto final que ha surgido estatalmente después de la desaparición de la Unión Soviética estableció una separación radical con el mundo ruso al que durante siglos había estado conectado: “La Historia ha dejado a Ucrania unida en un Estado, pero dividido en numerosas líneas regionales que evocan límites culturales y políticos del pasado”.608 No entraremos en la descripción de los acontecimientos que llevaron desde el inicio de las manifestaciones y concentraciones en la plaza de Maidán el 21 de noviembre de 2013 -tras la suspensión de la firma del Acuerdo de Asociación de Ucrania con la Unión Europea- pasando por la irrupción de la violencia generalizada, la salida hacia Moscú de Yanukóvich, la formación de un gobierno conformado por los opositores al mismo, bajo el control inicial de la Rada, y finalizando en el referéndum y posterior reintegración de Crimea y Sebastopol en la Federación Rusa, así como con la irrupción de la violencia en los distritos orientales del país, que declararon su vocación separatista, autoproclamándose repúblicas independientes. Han sido suficientemente descritos, aunque no bien aclaradas las responsabilidades finales de los acontecimientos violentos que detonaron en el Maidán ni los eventuales apoyos externos.609

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Las dimensiones del conflicto son muy importantes, pese a que muchos trabajos concluyen que se ha producido un modelo caracterizado por una “suma cero”, según el cual ninguna de las partes ganan y todas pierden y que, a mi juicio, sí está consolidando ganadores y perdedores -entre los últimos el pueblo ucraniano- El número de víctimas mortales reportadas por la Misión de Derechos Humanos de Naciones Unidas es -hasta el mes de abril de 2016- sobrepasa las 9.000, con más de 21.000 heridos.610 Las denuncias de diversas organizaciones y organismos internacionales sobre las violaciones en materia de derechos humanos en las zonas en conflicto y en Crimea son numerosas.611 Así como hay numerosos trabajos dedicados a analizar los planes de contingencia llevados a cabo por Rusia antes de la intervención en Abjasia y Osetia del Sur para apoyar a sus “regímenes afines”, en torno a una planificación previa, también constatamos con anterioridad como ni entre los altos funcionarios norteamericanos existía constancia de una decisión rusa de atacar -con carácter previo- a Georgia, ni en el propio Kremlin parecían estar convencidos de que la acción militar de Sakaashvili iba a producirse. Aunque esta acción acabase por resultar de gran utilidad para los objetivos estratégicos de Rusia en la República.

En este sentido cabe repetir el razonamiento con respecto a Ucrania, con una diferencia fundamental. Moscú no tenía ningún plan previo de contingencia ante unos acontecimientos como los que se dieron en la revolución del Maidán. Si bien es real la prevención rusa hacia las revoluciones de colores -en Ucrania y en Georgia- no se presentaron indicios que revelasen la potencial situación que se desencadenó en pocas semanas. De tal forma que, ante la evidencia de los acontecimientos, la ocasión que se le presentaba a Rusia para que actuase en la joya estratégica de sus proyectos de cooperación regional era única.612 Las cuestiones identitarias también están muy presentes en Ucrania y en la conflictividad que detonó a finales del año 2013. La presencia de una minoría rusa muy relevante en Crimea y en los distritos orientales ha teñido la conflictividad, de evidente sustrato político-ideológico, de un componente étnico-cultural que podía inicialmente no resultar tan definitorio.613 No parece que la diplomacia europea ni los principales representantes de la Unión hayan estado a la altura de los acontecimientos que se estaban dirimiendo desde el estallido en el Maidán. Entre la inacción comunitaria que suele presidir las respuestas a las crisis internacionales planteadas -incluso en territorio europeo, como el conflicto en los

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Balcanes- y la injerencia en los asuntos internos de un Estado soberano, alineándose de manera incondicional con el socio atlantista se podían encontrar vías intermedias.614 Hay autores que contemplan la crisis ucraniana en el marco de las relaciones entre los dos grandes actores regionales más como un síntoma del estado de las mismas que como una causa profunda, no descartando además una ruptura más profunda e incluso un conflicto abierto y generalizado si no se consigue encauzarlo de alguna forma satisfactoria para las partes.615

Elementos del nuevo conflicto congelado

La retórica de reinicio de una nueva Guerra Fría -empleada también por Dimitri Medvedev- puede ser tan inadecuada a la situación actual como la agitación de los fantasmas de una agresión directa de Rusia a algún Estado que pertenezca a la UE -como alguna de las repúblicas Bálticas- Más allá de la fórmula utilizada en Ucrania y Crimea -guerras híbridas, de cuarta generación, asimétricas o guerras no lineales según la terminología pujante en Rusia- que podría ser compartida por alguno de los conflictos congelados, podemos concluir que las relaciones bilaterales (UE-Rusia) se encuentran igualmente congeladas, instaladas en un punto muerto, en un inmovilismo que perjudica a ambos actores por igual. El mantenimiento de las sanciones mutuas, además de impedir la ruptura del bucle en el que están instaladas las presentes relaciones, concede ventajas estratégicas a todos los actores relevantes en la Comunidad Internacional (Estados Unidos, China y la propia Rusia), en detrimento de la propia Unión Europea.

Por otro lado la visión permanente entre determinada corriente de análisis, fundamentada en la percepción de Rusia como un mero adversario político y un imposible socio estratégico de la UE, arranca en atavismos ideológicos claramente superados y adolece de una perspectiva de futuro caracterizada por un liderazgo global compartido, en el que ambos actores estarán presentes.616 Desde la propia UE existe la convicción del cambio cualitativo plasmado en las relaciones mutuas: antes del año 2014 los conceptos y objetivos en marcha contemplaban asociaciones estratégicas, una Asociación para la modernización, y una interdependencia con un compromiso selectivo, como aspiraciones a medio plazo. Por el contrario, en el momento presente el término

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que se repite con mayor frecuencia es el de la...

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