Terrorismo

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El presente estudio sobre el MIEDO estaría incompleto sin una valoración sobre el terrorismo, para lo que dedico una especial atención sobre el mismo.

No se podría entender la socio-psicopatología del estrés que supone la catástrofe del atentado terrorista, si no se hiciera una valoración de la importancia que tiene el MIEDO en la vida del Hombre, que tantas veces intenta el terrorismo utilizar.

El terrorismo se da en sujetos ya formados, aunque sean sujetos inmaduros manejados por ese personaje peligroso

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que es el líder, siendo la forma más elaborada de la crueldad humana y el terrorista un sujeto dotado de una escasa filosofía e ideología pues lo que prima en él es la acción, fascinado por el terror y la agresividad sin objeto, debiendo diferenciar al terrorista del guerrillero, del matón a sueldo, del anarquista y del mercenario.

Pero el terrorista no podría existir sin el amparo de un líder, que intelectualiza el crimen, que poseen gran fanatismo, y pretende destruir la sociedad. Cuyo consentimiento por culpa de la aptitud maternalista de esta, produce que el gran problema para acabar con este sea este propio consentimiento.

Además poco a poco el terrorista se ha visto favorecido por la aparición de ciertos métodos que ayudan y favorecen que la actividad terrorista sea más sencilla y más «sangrienta», hablamos así de las armas de fuego, y sobre todo de la pólvora y las bombas, que últimamente constituyen el instrumento estrella utilizado por estas personas para llevar a cabo sus acciones.

A la fascinación por el terror vertiginoso se suma el aburrimiento desencadenante de la violencia. El guerrillero no se refugia en el anonimato del terrorista, surge del paisanaje formando la partida dentro del secreto y obediencia de ritos iniciáticos. El matón a sueldo y el mercenario pactan su función a cambio de una soldada profesionalizando al máximo su conducta no superponible a ciertas culturas criminales motivadas por tener unas ventajas o dinero; en nuestro país «quinquis» o «mercheros» alquilando su violencia en beneficio de personas afines al grupo. El anarquista con su talante ácrata no reconoce jerarquías, propiedades y desprecia la moral como forma patológica de la libertad. La historia de la violencia del crimen en masa surge en la secta de las «hashshashin» de especial agresividad del líder «el viejo de la montaña» y del que deriva el término de asesino, hasta que fueron destruidos por Baibars, cuarto sultán mameluco...

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