Transformaciones y necesidades

AutorPatricia Barbadillo Griñán - Mª Victoria Gómez García
Cargo del AutorDepartamento de Ciencia Política y Sociología, Universidad Carlos III de Madrid
Páginas70-85

Page 70

2.1. Cambio demográfico y nuevos tipos de familia

En el siglo XIX comienza a generalizarse el modelo familiar que contemplaba la actividad de las mujeres centrada en las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, y la división de roles entre los dos miembros de la pareja. El hombre salía fuera del hogar y la mujer realizaba las labores domésticas, atendiendo a su prole y a los miembros dependientes de la familia.

En términos generales esta organización familiar se prolonga en el tiempo, predominando en buena parte del mundo occidental hasta más allá de la mitad del siglo XX. Sin embargo, en torno a los años sesenta del pasado siglo, la familia registra cambios significativos. Este momento coincide con el final de la etapa en la que la familia se asentaba sobre la estabilidad de la pareja y la presencia constante de las mujeres en el entorno doméstico, manteniéndolo y ocupándose tanto de los hijos como de los familiares que así lo requerían. A partir de esa fecha, se inicia la configuración de un nuevo modelo de familia que se caracteriza por la incorporación de las mujeres al mercado laboral y por un entorno más individualista y menos definitivo y estable.

Las tasas de actividad de las mujeres comienzan a experimentar un aumento significativo a partir de los años sesenta en buena parte de los países europeos, pero además del incremento del valor de este indicador, la fecundidad experimenta el proceso opuesto, reduciéndose en ocasiones a niveles muy bajos, al mismo tiempo que se registra un retraso importante de la edad de emancipación de los hijos así como del momento de formar pareja y tener descendencia. Como no podía ser de otra manera, junto con este proceso se detecta una presencia mucho más significativa de las separaciones y de las uniones extramatrimoniales. Aumenta igualmente el número de nacimientos ajenos a la institución matrimonial y de parejas que no tienen descendencia. Al mismo tiempo

Page 71

cobra importancia creciente otro indicador demográfico fundamental: la proporción de mayores en el conjunto de la pirámide de población. La relevancia que este fenómeno muestra en nuestro país coincide, como se puede observar en el gráfico 1, con la que tiene en el mundo occidental en su conjunto, si bien la preocupación de mayor calado concierne a la problemática derivada de la ausencia de autonomía en la última etapa de la vida, lo que los demógrafos denominan "envejecimiento del envejecimiento" o incremento de la presencia relativa de personas de más de 80 años de edad.

Gráfico 1. Población de 65 y más años en la Unión Europea (15) y España.

[VER PDF ADJUNTO]

Fuente: Eurostat (2010). Population structure indicators. Proportion of population aged 65 years and more. Consulta 14-02-2010.

España, en el contexto del sur europeo, se incorpora tarde a la tendencia de cambio familiar ya señalada pero imprime a sus transformaciones una gran rapidez e intensidad. En las tres últimas décadas, la tasa de actividad de las mujeres ha experimentado un aumento considerable que prácticamente supone su duplicación. En el momento actual más de la mitad de las mujeres españolas se hallan en el mercado laboral (gráfico 2).

Page 72

Gráfico 2. Tasa de actividad en la Unión Europea (15) y España.

[VER PDF ADJUNTO]

Fuente: Eurostat (2010) Population activity and inactivity Annual averages. Consulta: 14-02-2010.

Al mismo tiempo, la fecundidad desciende y se mantiene alejada de lo que los demógrafos denominan tasa de reposición (2,1 hijos por mujer), indicador que alude al mantenimiento de una estructura constante de la población, ya que cuando es más bajo disminuye la proporción de niños y aumenta la de mayores. En España, la fecundidad fue muy elevada hasta la década de los setenta del pasado siglo pero a continuación descendió y situó a nuestro país entre los que poseen un índice de fecundidad más reducido, si bien el aporte migratorio de mujeres jóvenes ha incrementado algo este valor hasta situarse en 1,46 hijos por mujer en 2008 (Eurostat 2008). Este fenómeno se acompaña, además, del retraso en la edad media de las mujeres a la maternidad, situándose ésta en nuestro país en el entorno de los 31 años. Aunque esta tendencia al retraso de la maternidad está presente en prácticamente todos los países europeos, la cifra correspondiente a España es algo más elevada (Eurostat 2008a).

Desciende, por otra parte, la importancia del matrimonio como vía exclusiva de unión de las parejas así como la edad a la que éstas se casan, y aumenta el número de divorcios y el de hijos de madre no casada, aunque las cifras relativas a los dos últimos fenómenos se sitúen en España por detrás de las correspondientes a otros países de nuestro entorno.

Page 73

Todo ello conforma un nuevo mosaico de relaciones en el que tienen cabida muy distintos modelos de familia y de interrelación entre sus miembros, aunque la fragilidad y la inestabilidad presentes en las nuevas formas de unión tiende a traducirse en un reforzamiento de los vínculos generacionales (verticales), lo que cobra aún más peso por razones de tipo demográfico, pues el aumento de la esperanza de vida y la reducción de la fecundidad contribuyen a que la coexistencia entre los miembros de la familia se extienda a varias generaciones. Además, ese protagonismo de las relaciones verticales desempeña un papel de primera magnitud en el desenvolvimiento y la normalización de la vida cotidiana (Attias-Donfut et al. 2003).

Este nuevo universo de relaciones familiares que adopta muy variadas formas, se estudia en la literatura sociológica bajo el concepto de "red familiar" que permite una nueva perspectiva en la exploración de los fenómenos y las interrelaciones entre parientes. La red familiar, como agrupación de personas, no tiene existencia en sí misma sino en relación al individuo. Cada individuo tiene su propia red familiar, única, personal e intransferible. La densidad social de la red viene dada por la superposición y el juego de vínculos formales y de reciprocidades que se tejen en el entramado complejo que la constituye (IEA 2006: 27). La interacción entre los parientes de la red se plasma en el establecimiento de canales de relación que transmiten fiujos de distinto carácter, como información, ayuda recíproca en términos de apoyo económico y emocional, solidaridad intergeneracional y asistencia en la realización de distintas tareas. De hecho, es el ámbito de la familia y las redes familiares, como se verá más adelante, el espacio en el que tiende a resolverse de forma abrumadoramente mayoritaria, el cuidado y la atención a los miembros dependientes de las familias. Por ello el cambio y las transformaciones que experimenta el ámbito familiar y la incorporación de las mujeres al mercado laboral, desencadenan la problemática relacionada con la dependencia que actualmente presenciamos. La ausencia de las mujeres en el ámbito doméstico permite ver y reconocer los trabajos que antes hacían y todavía en gran medida, hacen (Tobío et al 2010). En el terreno concreto de la atención a las personas en situación de dependencia, las mujeres han dado cobertura tradicionalmente al abanico amplio de necesidades de cuidado que a continuación se describe.

Page 74

2.2. Necesidades: Menores, mayores, enfermos, personas con discapacidad

Aunque todos los humanos somos vulnerables y dependientes (MacIntyre 2001) hay etapas vitales y circunstancias en las que esta condición se manifiesta de forma más clara y evidente, exigiendo respuestas ineludibles, como se pone de manifiesto en los siguientes apartados.

2.2.1. Menores

La relación entre padres e hijos en la vieja sociedad preindustrial era notablemente distinta a la que predomina actualmente (principalmente Ariès, 1987). Corresponde a aquel momento la formulación de que un número elevado de hijos representa, una vez superados los cuidados de la primera infancia, la posibilidad de ingresos que complementen los salarios de los progenitores y, a más largo plazo y en ausencia de sistemas de protección social, un último recurso para la vejez de sus padres. Esta discrepancia entre la consideración de los hijos en el pasado y la que prevalece actualmente, ha llevado a distintos autores a afirmar que la exigencia de cuidado de los hijos es una preocupación relativamente reciente, y a situar en torno al periodo de la Ilustración, en el siglo XVIII, lo que se denomina "invención de la infancia" o "construcción social de la infancia". Hasta aproximadamente la mitad del siglo XX los padres ejercen sobre los hijos una autoridad indiscutible. Las prácticas educativas dan a los padres el poder de decidir sobre el porvenir de sus hijos, no sólo en lo que concierne a su futuro profesional sino también a su vida privada (Ariès y Duby 1993). Sin embargo, también a lo largo del siglo XX tiene lugar un desarrollo amplio de la institución escolar como rasgo fundamental de la evolución social, de forma que parte del aprendizaje de la vida en sociedad se transfiere de la familia al colegio, al igual que sucede con la atención sanitaria, mediante la aparición de instituciones especializadas.

En los inicios del siglo XXI, los hijos se consideran un bien cada vez más valorado y una de las mayores fuentes de felicidad, según los estudios de opinión (Encuesta sobre Familia y Género, CIS 2003). Son fruto de la realización de un deseo, del ejercicio de voluntad de sus padres, y al tiempo que se conciben como fuente de felicidad para sus

Page 75

progenitores y para el conjunto de la red familiar, demandan un caudal enorme de trabajo, energía, dedicación, tiempo y recursos que garanticen su adecuado desarrollo. La organización familiar todavía predominante y la ausencia de apoyo fuerte por parte del sector público conducen a que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR