Aproximación teórica al fenómeno del desempleo: el caso del desempleo de larga duración.

AutorFélix M. Herrador Buendía.
Páginas121-142
INTRODUCCIÓN
El fenómeno del desempleo de larga
duración (o, lo que también se cono-
ce como paro de larga duración, aun-
que con connotaciones distintas en los térmi-
nos de desempleo y paro –como se verá más
adelante–), se plantea, actualmente, en el
contexto de la industrialización, no solamen-
te, como uno de los mayores problemas sino
también como uno de los grandes desafíos
que –en el contexto de la desocupación pro-
ductiva y laboral del factor trabajo (recursos
humanos)–, deben afrontar los países des-
arrollados 1para poder seguir manteniendo
lo que se conoce como Welfare State 2(Estado
de Bienestar) o «estructuras del bienestar» 3,
a través del mantenimiento e incremento de
los niveles generales de crecimiento econó-
mico en términos de productividad, de gene-
ración de riqueza y de empleo.
Específicamente, el fenómeno del desem-
pleo de larga duración, en el conjunto global
del desempleo y/o paro, afecta a las categorías
de activos que poseen especiales dificultades
de acceso o reinserción en el mercado de tra-
bajo debido a sus características particulares
que hacen que estos colectivos se circunscri-
ban4, generalmente, a los colectivos de muje-
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*Profesor de Política Social del Departamento de
Ciencia Política y de la Administración II, en la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complu-
tense de Madrid).
1Cuando se utiliza el término de países desarrolla-
dos o industrializados se hace referencia a los Estados oc-
cidentales pertenecientes al ámbito de la Organización
para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
2El profesor GARCÍA COTARELO lo define como:
«aquel Estado que detrae una proporción importante
del excedente social para financiar actividades que so-
lucionen situaciones colectivas (pero no necesariamen-
te generales) que son objetables desde el punto de vista
de las convicciones compartidas por la mayoría cuyo
fundamento último es el sentido de igualdad» (GARCÍA
COTARELO, 1983; 20-21).
3No se puede olvidar que el calificativo de «bienes-
tar» que se le coloca al concepto de Estado (Estado de
Bienestar) deriva del hecho de un mayor o menor grado
de potenciación por parte de los poderes públicos de lo
que se conoce como «estructuras del bienestar» (sobre
todo, la mejora del sistema de relaciones laborales y del
mercado de trabajo en sus niveles de empleo y de
protección social).
Este fortalecimiento de las estructuras del bienestar
(empleo y protección social, sanidad, acceso a la vivien-
da...), va a depender, en última instancia, de las políti-
cas económicas gubernamentales de los Estados indus-
trializados y de sus esfuerzos presupuestarios sociales
reflejados en el gasto público (% PIB) en función de sus
niveles de crecimiento y de renta nacional (OC-
DE,1993).
4En el caso español, las políticas activas de empleo
combaten, específicamente, el desempleo juvenil en el
conjunto del desempleo de larga duración, ya que:
Aproximación teórica al fenómeno
del desempleo: el caso del desempleo
de larga duración
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA *
res (que acceden por primera vez al mercado
laboral o que intentan reincorporarse tras un
periodo fuera del mismo, por diferentes moti-
vos, entre los que destacan, las circunstan-
cias familiares), de jóvenes (menores de 25
años, que acceden por primera vez al mundo
laboral, y mayores de 25 años, que se reinte-
gran al mismo), de adultos mayores de 45
años (que han perdido su empleo y que tie-
nen que competir fuertemente con el colecti-
vo de los jóvenes menores y mayores de 25
años), y de minusválidos (físicos y psíquicos)
(OCDE,1991).
La importancia que tiene esta categoría
de desempleo para el conjunto de los Estados
desarrollados, en un marco de creciente in-
dustrialización, es, no solamente, de natura-
leza económica sino también social (que, tra-
dicionalmente, ha venido siendo el aspecto
que la ciencia económica no ha diferenciado y
analizado suficientemente).
Ello supone por un lado, la infrautiliza-
ción y desperdicio de recursos humanos (fac-
tor trabajo) que ello implica para el conjunto
potencial de creación de riqueza de un país; y
por otro lado, el perjuicio social que se deri-
va, a largo plazo, sobre la persona ya que el
desempleado o parado de larga duración co-
rre el riesgo de entrar en una situación de
«exclusión laboral» (situación de desempleo
estructural «crónico», que hace muy difícil la
empleabilidad de la persona, y que puede ha-
cerle caer fuera de la vida activa (mercado
laboral) como consecuencia del desfase for-
mativo del mismo y, consecuentemente, de la
falta de motivación y atractivo que para el
empresario pudiera tener la hipotética con-
tratación del mismo, que entre otras cosas, le
supondría un coste laboral poco rentable a
efectos de la inversión fija que tendría que
realizar en recualificación y readaptación
productiva del individuo.
En el caso de que la situación de desem-
pleo de larga duración se mantuviera para la
persona (en unas circunstancias en las que
la unidad familiar no pudiera mantener y cu-
brir, al menos, la satisfacción de sus necesi-
dades más primarias o básicas), este podría
caer también fuera del sistema, no solo labo-
ral sino también social, quedando en una si-
tuación de pobreza, de marginalidad social,
de «exclusión social», que en términos econó-
micos supondría certificar la pérdida o des-
aprovechamiento irrecuperable, por parte
del conjunto de un sistema económico nacio-
nal, de la potencialidad de crecimiento que
pudiera aportar un recurso productivo (fac-
tor trabajo).
Si bien es cierto, que desde hace años esta
posibilidad se combate, eficazmente, en el ni-
vel de los países industrializados mediante lo
que se denomina la potenciación y puesta en
práctica de políticas activas de mercado de
trabajo o de mano de obra que fomentan,
promocionan, generan y crean posibilidades
de empleo, ante todo, en los colectivos con
mayores dificultades de encontrar un puesto
de trabajo (señalados anteriormente), y que
son los más susceptibles de desembocar en
estas situaciones, sino se toman las medidas
adecuadas.
Los Estados desarrollados (caso español)
y, muy especialmente, respecto a estos gru-
pos, diseñan y reelaboran todas aquellas ac-
ciones adecuadas que faciliten la incorpora-
ción y reinserción de los mismos en el
mercado de trabajo, consiguiendo así el
aprovechamiento del mayor número posible
de personas, de tal forma que beneficie, en
primer lugar, al propio individuo y, por en-
de, al sistema social y económico, en su con-
junto.
Consecuentemente, es imprescindible me-
jorar la capacidad de inserción profesional y
para ello, los poderes públicos de los países
desarrollados industrializados trabajan en la
captación de la confianza empresarial (en
muy diversos sectores productivos) y en la
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122 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
«(), casi un tercio de los parados tienen menos de 25
años y más de la mitad llevan al menos 1 año parados»
(ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, 1999:21).
búsqueda de nuevos yacimientos de empleo 5
(donde sea factible la creación de nuevos
puestos de trabajo, y donde sea posible la
empleabilidad de los trabajadores), a través
de lo que se conoce como fomento de la con-
tratación con incentivos económicos.
Porque quien crea riqueza y empleo «ad
hoc», no son los gobiernos de los países des-
arrollados sino sus empresarios; y que son
los propios gobiernos quienes establecen las
condiciones adecuadas de confianza y estabi-
lidad política, económica y social, ofreciendo
los incentivos económicos y laborales necesa-
rios para que los empresarios inviertan sus
capitales.
Sin embargo: «Para reducir el paro de lar-
ga duración, la mejor política es la preventi-
va. Por eso, las actuaciones que se proponen
se centran en los parados que se acercan a
un determinado umbral en su singladura por
el tormentoso camino del paro» (Alba, Álva-
rez, Pagán,1999:21).
No obstante, y a diferencia de la OCDE, la
Unión Europea fija la prioridad: «(...), en los
parados jóvenes (de menos de 25 años) que se
acerquen al sexto mes de paro, y en los para-
dos adultos (de 25 o más años) que se aproxi-
men a su décimosegundo mes en el paro» 6.
EL DESEMPLEO, DEFINICIÓN Y
TIPOS: EL DESEMPLEO DE
LARGA DURACIÓN
Para aproximarse a la naturaleza del fe-
nómeno del desempleo de larga duración es
indispensable establecer una serie de aclara-
ciones conceptuales que permitan garantizar
una imagen clara y nítida acerca de las cau-
sas y repercusiones que este fenómeno tiene
sobre las personas que se encuentran en di-
cha situación, y que, de entrada, se sobreen-
tiende que son particularmente dependien-
tes económicamente de terceros (unidad
familiar, parentesco, asistencialidad estatal,
menesterosidad, ...).
Quizás, conceptos como desempleo o paro 7
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REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
5En este sentido, y dentro del colectivo de los des-
empleados de larga duración: «() habría que señalar
la existencia de colectivos (fundamentalmente jóvenes,
pero no sólo jóvenes: inmigrantes, ex-drogadictos, mu-
jeres solas con cargas familiares, ex-presidiarios, etc.)
que tienen notables problemas de inserción laboral y
social y la toma de consciencia por parte de capas cre-
cientes de la población, de organizaciones sin ánimo de
lucro y de algunas administraciones en lo inaceptable
que es que nuestra sociedad genere estos núcleos de
marginación y exclusión social» (CACHÓN y Fundación
Tomillo,1999;117).
6Los autores ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, en su informe
técnico titulado «Parados de Larga Duración» de 1999,
remiten el establecimiento de esta prioridad en política
de fomento de empleo, a la resolución del Consejo Eu-
ropeo de la Unión Europea «sobre las directrices para el
empleo en 1998» Documento 13200/97. Bruse-
las,1997 (ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, 1999).
7Se entiende por «desempleo», el ocio involuntario
de una persona que desea trabajo a los tipos de salarios
reales y que no puede encontrarlo y también se puede
entender por «desempleo» la prestación que otorga el
sistema público de protección social (en el caso espa-
ñol, la Seguridad Social garantiza a todos los ciudada-
nos, mediante la Constitución española de 1978, satis-
facer sus necesidades básicas en el supuesto de pérdida
de puesto de trabajo).
Por otro lado, se entiende por «paro», la situación
en la que se encuentran los individuos que desearían
encontrar un empleo: la inactividad forzosa de la mano
de obra (MCCONELL y BRUE,1996). Las dos definiciones
coinciden en que la situación obliga al individuo a la in-
actividad, sin embargo el concepto de desempleo reco-
ge, además, la cara o perspectiva de la compensación
económica de dicha realidad que es la protección de la
misma a través del abono estatal de una prestación eco-
nómica en función de las circunstancias individuales de
los desocupados. No obstante, en este trabajo se opta
por el término de desempleo, más ajustado a la protec-
ción económica y social que realmente necesita la per-
sona en una situación de grave necesidad, como es la
que supone estar más de un año inactiva.
En cuanto al concepto de «paro», la teoría clásica lo
concibe como un desequilibrio entre la oferta y la de-
manda de trabajo habida cuenta de los precios del
mercado (salarios). La vuelta al equilibrio exigiría la va-
riación de los salarios reales, pero las rigideces del mer-
cado se oponen a ello y el desequilibrio persiste. Sin
embargo, para la teoría keynesiana, el paro resulta de
la insuficiencia de las salidas ofrecidas a las empresas y
a diferencia del paro clásico por la existencia de un
y empleo o trabajo 8sean iguales y no necesi-
ten aclaración alguna. Pero, no es así. Cuan-
do se trata del trabajador o factor trabajo
(ocupado o desocupado, este aún con más in-
cidencia) existe la tentación de aproximarse
al mismo desde una visión sesgada y parcial,
estrictamente economicista, de manera que
se ha tendido, tradicionalmente, a asemejar
uniformemente todos los recursos producti-
vos (tierra, trabajo y capital) y todos los mer-
cados denominados tradicionales (de bienes y
servicios, productos y mercancías, y trabajo).
Ha sido en periodos de recesión económica
cuando se ha constatado el hecho de que la
infrautilización del factor trabajo (mano de
obra-trabajador) y su desempleo, como recur-
so ocioso en un mercado de trabajo regulado
rígidamente (bajo el funcionamiento estricto
del mecanismo de la oferta y la demanda), ha
hecho necesario que se diferenciaran los re-
cursos productivos tradicionales (tierra y ca-
pital) y los mercados tradicionales (bienes y
servicios, productos y mercancías) respecto
del recurso productivo (trabajo) y del merca-
do tradicional (mercado de trabajo), ya que el
trabajador por su especificidad como ser hu-
mano junto con su ámbito físico de obtención
de un puesto de trabajo (mercado de trabajo
o mercado físico de puestos de trabajo) (Kerr,
1985), poseen una doble perspectiva econó-
mica y social.
Es decir, el trabajador como ser humano
no puede ser agrupado simplemente al mis-
mo nivel de consideración que el conjunto de
los demás factores productivos tradicionales,
puesto que su idiosincrasia, evidentemente,
no tiene que ver nada con los demás: entre
otras cuestiones, siente y padece las condi-
ciones inadecuadas de un puesto de trabajo
que no se acomode ni a sus características fí-
sicas ni formativas.
El trabajador tiene la obligación y el dere-
cho de progresar profesionalmente y, ade-
más, su marco de promoción y mejora (mer-
cado de trabajo) se comporta de manera
diferente a los de otros mercados tradiciona-
les porque en función del nivel de oferta y de-
manda que exista en una coyuntura determi-
nada podrá, incluso, pactar el precio del
arrendamiento de su fuerza de trabajo a con-
traprestación de un salario (en un contexto
en el que el mecanismo de asignación del tra-
bajo, que en una economía de libre mercado y
de visión neoclásica de la realidad económi-
ca, – como es la que impera en el global de los
países de la OCDE–, es el precio).
ESTUDIOS
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desequilibrio del mercado de bienes: exceso de la
oferta. Solo el aumento de la demanda global nacional
e interior permite resolver el paro keynesiano (MCCO-
NELL y BRUE, 1996).
8El término «empleo» hace referencia a una con-
cepción, que desde el punto de vista de los organismos
internacionales y, concretamente, desde la óptica de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), abarca
tres dimensiones: a) supone hablar del ejercicio de una
actividad productiva; b) a través de esta noción se im-
plican unos ingresos para el hombre que realiza esa ac-
tividad; y c) mediante el empleo, el hombre adquiere
socialmente un determinado status que deriva del ejer-
cicio de esa tarea en un ámbito social específico.
La noción de empleo posee cierta carga de ambi-
güedad y relatividad porque parece que invita a una
utilización del mismo con carácter individualista ya que
hablamos de un individuo empleado o desempleado
como aquel que entra o sale de la vida laboral. Sin em-
bargo, la realidad debe ser contemplada desde la pers-
pectiva de la unidad económica y no sólo desde una vi-
sión individualista. Con lo que la tasa de actividad se
calcula como el resultado del cociente entre población
activa y la población total.
En cuanto al término «trabajo», este se utiliza como
concepción más amplia que lo que significa el término
«empleo» o «puesto de trabajo». El «trabajo» incluye la
idea de empleo asalariado, independiente y a domici-
lio. También incluye la gama de actividad de la econo-
mía informal. Se trata, por lo tanto, de una noción de
gran amplitud que corresponde a la imagen que se tie-
ne de que el «trabajo decente» es una aspiración uni-
versal de toda persona (OIT, 2000).
Con lo que se observa que el «trabajo» se constitu-
ye en: «(), existencia humana: es un medio para sus-
tentar la vida y satisfacer las necesidades básicas pero
es también la actividad mediante la cual las personas
afirman su propia identidad, tanto ante sí mismas co-
mo ante quienes les rodean. El trabajo es crucial para
el ejercicio de opciones personales, para el bienestar
de la familia y para la estabilidad de la sociedad» (OIT,
2000: ).
Paralelamente, se aprecia que los fenóme-
nos del desempleo/paro 9y empleo/trabajo se
constituyen como dos caras distintas pero
complementarias de una misma «moneda»
que es el valor del empleo (la posibilidad de
obtener y conservar un puesto de trabajo).
Es decir, el desempleo 10 y, concretamente,
el de larga duración se puede considerar teó-
ricamente como una consecuencia negativa y
como un fracaso (en mayor o menor medida)
de las políticas económicas y de empleo de los
países industrializados, que tiene su reflejo
en el funcionamiento del mercado de trabajo
–produciendo a su vez un desajuste o disfun-
ción entre la oferta y demanda de mano de
obra por motivos de desaceleración o estanca-
miento de la actividad económica internacio-
nal–, en el insuficiente crecimiento económi-
co nacional, y en una escasa actuación de la
confianza e inversión empresarial del capital,
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
125
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
9En los países comunitarios, el desempleo se mide
a través de una encuesta relevante con definición y mé-
todo científico consensuado por los expertos, que se
denomina Encuesta de Población Activa (EPA), que ca-
da país tiene, y que en España es realizada por el Insti-
tuto Nacional de Estadística (INE) perteneciente al Mi-
nisterio de Economía. Se considera desempleada o
parada a una persona de 16 años o más que durante la
semana de referencia haya estado: sin trabajo (que no
haya tenido un trabajo por cuenta ajena o propia); en
busca de trabajo (que haya tomado medidas concretas
para buscar un trabajo por cuenta ajena o haya hecho
gestiones para establecerse por su cuenta durante el
mes precedente); o disponible para trabajar (en condi-
ciones de comenzar a hacerlo en un plazo de dos se-
manas a partir de la fecha de la entrevista); y se consi-
dera una persona desempleada de larga duración
cuando lleva un año o más tiempo en paro las con-
cepciones coinciden con las recogidas por los países
desarrollados (Véanse, los Informes Técnicos de OC-
DE, 1991 y MTAS, 2000).
En España existen dos instrumentos estadísticos que
cuantifican el paro; por una parte, lo que se conoce co-
mo «paro registrado» dependiente de las autoridades
laborales de la Administración Central Estatal, que
contabiliza el número de demandantes de empleo que
están inscritos y registrados en las oficinas del Instituto
Nacional de Empleo (INEM) y que, por lo tanto, se en-
cuentran en situación legal de desempleo; y por otro la-
do, la EPA (vista anteriormente) dependiente de las au-
toridades económicas, también, de la administración
central estatal.
10 En política económica existen dos grandes expli-
caciones sobre las causas del desempleo que pueden
derivar y acentuar el desempleo de larga duración. De
un lado, están los argumentos de las corrientes de pen-
samiento económico ortodoxo (clásicos o monetaristas)
que hacen hincapié en el hecho de que las causas del
paro hay que buscarlas en el funcionamiento del mer-
cado laboral y en el deseo de los trabajadores de recibir
unos salarios excesivamente elevados. Esta actitud de
los trabajadores se ve motivada por la legislación que
introduce normativas como los salarios mínimos y por
las presiones de los sindicatos para conseguir unas retri-
buciones más elevadas. Desde esta perspectiva clásica
o monetarista, se mantiene que si el nivel de desem-
pleo se sitúa por encima del nivel de desempleo friccio-
nal es «desempleo voluntario», y se debe a una política
de salarios inadecuada. Cuando los salarios son altos,
las empresas demandarán una cantidad menor de ma-
no de obra que en el caso de que dichos salarios fuesen
más bajos. Si el salario es excesivamente elevado (si es
superior al salario de equilibrio, aparecerá un cierto nú-
mero de trabajadores que no encontrarán un puesto de
trabajo). También mantiene esta corriente de pensa-
miento que el desempleo puede deberse al propio
comportamiento de los trabajadores, cuando en deter-
minadas circunstancias rehusan trabajar, debido a que
el seguro de desempleo es alto y les compensa más que
el estar activamente buscando empleo. Concluyen, los
pensadores neoclásicos, que el funcionamiento del
mercado de trabajo no es diferente al de cualquier otro
mercado tradicional.
De otro lado, y dentro de las corrientes críticas de
pensamiento económico, (los keynesianos, en general)
postulan que el fenómeno del desempleo está origina-
do, básicamente, por el escaso nivel de la demanda
agregada de bienes y servicios (de forma sucinta, se
puede decir que es el gasto total de la economía en su
conjunto). Es decir, el empleo solo aumentará si se in-
crementa el gasto total de la economía y para ello se
debería estimular el consumo de las economías domés-
ticas, los gastos de inversión de las empresas, el gasto
público o las exportaciones. Desde esta postura keyne-
siana se defiende la tesis de que el fenómeno del des-
empleo, por encima del desempleo friccional, es «des-
empleo involuntario», y se debe a que el nivel de la
demanda agregada es insuficiente. Se reconoce que
aunque se aumente el gasto público no necesariamente
se generará mucha más cantidad de empleo ya que di-
cho gasto podría canalizarse hacia bienes importados
del extranjero o se podría trasladar a los precios, al tra-
tar las empresas de aumentar sus beneficios (Véase, LA-
YARD, NICKELL y JACKMAN, 1994).
que afecta directa e irreversiblemente al
bienestar del individuo y del colectivo social.
Con ello, los poderes públicos de los países
desarrollados han de esforzarse por salva-
guardar y mejorar el pilar fundamental de
cualquier estructura del bienestar, que es el
de la protección del empleo (el fomento, la ge-
neración, y la promoción del empleo, y la ga-
rantía de la cobertura económica y social del
mismo), si estos desean seguir manteniendo
un modelo de Estado de Bienestar (Welfare
State) caracterizado por la posibilidad de que
el individuo pueda aspirar a satisfacer sus
necesidades, no solamente primarias sino
también las relacionadas con su promoción y
progreso económico, social y cultural; y ello
solo será posible si se defiende y garantiza el
derecho que tienen las personas a tener un
empleo digno 11.
Sin embargo, el término «empleo» presen-
ta una pluralidad de aspectos (económicos,
políticos, sociales y culturales) que reclaman
un tratamiento pluridisciplinar puesto que
del mismo se podrán extraer consecuencias
que expliquen, en determinados momentos,
su ausencia y, en muchos casos, prolongada
(el fenómeno del desempleo de larga dura-
ción); y la estrecha interrelación, conexión y
coordinación entre las medidas generales de
política económica y política social (con accio-
nes propias de la política de fomento y pro-
tección empleo).
Como se ha señalado anteriormente, esto
constituye una exigencia para que se haga
posible la mayor cobertura del derecho legí-
timo de todas las personas al empleo y al
mantenimiento estable del mismo. Con ello,
el objetivo de cualquier política pública esta-
tal económica y social es la consecución a
medio plazo del «pleno empleo» u «ocupación
plena»12.
Si bien es cierto, resulta difícil registrar
estadísticamente una definición o noción de
«pleno empleo» 13 en razón de la existencia de
ESTUDIOS
126 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
11 En esta línea, ya en 1948, el artículo nº 3 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos esta-
blece una definición de principios donde toda persona
tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su traba-
jo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y
a la protección contra el desempleo (OIT, 2001). Ade-
más, también en el ámbito de la doctrina social interna-
cional es indispensable mencionar el artículo nº 6 del
«Pacto Internacional de los Derechos económicos, so-
ciales y culturales» de 1966 en el que los Estados partes
en el presente pacto reconocen el derecho a trabajar,
que comprende el derecho de toda persona de tener la
oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo li-
bremente escogido o aceptado y tomar las medidas
adecuadas para garantizar este derecho (OIT, 2001).
12 La existencia de «pleno empleo» u «ocupación
plena» no significa que no se dé, en un tiempo determi-
nado, niveles de desocupación en la población activa.
Se habla de «ocupación plena» cuando la oferta global
de empleo iguala o se acerca al volumen de mano de
obra disponible, o se mantengan las expectativas de re-
empleo de los parados a corto plazo. En este caso se al-
canzarían niveles óptimos de empleo, aún con la reser-
va existente de trabajadores desocupados que roten en
situaciones de ocupación y paro. Se considera como
«nivel de paro normal o técnico» el límite del 3% (que
implica la existencia de lo que se conoce como «tasa de
desempleo del pleno empleo») y que, técnicamente,
supone una situación de «pleno empleo» del conjunto
de la población activa y, aunque esto es relativo, resulta
indicativo y depende de las circunstancias de las econo-
mías de los Estados (SAMUELSON y NORDHAUS, 1993).
13 La doctrina social internacional refleja la impor-
tancia del fenómeno del «pleno empleo» u «ocupación
plena» en el artículo nº 1.1.2 del Convenio nº122 de la
OIT de 1964, cuando prescribe la formulación y aplica-
ción del mismo como un objetivo de la mayor impor-
tancia para una política activa destinada a fomentar el
pleno empleo y que la misma debería tender a garanti-
zar que habrá trabajo para todas las personas disponi-
bles y que busquen trabajo (OIT, 2001).
Por otro lado, la doctrina social europea comunita-
ria también se pronuncia acerca de este fin deseable de
los Estados desarrollados a través del artículo nº 1 de la
«Carta Social Europea» de 1961, cuando destaca que el
«pleno empleo» es un derecho capital de los individuos
que se consigue mediante el derecho al trabajo de los
mismos, comprometiendo a las Partes Contratantes, en
orden a asegurar el ejercicio efectivo de este derecho,
al reconocimiento (como uno de sus principales objeti-
vos y responsabilidades) de la realización y manteni-
miento del nivel más elevado y más estable posible del
empleo, para poder realizar el pleno empleo y a prote-
ger de manera eficaz el derecho del trabajador de ga-
ciertos colectivos cuya situación bascula en-
tre la inactividad y la actividad que se confi-
gura, en definitiva, como una inactividad re-
lativa14.
Como se puede constatar, el fenómeno del
desempleo y/o paro no es unívoco en su con-
cepción puesto que la «disfuncionalidad»
(desde el punto de vista técnico) que supone
la falta de empleo o de puestos de trabajo
afecta de forma diferente a los individuos y
al conjunto de activos porque para unas cate-
gorías de trabajadores el tiempo de estancia
en una situación de inactividad será más
prolongada que para otros, en función de sus
características.
Para ello, es necesario diferenciar los dis-
tintos tipos de desempleo que se pueden ge-
nerar, en el conjunto de las economías des-
arrolladas, y que pueden derivar en el
fenómeno del desempleo y/o paro de larga
duración15.
El caso del desempleo de larga duración se
asocia a lo que se conoce como «desempleo es-
tructural» 16, de esta manera su origen hay
que buscarlo en las continuas redistribucio-
nes de recursos resultantes de los cambios
que se producen en la demanda de produc-
tos, mercancías, bienes y servicios que tienen
lugar en todo proceso de crecimiento econó-
mico.
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
127
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
narse su vida mediante un trabajo libremente empren-
dido (OIT, 2001).
Finalmente, destacar lo que la Constitución españo-
la de 1978 dispone acerca del fenómeno del «pleno
empleo». Para ello es necesario acudir, sobre todo, al
artículo 40.1 que expresa que: «Los poderes públicos
promoverán las condiciones favorables para el progreso
social y económico y para una distribución de la renta
regional y personal más equitativa en el marco de una
política de estabilidad económica. De manera especial
realizarán una política orientada al pleno empleo».
14 Se hace conveniente establecer una relación in-
equívoca entre los conceptos de trabajo y población. Se
puede definir el trabajo como el factor productivo que
se configura como aquella parte de la población que
desarrolla las tareas productivas y la población como el
conjunto de seres humanos que viven en un área deter-
minada.
Dicha población se divide entre activos e inactivos.
Los activos (son los que intervienen en el proceso pro-
ductivo. Se diferencian entre «ocupados en sentido es-
tricto», que tienen un trabajo remunerado aunque se
hallen de baja por enfermedad; «activos marginales»,
que realizan un trabajo remunerado pero durante un
tiempo inferior a lo normal, los que tienen un empleo
estacional; y «parados», que son los que reúnen las
condiciones de edad y capacidad física y mental para
realizar un trabajo remunerado y no lo encuentran). Los
inactivos (son los que realizan solo las funciones de con-
sumo. Entre los mismos se encuentran los colectivos de
«jubilados retirados», «escolares y estudiantes», «amas
de casa», «personas que no trabajan y aunque puedan
hacerlo no buscan empleo», e «incapacitados para tra-
bajar») (Véase, MOCHÓN, 1993).
15 Además del desempleo estructural (y del desem-
pleo de larga duración), los tipos de desempleo pueden
ser: desempleo friccional (originado porque algunos tra-
bajadores dejan sus puestos de trabajo antiguos para
buscar uno mejor, porque algunas empresas puedan es-
tar atravesando una crisis o porque los nuevos miem-
bros de la fuerza laboral emplean un cierto tiempo bus-
cando empleo. Se puede decir, que la existencia de un
cierto nivel de «desempleo friccional» es normal pues la
movilidad de la mano de obra de unos puestos de tra-
bajo a otros requiere un cierto tiempo; y lo mismo ocu-
rre con las personas que se incorporan por primera vez
al mercado de trabajo. Lo lógico es que la mayor parte
de estos desempleados no tarden mucho tiempo en
volver a ser empleados. Es decir, este tipo de desem-
pleo resulta de una movilidad insuficiente de los traba-
jadores. Entre dos empleos, una persona puede encon-
trarse algunas semanas sin empleo, sin que esta
situación suponga necesariamente que no haya trabajo
en el mercado; desempleo técnico (es de naturaleza
temporal y se debe a una interrupción técnica de la
producción, como sucede a causa de la insuficiencia de
cuadros, averías y huelgas); desempleo estacional (es el
que surge sistemáticamente en determinadas épocas
del año y es causado por los cambios en la demanda de
trabajo en momentos diferentes del año: ejemplo sec-
tor servicios y turismo); y, por último, el desempleo cí-
clico (es el que está ligado a las alteraciones del ritmo
de la actividad económica durante las fluctuaciones de
la economía. En fases de recesión económica, la tasa de
desempleo aumenta y en fases de recuperación y ex-
pansión, disminuye) (STIGLITZ, 1992).
16 Y es así, puesto que los desempleados o parados
en una situación estructural son aquellos trabajadores
que, por razones de cualificación, no se corresponden
con las necesidades reveladas por la demanda.
Realmente, el fenómeno del «desempleo
estructural» se debe a desajustes producidos
entre la cualificación o la localización de la
fuerza de trabajo y la cualificación o localiza-
ción requerida por el empleador.
Además, los factores de renovación tecno-
lógica y automatización hacen que, dadas las
nuevas condiciones de producción, la capaci-
tación y la experiencia de ciertos trabajado-
res, no sean estas ya las deseadas (es en estas
circunstancias –en este «caldo de cultivo»–
donde encuentra su máximo exponente y
plasmación el fenómeno del desempleo de lar-
ga duración, sobre todo, en aquellos colecti-
vos que después de un año de paro no poseen
el grado de cualificación o recualificación ne-
cesario para reinsertarse en la vida activa y
que pueden caer en una situación, cuando
menos, de exclusión laboral).
Consecuentemente, la estrecha relación
entre el desempleo estructural y el desem-
pleo de larga duración reside en el hecho de
que, a diferencia del «desempleo friccional»,
no se considera que un trabajador se encuen-
tre en situación transitoria entre dos empleos
porque éste solo va a disponer de dos opciones
de elección: o se enfrenta a un periodo de
desempleo de un año o más duración, ó cam-
bia, drásticamente, de ocupación. Con lo que,
el fenómeno del desempleo de larga duración
se convierte así en el tipo de paro que identi-
fica, caracteriza y sobrestima, el «desempleo
estructural».
Además, el «desempleo estructural» (des-
empleo de larga duración) y el «desempleo
friccional» configuran lo que, genéricamente,
se conoce como «desempleo o paro involunta-
rio» 17. Lo que es evidente es que el desem-
pleo de larga duración se constituye en una
situación que penaliza los efectos perniciosos
que conlleva el paro en los individuos y sus
circunstancias y entornos, y varía entre los
distintos Estados industrializados, en cuanto
al nivel, volatilidad y composición del mismo:
Dentro de la composición del desempleo se
esconde un mal aún más preocupante que
puede llegar a convertirse en crónico y de
difícil solución en muchos países desarro-
llados: es el desempleo de larga duración
«el que se prolonga más de 12 meses» (Al-
ba, Álvarez y Pagán, 1999; 27).
De esta manera, se observa que la defini-
ción sobre el fenómeno del desempleo de lar-
ga duración, en el conjunto de los países occi-
dentales industrializados y desarrollados, se
encuentra sistematizada y consensuada, y
es: «La situación de las personas que no tie-
nen trabajo y llevan un año o más buscando
empleo» (OCDE, 1988; 169).
Por otro lado, el problema del desempleo
es un fenómeno que viene persistiendo en el
conjunto de estos países y, especialmente, en
los de la Unión Europea (UE) desde la déca-
da de los años 80 y 90 del siglo pasado, y en
capas sociales muy definidas:
(...), parece que el desempleo está bastan-
te concentrado en una minoría de la po-
blación activa, incluidos los países en los
que los periodos prolongados de desem-
pleo tienen una escasa incidencia (...), el
desempleo de larga duración continua
siendo un grave problema en muchos paí-
ses miembros, especialmente en Europa.
Aunque ha afectado a todos los grupos de-
mográficos, la probabilidad de que una
persona en paro entre en las filas de los
parados de larga duración es mayor en el
caso de los varones de edad avanzada y los
adultos (OCDE, 1988; 197).
En este sentido, se asegura que dado que
la probabilidad media de encontrar trabajo
diminuye con la duración del periodo de des-
empleo, es básico saber si esa relación se de-
be a las características personales de los tra-
ESTUDIOS
128 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
17 En cuanto representan un conjunto de trabajado-
res que desean emplearse al salario real vigente y que,
no obstante, no encuentran un empleo o puesto de tra-
bajo.
bajadores o a la experiencia misma del des-
empleo. Si se demuestra que son importan-
tes las características personales, parece que
sería viable identificar a los individuos más
amenazados en una fase temprana de su pe-
riodo de paro.
Lo que ocurre, es que es difícil detectar a
los grupos con mayor riesgo de paro, sobre
todo, cuando la tasa global de paro es eleva-
da, con lo que en esta situación es factible
que la duración del desempleo sea una varia-
ble clave de las diferencias existentes entre
las personas (OCDE, 1988).
Con lo que, el conjunto de los desemplea-
dos de un año o más, tienen muchas menos
posibilidades que otros «parados no estructu-
rales» de conseguir un puesto de trabajo.
Aún así, resulta indispensable para diag-
nosticar y actuar en consecuencia, conocer:
la cantidad de tiempo que estas personas pa-
san en inactividad; el grado de concentración
o de dispersión del paro; y el tipo de puesto
de trabajo que pueda encontrar (-aunque en
la mayor parte de los casos suele ser de natu-
raleza temporal precaria o a tiempo par-
cial–), pudiéndose producir en un momento
concreto que este tipo de empleo se convierta
en una vía para acceder a un trabajo más
permanente, por parte de los colectivos que
se encuentren en mejor situación dentro de
la precariedad que caracteriza a los desem-
pleados de larga duración.
Paralelamente, el volumen de los flujos de
entrada y salida de la población activa, en el
caso de los parados de un año o más tiempo
en paro, agrava el problema de las acciones
que debieran implementarse.
También, se comprueba que este fenóme-
no del desempleo de larga duración está muy
concentrado en una minoría de activos des-
ocupados que sufren periodos repetidos de
inactividad y varía en la manera en que se
manifiesta de un país a otro con lo que con
pautas tan diferentes en la manifestación de
este fenómeno, exigen la adopción de medi-
das heterogéneas (OCDE, 1988).
Concretando, es en este contexto del des-
empleo estructural de larga duración donde
el binomio conceptual «exclusión laboral-ex-
clusión social» se convierte en un serio pro-
blema para el conjunto de los países desarro-
llados ya que estos necesitan de todos los
recursos productivos para generar más ri-
queza y, por ende, fortalecer así las estructu-
ras del bienestar por la vía del «pleno em-
pleo».
CAUSAS Y EFECTOS DEL
DESEMPLEO DE LARGA
DURACIÓN
En cuanto a la relación con las causas y
efectos, no resulta fácil elaborar un orden
sistematizado de cuáles pueden ser, a la hora
de generar a medio y largo plazo en los Esta-
dos industrializados occidentales 18, lo que se
conoce como desempleo y/o paro de larga du-
ración.
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
129
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
18 En una primera aproximación general a las cau-
sas del fenómeno del desempleo de larga duración, se
observa que las mismas tienen que ver en un primer
momento con cuestiones, por ejemplo, como: las leyes
de protección del empleo; el sistema de prestaciones
económicas por desempleo prolongado estructural; y la
pérdida de motivación y estigmatización de los desem-
pleados de larga duración. Es decir: «Las soluciones que
den al problema del paro de larga duración han de re-
flejar la naturaleza de este problema y sus causas (),
las diferencias entre los países (), tal vez se deban en
parte a algunos factores que afectan tanto a las ofertas
de trabajo a que tienen acceso los parados de larga du-
ración como a su disposición y capacidad para aceptar
estos puestos. Las ofertas de trabajo a que pueden ac-
ceder (), pueden verse reducidas por la legislación re-
ferente a la seguridad de empleo y por una baja de-
manda agregada. Por otra parte, los parados de larga
duración pueden no encontrarse en condiciones para
competir eficazmente por los puestos de trabajo, debi-
do en parte a su bajo nivel de cualificación y a sus po-
cos incentivos para buscar trabajo a causa de ciertos as-
pectos del sistema de prestaciones por desempleo que
genera dependencia» (OCDE, 1993; 280).
Sin embargo, se aprecia que existen de en-
trada cuatro causas o factores básicos, níti-
damente diferenciados que influyen sobre-
manera en la aparición de dicho fenómeno, y
que son: la tradicional existencia, en mayor o
menor medida 19, del predominio de los mer-
cados de trabajo rígidos o poco flexibles; la
aparición e implantación de las nuevas tec-
nologías y sus influencias sobre los sistemas
productivos; el factor demográfico; y, por úl-
timo, el factor migratorio 20.
La primera causa o factor, de la existencia
de mercados de trabajo nacionales rígidos o
poco flexibles en los niveles macro y microe-
conómico, ha generado el diseño de unos
mercados de mano de obra crecientemente
regulados.
De esta forma, en el plano macroeconómi-
co, se ha venido produciendo rigidez e inflexi-
bilidad en los aspectos normativos contrac-
tuales relacionados con los requisitos de las
entradas y salidas de los trabajadores del
mercado laboral y, dentro de este, con los mo-
vimientos físicos y/o de circulación de los mis-
mos de un puesto de trabajo a otro (dentro de
los segmentos internos y externos, y entre los
mismos); y en el plano microeconómico –de
empresa–, no se ha favorecido la empleabili-
dad de los desempleados (sobre todo, de los
que mayores dificultades pueden tener «des-
empleados estructurales de larga duración»,
a la hora de una posible inserción o reinser-
ción en el mercado de trabajo), debido –en un
contexto de rigidez normativa laboral–, al
elevado coste empresarial del despido y de la
contratación del factor trabajo y, consecuen-
temente, a la inexistencia de incentivo econó-
mico alguno hacia nuevas contrataciones, por
parte de los poderes públicos de los países
desarrollados (aunque los grados de mayor o
menor existencia de rigidez y de incentivacio-
nes a la contratación en los mercados labora-
les, varían de un país a otro) (OCDE,1991).
Es decir, la existencia de mercados de tra-
bajo rígidos o poco flexibles (que han venido
ESTUDIOS
130 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
19 La necesidad de flexibilizar y/o adaptabilizar los
mercados de trabajo se encamina a romper con la rigi-
dez en la estructuración y funcionamiento de los mis-
mos, en el sentido de que el concepto de flexibilidad-
adaptabilidad reclama (en el nivel macroeconómico),
una capacidad de adaptación de las economías des-
arrolladas y de sus mercados de trabajo, en general, y
de los sistemas productivos de las empresas, en particu-
lar (en el nivel microeconómico), a las nuevas exigen-
cias productivas marcadas con la incorporación de las
nuevas tecnologías. Ello, lógicamente, alterará la pro-
ducción (en relación a qué producir, cómo y cuánto:
así, se aumentará y se diversificará el consumo, se in-
crementará la producción y el empleo obligándose a
la ampliación y modificación del campo de la contrata-
ción hacia nuevos contratos indefinidos incentivados y
temporales de fomento del empleo-), siempre y cuando
se dé un contexto de estabilidad y crecimiento. Estu-
dios efectuados sobre la flexibilidad del mercado de
trabajo venían privilegiando las modalidades externas
de flexibilidad relacionadas con la evolución del propio
mercado y las relaciones entre las unidades de produc-
ción y el mercado de trabajo (OCDE, 1990).
Sin embargo, actualmente, se incide, especialmente,
en lo que se conoce como formas internas de flexibili-
dad: «(), aquellas a través de las cuales las empresas,
enfrentadas a los cambios económicos, tecnológicos y
sociológicos de los años ochenta, se esfuerzan por flexi-
bilizar la utilización de la fuerza de trabajo» (OCDE,
1991; 261).
Actualmente: «La flexibilidad se transforma (), en
un concepto cosificado que se mueve entre los salarios,
los sistemas de producción, la competencia del merca-
do y una transformación general de todas las formas
de organización y no sólo las relaciones salariales/labo-
rales» (BOYER, 1988; 265).
En definitiva, la búsqueda de la flexibilidad respon-
de entre otras preocupaciones a la consecución de una
mayor competitividad de las unidades económicas de
producción en el mercado, a una reducción de los cos-
tes laborales (salariales), y a un aumento del beneficio
con la incorporación de las nuevas tecnologías. De ma-
nera que: «(), los gerentes de empresa ven en la flexi-
bilidad una respuesta indispensable a la incertidumbre,
al encarecimiento del capital, al acortamiento del ciclo
de negocios y a la internacionalización de los merca-
dos» (OCDE, 1991; 265).
20 Aún siendo importantes, los factores demográfico
y migratorio en el devenir del fenómeno del desempleo
(desempleo de larga duración), este trabajo se va a cen-
trar, específicamente, en las dos primeras causas y fac-
tores que de forma más directa influyen en este fenó-
meno.
caracterizando, más o menos, a los países in-
dustrializados desde los años sesenta del si-
glo pasado), conlleva una necesaria modifica-
ción de las reglas y regulaciones a través de
mecanismos de fijación de salarios; legisla-
ción sobre el empleo y despidos; y ordenación
del tiempo de trabajo.
Por otro lado, es en el ámbito de los Esta-
dos industrializados donde, particularmente,
resulta importante la influencia que va a te-
ner sobre el fenómeno del desempleo de larga
duración todo lo que se relaciona con la evo-
lución de los mecanismos de fijación de los
salarios (ya que, este campo se encuentra re-
lacionado directamente con la política de sa-
larios y rentas, e indirectamente con la polí-
tica de ajuste de la mano de obra; y ello es
clave para la recuperación y la promoción del
parado de larga duración).
En cuanto a las modificaciones que se pro-
ducen en este campo, estas se encaminan en
la dirección de mejorar la evolución de los sa-
larios relativos de manera que se pueda cre-
ar un mecanismo de fijación de los salarios.
Igualmente, se necesitaba modificar la cen-
tralización de las negociaciones salariales ha-
cia una descentralización junto con la relación
entre salarios y aumentos de productividad.
Respecto a la legislación en materia de
empleo y despido, la legislación relativa a
empleo ha influido notablemente de forma
negativa limitando, directa o indirectamente,
la libertad de los empresarios para contratar
mano de obra, y no ha incentivando la recu-
peración de los recursos ociosos más despro-
tegidos, con lo que se ha perjudicado clara-
mente a los desempleados de larga duración.
De manera que 21 sus efectos sólo han sido
indirectos:
(...), la legislación sobre la jornada laboral,
que estipula que las horas trabajadas por
encima de determinados límites deben ser
remuneradas a tasas superiores a lo nor-
mal, limitándose el número anual de ho-
ras extraordinarias (...), también la legis-
lación sobre las vacaciones remuneradas,
el permiso remunerado para formación y
la edad a la que se permite el acceso al
trabajo remunerado (OCDE, 1988; 42-43).
Es decir, también, la legislación en mate-
ria de despidos colectivos ha limitado la li-
bertad de los empresarios en el contexto de
los países desarrollados para poder despedir
a los trabajadores a su antojo. Sin embargo,
"España y Portugal se cuentan entre los paí-
ses que más han hecho para aumentar las
posibilidades de contratación por un plazo
determinado ya que (...), esto constituye un
medio rentable de reaccionar ante las fluc-
tuaciones de la demanda de productos» (OC-
DE, 1988; 47).
Finalmente, en el aspecto de la ordena-
ción de trabajo se ha necesitado, igualmente,
un cambio o modificación que, en última ins-
tancia, permitiera recuperar la mano de obra
potencialmente desaprovechada.
En las ordenaciones de trabajo se muestran
ciertas contradicciones puesto que los Estados
necesitan la desregulación para que el trabajo
pueda realizarse según imperativos del mer-
cado (ello aumentará la flexibilidad potencial
de mano de obra y reforzará los medios discre-
cionales de que disponen los empresarios para
adaptar su plantilla a la evolución de las con-
diciones del mercado, a la vez que esta tenden-
cia puede mejorar con frecuencia la igualdad
de acceso al empleo o producir cambios estruc-
turales que dejen su validez a las restricciones
anteriormente vigentes).
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
131
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
21 «Hay ejemplos de efectos directos en la legisla-
ción todavía vigente en ciertos países que excluyen de
ciertos empleos categorías de trabajadores como los jó-
venes o las mujeres. Otro tipo de legislación general
prohibe cualquier práctica discriminatoria en contrata-
ción o en el empleo por motivo de raza, sexo, color o
religión (algunos países prohiben asimismo la discrimi-
nación basada en las convicciones políticas o en el ori-
gen social)» (OCDE, 1988; 43).
De igual manera, los trabajadores y sus
representantes aspiran siempre a una reduc-
ción del tiempo de trabajo individual, sin que
la remuneración disminuya proporcional-
mente): se piensa que así podrán ofrecer sali-
das a los desempleados, sobre todo de larga
duración.
Se puede concluir, con que la ordenación
del trabajo ha venido adoptándose en el mar-
co de las legislaciones nacionales aunque las
principales iniciativas se han adoptado en el
marco de las negociaciones colectivas (OC-
DE, 1988).
En cuanto a la segunda causa o factor de
desempleo (desempleo de larga duración),
que viene dada con la irrupción e implanta-
ción de las nuevas tecnologías (tecnologías
de la información) en el mercado de trabajo,
es lógico que desplacen a ciertas categorías
de trabajadores de sus puestos hacia una si-
tuación de desempleo o inactividad, ahorran-
do al empresario coste laboral (sobre todo,
vía salarial) y aumentando su beneficio me-
diante unos sistemas productivos computeri-
zados que van a producir con más velocidad y
calidad mayores cantidades de productos y
mercancías.
Consecuentemente, las nuevas tecnologías
exigirán de aquellos trabajadores que llevan
un año o más de inactividad, o de aquellas
otras personas que no han accedido todavía
por primera vez al mercado de trabajo, unos
crecientes niveles de cualificación profesio-
nal y una adaptación y puesta al día para su
incorporación o reinserción al mundo labo-
ral, que no poseen.
Por ejemplo, en este proceso actual de
cambio tecnológico (cambio técnico iniciado
en los años sesenta), se observa como el mis-
mo ha influido e influye de manera especial-
mente negativa en los trabajadores con un
tramo de edad de más de 45 años que son
despedidos, ya que tienen muy difícil volver
a ser contratados porque han de competir
con activos jóvenes crecientemente cualifica-
dos y apetecibles para los empresarios que,
desde el punto de vista de la formación de
primera mano, les pueden ofrecer una forma-
ción adecuada a los códigos de funcionamien-
to de sus empresas.
Con lo que estos trabajadores se convier-
ten en un colectivo susceptible, sino se to-
man las medidas necesarias por parte de los
poderes públicos, de caer en situación de des-
empleo de larga duración.
A pesar de todo:
(...), el análisis de los principales mecanis-
mos de transmisión induce a pensar que
la oleada actual de tecnologías, como mu-
chas de las que han precedido, elevará el
potencial productivo de las economías y
sentará así las bases para un crecimiento
duradero de la producción, el empleo y las
ganancias reales (OCDE, 1988; 439).
De todas formas, el grado en que este po-
tencial se plasma en un crecimiento real de
la producción en su conjunto, del empleo y
del beneficio no está en función sólo del cam-
bio tecnológico, ya que este pone en marcha
un conjunto de reacciones contradictorias:
(...), por lo que el resultado neto, especial-
mente para el empleo, depende funda-
mentalmente de una serie de parámetros
y de su poder relativo (...), parece que no
existe una relación única y predetermina-
da entre cambio tecnológico y el comporta-
miento del empleo (OCDE, 1988; 442).
Aunque es cierto, que el cambio técnico o
tecnológico22 influye, apreciablemente, en la
ESTUDIOS
132 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
22 La heterogeneidad del cambio técnico o tecnoló-
gico deriva del carácter de la nueva tecnología (microe-
lectrónica) a medida que se desarrolla y difunde, se
modifica continuamente y se adapta a un número cre-
ciente de aplicaciones en productos y procesos afectan-
do a diversidad de campos profesionales respecto al fe-
nómeno del cambio técnico o tecnológico (postura
determinista). No obstante, la adquisición de conoci-
mientos tecnológicos como base es incoherente porque
asignación del empleo entre los individuos,
las ocupaciones y los sectores productivos.
Concretamente, las tecnologías de la in-
formación tienen algunas consecuencias de-
terminantes para la distribución sectorial
del empleo ya que algunos de los sectores de
alta tecnología son los que están obteniendo
mejores resultados en cuanto a la empleabi-
lidad de trabajadores en paro (aunque no en
relación a los desempleados de larga dura-
ción) (OCDE, 1988).
Es obvio, que la introducción de las nue-
vas tecnologías en los procesos productivos
generan un proceso de reasignación de los
puestos de trabajo en cada sector de la econo-
mía (en función, de que se trate de intensi-
dad tecnológica media o alta), y una altera-
ción de las necesidades formativas de los
empleados de las unidades de producción
(OCDE, 1990).
Concretando: ante un cambio técnico o
tecnológico, quienes sufren sus consecuen-
cias perniciosas (tanto para entrar como pa-
ra salir del mercado de trabajo), son las per-
sonas que se sitúan fuera del mercado
laboral en una situación de prolongada inac-
tividad (12 meses o más) que necesitan un
puesto de trabajo pero que no lo encuentran
sino se regeneran formativamente pero en
unas circunstancias de precariedad económi-
ca o física y psicológica, y aquellos activos
empleados mayores de 45 años que son des-
pedidos por razones tecnológicas (paro tecno-
lógico), y que para regresar a un puesto de
trabajo tienen que competir duramente (co-
mo se apuntó anteriormente).
Con la aparición e implantación de las
nuevas tecnologías en los sistemas producti-
vos, y su influencia determinante en el man-
tenimiento o generación del fenómeno del
desempleo de larga duración, lo que, real-
mente, se está estableciendo es una relación
directa y clara entre empleo y tecnología.
Dicha relación es uno de los aspectos bási-
cos dentro del debate actual que se produce
acerca de los niveles de desempleo (que afec-
ta, sobremanera, a los colectivos ubicados en
lo que se conoce como el «desempleo estruc-
tural»), y de las capacidades de los países in-
dustrializados para generar empleo.
Con lo que, la variable tecnológica es la
clave para el proceso continuado de creci-
miento y de creación de empleo; es decir, se
convierte así, en la «piedra angular» que per-
mite que aumenten la productividad, las ren-
tas reales y las posibilidades de empleabili-
dad de los desempleados de larga duración.
Pero, a pesar de ello, hoy en día, en que se
considera que el cambio tecnológico es parti-
cularmente rápido y global, y que el creci-
miento es lento, se apunta con frecuencia ha-
cia la tecnología como la causa de la
generación de altas tasas de desempleo ya
que, en cierto sentido, ha existido y existe un
temor evidente a que las nuevas tecnologías
puedan provocar pérdidas potenciales de
puestos de trabajo en todos los sectores pro-
ductivos de las economías de los países des-
arrollados23.
Aunque, se ha demostrado, en aconteci-
mientos posteriores, que la aparición de un
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
133
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
la nueva tecnología influye en determinados campos
profesionales (postura no determinista). Para los demás,
la tecnología se incorpora en complejos sistemas pluri-
tecnológicos donde el problema reside en dominarlos.
A pesar de ello, se contempla que el factor técnico o
tecnológico (nuevas tecnologías) supone un cambio de
carácter técnico unido a la idea de innovación de pro-
ductos y de procesos, e implica la ampliación y exten-
sión de los mercados (la sociedad de la información; es
decir, la nueva economía, transportes e infraestructu-
ras), que, por ende, conlleva (competitividad, empleo y
demanda-consumo) (OCDE,1996).
23 Según SCHUMPETER, el «cambio técnico» es un
proceso de «destrucción creativa» que consiste en un
proceso de destrucción neta de puestos de trabajo en
algunas antiguas ocupaciones, empresas y sectores; y
en un proceso paralelo de «creación neta» de puestos
de trabajo en los nuevos sectores y ocupaciones (STI-
GLITZ, 1992).
elevado nivel de «paro tecnológico» no ha sido
tal y; además, ha sido cierto que la aplicación
de una nueva tecnología siempre ha ido
acompañada de un apreciable nivel de paro,
a pesar de que los puestos de trabajo adicio-
nales creados, directa o indirectamente, han
resultado ser insuficientes, no sólo para sus-
tituir a los que se han perdido sino, igual-
mente, para elevar la empleabilidad de for-
ma sustancial.
De hecho, la preocupación internacional
actual por la influencia de las nuevas tecno-
logías reside en salvaguardar las posibilida-
des potenciales del empleo (y su afectación
en los colectivos activos más desprotegidos),
puede atribuirse al carácter de las mismas.
La incertidumbre o el malestar, sobre to-
do, entre los activos respecto al factor tecnoló-
gico radica en la «creencia científico-técnica
divulgativa» de que dado que las tecnologías
pueden ahorrar trabajo y coste empresarial,
y tienen numerosas aplicaciones, su rápida
utilización podría generar –a diferencia de lo
ocurrido hasta ahora–, nada más que unos
cuantos nuevos empleos y provocar, sin em-
bargo, elevados niveles de «desempleo es-
tructural» (dentro del cual se perjudicaría
notoriamente, entre otros, a los desemplea-
dos de un año o más tiempo).
Lo evidente, es que tanto la naturaleza de
la competencia internacional como su ritmo
se invocan como argumentos en el debate so-
bre el nivel y estructura del paro en su rela-
ción con la variable tecnológica.
La actual situación de «globalización in-
dustrial» pone de relieve, cada vez de forma
más nítida, la dimensión tecnológica del co-
mercio internacional y la necesidad que tie-
nen las empresas de adoptar los mejores mé-
todos internacionales. Con lo que dada la
importancia de la formación y de la cualifica-
ción en general, las diferencias internaciona-
les existentes en la pauta de empleo y des-
empleo van a depender en gran medida de la
capacidad de las economías nacionales para
innovar y asimilar la nueva tecnología por
medio de cambios estructurales.
Por otro parte, la literatura teórica sobre
tecnología y empleo sugiere que el aconteci-
miento del cambio técnico o tecnológico (al
reducir cantidad necesaria de recursos por
unidad de producción o al crear nuevos pro-
ductos) permite producir más con una canti-
dad menor de recursos o elevar la demanda,
lo que aumentaría a la vez, las ganancias y el
empleo, de una forma duradera.
De esta manera se desemboca en el plan-
teamiento apuntado: cabe preguntarse si,
hoy en día, el potencial de creación de em-
pleo que tienen las nuevas tecnologías se tra-
ducirá realmente en puestos de trabajo que
ayude a los desempleados de larga duración
a volver al mercado laboral; en qué medida
este proceso se autorregula; y si va a aumen-
tar la demanda en la misma medida que la
capacidad productiva.
La contestación no es sencilla ya que ha-
bría que observar el efecto de las nuevas tec-
nologías en un periodo de transición, a corto
y medio plazo, y a largo plazo, cuando se ha-
ya producido el ajuste a un determinado
cambio tecnológico 24.
ESTUDIOS
134 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
24 Por ejemplo, las nuevas tecnologías del transpor-
te y de las comunicaciones han redefinido constante-
mente las fronteras efectivas de los mercados de trabajo
locales, nacionales e internacionales. La tecnología de
la información y de la comunicación hacen del teletra-
bajo una alternativa cada vez más viable a las modali-
dades más tradicionales del trabajo, alterando la pauta
de oferta local y global del trabajo ya que es factible
que entren en el mercado de trabajo nuevas categorías
de trabajadores; pero aún así, con ello no se hará más
que seguir perjudicando al «desempleo estructural»
(desempleados de larga duración), que por sus especia-
les circunstancias carecen de medios económicos para
adecuarse a todo este contexto, ya que en este marco
de producción, las nuevas tecnologías exigirán la cuali-
ficación a todos los recursos por igual, sin entrar a ana-
lizar las circunstancias de los mismos.
Signifíquense colectivos como: los jóvenes que to-
davía no han accedido por primera vez al trabajo, las
mujeres que quieren acceder al empleo que nunca han
Las relaciones tecnología-empleo y las in-
fluencias tecnológicas vía desempleo de larga
duración son complejas y heterogéneas, y
uno de los efectos más espectaculares de la
tecnología en el empleo de los países indus-
trializados puede ser indirecto y tener su
causa en las consecuencias del proceso de
globalización y de apertura de mercados, que
a la vez, puede significar para las empresas
un crecimiento altísimo de la oferta de traba-
jo y de la mano de obra barata, pero no nece-
sariamente carente de cualificación alguna
(OCDE, 1996).
De esta manera se puede deducir que las
causas o factores que sobreestiman el fenó-
meno del desempleo de larga duración, son:
En primer lugar, la composición de la
fuerza laboral (a raíz del cambio drástico del
perfil del desempleo desde 1960 en adelan-
te), con una proporción de jóvenes y mujeres,
muy superior a la de hace 20 años, que con-
forman lo que se denomina «desempleo es-
tructural» (también, de larga duración) ya
que presentan mayores dificultades de acce-
so a la actividad y siempre representan una
mayor tasa de paro (se les unen parados ma-
yores de 45 años y parados de larga duración
sin cualificación).
En segundo lugar, el hecho de que para fi-
gurar como desempleado basta manifestar,
solamente, que una persona se encuentra
buscando activamente empleo (aunque, real-
mente, no lo esté buscando).
En tercer lugar, el hecho de que el interés
por buscar empleo puede haberse reducido
por la generalización del seguro de desem-
pleo en los últimos veinte años.
Y, por último, el dato de que en la mayo-
ría de las economías buena parte del produc-
to nacional –Producto Interior Bruto (PIB)–
y de la actividad económica real general en
los países desarrollados escapa a las cifras
oficiales porque la aparición de una econo-
mía oculta o sumergida supone la existencia
de unos empleos cuya importancia es difícil
de cuantificar, pero que debe ser, aproxima-
damente el 20% PIB en el conjunto de los
países industrializados occidentales (OCDE,
1997).
En cuanto a la primera causa de desem-
pleo de larga duración, y que tiene que ver
con los efectos negativos para el empleo que
han tenido y tienen los mercados de trabajo
rígidos o poco flexibles –en el contexto de
países industrializados, desde la década de
los años noventa del siglo pasado–, los Esta-
dos han venido combatiendo el mismo con
diversas acciones de fomento de empleo que
tienen como misión general la de intentar
frenar o atenuar los efectos perniciosos eco-
nómicos y sociales que conlleva, sobre todo,
este fenómeno del paro de naturaleza es-
tructural.
La consecuencia negativa que tiene dicha
situación para la economía de estos países es
que se pierden para siempre estos recursos
ociosos y, ello supone, el desaprovechamiento
del potencial productivo. Aquí se observa el
primer coste económico para la sociedad: re-
cursos (incomes) no utilizados y bienes y pro-
ductos (outcomes) no producidos u obtenidos
por tener mano de obra sin ocupar y en si-
tuación de inactividad prolongada.
Además, desde la perspectiva social, es
evidente que el mayor coste, el más grave re-
cae en los individuos que se encuentran en
dicha situación de desprotección. Los segu-
ros de desempleo no son suficientes ni en
cantidad económica (su cuantía suele ser in-
ferior al salario normal en el conjunto de es-
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
135
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
tenido, las personas sin ningún tipo de cualificación de
hecho, personas con minusvalías físicas y psíquicas,...
En este sentido, tampoco, los trabajadores de más de
45 años desplazados por la innovación tecnológica lo
tienen más asequible para volver a la vida activa, como
se ha señalado anteriormente, como tampoco lo tienen
fácil los jóvenes y mujeres que un día estuvieron en ac-
tivo y que salieron del mercado laboral por diferentes
causas y que ahora desean reincorporarse al mismo
(OCDE, 1990).
tos países) ni en cobertura (y no toda la po-
blación laboral está acogida a dicho seguro
de desempleo, y menos algunos colectivos de
larga duración que no han trabajado ante-
riormente), es decir, no sirven como sustitu-
ción de renta, no les evita todos los perjuicios
ocasionados por su inactividad.
Se considera que el desempleo (específica-
mente, el de un año o más) se configura como
el primer elemento determinante del grado
de pobreza o de falta de bienestar de una so-
ciedad, donde la exclusión laboral puede en-
caminar a un individuo a la marginalidad
empujado por circunstancias de desesperan-
za y de acuciante necesidad.
Estos problemas suelen localizarse en co-
lectivos de «desempleo estructural» y, con
mayor frecuencia, en parados (de un año o
más en esta situación) como consecuencia de
periodos de recesión de las economías occi-
dentales industrializadas donde el porcenta-
je de personas en esta situación aumenta sig-
nificativamente25.
Como contrapartida, en el conjunto de las
economías desarrolladas, los efectos de este
fenómeno recaen sobre los activos ocupados
que tienen que pagar un alto precio por la
falta de trabajo o por su defectuosa gestión y
se ven obligados a abonar parte de los costes
del desempleo, en general, a través de cotiza-
ciones sociales o impuestos más elevados.
Con lo que el seguro de desempleo queda
configurado con las cotizaciones al sistema
de la seguridad social de trabajadores y em-
presas y, en parte, de las contribuciones del
sector público.
Consecuentemente, cuando el nivel de
desocupación prolongada aumenta, los tra-
bajadores empleados tendrán que contribuir
a financiar los mayores costes derivados del
abono del seguro de desempleo vía cotizacio-
nes o impuestos.
Ni que decir tiene que los costes sociales
del desempleo prolongado sobre los activos
ocupados son muy elevados, de manera que
resulta imprescindible destacar la desigual
distribución que tiene entre la población ac-
tiva, constatando que determinados colecti-
vos sociales padecen con mayor intensidad
este fenómeno del paro de carácter estructu-
ral26.
En relación con la segunda causa del des-
empleo de larga duración, hay que destacar
que los efectos de las nuevas tecnologías so-
bre el empleo han producido cambios consi-
derables en las relaciones industriales tradi-
cionales.
También es una realidad, el hecho de que
la aparición y difusión de las nuevas tecnolo-
gías (electrónica, telemática, cibernética) es-
tán logrando conseguir que el tipo de cualifi-
caciones requeridas sea de un nivel de
instrucción de base cada vez más amplio, po-
livalente y elevado (de cultura técnica gene-
ralizada) que va a hacer cada vez más difícil
la recuperación para el mercado de trabajo de
aquellos recursos activos desocupados y
abandonados en el tiempo (sobre todo, los
desempleados de larga duración sin cualifica-
ción y con un desfase formativo evidente res-
pecto a dichos conocimientos que se requieren
y que les hacen no encontrar un empleo) 27.
ESTUDIOS
136 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
25 En los países con menor grado de flexibilidad en
su mercado de trabajo y con mayor rigidez en las plan-
tillas de sus empresas, el porcentaje de desempleo de
larga duración es mayor que en los países con mayor
flexibilidad y menor rigidez en su mercado laboral (Vé-
ase, LAYARD, NICKELL y JACKMAN, 1994).
26 La razón reside en que son ciertas características
personales y ocupacionales las que determinan que la
probabilidad de algunos grupos de encontrarse en paro
sea muy superior a la media de la población activa. Los
más afectados por el desempleo prolongado son los co-
lectivos que se vienen señalando (OCDE, 1996).
27 Hoy en día, con la incorporación de las nuevas
tecnologías se evoluciona hacia un sistema de organiza-
ción del trabajo en el que el modelo de organizar la
producción requiere una mayor cooperación técnica
de todos los recursos humanos que van a utilizar el sis-
tema técnico (propio del contexto tecnológico influyen-
ACTUACIONES: LAS POLÍTICAS
ACTIVAS DE FOMENTO DEL
EMPLEO
A lo largo de la década de los años noven-
ta del siglo pasado, los Estados industrializa-
dos y desarrollados occidentales han venido
adoptando un conjunto de políticas de merca-
do de trabajo basadas en una serie de medi-
das de carácter estructural para lograr redu-
cir las altas tasas de desempleo en los
mismos, sobre todo, el de larga duración que
demandaba de profundas reformas de los
mercados de trabajo, ya que: «Una política de
mercado de trabajo bien diseñada tiene con
frecuencia la ventaja de responder simultá-
neamente a los objetivos de eficiencia y de
equidad» (OCDE, 1991; 18).
Sin embargo, las políticas activas de mer-
cado de trabajo 28 han venido diseñando y
aplicando medidas de choque contra tres de
los fenómenos, que ya se han apuntado ante-
riormente, que vienen alterando negativa-
mente los mercados laborales, y que son: la
evolución demográfica; las nuevas tecnologí-
as; y las presiones crecientes, originadas por
el cambio estructural, sobre los puestos de
trabajo y su diversificación según las condi-
ciones del trabajo y la cualificación exigida.
Actualmente, en el ámbito de los Estados
desarrollados occidentales, las acciones de
toda política de mercado que esté bien dise-
ñada destacan por su ventaja y facilidad de
dar respuesta, simultánea, a los objetivos de
eficiencia y de equidad.
Si se desea que la acción gubernamental de
estos países incida realmente en el conjunto
de la oferta de la mano de obra, las medidas
especiales a favor de las demandas dirigidas a
los desempleados de larga duración deberán
actuar de acuerdo con los objetivos sociales de
toda política social y, concretamente, de la po-
lítica del mercado laboral que conduzca a la
posibilidad de obtener un tipo de empleo esta-
ble para los mismos (OCDE, 1991).
Las políticas activas de fomento del em-
pleo y/o de la contratación se basan en accio-
nes o actuaciones dirigidas a la recuperación,
ante todo, de ese «desempleo estructural» (de
activos desocupados de larga duración) para
devolverlo al grupo de población de los acti-
vos ocupados.
Además, para que dichas políticas sean
efectivas se siguen una serie de tareas, entre
las que destacan, sobre todo: la movilización
de los recursos humanos, ya que la «sociedad
activa» se distingue por el favorecimiento del
desarrollo de los mercados y la actividad de
todos los colectivos sociales para evitar, en la
medida de los posible, la aparición de fenó-
menos como la pobreza, la dependencia eco-
nómica de los individuos y la exclusión labo-
ral y social.
Para ello:
Debe concederse prioridad a medidas acti-
vas como la formación, los programas de
colocación y de reinserción destinados a
los desempleados, los inactivos y los bene-
ficiarios de la ayuda social, de forma que
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
137
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
te) y que exige una creciente y puesta al día de cualifi-
cación profesional que los desempleados estructurales
no poseen, incluso en el caso de los trabajadores mayo-
res de 45 años (OCDE, 1993).
28 Respecto a las «políticas activas de fomento de
empleo» y/o «de la contratación» o denominadas, tam-
bién, «políticas activas de mercado de trabajo», y/o «de
mano de obra» cabe decir que se trata de actuaciones
públicas en el ámbito de la política social (como una de
las dos políticas públicas básicas, junto con la política
económica, que diseñan la acción de gobierno en cual-
quier Estado). Este concepto, aunque con diferentes vo-
ces, es unívoco, y es utilizado por las políticas guberna-
mentales de estos países desarrollados para el fomento
de la contratación entre los empresarios, ante todo de
aquellos colectivos en una situación de inactividad pro-
longada (desempleados de larga duración). Es un con-
cepto: «(), utilizado en otro tiempo por la OCDE, tie-
ne un carácter híbrido. La palabra activa proviene del
concepto sueco de política activa de mercado de tra-
bajo, que se forjó en los primeros años de la década de
los cincuenta a causa de la insatisfacción motivada por la
política de moderación salarial (OCDE, 1991; 29).
se rompa el círculo de dependencia, se re-
duzcan las desigualdades en el acceso al
empleo y, en general, se introduzca a los
trabajadores en la gran corriente de las
actividades productivas. Esas prioridades
debieran reflejarse en la asignación de los
recursos (OCDE, 1991; 19).
Por otro lado, estas políticas activas de fo-
mento del empleo y/o de la contratación des-
arrollan unas formaciones profesionales más
elevadas y adaptables para que los indivi-
duos con mayores dificultades para volver al
mercado de trabajo puedan acceder al nuevo
tipo de empleo:
Para evitar la aparición o el agravamiento
del «déficit de personal cualificado», que
tendría graves repercusiones en los resul-
tados económicos, hay que desarrollar la-
zos nuevos con el sistema de enseñanza y
reforzar el papel primordial desempeñado
por el sector privado en la formación de los
trabajadores y en la mejora de las cualifi-
caciones de los mismos (OCDE, 1991; 20).
Con lo cual, se necesita que la política ac-
tiva de mercado de trabajo se encuentre co-
rrectamente coordinada con las políticas de
enseñanza y de formación, y: «(...), que para
fomentar la formación se cree una estructura
adaptada y estimulante en la que participen
los empleadores, los asalariados y los grupos
desfavorecidos» (OCDE, 1991; 21).
Finalmente, hay que subrayar la tarea de
la promoción de un espíritu de búsqueda ac-
tiva de empleo, especialmente, entre los des-
empleados de larga duración favoreciendo di-
cha tarea a través de la potenciación de los
Servicios Públicos de Empleo (SPEs) en sus
funciones de orientación y asesoramiento in-
dividual y colectivo, y de formación profesio-
nal ocupacional 29.
En este sentido:
Será conveniente aumentar la eficiencia
del mercado de trabajo prestando una am-
plia gama de servicios a los diversos parti-
cipantes en el mercado de trabajo, tanto si
se trata de demandantes de empleo como si
se trata de empresas que buscan personal
con determinadas cualificaciones; esos ser-
vicios no debieran responder solamente a
objetivos inmediatos, a corto plazo, sino
contribuir a largo plazo al desarrollo profe-
sional de los trabajadores y a la gestión con
vistas al futuro de los recursos humanos de
las empresas (OCDE, 1991; 22).
Las soluciones que ofrecen los poderes pú-
blicos de los Estados desarrollados para com-
batir el desempleo de larga duración deben
tener en cuenta dos aspectos distintos de es-
te tipo de paro: por un lado, el aspecto flujo
que tiene que ver con las variaciones margi-
nales a lo largo del tiempo y, por otro lado, el
aspecto stock 30.
Es precisamente, en esta tarea de cambio
de la tradicional y excesiva dependencia del
individuo respecto del Estado-paternal hacia
el fortalecimiento de la cultura laboral de
búsqueda activa de empleo, donde estos paí-
ses han venido aunando sus esfuerzos para
conseguir reducir las elevadas tasas de «des-
empleo estructural» 31.
ESTUDIOS
138 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
29 Ya que: «Para evitar que las personas desemplea-
das que desean acceder nuevamente a un puesto de
trabajo se deslicen paulatinamente hacia una situación
de desempleo de larga duración, conviene conceder
prioridad a los servicios orientados al mercado y rápida-
mente eficaces, como la orientación profesional, y a los
servicios apropiados para aumentar la motivación para
el trabajo, estimular los esfuerzos de búsqueda de em-
pleo y mejorar la aptitud para el trabajo. Si esos servi-
cios fracasan, habrá que pensar en formas de interven-
ción más intensivas por parte de los poderes públicos,
como las subvenciones a la formación y al empleo»
(OCDE, 1991; 23).
30 Es decir: «Cuando empeoran las condiciones eco-
nómicas, es de esperar que algunos parados de corta du-
ración se sumen a las filas de los parados de larga dura-
ción (el aspecto flujo). El problema del stock surge cuando
el flujo de salida de este grupo es pequeño, incluso aun-
que mejore la situación económica» (OCDE, 1993; 280).
31 «Los desempleados de larga duración constituyen
actualmente el principal objetivo de medidas intensivas.
Y, es imprescindible hacer mención al ac-
tual diseño, en el caso español, de las políti-
cas activas de fomento del empleo 32, que se
constituyen en :
(...), un eje director de las medidas empren-
didas, de las que se derivan objetivos ope-
rativos entre los que se pueden destacar los
siguientes: a) Potenciación de la transpa-
rencia del mercado de trabajo, b) Desa-
rrollo de la Estabilidad en el Empleo, c)
Optimización de los Recursos Humanos,
d) Adaptabilidad y Flexibilidad para la
creación del empleo y e) Atención a los Co-
lectivos Desfavorecidos (MTAS, 2001; 99).
En cuanto a la atención de los colectivos
desfavorecidos, entre los que se recoge a los
desempleados de larga duración 33, se dice
que:
La cohesión social a través del empleo exi-
ge, a su vez, la atención prioritaria sobre
los colectivos más vulnerables del merca-
do de trabajo, como son los inmigrantes,
los discapacitados, los amenazados de ex-
clusión, los parados de larga duración y
aquellos otros colectivos con dificultades
en el proceso de inserción en el mercado
de trabajo (MTAS, 2001; 100-101).
A MODO DE CONCLUSIÓN
Para terminar, y en relación con un fenó-
meno tan complejo como es el del desem-
pleo de larga duración, cabe decir que es
necesario establecer cuáles pueden ser las
grandes orientaciones de las políticas acti-
vas de mercado de trabajo en su objetivo de
fomentar, sobre todo, el empleo y/o la con-
tratación para la categoría del desempleo
estructural.
En este sentido, se aboga por profundizar
e insistir en las siguientes pautas de conduc-
ta para progresar:
En primer lugar, ahondar en la posibili-
dad de promoción de unos recursos humanos
crecientemente cualificados que consigan au-
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
139
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35
En numerosos países el SPE ha establecido procedimien-
tos especiales para asegurar que todos (), sean convo-
cados a una entrevista y se les estimule vivamente a ha-
cer frente a sus propios problemas. Esos procedimientos
reciben asimismo nombres diversos (), entrevista del
decimotercer mes (Francia). En la mayoría de los casos,
estas entrevistas son obligatorias al término de determi-
nado periodo de desempleo» (OCDE, 1991; 65-66).
También, al hilo de lo argumentado, estos SPEs pro-
mocionan la idea de movilidad geográfica para encon-
trar un puesto de trabajo entre las personas inmersas en
este tipo de desempleo prolongado. Además, la forma-
ción profesional no es una solución, a corto plazo, de
los problemas que tiene el desempleado de larga dura-
ción, sino que se considera más bien como una inver-
sión en capital humano para el futuro, cuando menos a
medio plazo (OCDE, 1991).
32 «La orientación general de las medidas de la polí-
tica de empleo en España se fundamenta en el desarro-
llo de la Constitución; la Concertación Social entre
Agentes y de estos y el Gobierno; el proceso de Con-
vergencia con la Unión Europea, los Tratados Interna-
cionales en materia laboral y, finalmente, el desarrollo
de las Políticas Activas para una optimización de los re-
cursos humanos y un proceso de adaptación y moder-
nización del sistema productivo» (MTAS, 2001; 97).
En este caso véanse que: «Los artículos 40, 41, y 42
contemplan los Principios Rectores de la Política Social
y Económica, la orientación de las políticas hacia el Ple-
no Empleo, los sistemas de Protección Social, el Dere-
cho a la Formación Profesional o a la Seguridad e Higie-
ne en el Trabajo, la limitación de la jornada laboral y los
derechos de los trabajadores españoles en el extranje-
ro». (MTAS, 2001; 97).
33 Las medidas activas de fomento del empleo para
el colectivo de los desempleados de larga duración, que
se utilizan en el caso español, se resumen, sucintamen-
te, de la siguiente manera: para Formación, acciones a
través del Nuevo Programa de Formación Profesional,
de programas de formación ocupacional, y de forma-
ción mediante el acercamiento entre sistema formativo
y la práctica en la empresa; y para Empleo, acciones de
incentivación de los contratos de duración indefinida
para desempleados de larga duración, y de contrata-
ción de desempleados para sustituir temporalmente a
trabajadores en excedencia por cuidado de familiares
(Véase, el Informe Técnico del MTAS, titulado: «La Polí-
tica de Empleo en España. Informe de base sobre insti-
tuciones, procedimientos y medidas de política de em-
pleo», 2001).
mentar el crecimiento económico, –ya que,
tradicionalmente, el paro de larga duración
ha ido unido, indefectiblemente, a un bajo
crecimiento de la producción en los últimos
treinta años-; crear riqueza; y generar el em-
pleo más estable posible.
En segundo lugar, equilibrar, consecuen-
temente, la inflación y el desempleo de tal
manera que se estabilice el empleo en perio-
dos de coyunturas económicas menos favora-
bles para el crecimiento y evitando los «cue-
llos de botella» que se producen en los
mercados laborales cuando existen periodos
de expansión de la actividad.
En tercer lugar, que, sobre todo, los Servi-
cios Públicos de Empleo (SPEs) o, lo que es lo
mismo, la intermediación laboral pública de
estos países desarrollados mejoren, en mayor
o menor medida, la gestión de estos servicios
sociales prestando más atención y dedicación
a los desempleados de carácter estructural, a
través del ofrecimiento de ayuda para la bús-
queda activa de empleo con el fortalecimien-
to de la orientación y el asesoramiento indi-
vidual de los demandantes de empleo, y,
siempre, en función de sus capacidades y po-
sibilidades profesionales, para permitir co-
nocer la casuística de cada uno de ellos.
Y, en cuarto lugar, conjugar eficiencia y
flexibilidad de los mercados de trabajo (con-
juntamente, con la mayor protección y ga-
rantía del especial derecho, que por su situa-
ción tienen, los colectivos de desempleados
de larga duración, ante todo, los menos cuali-
ficados y los que aún no han podido acceder
por primera vez al empleo: jóvenes, mujeres
y minusválidos), y con la potenciación de la
inversión en capital humano para responder
adecuadamente a la evolución demográfica y
tecnológica.
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RESUMEN: En un contexto económico de globalización –de apertura de mercados y de creciente
competitividad– se hace indispensable seguir manteniendo y potenciando las
estructuras de bienestar en los países industrializados y desarrollados para poder
dar respuesta a las necesidades y bienestar de los individuos y del conjunto del
colectivo social.
Es evidente, que el primer planteamiento para salvaguardar las estructuras del
bienestar en estos Estados tiene que ver con el hecho de garantizar el empleo y su
protección, pero no como hasta ahora –dentro de unos mercados de trabajo rígidos,
escasamente flexibles y poco adaptados a las nuevas necesidades productivas–, si-
no en un entorno de necesaria reforma flexibilizadora de los mismos que combata,
sobre todo, el desempleo de tipo estructural, y que tiene que ver directamente con el
fenómeno del desempleo de larga duración.

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