La bioética personalista en los planes de estudio universitarios

AutorJosé López Guzmán
CargoDepartamento de Farmacología. Facultad de Farmacia
Páginas79-90

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1. Introducción

En este trabajo se pretende realizar una refiexión sobre cual es la situación actual de la Bioética personalista en los planes de estudio universitarios. Para ello será necesario partir de un análisis de la implantación de la Bioética en grado y postgrado y, posteriormente, de una exploración de los factores que pueden favorecer o perjudicar su desarrollo.

2. La Bioética en los estudios universitarios

La clara conciencia de la importancia actual de la Bioética ha impulsado su progresiva implantación en el panorama educativo universitario. No obstante, su incorporación a los diferentes niveles de enseñanza ha sido más lenta de lo que cabría esperar, fundamental-mente en la formación de pregrado y de grado. Ello se debe a que, como es bien conocido, la cultura actual es

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tremendamente pragmática y utilitarista, y en un mundo que da primacía a lo demostrable y ponderable, la aportación de la Bioética es difícilmente cuantificable. En la actualidad, la enseñanza de la Bioética en los estudios de pregrado y grado es bastante deficiente. Sin embargo, en los últimos años se ha producido un notable incremento del número de Master de Bioética ofertados o de las asignaturas de Bioética incorporadas en masteres ajenos a esta materia. La mayoría de los masteres en Bioética coinciden en algunos aspectos generales: están dirigidos a profesionales, buscan más difundir actitudes que transmitir conocimientos1, y ofrecen una formación y un enfoque interdisciplinar. De hecho, tanto los profesores, como los alumnos, suelen proceder de áreas de conocimiento, e incluso de profesiones, distintas.

La implantación de la Bioética en el postgrado, que se está realizando sin prisa pero sin pausa, debe ser seguida por la inmediata incorporación de esta materia en las primeras etapas de los estudios universitarios e, incluso, en los programas escolares. De esta forma, la enseñanza se realizaría de una forma progresiva. En las primeras etapas se debería insistir en cuestiones relativas a la fundamentación. En cambio, en la enseñanza en niveles superiores se debería dar una mayor relevancia a los problemas que surgen en la práctica profesional.

Efectivamente, en la mayoría de los países existe una deficiente implantación de la Bioética en los niveles de pregrado y grado. En realidad, la enseñanza reglada de esta materia está ausente en la gran parte de los planes de estudio de las licenciaturas, incluidas las carreras del ámbito sanitario. La mayoría de los programas también adolecen de una estructura uniforme y unificada. De hecho, en aquellos casos en los que la Bioética está incluida en los planes de estudio, las distintas Facultades y Universidades tienen diferentes criterios en lo referente a la carga lectiva o a la categoría de la asignatura (materia optativa, de libre configuración, apéndice dentro de la asignatura de Deontología, etc.).

Se ha indicado que es ventajoso el conocimiento de la Bioética en periodos anteriores al postgrado. Ahora resta justificar la anterior afirmación. Para ello no cuento con datos cuantitativos aunque sí con la experiencia de muchos años gestionando, impartiendo o colaborando en asignaturas de grado y en masteres de Bioética. Algunas de las dificultades que los docentes nos encontramos, en esta materia, pueden servir para avalar la suposición de que un aprendizaje más temprano en Bioética ayudaría notablemente a su mayor aprovechamiento.

La primera dificultad es que la Bioética es multi y pluridisciplinar y acoge a graduados y licenciados de distintas áreas de conocimiento: sanitarias, jurídicas, filosóficas, etc. Cuando el alumno de un master en Bioética no tiene unas bases previas de Bioética, se hace necesario comenzar su proceso de aprendizaje afianzando los aspectos antropológicos, jurídicos, científicos,... lo que, por una parte, hace que se reduzca el tiempo dedicado a la aplicación de los conocimientos y, por ello, que se vean mermada la capacidad de adquisición de competencias por parte de los alumnos. Por otra parte, esas introducciones en los distintos saberes se hacen tediosas, por simples, para aquellos especialistas en cada uno de los campos.

La segunda dificultad proviene de la edad y formación de los alumnos de postgrado. Muchos de ellos son profesionales con unas creencias afianzadas, de forma justificada o no, y con unos hábitos prácticos, adecuados o no, que suponen un lastre al convertirse, en muchas ocasiones, en prejuicios difícilmente salvables. En cambio, en edades más tempranas, y antes del ejercicio profesional, el alumno cuenta con una mayor fiexibilidad y está más abierto a la valoración sin encontrarse sujeto a clichés adoptados por hábitos o costumbres2.

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Lo que se ha señalado en los párrafos anteriores para la Bioética en general es totalmente aplicable a la Bioética personalista, con las consideraciones que se van a exponer a continuación.

3. La Bioética "con apellido"

Después de hacer referencia a donde se imparte, o se debería impartir, la enseñanza universitaria de la Bioética hay que pasar a abordar la cuestión de qué Bioética se enseña. En este caso no hay una única respuesta ya que, dependiendo del docente o del centro universitario, la enseñanza vendrá caracterizada por los rasgos de una determinada "escuela bioética". En realidad, se podría afirmar que, con sus múltiples variantes, coexisten dos corrientes claramente diferenciadas. Los términos con los que se suelen designar tales pensamientos o movimientos son variados. No obstante, entre los más frecuentes se encuentran el de "Bioética objetivista" y "Bioética relativista" que se corresponderían, a su vez, con una visión universalista y ontológica de la dignidad humana y con una concepción dualista, de corte laicista. En palabras de Vila-Coro, "la diferencia entre ambas depende, en gran medida, de la visión antropológica y del concepto que se tenga de la moral, que unos estiman ser un conjunto de normas objetivas y universales y otros someten al dictado de la conciencia individual, entendida como mero sentimiento de afirmación (constitución) del bien desde la soberanía absoluta del yo, o a la decisión de la mayoría"3. Las dos concepciones recorren trayectorias distintas y proponen orientaciones diferentes, con consecuencias prácticas muy dispares.

3.1. El predominio de la corriente relativista

Uno de los rasgos de la Bioética actual es el predominio de la corriente relativista o laicista. Frente a una visión ontológica de la dignidad humana, dicha posición se apoya en una concepción dualista4, en la que la dignidad queda reducida, y completamente asimilada, a la autonomía de la voluntad y al libre desarrollo de la personalidad. Se trata, en definitiva, de una reactualización del principio kantiano de que el hombre es digno sólo en razón de su condición de "autolegislador" moral5.

No cabe admitir razones morales fuera de la propia autonomía del sujeto. Como señala González6, para esta concepción, una moral que apele a la felicidad, al bien, a la plenitud o perfección personal, es considerada como heterónoma y, en consecuencia, contraria al genuino sentido de lo moral.

En realidad, esta visión no se limita a promover la emancipación de cualquier sistema proclive a moralizar el orden jurídico o político7. Su alcance es mucho mayor, ya que, defendiendo la emancipación de la naturaleza, se demanda, asimismo, la emancipación de cualquier orden moral. De ahí que se rechace cualquier discurso que presuponga o reconozca algún "fin último" o exigencia objetiva derivada de un razonamiento práctico.

Desde estos presupuestos, esta corriente defiende una noción de "moral social" que pone el acento en la dimensión de la costumbre, de lo cambiante, reduciendo, en definitiva, la ética "a lo que se hace"8. De ahí que el fundamento último de la Bioética se sitúe en los acuerdos fácticos a los que llegan los individuos a través de un "diálogo constructivo". En este sentido,

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según Palacios9, el consenso referido a la Bioética es el resultado de una deliberación conjunta que responde "a una actitud (de personas, grupos, naciones) por la que "se cede algo propio para que gane el producto final" y constituya un bien social común". Para este autor, el resultado de este procedimiento será una Bioética que implique "el refiejo de la voluntad positiva y la tolerancia".

Sin embargo, y siguiendo a González10, esta concepción plantea importantes problemas: entre ellos estaría el de cómo explicar la existencia de un comportamiento inicuo específicamente moral o, lo que es lo mismo, como justificar que una acción pueda ser, al mismo tiempo, autónoma e incorrecta. Siguiendo los presupuestos anteriores, si es autónoma será, necesariamente, buena; o, dicho de otra manera, si el único requisito de la moralidad es la autonomía, y ésta consiste en la posibilidad de darse la norma moral a uno mismo, ¿cómo se explica la existencia de un comportamiento autónomo e inmoral? Habría que presuponer que uno puede darse a si mismo una norma moral equivocada, lo cual es contradictorio con la idea de que la única fuente de la moralidad es la autonomía. En definitiva, como señala Hervada11, el término final de esta forma de entender la dignidad es la disolución de la moralidad y la anomia: el hombre se convierte...

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