Contaminación por radiación electromagnética en personas vulnerables: tutela preventiva y generación de otras fuentes de energía

AutorRaquel Luquin Bergareche
CargoProfesora Ayudante Doctora de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)
Páginas4-31

Este artículo se basa en el contenido de la Comunicación aceptada y expuesta por la Profa. Dra. Luquin Bergareche en el Congreso Internacional de Energías Renovables y Cambio Climático celebrado en la Universidad Pública de Navarra los días 23, 24 y 25 de octubre de 2013.

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1. El electrosmog: la "nube contaminante" por emisión de radiaciones elecromagnéticas

En las últimas décadas se ha avivado el debate acerca de las consecuencias y modos de combatir un nuevo foco de emisiones contaminantes potencialmente nocivas para el ser humano y el ambiente en general, que ha recibido el nombre de electrosmog. Este supuesto de "polución" invisible y omnipresente causado por radiaciones de campos electromagnéticos (C.E.M)1

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y campos eléctricos2define un nuevo tipo de contaminación que, según sostienen algunos científicos, puede ser una de las causas que explica de muchas dolencias inexplicables: sin embargo, los científicos se pronuncian hasta el momento sobre ella de forma contradictoria3y los pronunciamientos judiciales sobre la materia no pasan del reconocimiento limitado de sus potenciales efectos nocivos para la salud.

Lo que hoy conocemos por contaminación electromagnética (electrosmog) se inició de hecho a finales de 1800 cuando empiezan a instalarse las primeras estaciones de producción y distribución de electricidad en la sociedad industrial. Hasta ese momento, el único campo electromagnético presente en el ambiente era el de la Tierra, el Sol y el producido por aquellas tormentas asociadas a descargas del aparato eléctrico.

Hoy día, los expertos constatan que estamos sometidos de la manera más usual a este tipo de emisiones electromagnéticas en nuestra actividad cotidiana; desde hornos microondas en prácticamente todos los hogares de las sociedades del mundo considerado avanzado, hasta teléfonos móviles, aparatos de radio, televisión, video e internet sin cables (wifi), cuya base tecnológica electromagnética está siendo cuestionada por parte de la comunidad científica en cuanto productora de riesgos para la salud y para el medio ambiente considerados inasumibles como parte inevitable del desarrollo tecnológico, o al menos necesitados de medidas de prevención en este campo.

Los expertos sostienen que, si bien la hipótesis aún no está avalada totalmente por la comunidad científica internacional, la contaminación electromagnética procedente de esta tecnología que hoy rodea al ser humano puede ser la

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causante (o al menos, u a de las co-causantes), directa o indirectamente, de problemas de salud y afecciones diversas que hoy no pueden recibir una explicación médica fiable. Se habla de estrés electromágnético para referirse a la situación de desequilibrio y alteración perjudicial en las diversas funciones vitales del ser humano y otros seres vivos procedente del contacto o sobreexposición a este tipo de focos de radiación.

Sin embargo, la comunidad científica no se pone unánimemente de acuerdo a la hora de opinar sobre los niveles de emisiones que dan lugar al fenómeno de sobre-exposición o exposición excesiva a estas radiaciones, y los estudios al basarse en muestras estadísticamente poco representativas referenciadas sobre todo a individuos sanos y a todos los rangos de edad, presentan carencias metodológicas que llevan a cuestionar el axioma de que pueda considerarse prácticamente exentos de riesgos estos nuevos desarrollos de la tecnología propia de la era de las telecomunicaciones.

Por otro lado, parece obvio que son demasiados y muy potentes los intereses creados en una sociedad tecnológica en la que las ondas electromagnéticas mueven la poderosa industria de las operadoras de telecomunicaciones y otras multinacionales. La sombra de ciertos lobbies o grupos de presión se cierne sobre un tema delicado que involucra la salud de millones de seres humanos usuarios de nuevas tecnologías que emiten radiaciones no ionizantes.

Ocurre también, como otro obstáculo a tener en cuenta en estas investigaciones acerca de los daños que a la salud humana causa el electrosmog, que buena parte de los efectos nocivos de la contaminación electromagnética remiten y desaparecen al poco tiempo de dejar las personas de estar expuestas a estas radiaciones: a pesar de este efecto temporalmente limitado de esta contaminación, no está del todo ponderado el "rastro" o efecto-colateral que pueda ocasionarse en la salud de nuestros niños y enfermos crónicos, sobre todo, pacientes afectados por de ciertas enfermedades cardiovasculares, epilepsias, y otras dolencias. Particularmente preocupante resulta el consumo masivo de servicios de telefonía entre la población juvenil y aún infantil en nuestros días, que resulta ser así uno de los colectivos con mayor riesgo de afectación como consecuencia de la recepción de radiaciones de modo habitual y constante, aunque sea a pequeñas dosis, y ello en edades cada vez más tempranas (siete u ocho años, como dicen los estudios más recientes4).

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Poco se sabe, también, pero hay serias y alarmantes sospechas, de la causa que origina algunos tipos de cáncer propios de las sociedades avanzadas, que avanzan al mismo ritmo que lo hace la sociedad de la tecnología y el crecimiento del mercado de las telecomunicaciones, como ciertos tipos de alteraciones del sistema inmune, leucemias, aplasias o tumores cerebrales, para los cuales la ciencia médica no halla explicación plausible. Al mismo tiempo, se multiplican exponencialmente en las sociedades denominadas "desarrolladas" los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDA/TDH) en niños y adolescentes (hay estudios que los conectan con el abuso de teléfonos móviles, pantallas, aparatos de radio y televisión y otras innovaciones tecnológicas) así como episodios de irritabilidad y fatiga, ansiedad y cefaleas crónicas que numerosos expertos ligan con la "sobreexposición tecnológica".

El que se ha dado en llamar "estrés electromagnético" afecta, según cierto sector científico, al sistema inmune del individuo, al crecimiento celular, a la formación de tumores de todo tipo, al desarrollo del feto, al sistema nervioso central y a la actividad y desarrollo cerebral. Muy a menudo, recibimos noticias sobre los riesgos para la salud de quienes residen en la proximidad de líneas de alta tensión, transformadores o antenas de telecomunicaciones, especialmente de antenas de telefonía móvil, pero son pocos los datos científicamente contrastados referentes a la contaminación electromagnética producida dentro de nuestra vivienda por los teléfonos inalámbricos DECT y las redes WiFi, tan habituales en los hogares, establecimientos de ocio, escuelas y lugares públicos de nuestro país (o las de nuestros vecinos), así como de la contaminación eléctrica y magnética procedente de ciertos electrodomésticos hoy generalizados en nuestros hogares.

Uno de los problemas o dificultades de validación científica de este tipo de contaminación viene dado por la relatividad en la producción de sus efectos, el sentido de que cada individuo, cada persona, posee un específico grado de sensibilidad a la contaminación electromagnética, de modo que algunos pueden estar expuestas a mas niveles de radiación sin causar daño ni lesión alguna mientras que para otros niveles semejantes pueden ser a medio y largo plazo letales.

Según se sostiene desde la misma Organización Mundial de la Salud, "todos estamos expuestos a una combinación compleja de campos eléctricos y magnéticos débiles, tanto en el hogar como en el trabajo, desde los que producen la generación y transmisión de electricidad, los electrodomésticos y los equipos industriales, a los producidos por las telecomunicaciones y la difusión de radio y televisión". Incluso se llega a afirmar que en ningún momento "se pone en cuestión que por encima de determinados umbrales los

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campos electromagnéticos puedan desencadenar efectos biológicos" Si bien también desde este organismo se dice que "según experimentos realizados con voluntarios sanos, la exposición a corto plazo a los niveles presentes en el medio ambiente o en el hogar no producen ningún efecto perjudicial manifiesto, la exposición a niveles más altos, que podrían ser perjudiciales, está limitada por directrices nacionales e internacionales". La controversia que se plantea actualmente "se centra en si bajos niveles de exposición a largo plazo pueden o no provocar respuestas biológicas e influir en el bienestar de las personas". El debate sigue, pues, abierto.

El efecto dañino y potencialmente nocivo para la salud del ser humano de la sobreexposición a ondas y emisiones electromagnéticas procedentes de la telefonía móvil5y la generalización de la tecnología wifi, aun no siendo evidente como veremos, no está, ni mucho menos, descartado. No puede descartarse en este sentido, y así lo avalan las investigaciones, la existencia de algún tipo de vínculo causal entre el foco de emisión de "polución electromagnética" y la producción de efectos dañinos o el riesgo de su producción en niños o adolescentes sobreexpuestos a tecnología de telefonía móvil. Si bien hay estudios recientes tranquilizadores en este sentido, no es menos cierto que las autoridades nacionales de algunos países que abanderan hoy día ciertos estándares de protección ambiental, como los países nórdicos, desaconsejan de forma expresa el uso del wifi para la conexión a...

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