La teoría de la necesidad como referente de la política social

AutorPedro Francisco Gago Guerrero
CargoDoctor en Derecho. Universidad Complutense.
Páginas13-26

Justificación del estudio

Estudiar las necesidades del hombre es indispensable para conocer las exigencias, los deseos, las satisfacciones y las carencias de las personas y de las colectividades. Algunos economistas no captan que es una prioridad para entender la condición humana, limitándose a hacer una clasificación de ellas. Es obligado que la economía estudie las necesidades, pues aparte de intentar establecer una teoría general, debe suministrar las posibilidades reales de alcanzarlas, o señalar las variables que lo impidan. La economía no sólo debe tratar de conseguir los medios para que las necesidades psicológicas sean satisfechas, sino que también será una actividad dedicada a la producción que va mucho más allá de la satisfacción de las necesidades inmediatas.

La economía se enfrenta a limitaciones y, lo que es más importante, debe elaborarse teniendo en cuenta las diferentes circunstancias con las que se va a encontrar, entre ellas las que provienen de los precedentes de las propias necesidades sometidas a variaciones.

Aquí se defienden tres aspectos que asientan las bases para una teoría de las necesidades: 1.º Que hay que situarlas en dos planos: en la naturaleza y en la cultura. 2. Que se pueden extender indefinidamente, lo que condicionará el consumo. 3. Que es necesario que aumenten para que se desarrolle la economía y pueda ponerse en práctica una política social cada vez más avanzada.

Ahora bien, el conocimiento de las necesidades exige ir más allá de los estudios económicos, precisándose de la aportación de otras disciplinas como la filosofía, que tienen un campo mucho más amplio. También se habrán de tener en cuenta los factores políticos, los psicológicos, los morales, etc., así como las disposiciones y valores como la felicidad, el bienestar, la seguridad, la libertad, etc.

De la economía de subsistencia al progreso de la producción

Las sociedades primitivas que viven en la autarquía no van más allá de la satisfacción de las necesidades primarias. La división del trabajo es muy rudimentaria y simple. Resulta imposible las acciones creativas alejadas del sistema social establecido. De ahí la obligación de seguir las costumbres y las reglas, porque unas conductas diferentes pueden socavar todo el sistema social creado. Mantener las costumbres tiene un valor vital.

La división del trabajo se desarrolla desde el momento que aparece un sistema de cambio que, al conllevar nuevas conductas, modifica las relaciones. La naturaleza del intercambio, aunque se reduzca a las necesidades primarias, abre la posibilidad de intercambiar otros objetos, y, a su vez, aumentarlos. El intercambio provoca que haya reserva de fondos de bienes, al no cambiarse solamente los productos para la satisfacción inmediata. Una vez que el excedente pueda transformarse en bienes no perecederos y no consumibles, como es el caso de la moneda, el sistema de cambios desarrolla el comercio y las cosas llegan a ser mercancías. A partir de entonces, la noción de necesidad adquiere una nueva significación y, si se quiere, se amplía a otros niveles en los que ya se plantean las diversas combinaciones, surgiendo la oferta y la demanda, los equilibrios y las fluctuaciones.

Una vez aparecido el intercambio y los excedentes, se transforman las estructuras de la sociedad. El horizonte social se abre a nuevas relaciones y aumentan las transacciones y los contratos, que inevitablemente modifican tanto la naturaleza como el tipo de conflictos, provocando a su vez nuevas formas de regulación social. Es normal que se extienda la relación comercial con otras sociedades, obligando a la innovación con el fín de responder a los nuevos requerimientos, repercutiendo en las estructuras interiores. Indudablemente no todas las relaciones son pacíficas, sino que también aparecen nuevos conflictos por los diferentes intereses en juego, por las discrepancias en las ideas, etc. O por simplificar: los que prefieren mantener un sistema con los valores tradicionales y los que quieren abrirse a nuevas formas.

Si hacemos referencia a la condición social o a la estructura social, es indudable que en la medida que hay una economía más evolucionada, crecen las posibilidades de la población en relación a la producción y aumenta la complejidad social. Cualquier régimen con una producción desarrollada introduce contínuamente nuevas desigualdades. Gracias a saber encontrar el camino del desarrollo se puede superar el imperativo de la inmediatez, saliendo del estado de necesidad, de las limitaciones y de la determinación que impone la naturaleza.

Históricamente, el cambio substancial llegó cuando la producción se desarrolló por sí misma. Lo que ha originado el progreso de la producción ha sido la aparición de las necesidades secundarias, que han llegado a ser tan importantes como las elementales. La acumulación de bienes primarios y secundarios no ha sido hecha a partir de la propiedad, sino sobre los medios y las técnicas de producción, por tanto, a partir de la productividad. Ésta, consiste en aumentar la capacidad de los medios para producir cada vez en mayor cantidad y generalmente en calidad.

¿Dónde se ha asentado el desarrollo gradual? En la relación entre trabajo y producción. La economía no ha sido concebida como un medio para satisfacer únicamente las necesidades primarias, sino para generar nuevas necesidades al crear objetos recientes. El cambio se produce en la relación necesidad objeto, porque la carencia de algo se manifiesta de forma distinta a partir del surgimiento entre el sujeto y el objeto. Así, el sujeto crea la necesidad de ciertos objetos, pero también es la existencia del objeto el que suscita la necesidad del sujeto. Ello ha producido no solamente una revolución económica, sino también una revolución social. La cualificación en la aparición de las necesidades ha determinado los cambios en los comportamientos de los individuos, así como en las formas de socialización.

Es doctrina extendida, que el sistema económico actual promueve necesidades artificiales y somete al individuo a la esclavitud del trabajo, tanto productivo como improductivo. Sin embargo, como señalaba Hegel en Los Principios de Filosofía del Derecho, el que el individuo sólo tenga necesidades primarias no le hace más libre. En efecto, se puede hacer más dependiente y, a no dudar, llevará una vida menos realizada por estar a merced de los imperativos que impone la naturaleza1.

La incidencia que tiene en la sociedad el desarrollo se manifiesta en que así como en las sociedades pobres se quiere primeramente sobrevivir, en la mayoría de las sociedades desarrolladas queda superada esta cuestión como prioritaria2, apareciendo el conflicto entre los partidarios de los sistemas económicos antagónicos; por un lado, por los que sostienen que es posible alcanzar gracias a esta abundancia un estado óptimo de satisfacción de las necesidades, pensando que los seres humanos podrían ser felices, reduciendo racionalmente al mínimo las necesidades, por lo que se dejaría de ser esclavo de ellas; por otro, los que creen en una extensión indefinida de las necesidades, en la que habrán de surgir nuevas modas y nuevos objetos de satisfacción. En definitiva, que el conflicto se plantea de este modo: o bien se limitan las necesidades o bien se deja que éstas crezcan indefinidamente; una estaría en consonancia con su limitación y la otra con un contínuo aumento.

El hombre ser dependiente

El hombre desde que nace está necesitado de muchas cosas: alimento, protección, cariño, etc. Siempre dependerá de la naturaleza y de los demás para poder sobrevivir. El animal puede vivir en el medio para el que fue creado, salvo que la propia naturaleza le impida sobrevivir. El comportamiento animal es una relación entre su ser y el medio exterior que le lleva a apropiarse de los elementos que satisfacen las exigencias del organismo. El animal no elige el alimento que sacia su necesidad orgánica, va hacia él por instinto3.

El hombre también tiene límites determinados por su propio organismo, pero tiene facultades para moverse en cualquier entorno natural4. Sobrevive en casi todos los lugares de la tierra y puede alimentarse con muchas más sustancias que los demás animales, modificarlas y darles el gusto preferido según cada cultura. De ella nacen las necesidades secundarias y terciarias que tienen su origen en su desarrollo, siendo producto de la creatividad humana que no se conforma con recolectar o apacentar el ganado. Lo que significa que complica, sobre todo en culturas más avanzadas, la búsqueda de la satisfacción de la necesidad.

Las necesidades están afectadas por la experiencia, la historia, etc. Ello supone que proceden de las exigencias sociales, de las carencias, tanto materiales como espirituales. Influye el valor que se dé a determinados aspectos de la vida práctica, a la capacidad de sacrificio, a dar más o menos importancia a la vida física que a la espiritual y, sobre todo, de hacer una escala de prioridades.

Dado que el hombre en una cultura desarrollada puede ser relativamente libre respecto a la naturaleza, no existe una única respuesta ante la necesidad. Ésta diferirá según cada individuo: unos quieren una acción contínua, otros una forma intermitente, algunos se decantan por la intensidad, otros por la superficialidad; aquéllos en grados elevados; los de aquí en los mismos niveles. La valoración no se cumple en todos por igual. Primeramente, porque si bien la ciencia suministra unos datos acerca de los elementos o substancias que son necesarias o útiles para el cuerpo y señala las que pueden producir efectos no deseados, el hombre es libre para seguir los consejos de la biología y la medicina y, no es infrecuente que se incline por los productos que menos le convienen. Bien es cierto que la ciencia no suministra criterios de absoluta objetividad, pues con nuevas investigaciones se llega a resultados diferentes a los anteriores. Indudablemente a pesar de la importancia de los estímulos externos o de las necesidades, como defiende el behaviorismo, es evidente la importancia que tienen los estímulos internos en la aparición de las necesidades y por tanto, para poner en marcha los mecanismos de actuación. En la elección, se tiene presente el juicio de valor sin que quepa darle una forma absoluta, pues ello supondría la posibilidad de elegir siempre, lo que es imposible. Las necesidades, sean satisfechas o no, son cubiertas muchas veces sin la oportunidad de valorar, bien porque no existe en la naturaleza la manera de cumplirlas, porque algún individuo o la propia sociedad no permiten conseguirlo o debido a que pueda existir una valoración social que se ponga por encima de la valoración personal.

La libertad y la necesidad

Hay posturas que ven en la necesidad una especie de servidumbre degradante, que imposibilita el ser libre. Pero ello no es sino la demostración de la debilidad de la naturaleza humana, su imperfección y dependencia de las cosas. La propia vida supone la primera exigencia: la de sobrevivir5. A las necesidades del cuerpo se añaden las del espíritu. Cuando Aristóteles y Santo Tomás de Aquino sostienen que el hombre es esencialmente político y social, advierten no sólo la necesidad de la relación, también de la dependencia. Además, como bien dice el aquinatense, tiene inclinaciones naturales comunes con los demás, consistiendo «en que toda realidad busca permanecer existente conforme a su propia naturaleza»6. Y la necesidad está en potencia en la naturaleza del hombre en cuanto que es vida. Como bien dice H. Arendt: «Necesidad y vida están tan íntimamente relacionadas, que la propia vida se halla amenazada donde se elimina por completo la necesidad»7.

Las sociedades son muy diversas y la represión existe en todas. En ninguna de ellas el hombre puede ser absolutamente libre, siendo muy dependiente en el ámbito natural al ser muy difícil que pueda ver cubiertas sus necesidades naturales. Hegel defiende que la libertad está en diferenciarse de lo natural: «La libertad radica únicamente en la reflexión de lo espiritual sobre sí, su diferenciación de lo natural y su reflejo sobre él»8. Pero no siempre la sociedad es represiva porque la causa de la libertad da aliciente a la vida del hombre, aunque sea obligado someterse a los órdenes para alcanzar objetivos que de otro modo serían aleatorios e inseguros.

La libertad humana se percibe comprobando que hay unos individuos que prefieren la satisfacción inmediata, otros sacrificarse para alcanzar satisfacciones superiores o de mayor dificultad y así interminablemente. Cuando una necesidad se satisface, sugen de inmediato otras nuevas. También es fácil que la búsqueda de satisfacciones se dé por alguna insatisfacción. Teniendo presente que cada individuo evalúa las satisfacciones de manera diferente. El hecho de que haya una sociedad de consumo con una oferta inagotable es fiel reflejo, aparte de que se presione sobre el hombre y se muestren toda clase de estrategias para provocar el consumo, de que los individuos se satisfacen de forma distinta, con objetos, colores, gustos, etc. Lo cual quiere decir que si la economía tiene como fin el bienestar, sería un fracaso si se intentase codificarlo económica, política o psicológicamente.

Lo evidente es que el individuo ha de vivir en sociedad, compartiendo las necesidades con los demás individuos. Su existencia puede verse favorecida por la ayuda de los demás o perjudicada por la lucha. Es natural que haya competencia, siendo beneficiosa cuando es pacífica y sometida a las reglas del Derecho y de la moral, pues no impide la colaboración ni el sentimiento común, y motiva al individuo a actuar y a no conformarse con su situación. Ahora bien, la necesidad ha sido una fuente de conflictos, ya que una parte de los individuos rechazan la obediencia, rompen la paz social, litigan o reivindican otras maneras para satisfacer las necesidades. En ello influye desde la exigencia de una mayor justicia en el reparto de los bienes, hasta el deseo de que queden garantizadas las necesidades mínimas.

Las necesidades y sus condicionamientos

La relación entre necesidad y desarrollo humano nos lleva al problema de cómo compaginar el desarrollo corporal con la búsqueda de la satisfacción intelectual, tratando de armonizar el cuerpo y el espíritu. Por eso no sólo hay que acudir a la biología, sino a la filosofía, a fin de concebir una filosofía de las necesidades que permita contribuir a la comprensión de la propia naturaleza humana. También es preciso acudir a la ciencia que consigue aproximaciones más o menos acertadas a la vida como totalidad. Sin embargo, nadie puede utilizar sus descubrimientos de una manera totalitaria, como si comprendiera todo lo que en ese momento es necesario saber. Por ello y porque el único saber totalitario y universal es la filosofía, el problema ha de situarse preferentemente en este plano a fin de extraer una perspectiva más amplia que la ciencia. Ésta querría estudiarla sólo como algo psicofisiológico, olvidándose que forman parte de ella imnumerables variables, como la voluntad, el hábito, la memoria, la imaginación y, lo más complicado, la consciencia. Si bien es cierto que la necesidad primeramente tiene un origen material, la actividad dinámica que genera escapa a este puro mecanismo, lo que requiere un estudio que vaya más allá de lo cuantitativo. La voluntad no puede ser explicada como autorregulación, sino que forma parte de un sistema, estructura o medio que, además de integrarse en él un mayor o menor número de objetos, son parte constitutiva de una cultura en la que hay distintas formas de vida, que hacen de la necesidad algo muy complejo por la conjunción de diversos contenidos. Cabe sostener que la cultura se crea para satisfacer las necesidades y al mismo tiempo éstas se satisfacen según la cultura. Lo que implica que habrá diferentes maneras de afrontarlas y, al propio tiempo, la propia cultura da lugar al nacimiento de necesidades. Esto se debe a que se exige más de la vida, pues no se limita al transcurrir de la existencia mediante el sólo objetivo de sobrevivir.

La pregunta obvia es: ¿cómo aparecen las necesidades o por qué el deseo provoca un estado de la voluntad que incita a satisfacerlo?. Antes se dijo que, en gran parte, las necesidades son producto de la civilización, los deseos son incitados por múltiples condicionantes al haber un conjunto de usos, costumbres, reglas, que sirven para responder de forma determinada al objeto. En toda sociedad se produce una socialización de las necesidades. Éstas dependen del desarrollo de la civilización para que, por un lado, se manifiesten como deseo en el conjunto de los individuos y, por otro, para que aparezcan unas respuestas que ponen al sujeto en el camino de satisfacerlas, teniendo presente las posibilidades con que se cuenta.

Se sabe que las necesidades son infinitas y si una persona pretendiera satisfacerlas todas se vería tan agobiada que relativizaría o perdería su libertad. Incluso una persona puede condicionar su vida por obligarse a satisfacer una necesidad. Por eso se precisa tener recursos para evitar someterse a esta tiranía, bien sea a través de la educación, de la disciplina, de la contención, etc. Incluso hay sistemas filosóficos que defienden que la felicidad consiste en no tener necesidades. Asimismo, la mayor parte de las religiones proponen una lucha ascética con el fin de dominar la voluntad.

La relación entre la necesidad y su cumplimiento muchas veces es muy compleja, por lo que no se puede defender que exista una relación meramente mecánica, por lo que es muy difícil determinar con carácter general las regularidades. Baste señalar que una necesidad puede ser satisfecha de diversas maneras, por lo tanto pueden ser muchas las formas para elegir lo que conviene para satisfacerla. Además, «a cada actividad le corresponde su propio placer», dice Aristóteles9. A su vez, son múltiples las consecuencias que pueden provocar en el sujeto, pues la satisfacción de una necesidad surtirá, según los individuos, placer o alegría, vacío o insatisfacción o provocar la aparición de otra necesidad mayor, etc. La cuestión se vuelve dramática cuando para el sujeto la necesidad se convierte en vicio, pues podría llegar a perder el control de la voluntad hasta el extremo de poner en riesgo la propia vida. Ya advertía Pareto que si la voluntad del hombre es débil será incapaz de dominar y controlar su vida.

Hoy, merced a los diversos estudios psicológicos, sobre todo los procedentes del psicoanálisis, sabemos que hay satisfacciones indirectas a través de la sublimación. No satisfacer una necesidad puede generar un sentimiento de frustración que puede provocar ciertas enfermedades mentales en los sujetos. El papel de la educación en esta cuestión es casi decisivo, porque puede crear en el sujeto la manera de orientarle para satisfacerlas, modelarlas de una o de otra manera, o lograr que las controle. Asimismo, por experiencia, puede ayudar a satisfacerlas más rápidamente y mejor, pero también puede pasar por determinados procesos o ritos, eliminando la espontaneidad y disponiendo una búsqueda más artificiosa.

Las necesidades y los deseos no son siempre los mismos e iguales en intensidad. Cuando una satisfacción se asegura de una manera regular, el deseo disminuye10, y, a la inversa, cuando hay dificultades en satisfacer las necesidades la actitud es aumentar las exigencias de tenerlas. Es normal que disminuya en todos la satisfacción por haber cumplido los deseos de forma contínua11. Es irreal partir de un contínuo nivel de exigencia. No hay un ser humano siempre equilibrado. Depende de las situaciones, de cada naturaleza, de la edad, etc. Una sociedad que esté sometida a unas contínuas restricciones y en la que los deseos son pocos y frugales, no es aceptable para una gran parte de las personas. La gente prefiere aumentar los buenos momentos, satisfacciendo el paladar, la percepción visual, etc. Otra cuestión es que por convicción moral o religiosa, se intente limitar los deseos con vistas a algún fín.

Es inaceptable pensar, pues, que las personas satisfacen sus deseos de una manera uniforme y que todos lo hacen de la misma manera y en el mismo grado. Hay que contar con que pueda surgir el cansancio por la repetición de los deseos, el aburrimiento que se experimenta al tener las mismas necesidades. Y, afortunadamente, el placer y el displacer que experimentan los individuos, aun en la misma cultura, es muy diferente en unos y otros, lo que explica la riqueza y la creatividad humanas.

La cultura y la educación han generado precisamente una multitud de necesidades secundarias. A tenor de ello es fundamental saber el curso que va tomando la civilización, pues, en cuanto ésta se desarrolle lo harán también las necesidades. Se podrá cambiar la lógica jerárquica llegando a ser más necesarias las secundarias que las primarias; por ejemplo, el alimento no servirá solamente para el sostenimiento del cuerpo, sino que se impone su disfrute. Igualmente puede ocurrir con el vestido, la vivienda, etc. La gente no se conformará simplemente con tener un lugar donde vivir, querrá meter en su hábitat muchos bienes que sobrepasen lo requerido para resguardarse de las inclemencias del tiempo. Todo se puede trastrocar hasta el punto de que puede ser muy difícil saber cuáles son las más fundamentales. Desde la perspectiva social o personal subjetiva se puede llegar a olvidar que las primarias son las más importantes. Si bien es cierto que, por ejemplo, el consumismo no es aceptable, no hay que olvidar que el desarrollo de la civilización exige ir mucho más allá de la satisfacción de una necesidad primaria. Cualquier civilización desarrollada tiene excesos, pero casi nadie se conforma con satisfacer solamente las necesidades primarias, porque se amplían las formas de vida, los accesos a las cosas, la capacidad intelectual.

El crecimiento de las necesidades supone aumentar los deseos. Fundamentalmente porque se alimenta de la representación que se hace del objeto, al plantearse en la conciencia la satisfacción que recibirá por verlo satisfecho. Es el deseo acuciado por una necesidad el que jerarquiza las prioridades, sin que en modo alguno responda a una lógica determinada, pues lo que a priori es lo más importante, por ejemplo, responder a una necesidad vital como es la de comer, puede ceder su lugar a favor de un objeto del cual se podría prescindir. En una teoría de la necesidad hay que partir de que el comportamiento del hombre no responde a una lógica objetiva. Los deseos no siempre son lógicos y por eso no cabe objetivarlos ni someterlos siempre a la razón. Es muy difícil comprender que los deseos pueden llevar a situaciones muy difíciles, y, por tanto, el prever tener que cubrir esas necesidades va a suponer un perjuicio para el sujeto. En otros casos puede decantarse por obtener una satisfacción relativa. Lo importante es determinar que la necesidad se suele convertir en un deseo, que hace de él surgir una escala de preferencias para que la voluntad elija. Si el hombre se guiara por el instinto, sería fácil predecir la tendencia del sujeto hacia el objeto, pues sería automática, y conociendo uno u otro sería relativamente fácil saber la respuesta del sujeto hacia el objeto. Pero el deseo es tan importante que puede impulsar a la voluntad y a su libertad. Lo que quiere decir que mayormente la necesidad se genera en el propio sujeto. Indudablemente, siempre el objeto tiene una parte no desdeñable en el nacimiento del deseo, pero depende de la voluntad del sujeto que surja el deseo de satisfacerse con el objeto. El deseo, pues, nace de la voluntad del sujeto respecto al objeto, siendo el que guía en gran parte la acción del sujeto, hasta que se acaba y empieza a gustar o sufrir las consecuencias de la satisfacción de la necesidad.

La necesidad y el dinamismo económico

La escasez es la que funda la economía sin ser un presupuesto exclusivamente económico. En realidad, es un medio para satisfacer muchas necesidades. La economía no es siempre la causa directa de la aparición de una necesidad, si bien para satisfacerla utiliza todos los medios indirectos de la transformación y de la producción de materias. Y, por otra parte, puesto que la economía no vive para sí misma, es el deseo lo que propicia la necesidad indefinida y progresiva del impulso económico, buscando el modo de aumentar los medios para satisfacer las necesidades, lo que implica la búsqueda de otros medios, hasta llegar a un condicionamiento recíproco entre las necesidades y los medios. La relación entre necesidad y satisfacción depende del grado de desarrollo que alcance la sociedad. Por su propia lógica, la economía basada en el aumento de la productividad, lleva al desarrollo indefinido. Descubrir esta idea ha requerido mucho tiempo, pues no se ha tomado conciencia de lo que supone el fenómeno económico hasta que no se ha descubierto cómo salir del estancamiento.

La economía no es sólo consumo, aunque sea el fin y la razón de toda producción. Naturalmente tiene un papel fundamental, pues procura toda clase de intermediarios, reparte los medios de consumo, acumula reservas, etc. La economía pretende conseguir una seguridad creando un cambiante orden jerárquico: «pretende librar al hombre de las urgencias instaurando las prioridades». Una economía desarrollada, además de producir bienes para el consumo, satisface las necesidades de manera discontínua y organiza ampliamente la producción para asegurar a los sujetos económicos la satisfacción de sus necesidades. Por eso, toda la actividad económica dependerá de una buena organización que asegure continuamente la presencia de los medios de consumo. Éste es el motivo por el que aparecerán los problemas y las respuestas para llevar a cabo la organización de la producción.

La economía es una actividad social, en el sentido de que se desarrolla en una sociedad y relaciona a los hombres, yendo más allá del egoísmo, creando dependencia y reciprocidad, constituyéndose para satisfacer las necesidades de los demás12. El individuo no puede satisfacer sus necesidades más que a condición de establecer un intercambio con los demás. El cambio puede ser privado, que es la base de la economía de mercado, o colectivo, basado en la planificación económica. Rechazar el intercambio supondría excluirse de toda relación y no sólo en el ámbito económico. La capacidad de circulación de los bienes depende de su producción, que a su vez es obra de la creatividad técnica del hombre. Así, lo más importante es la relación entre la técnica y la producción, porque pone a la economía bajo las leyes del desarrollo. Cada descubrimiento técnico repercute en la economía creando nuevas necesidades. Debido al desarrollo técnico, la producción ha creado una enorme masa de bienes que no son consumibles Œesto es en parte el capitalŒ a fin de mejorar las condiciones de satisfacción y de consumo. El extraordinario progreso de la economía moderna se debe justamente a que hay una solidísima base de medios de producción que no son consumibles y que están destinados a asegurar indirectamente la extraordinaria variedad y abundancia de los bienes destinados a consumirse. De ahí que la economía actual se caracterice tanto por la abundancia de bienes para consumir, como por la gran cantidad de bienes de producción. Por eso es más importante crear las condiciones de una actividad productora de medios que transformarán a su vez otros medios en instrumentos de producción de bienes consumibles. Con razón se dice que es la acumulación y la producción de bienes indirectos los que determinan el contenido de la actividad económica. Ya hace tiempo la idea del trabajo ha cambiado, pues ha pasado de ser en gran parte una producción inmediata de bienes, a convertirse en un aspecto más, aunque muy singular, de una cadena de un proceso, en el que hay más instrumentos que, una vez organizados, producirán el objeto de consumo.

Existe un mínimo de necesidades en cuyo nivel, más no se puede descender; en cambio, el umbral superior es ilimitado. Es posible comprobar a través de la Historia, cómo además de que las necesidades crecen sin cesar, aparecen novedades constantemente. Y ahora también se puede decir que no hay un máximo previsible para la producción de bienes.

Algunos sueñan con una sociedad en la que el hombre consiguiera satisfacer las necesidades más racionales (?) y necesarias. Pero la realidad mostrará siempre que ningún sistema económico, unido a un régimen político, a un orden social, etc. podrá satisfacer todas las necesidades de la población, porque siempre aparecerán otras nuevas. Cualquier sistema, incluido el que es capaz de satisfacer un mayor número de necesidades para muchas más personas, como el capitalista, aunque se haya dotado de una gran capacidad de medios, establece una escala de prioridades, sin posibilidad de plantear el carácter científico de las mismas. Toda sociedad crea un orden, un sistema o una organización, donde por la influencia de los factores políticos, morales, económicos, religiosos, éticos, jurídicos, etc. se distribuyen las necesidades a tenor de una escala jerárquica sin mediar ningún criterio científico, pues la ciencia es ajena a la evaluación jerárquica. Otra cosa es que se valore el porqué de la jerarquización, las causas por las que unas necesidades se anteponen a las otras, etc.; las que en mayor medida producen las discordias, y las luchas en las sociedades. El enfrentamiento estará siempre presente, porque la satisfacción de una necesidad para unos provocará el malestar a otros. Bien se conoce la dificultad en mantener el equilibrio entre seguridad, libertad e igualdad.

Al aumentar tanto la intervención del Estado en la sociedad, la política es lo que ordena la relación entre posibilidades, disponibilidades y necesidades, ya que tiene que haber un mando que dé curso a las acciones. Puesto que hay necesidades imperiosas que no se pueden satisfacer para todos, a fin de evitar las luchas que beneficiarían a los más fuertes, cabe la posibilidad de llegar al acuerdo para establecer un orden que favorezca al conjunto social. Si es un orden abierto, permitirá un mayor acceso a la diversificación de las necesidades, abriéndose a la vez muchas más posibilidades. Aquí es muy importante que se admita no solamente el pluralismo social, sino lo ilimitado de las necesidades de los individuos. El acuerdo pacífico permite abrirse a la variedad de conductas y a la ampliación de la condición humana a las formas de vida distintas en función precisamente de las necesidades. Todo ello ha de quedar garantizado por la política, en cuanto la sociedad llegue al acuerdo de aceptar la variedad dentro del orden.

El fin de la economía: el bienestar. la sociedad de consumo

En la actualidad, existen tantas concepciones y puntos de vista sobre la economía, que se olvidan sus presupuestos esenciales. Un juicio general es que la economía debe implantar la justicia o la igualdad. Sin embargo, no pueden ser estos sus fines concretos, pues lo que ha de lograr es el bienestar, aunque se habrán de evaluar las posibilidades materiales.

Puesto que no podrá llegar a satisfacer todas las necesidades, deberá intentar conseguir las más necesarias y buena parte de las restantes. Desde luego será preciso contar con los medios apropiados. Contrariamente a las utopías que preconizan la quietud por la satisfacción plena, ha de haber actividad constante, al ser las necesidades múltiples y variadas. El deseo no está reñido con la sobriedad, pero carecería de sentido hablar de bienestar y desarrollar un régimen espartano que es el objetivo de todas las utopías.

El bienestar actual es debido a la sociedad de consumo, un fenómeno reciente en el que se precisa sacar las consecuencias objetivas que ayuden a entenderla. Sobre todo, su influencia en la conducta moral, política, religiosa, etc., pues el consumo no sólo tiene significación económica13.

Al bienestar se llega a través de muchos factores, si bien el avance técnico es una garantía para que los consumidores encuentren su satisfacción. En la sociedad actual, gracias al desarrollo económico, técnico y científico, se satisfacen necesidades inaccesibles para casi todos, redundando en un aumento del bienestar que ha hecho más fácil la vida de la gente. Gracias a la economía de mercado, las sociedades han tratado de satisfacer las necesidades primarias de la única manera posible: haciendo crecer la capacidad productiva, que inmediatamente desborda la sola satisfacción de las necesidades inmediatas a favor de las necesidades secundarias.

Con algunas excepciones, en todos los países desarrollados las necesidades primarias están cubiertas para todos, habiendo desaparecido la miseria que padecía en otras épocas buena parte de la población. En la gran mayoría de los hogares se cuenta con muchos bienes que antes eran un lujo al alcance de muy pocas personas. Indudablemente siguen siendo limitados los recursos y los medios, puntos primordiales con los que ha de contar la economía. No obstante, la sociedad de consumo ha establecido una forma de producción que permite aumentar el volumen de los bienes disponibles de manera superlativa. Al mismo tiempo siguen aumentando los deseos sin límite.

El bienestar en las sociedades desarrolladas apunta a la abundancia, a la confortabilidad14, y, en mucha menos medida, al lujo. Se suele confundir el lujo con la riqueza. El lujo se manifiesta en la forma de utilizar la riqueza. Indudablemente en los países desarrollados hay lujo, pero ésto no es lo importante, puesto que una buena parte de los beneficios se vuelven a invertir para seguir dando prioridad al trabajo productivo y porque la ley del rendimiento obliga a ir más allá de las necesidades inmediatas, creándose nuevas necesidades porque surgen nuevos objetos. También tiene importancia fundamental el que se quiera obtener un beneficio con ella, puestos que éstos tratarán de provocar la necesidad en los hombres.

Pero las sociedades de consumo, al generar artificialmente un sin fin de necesidades, han provocado en muchos la insatisfacción e incluso el aburrimiento por el propio acto de consumo. Por supuesto, el descontento y las exigencias se centran sobre las necesidades secundarias, olvidando que se ha llegado a ellos merced a un desarrollo extraordinario de la producción.

Curiosamente, aunque haya aumentado exponencialmente el número de necesidades satisfechas, la crítica al sistema económico se extiende alarmantemente. Se justifica por dos motivos: por no haber propiciado la satisfacción de ciertas necesidades a todos sus componentes, o por haber creado un exceso de necesidades no indispensables.

La cuestión de las necesidades se ve en general más como frustración que como echar en falta algo. Es evidente que se entendería muy poco el mundo de las necesidades si se viese exclusivamente la carencia de ciertas cosas, que parte de unos niveles muy altos y a partir de las necesidades secundarias. Hay un abismo entre lo que se reclamaba, por ejemplo, antes de la Revolución Francesa de 1789 donde las muchedumbres pedían pan, a la rebelión de 1968, una de cuyas reivindicaciones era no consumir, protestando contra la abundancia. Los rebeldes del 68 eran privilegiados insatisfechos con su vida. Lo que buscaban era un estado de plena satisfacción, el cual nunca se podrá encontrar en un sistema real, salvo en la videncia ideológica, pues el hombre no es un ser sólo de necesidades sino de deseos.

Igualitarismo y planificación integral del consumo

La visión de las sociedades y de la economía son radicalmente distintas para el colectivismo. Las ideologías utópicas igualitarias pretenden construir una sociedad en la que no existan deseos innecesarios con el fin de mantener siempre el control de la persona sobre lo «artificial» y evitar así su sometimiento. Casi todas defienden la economía planificada del consumo. Con este tipo de sistema que afronta el problema de las necesidades, se quiere imponer la tiranía de las necesidades exclusivas para eliminar las contradicciones de la realidad. Sin embargo, es fácil adivinar que se asentará en la más radical uniformidad a través de un enorme sistema de represión, al ser diferente de las religiones y filosofías que preparan el control de las necesidades por la libre voluntad, para tener sometido el intento y poseer un dominio sobre la propia vida.

Esta cuestión se ha debatido no pocas veces en la Historia, contando todavía con algunos seguidores que abogan por un comunismo natural. Los marxismos, que son los que más han influido en el movimiento, se centran principalmente en dos aspectos: que las necesidades se producen por las exigencias de la propiedad privada y por estar condicionadas por el artificio de un sistema social. Bajo esta hipótesis no resulta difícil resolver el problema: suprimiendo la propiedad privada se anularía tanto el cambio como la división del trabajo. Y, puesto que el soporte es la sociedad, en cuanto se modifique la estructura y la relación social, cambiarán los deseos, suprimiéndose los artificiales.

Los marxismos han sostenido la doctrina de la alienación humana y las repercusiones del consumo que convierten a la persona en otro objeto, eliminando su real naturaleza. Este tipo de creencias desconoce la naturaleza del hombre, pues precisamente forma parte de sus capacidades naturales la predisposición a crear cultura, y, según su capacidad creativa, también natural, a disponer soluciones distintas para las necesidades, como una respuesta del propio hombre a la necesidad de vivir. Nunca se podrá probar que al hombre se le ha forzado a crear una cultura. Tampoco se podrá demostrar que existen unas formas de convivencia naturales y que la cultura las ha ensombrecido. La verdadera alienación del hombre consistiría en hacer desaparecer toda la Historia, que es la de su creación cultural, como se ha intentado en Rusia, China, Laos y, en general, en todos los estados socialistas.

La satisfacción plena de las necesidades, sólo sería concebible a partir de un igualitarismo, donde la «auténtica» economía habría de consistir en cubrir necesidades que serían las mismas para todos. Este mero naturalismo no puede exigir más de lo que ofrece la naturaleza. De ahí que todos los igualitarismos establezcan una relación entre hombre, naturaleza y sociedad, que deben estar perfectamente relacionados y ensamblados. Con ello se retomaría la vieja idea del retorno: el de volver a la verdadera naturaleza del hombre y a la igualdad perdida. Ciertamente si no fuera así carecería de sentido el dogma de la sociedad comunista. En ella la comunidad controlaría las necesidades sin que aparecieran otras nuevas mediante un conformismo personal adecuado a la naturaleza. Ahora bien, las doctrinas colectivistas se olvidan de las limitaciones que surgen de la propia economía, porque el equilibrio económico deberá mantenerse constante al coincidir siempre las necesidades (muy limitadas) con la satisfacción. Sin embargo, en cualquier sociedad, con independencia del sistema económico escogido y salvo que sea igual o inferior al tan-tan, intervienen una gran cantidad de factores que van desde los programas y planes económicos hasta las posibilidades de inversión según sea la renta nacional. Hay que tener en cuenta la estabilidad monetaria y las incidencias financieras de los proyectos, controlar el desempleo y la depresión. Siempre hay muchos factores de desestabilización, tanto económicos como sociales, que podrían dar lugar a sobrantes en unos productos y escasez en otros. A lo que hay que añadir la gestión de los recursos, la previsión para decidir una u otra política económica; el crédito, amplio o restrictivo, asi como establecer los medios para mantener la constante limitación de las necesidades, para el que se requerirá una gran fuerza represiva en materia económica, política y policial. Todo porque no existe una ciencia exacta de la puesta en práctica de los elementos económicos, ni tampoco los sujetos económicos se comportan según las previsiones.

Por todo ello pasa de largo el constructivismo colectivista al ignorar las bases en que se asienta la economía, sobre todo, la relación abundancia-escasez. Todos los proyectos utópicos resuelven la cuestión eliminando el problema económico, apelando a una sociedad de la abundancia consistente en impedir nuevas necesidades.

La política social y su dependencia del consumo

Conviven, no sin tensiones, economía de mercado, consumo, Política social e intervencionismo, si bien los liberales más puros creen que estos dos últimos frenan el desarrollo económico, reducen la libertad de la persona, sobre todo la libertad política, distorsionan el sistema económico con efectos secundarios en todos los ámbitos, tanto de la vida pública como de la privada.

La intervención de la Política Social es consustancial al aumento del aparato del Estado15, estando dedicado a repartir mejor los beneficios del crecimiento económico, conjugado preferentemente por las exacciones fiscales y las prestaciones sociales. Lo cual quiere decir que, aparte de que los recursos se reparten equitativamente, es imprescindible que se asienten en el desarrollo económico. La Política Social se debe al crecimiento económico y si la economía se paraliza, las consecuencias las sufriría en primer lugar aquella. Por tanto, el aumento de las necesidades determina la expansión de la producción y logra aumentar el papel de la Política Social al haber más recursos para distribuir y crear más posibilidades de llevar a cabo unos planes asentados en formar una sociedad más integrada por la expansión de la solidaridad.

Los defensores de una actuación amplia de la Política Social basan su intervención para afrontar las necesidades de la sociedad en organizaciones coactivas. Igualmente cualquier clase de medio económico dedicado a las necesidades colectivas ha de ser controlado gubernamentalmente. No parece que su justificación sea debida a que así se organiza y mejora el servicio de asistencia. En verdad hay desconfianza en la labor que puedan hacer voluntariamente las personas. Porque, en contra de lo que se pregona sobre la capacidad solidaria de la gente, existe demasiado recelo, esperándose muy poco de la ayuda solidaria regular. De ahí que se imponga la obligación abstracta de hacer la justicia social a través de un poder coercitivo.

Aquí se defiende que las organizaciones intermedias voluntarias son indispensables, porque permiten la actividad comunitaria y el servicio de ayuda de una persona a otra, lo que le hace ser responsable de su suerte. Lo opuesto es lo que sucede cuando se deja que toda la justicia la haga el Estado, pues provoca que el individuo se inhiba moralmente. Se opta por forzar el pago obligatorio para quitarse el problema colectivo. De esta forma, los lazos públicos comunitarios son muy poco sólidos, dominando la apariencia y el egoísmo. ŒEs inasumible que se identifique el interés público con el EstadoŒ. En la actualidad se ha ido solapando la verdadera función del Gobierno y de la Administración, que es la de fijar el marco jurídico en el que se deben mover los ciudadanos. Las labores de la Política Social pueden producir una dejación de responsabilidades. Por eso es preciso que se compagine con las asociaciones de ayuda voluntaria. Cuando por motivos ideológicos, el poder público ha acaparado todos los ámbitos de la vida y ha puesto bajo su control todo lo que se cree que es de interés público, la consecuencia es que se ha impuesto y desarrollado un sistema de totalitaritarismo suave con la restricción importante de la libertad y del bien común, que pasa a ser el bien para unos pocos, Œen el que la oligarquía posee mucho más poder que riquezaŒ . La realidad es que se ha podido crear un poder omnímodo que controla los aspectos decisivos de la vida de las personas, al haber desaparecido las organizaciones intermedias entre el individuo y el Estado u otros superpoderes de la sociedad, dejando a la persona desprotegida.

En contra de lo que suele pensarse, la Política Social puede amenazar la unidad del cuerpo político, pues al dejar en manos de las instituciones todo el peso de la ayuda a las personas que tienen problemas que necesitan del apoyo de los demás, se desligan de la obligación comunitaria. Ello es debido a que se han creado unas instituciones que tienen la función de llevar a cabo los principios y valores, descargando el peso de la obligatoriedad moral a los ciudadanos.

Actualmente, la tendencia es a combinar la organización, en distintos ámbitos de un plan general de la Política Social, con las ayudas personales. La Política Social tendrá que cambiar en gran parte su fundamento basado en la fuerza coactiva, por organizar los servicios y prestaciones en aras de una mayor eficacia. Asimismo, es imprescindible que no se desincentiven ni la producción ni el trabajo, pues depende de esta relación el que aumenten las prestaciones sociales. Y aunque hay un repudio formal a que el individuo necesite cada vez más bienes, sin embargo, es lo que hace posible los proyectos de la Política Social y el aumento del bienestar social, aunque las consecuencias no son siempre las deseables.

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1 Es una falsa opción la representación de que el hombre vive en libertad respecto a las necesidades en el llamado estado natural... porque la necesidad natural como tal y su satisfacción inmediata no serían más que la situación de la espiritualidad hundida en la naturaleza, y por lo tanto, un estado primitivo y no libre». HEGEL, Principios de la Filosofía del Derecho o Derecho Natural y Ciencia Política, Buenos Aires, 1975, págs. 237 y 238.

2 Sobrevivir, por supuesto, es y siempre será la primera necesidad humana. Pero aquí nos referimos a la «necesidad consciente», esto es, a lo que deseamos antes que muchos otros seres o a otras muchas cosas, olvidándose de que, sin poder vivir, no se podría desear nada.

3 «El animal es un ser particular, tiene unos instintos y medios limitados para su satisfacción, que no puede sobrepasar». HEGEL, Principios de Filosofía del Derecho, op. cit., pág. 235.

4 El hombre va más allá del animal y revela su universalidad. Ibídem. Pág. 235.

5 Lo cual no quiere decir que nuestra vida no esté sometida a la ley, aunque, por ejemplo, se tenga la facultad moral de defender la vida. Véase en KANT «el derecho de necesidad», en Principios metafísicos del Derecho, Madrid, 1873, «apéndice a la Introducción al Derecho», II, pág. 50 y ss.

6 «Summa», II. II. Q.57. En «Textos y documentos sobre Derecho Natural». Selecció Theologica en A. SÁNCHEZ DE LA TORRE, Madrid, 1967, pág. 115.

7 La Condición humana, Barcelona, 1996, pág. 76.

8 Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., pág. 238.

9 Ética Nicomáquea, Madrid, 1995, pág. 381, libro X.

10 «Algunas cosas, dice Aristóteles, nos deleitan cuando son nuevas... pero, después, la actividad yo no es la misma, sino que pierde su fuerza y de ahí que el placer se desvanezca», «Ética Nicomáquea», pág. 388 y 389, libro X, parágrafo 4.

11 En la multiplicación de las necesidades se produce la inhibición del deseo, comenta Hegel, pues cuando los hombres se sirven de muchas cosas diferentes, el apremio ante una de ellas no es tan fuerte, lo cual es un signo de que la necesidad en general no es tan poderosa». «Principios de la Filosofía del Derecho», op. cit., pág. 236

12 «Cada uno influye en el otro y por eso, está relacionado con él: en esa medida todo lo particular deviene social». HEGEL, Principios de la Filosofía del Derecho, op. cit., pág. 237.

13 Dice HEGEL que «el bienestar de muchos otros particulares es también un fin esencial y un derecho de la subjetividad», Principios de la Filosofía del Derecho o Derecho Natural o Ciencia Política, op.cit., 1975, pág. 157.

14 La idea de lo confortable entroncaría perfectamente con la sociedad de consumo. Ya Hegel decía que «lo que los ingleses llaman «comfortable» es algo inagotable y que continúa al infinito, pues toda comodidad muestra nuevamente su incomodidad y las invenciones no llegan nunca a su fin». Ibídem, pág. 236.

15 Vid. La excelente síntesis sobre la evolución del Estado en D. NEGRO: «Bosquejo de una Historia de las Formas de Estado», en «Razón Española, nº 122, noviembre-diciembre de 2003.

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