El trabajo

AutorMaría Lacalle Noriega
Páginas211-224

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1. El trabajo como atributo esencial de la persona

El mundo material es el ámbito en el cual se desarrolla la vida de la persona humana. No podemos pensar en la persona fuera de esas coordenadas espacio-temporales propias del mundo físico. Y la peculiar síntesis de corporalidad e inteligencia que es el hombre le da una relación peculiar con ese mundo exterior. Por una parte, el hombre está sometido a las leyes físicas como cualquier otro animal, pero, por otra parte, puede llegar a dominarlas, servirse de los recursos materiales y adaptar el entorno para su propio bienestar.

El trabajo nos diferencia de los animales. Sólo el hombre trabaja y se esfuerza en actividades que ponen en juego sus capacidades y a través de las cuales cultiva estas para obtener algo como fruto de ese ejercicio creador. El hombre es capaz de usar y fabricar instrumentos para satisfacer sus necesidades. Incluso es capaz de producir más de lo que necesita él mismo y su familia. Esta capacidad creativa del hombre, así como su naturaleza social, están en el origen de la división del trabajo y del intercambio de productos. Ahora bien, no se puede reducir al hombre a un ser que trabaja y establece relaciones de producción -homo faber- tal como hizo Marx, pues en la vida del hombre hay mucho más que trabajo entendido como un medio de producción y de obtener un sustento1.

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Definimos el trabajo como toda acción humana en la cual el hombre se esfuerza en un quehacer significativo que funciona como un espacio de desarrollo y perfección propia y del entorno. En realidad todo lo que llamamos cultura en sentido amplio es, en buena medida, el resultado de ese esfuerzo creativo que es consustancial al ser humano y en el que, a la postre, el propio hombre se educa y forja su personalidad2.

Siendo así que el trabajo es una de las ocupaciones a las cuales el hombre le dedica más tiempo en su vida, es evidente que hay que comprender bien su sentido e importancia. Lejos de considerarlo como un castigo, debiéramos considerarlo como algo propio y específico de la condición humana y de su naturaleza espiritual, como uno de los factores básicos del desarrollo humano, como uno de los mejores medios, en definitiva, de "humanización".

El trabajo debe ser visto, como explica Lucía Copello, como una oportunidad en múltiples aspectos. Es una oportunidad para dar algo de uno mismo al mundo; para que el hombre pueda elegir qué quiere hacer y en el hacer, hacerse a sí mismo; para relacionarnos con los demás; para vivir auténticamente nuestros valores y ponerlos a prueba; para construir día a día nuestro proyecto de vida; para vivir la libertad y la responsabilidad; para el despliegue de la creatividad y de la autotrascendencia, de la apertura al mundo; es una oportunidad para amar, y para dejar tras nosotros el mundo un poco mejor de como lo encontramos3.

2. Aspectos objetivo y subjetivo del trabajo

En relación con el trabajo podemos distinguir claramente dos aspectos: uno subjetivo y otro objetivo4. Por una parte, la persona se realiza en el trabajo, encuentra en él satisfacción personal y una fuente de realización. Por otra parte, el trabajo supone una transformación de algo externo.

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2.1. El trabajo como fuente de realización

El aspecto subjetivo hace referencia a la huella que el trabajo deja en el propio ser humano, al fruto que obtiene en orden a su desarrollo personal. En efecto, el trabajo permite la autorrealización de la persona y funciona como un espacio de desarrollo existencial; es un compromiso de la persona en su existencia personal, una forma de respuesta en el compromiso que es la vida.

Insistimos en que al hablar de trabajo no nos referimos al trabajo, por así llamarlo "productivo" o remunerado, sino a toda actividad del hombre en la que despliega su esfuerzo y sus capacidades con el fin de obtener algo. No es, por tanto, una profesión determinada la que da al hombre la posibilidad de realizarse. No hay trabajos que hagan al hombre más feliz que otros. El trabajo es fuente de desarrollo personal no tanto por lo que se hace en concreto sino por cómo se hace. El trabajo nos enriquece y nos perfecciona cuando nuestra actitud es positiva, cuando hacemos las cosas bien, cuando nos esmeramos y cultivamos nuestras capacidades, cuando nos vemos reconocidos en el fruto de nuestro esfuerzo. Y esto es así sea cual sea el trabajo que cada uno ejerce. Por eso cuando el trabajo concreto que se desempeña no produce en el hombre un sentimiento de satisfacción, no debe culparse de ello al trabajo en sí, sino al hombre mismo5.

La vida espera algo de nosotros y el trabajo es uno de los lugares en donde podemos responderle con compromiso y gratitud por todo lo que, desde el trabajo, puede darle sentido a nuestra vida. Evidentemente, todo depende, como ya hemos señalado, de cómo abordemos nuestro trabajo. Hay quien lo enfoca buscando únicamente una alta remuneración. Hay quien busca poder. Hay quien es feliz con la satisfacción de la obra bien hecha. Hay quien lo concibe como un servicio6. Está claro que, como en cualquier otro ámbito de la vida humana, todo depende del ejercicio de la libertad por parte de la persona. De manera que si el trabajo no se enfoca como es debido, o bien no se dispone de las condiciones mínimamente exigibles,

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puede ser una fuente de sufrimiento y de deterioro para la persona. Y no es disparatado afirmar que es más importante de cara a la felicidad de la persona encontrar un sentido y una utilidad a la tarea que se realiza que las propias condiciones en que ha de realizarse.

Podemos recordar el farolero que ocupaba el asteroide 329 en la obra El principito. Siguiendo una consigna inmutable, al anochecer encendía su farol y lo apagaba al amanecer. Su trabajo, pensaba para sí el principito, "tiene sentido. Cuando enciende el farol es como si hiciera nacer una estrella más, o una fl or. Cuando apaga el farol, duerme a la fl or o a la estrella"7. El propio farolero se encontraba a gusto en esta tarea. Ocurrió, no obstante, que el planeta comenzó a girar cada vez más rápido y su oficio se convirtió en algo terrible: debía encender y apagar su farol a intervalos de un minuto, y lo que antes le parecía razonable comenzó a presentársele como carente de sentido y, por tanto, como insufrible. Y, sin embargo, a los ojos del pequeño -capaces de penetrar lo esencial e invisible- el farolero era el único personaje de todos los que había conocido en su viaje plane-tario que no le parecía ridículo. ¿Por qué? "Tal vez -nos dice- porque se ocupa de algo más que de sí mismo"8.

La lección es obvia. Cuando uno encuentra absurdo e inútil su trabajo, cuando se ve incapaz de reconocer su valor para sí y para los demás, difícilmente va a poder interpretar la tarea como un desempeño creador y a invertir esfuerzo alguno en ella. Además, de nada serviría recibir cuantiosos emolumentos por ello. Si diéramos un salario muy elevado a un obrero por la realización de un trabajo completamente inútil, por ejemplo, cavar agujeros en la tierra y volverlos a llenar una y otra vez, no tardaría mucho tiempo en desesperarse9.

2.2. El trabajo como transformación del entorno

Nos referimos ahora al sentido objetivo del trabajo, que se refiere a la transformación que el hombre consigue crear en su entorno gracias a su esfuerzo.

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El ser humano necesita modificar el medio en el que vive para poder sobrevivir, o simplemente para vivir más cómodo. Por eso al hablar de la incidencia del trabajo humano en el exterior es inevitable referirse a su impacto medioambiental y a la cuestión ecológica.

Ya hemos visto cómo el desarrollo de la técnica ha tenido importantes efectos sobre la propia vida humana, cuestión de la que se ocupa la Bioética. Y todos sabemos que el crecimiento de una técnica desmesurada y su aplicación en ocasiones insensata también tiene incidencia en el ámbito de la naturaleza. En muchas ocasiones el trabajo humano expolia la naturaleza y degrada el medio ambiente. Y, en una especie de fatal círculo vicioso, el medio ambiente, una vez deteriorado, dificulta el trabajo humano y lo convierte prácticamente en inútil. El medio ambiente, herido o muerto, haría difícil y hasta imposible el trabajo humano. En consecuencia, es preciso redefinir en cada tiempo y en cada lugar la comprensión del trabajo humano, su forma de ejercicio y su orientación respecto...

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