Los Trastornos del Control de los Impulsos

AutorJoaquín Homs Sanz de la Garza
Cargo del AutorDoctor en Derecho

1. INTRODUCCIÓN

Los trastornos del control de los impulsos son patologías que se caracterizan por una limitación y una merma en la capacidad para reprimir o controlar ciertos impulsos, ciertas motivaciones o ciertas tentaciones de llevar a cabo un acto perjudicial para la propia persona o bien para los demás, entendiéndose que la incapacidad para reprimir o controlar, lleva a quien lo padece a realizar actos aún en contra de su propia voluntad.

El sujeto percibe sensación de tensión o activación interior antes de cometer el acto, experimentando placer, gratificación o liberación en el proceso de la acción impulsiva. Posteriormente al acto puede o no haber arrepentimiento, autorreproche o culpa1.

Cierto grado de impulsividad es normal, incluso cabe señalar que es adecuado un nivel equilibrado de ella siempre en proporción con las situaciones cotidianas que lo requieran. Los sujetos que padecen este tipo de trastornos pueden poner en peligro bienes jurídicos ajenos; al respecto este estudio pretende describir las características de estas patologías, su tratamiento clínico y su incidencia en la imputabilidad.

En estos sujetos el conocimiento no está perturbado, existe conciencia de lo ilícito del acto (ej.: sustraer dinero en el caso del ludópata), la voluntad sufre una importante merma y por ello la imputabilidad queda limitada o anulada.

La conducta impulsiva aparece frecuentemente en diferentes trastornos psiquiátricos, por ejemplo trastornos relacionados con sustancias, parafilias, trastorno antisocial, esquizofrenias... Sin embargo, para contemplar la impulsividad como trastorno mental esta debe ser persistente y grave, conllevando un deterioro o malestar clínicamente significativo. (DSM IV).

Los trastornos del control de los impulsos se relacionan con conductas neuróticas, fundamentalmente obsesivas compulsivas; pueden llevar a una desorganización global de las relaciones familiares, laborales y sociales.

Es de reseñar que estos trastornos no corresponden a patologías psicóticas, ya que la conciencia no esta afectada y la voluntad tan sólo queda limitada en lo referente a los impulsos de conductas explosivas intermitentes, tales como hurtar, incendiar o jugar patológicamente.

Así mismo no corresponden a trastornos de la personalidad. A pesar de haber un deterioro que repercute en la personalidad del sujeto, se entiende que es afectada muy parcialmente a diferencia de los trastornos de personalidad que inciden en toda la conducta. Los trastornos del control de los impulsos que vamos a estudiar son: Trastorno explosivo intermitente, La Piromanía, La Cleptomanía o impulso de robar objetos y La Ludopatía o comportamiento de juego desadaptado. Se excluye La Tricotilomanía o impulso de arrancarse el propio cabello dada la nula incidencia que posee en la imputabilidad.

La cleptomanía y la piromanía poseen una estructura muy similar que consiste en una idea fija y destinada a la realización de hurtos o incendios, siendo estos gratificadores y al mismo tiempo motivo de angustia y otros trastornos psíquicos.

La ludopatía, por otro lado, encamina su impulso al juego, con sintomatología, al igual que los otros trastornos, de ansiedad, estrés y finalmente gratificación y placer, pero posee otros elementos, fundamentalmente relacionados con las toxicomanías, que precisan un estudio pormenorizado.

El trastorno explosivo intermitente es poco conocido y muy confuso clínicamente debido a su posible presencia en otros trastornos mentales, aún así, debe ser considerado por su frecuente intermitencia y la posibilidad obvia de que puede existir conducta agresiva sin existir trastorno mental. No existe jurisprudencia al respecto, pero lo señalaremos por una posible incidencia en la imputabilidad. Señalar que en este trastorno no existen incentivos, ni ganancias, sino un impulso fuera de control.

2. LA PIROMANÍA

La historia de la humanidad está estrechamente relacionada con el fuego. El hombre dio un salto cualitativo en su forma de vida tras su descubrimiento y control. Las repercusiones fueron considerables en la caza, en la alimentación y en la vida social de nuestros antepasados.

Los animales se aterrorizaban ante la visión del fuego, para el hombre tenía un carácter sacro ya que las llamas también le amedrentaban.

Los demonios, siempre relacionados con el fuego, son reflejo del mal ante el que hay que protegerse. El fuego es uno de sus símbolos y de su poder, que finalmente se transforman en un pacto de unión para convertir los efectos destructores en benefactores, cambiando la cólera por purificación.

No olvidemos los ritos religiosos en la Edad Media, La Inquisición utilizaba el fuego como arma purificadora que salvaba las almas endemoniadas.

El aprendizaje de mantener las brasas convirtió a los pueblos nómadas en estables y agrícolas, incorporando la cultura del fuego a la religión y otras costumbres. Ello ha llegado a nuestros días en rituales seculares aún mantenidos; ejemplo de ello es atravesar arenas andando descalzo, las noches de San Juan de Soria, el fuego en el solsticio del Sol... en estos sitios existe una búsqueda simbólica de purificación.

Los antiguos griegos presentaban el fuego, el agua, la tierra y el aire como una forma de unidad primitiva de multiplicidad cósmica.

El calor que invadía el fuego suscita la misma sensación que acompaña un estado de excitación sexual, la forma y el movimiento de las llamas sugieren un falo en actividad

. Freud reseña lo anterior al considerar el fuego un símbolo sexual.

Sin compartir plenamente los postulados de Freud hemos de constatar que en la clínica tratada se han encontrado pacientes con disfunciones psicosexuales severas paralelamente a la piromanía. El calor de las llamas producía una alteración placentera al ser percibida, de forma que incluso el causante del incendio resultaba lesionado al estar muy próximo al fuego, fuente de gratificación.

La interpretación psicodinámica nos acerca a entender la fascinación por el fuego, su contemplación en las hogueras, chimeneas y hogares, ante los cuales surge ensimismamiento, amistad, charla, amor que, según Andrade, se correspondería con la pirofilía, como una atracción placentera, alejada de la piromanía, en la que el hombre experimenta un impulso a incendiar y también a extinguir con la manguera, prolongación simbólica del pene y el chorro de orina.

2.1. Características

La piromanía es un trastorno del control de los impulsos, al igual que otras patologías de este grupo, como la cleptomanía, la ludopatía o Juego Patológico y los trastornos explosivos. Como patología precisa de un estudio médico-psiquiátrico y a la vez jurídico dada la incidencia en la imputabilidad que comporta.

Los trastornos del contro de los impulsos frecuentemente correlacionan entre si. Ello significa que en la piromanía puede aparecer paralelamente sintomatología característica de la cleptomanía y excepcionalmente de los trastornos explosivo y de ludopatía.

Los TCI no son anormalidades neuróticas, ni psicóticas, alejándose además de las psicopatías. Constituyen una patología diferenciada y excepcional tanto por sus causas como por las características que presentan. A diferencia del enfermo psicótico, que presenta una alteración muy importante de la realidad por lo cual su imputabilidad es nula o muy mermada, los sujetos que sufren TCI no son imputables salvo que la patología psíquica sea muy grave.

El pirómano no sufre un trastorno antisocial de la personalidad, como es el caso del psicópata, puesto que habitualmente son sujetos con integración plena tanto familiar...

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